LIBRO VI

6.1 La substancia del todo es dócil y modificable. La razón que la gobierna no tiene ningún motivo en sí para hacer el mal[300]. En efecto, no tiene maldad ni hace nada malévolamente ni a nada perjudica; y todo nace y concluye a su antojo.

6.2 No establezcas diferencias entre hacer lo conveniente aterido o caldeado, adormilado o bien dormido, con mala reputación o en medio de alabanzas, en el momento de morir o en la ejecución de cualquier otra acción, porque una de las acciones de la vida es también ésa en la que morimos. (2) Por tanto basta con disponer bien el momento presente en función de ella.

6.3 Mira hacia dentro. Que la cualidad específica de ninguna acción ni su valía corran más que tú[301].

6.4 Todos los objetos se transformarán rápidamente y, o se harán humo si la substancia está unificada[302], o se disgregarán.

6.5 La razón que gobierna sabe cómo está dispuesta, qué hace y sobre qué materia.

6.6 La mejor manera de defenderse es no hacerse igual que ellos.

6.7 Disfruta y descansa con una cosa: con pasar de una acción comunitaria a otra acción comunitaria acordándote de dios.

6.8 El principio rector es algo que se excita, se orienta y se hace a sí mismo como quiere ser y también hace que le parezca que todo ocurre como él quiere.

6.9 Cada cosa una por una concluye según la naturaleza del todo y no según alguna otra naturaleza que rodeara desde fuera o estuviera contenida dentro o apartada por fuera.

6.10 O es revoltijo, entrecruzamiento, disgregación, o unificación, orden, providencia[303]. (2) Si es lo primero, ¿por qué anhelo perdurar en un compuesto hecho al azar y en semejante mezcolanza? (3) ¿Por qué me importa otra cosa que no sea cómo sobrevivir?[304]. ¿Por qué me perturbo? (4) La disgregación llegará hasta mí, haga lo que haga. (5) Si es lo segundo soy reverente, me tranquilizo, confío en lo que gobierna.

6.11 Cuando te veas forzado por las circunstancias a sentirte como disturbado, vuelve a penetrar en ti mismo y no te salgas de tu cadencia regular más allá de lo necesario porque te harás dueño de la armonía por el hecho de regresar constantemente a ella.

6.12 Si tuvieras a un tiempo madrastra y madre, cuidarías de la primera y, sin embargo, sería constante tu retorno hacia la madre. (2) Eso suponen para ti el palacio y la filosofía. Así regresa muchas veces y descansa con ésta, gracias a la cual, también, te parece soportable lo de la corte y tú te haces soportable entre ellos.

6.13 Es igual que hacerse una representación de lo guisado y las cosas de comer, que si éste es el cadáver de un pez, que si aquél es de un pájaro o de un lechón y además que el Falerno[305] es un juguito de un racimo de uva y que el manto orlado de púrpura son pelillos de corderillo teñidos con sangrecilla de una concha[306]. Que la cópula es frotamiento de entrañas y cierta secreción de moco en medio de una convulsión. (2) Tales son las representaciones que llegan hasta el fondo de las propias cosas y las atraviesan hasta hacernos ver cómo son. (3) Así hay que actuar a lo largo de toda la vida, cuando nos representamos que las cosas son respetabilísimas, desnúdalas, comprueba su escaso valor y acaba con el cuento que las hace majestuosas. (4) El delirio de grandezas es un terrible falsario y cuando parece que te encuentras entre cosas serias es cuando más te has dejado embaucar. (5) Considera, por ejemplo, qué dice Crates sobre el propio Jenócrates[307].

6.14 La mayoría de las cosas que admira la plebe puede reducirse hasta un nivel muy genérico: unas las que se ensamblan por cohesión, como las piedras o las maderas; otras formadas por crecimiento, como las higueras, las viñas, los olivos[308]. Lo que admiran los de formación algo más mediana está en relación con formas animadas, por ejemplo, rebaños, manadas. Los algo más agraciados lo que está en relación con el alma racional, sin embargo, no en cuanto racional, sino en cuanto conocedora de una industria, dicho de otra forma, por ser muy afanosa o, en expresión llana, por poseer una multitud de esclavos[309]. (2) El que honra su alma racional y social no se inquieta por nada más, antepone a todo preservar que su alma sea y se mueva racional y comunitariamente y colabora en eso con su congénere.

6.15 Unas cosas se dan prisa en nacer, otras en dejar de ser; algo de lo que está naciendo ya se desvaneció. Los flujos, las transformaciones renuevan el universo constantemente igual que la gestación incesante del tiempo renueva siempre la eternidad infinita. (2) En ese río no es posible descubrir qué cosa, entre las que pasan corriendo, uno valoraría en especial. Es como si uno empezara a encariñarse de uno de los gorrioncillos que pasan volando cuando ya ha desaparecido de la vista. (3) Así es la vida de cada uno, como la ventilación de la sangre y la inspiración de aire[310]. (4) Atraer el aire y restituirlo una vez, cosa que hacemos a cada momento, es lo mismo que restituir la capacidad absoluta de respirar, que adquiriste ayer mismo recién parido, al mismo lugar donde por primera vez te la apropiaste.

6.16 No es estimable el transpirar como las plantas ni respirar como las bestias y las fieras, ni tener impresiones representativas, ni que el impulso te maneje como una marioneta, ni juntarse en manadas, ni nutrirse. Eso es lo mismo que excretar los desechos del alimento. (2) ¿Qué es, entonces, estimable? ¿Recibir el aplauso? No. (3) Tampoco desde luego el aplauso de las lenguas, porque las alabanzas de la mayoría son aplauso de las lenguas. (4) Has rechazado, por tanto, también la honrilla. ¿Qué queda de estimable? (5) Me parece sin duda que moverse y atenerse a lo que es la propia constitución, que es a lo que conducen los oficios y las artes. Porque todo arte tiende a eso, a que lo constituido según ese arte sea apropiado a la función para la que se ha constituido. También el labrador que trabaja su viña, el domador de potros, el que amaestra su perro, persiguen eso. (6) ¿En qué se afanan los procedimientos educativos y de instrucción? Ahí está, por tanto, lo estimable. (7) Si sólo eso está bien, no te afanarás en nada más. (8) ¿No cesarás también en tu estima de otras muchas cosas? Entonces, no serás ni libre, ni autosuficiente, ni impasible[311]. (9) Por fuerza tendrás envidia, serás receloso, sospecharás de los que son capaces de quitarte eso, tramarás contra los que tienen lo que tú estimas. En definitiva, es forzoso que quien se considere falto de algo de eso esté confundido y además haga frecuentes críticas, incluso a los dioses. (10) Por el contrario, el respeto y estima por tu propia reflexión hará que estés conforme contigo, seas conciliador con los hombres, estés en armonía con los dioses, es decir, alabes lo que aquellos han distribuido y ordenado.

6.17 Los desplazamientos de los elementos son hacia arriba, hacia abajo, en círculo. El movimiento de la virtud no está en ninguno de ellos, es algo más divino y avanza tranquilo por un camino recto difícil de entender.

6.18 Así es como hacen. No quieren alabar a los hombres de su propia época con los que conviven, pero tienen en gran consideración recibir ellos la alabanza de los que nacerán después, a quienes ni vieron ni verán. (2) Es casi como si te apenaras de que no te hayan dedicado sus alabanzas los que nacieron antes que tú.

6.19 No supongas que si algo te resulta a ti muy penoso eso sea imposible para el hombre; por el contrario, si algo es posible y resulta familiar al hombre, considera que a eso tú también puedes llegar.

6.20 En los ejercicios en el gimnasio alguno te araña con sus uñas o te propina un cabezazo. Pero no se lo recriminamos, ni nos ofendemos, ni sospechamos de él a partir de ahí como insidioso. Es verdad que nos precavemos, pero no como si fuera enemigo ni con sospechas, sólo lo evitamos benévolamente. (2) Que ocurra lo mismo en los restantes ámbitos de la vida, no prestemos mucha atención a los que son como nuestros compañeros de gimnasia. (3) Porque es posible, como decía, evitarlos sin recelar o aborrecer.

6.21 Si alguien puede rebatirme y probarme que no entiendo o actúo rectamente, cambiaré de opinión agradecido. (2) En efecto, busco la verdad que a nadie nunca perjudicó. Se perjudica el que persiste en su propio engaño e ignorancia.

6.22 Yo hago mi propio deber, lo demás no me distrae. Pues son seres inanimados o irracionales o descarriados que no conocen su camino.

6.23 Los animales irracionales y, en general, los objetos, por estar tú dotado de razón y ellos no, trátalos generosa y liberalmente; a los hombres, que están dotados de razón, trátalos además comunitariamente. (2) En todos los casos invoca a los dioses y no establezcas diferencia por la cantidad de tiempo que podrás actuar de esa forma. Porque basta con que sean tres horas si son así.

6.24 Alejandro de Macedonia y su palafrenero una vez muertos vinieron a parar en lo mismo. O regresaron a las mismas razones generadoras del universo o se dispersaron por igual en átomos[312].

6.25 Reflexiona sobre cuántos sucesos en el mismo breve instante ocurren en cada uno de nosotros a un tiempo, tanto físicos como psíquicos. Así no te admirarás de que muchísimos más, mejor, todos los sucesos subsistan a un tiempo en el uno y en el todo que denominamos universo.

6.26 Si alguien te plantea cómo se escribe el nombre de Antonino[313], ¿mostrarás sin ponerte tenso cada uno de sus elementos?, ¿no llevarás paso a paso con tranquilidad la cuenta de cada una de las letras? (2) ¿Y qué, si se encolerizan?, ¿te encolerizarás en respuesta? (3) Así, por tanto, también acuérdate ahora de que todo deber se lleva a término con determinadas cuentas. Es preciso observarlas y, sin dejarse turbar ni enojarse en respuesta a los que se enojan, completar con método la tarea propuesta.

6.27 Qué crudo es no dejar a los hombres que apetezcan lo que les parece adecuado y conveniente. Sin embargo, de alguna forma no estás de acuerdo en que ellos actúan así cuando te irritas porque yerran. (2) Se dejan llevar completamente por pensar que van hacia lo adecuado y conveniente. (3) «Pero eso no es así». Enséñaselo, por tanto, y muéstraselo sin irritarte.

6.28 La muerte es una tregua a la reacción sensorial, a que te manejen como marioneta los impulsos, al rodeo de la reflexión, al tributo que se rinde a la carne.

6.29 Es vergonzoso que en la vida en la que el cuerpo no renuncia, el alma renuncie antes[314].

6.30 Sé vigilante, no te cesarices[315], no te empapes en púrpura, cosa que ocurre. (2) Mantente, por tanto, sencillo, bueno, puro, digno, sin pompa, amigo de lo justo, piadoso, bien intencionado, afectivo, fuerte para ejecutar lo conveniente. (3) Lucha para permanecer así como te quiso hacer la filosofía. (4) Respeta a los dioses, salva a los hombres. La vida es corta, el único fruto de la existencia sobre la tierra es una disposición virtuosa y unas acciones comunitarias. (5) En todo como discípulo de Antonino[316]: su vigor a favor de acciones realizadas de acuerdo con la razón, su equilibrio en todo, su virtud, la calma de su rostro, su dulzura, su ausencia de vanagloria, su empeño para captar los asuntos. (6) Cómo no rechazaba nada en absoluto sin considerarlo antes mucho y reflexionarlo con seguridad. (7) Cómo soportaba a los que lo criticaban injustamente sin criticarlos a su vez. Cómo no se apresuraba para nada, cómo no aceptaba las calumnias. (8) Cómo era un examinador riguroso de los comportamientos y de las acciones, pero ni crítico, ni asustadizo ante rumores, ni sospechoso, ni enrevesado. (9) Cómo se conformaba con poco, así en la vivienda, en el lecho, en el vestir, en el alimento, en su servidumbre. (10) Cómo era sufrido y perseverante. (11) Capaz de permanecer quieto hasta la tarde gracias a su dieta frugal, sin necesidad de evacuar fuera de la hora acostumbrada. (12) Su firmeza y uniformidad con sus amistades. (13) Soportar a los que se expresaban con libertad contra sus opiniones y agradecérselo si alguno mostraba una mejor. (14) Cómo era piadoso con los dioses sin temores supersticiosos. Que la última hora te llegue con igual de buena conciencia que a él.

6.31 Recupera la sobriedad, recomponte tras dejar de dormir y concluye que unas pesadillas te importunaban, mira esto como mirabas aquello[317].

6.32 Estoy formado por cuerpecillo y alma. Para el cuerpecillo todo es indiferente porque no puede establecer la diferencia. (2) Para tu mente es indiferente[318] lo que no es su actividad y todo lo que es su actividad depende de ella. Entre sus actividades, sin embargo, sólo le preocupa la presente. En efecto, las futuras y las pasadas son actividades suyas que en este preciso momento son indiferentes.

6.33 No son el dolor de la mano ni el del pie contrarios a la naturaleza mientras el pie haga lo propio del pie y la mano lo de la mano. (2) Así, por tanto, tampoco para el hombre como hombre es el dolor contrario a su naturaleza, mientras haga lo propio del hombre. (3) Pero, si no es contrario a su naturaleza, tampoco es un mal.

6.34 ¡Con qué goces se regocijaron los piratas, los bujarrones, los parricidas, los tiranos!

6.35 ¿No ves que muchos artesanos manuales, aunque se acomodan hasta cierto punto a los para ellos profanos, a pesar de eso se agarran con fuerza a la razón de su arte y no soportan verse apartados de ella? (2) ¿No es, por ello, terrible que el arquitecto y el médico respeten más la razón de su propio arte que el hombre la suya propia, que comparte con los dioses?

6.36 Asia, Europa son rincones del universo. Todo el océano es una gota del universo. El monte Atos es un terroncillo del universo. Todo el tiempo presente es un punto de la eternidad. Todo es pequeño, movible, propenso a esfumarse. (2) Todo viene de allí, ha surgido de aquel principio rector común expresamente o de forma sobrevenida[319]. (3) Las fauces del león, el veneno y toda maldad, como las espinas, el barro, son sobreañadidos a lo venerable y hermoso. (4) No te representes que eso es ajeno a lo que reverencias, por el contrario, reconoce la fuente de todo.

6.37 Quien ve las cosas presentes ha visto todas: cuantas nacieron desde toda la eternidad y cuantas serán hasta el infinito. Todas son de un mismo género y de un mismo aspecto[320].

6.38 Reflexiona muchas veces sobre la concatenación de todas las cosas del universo y sobre su relación mutua. (2) De alguna forma todas están entrelazadas mutuamente y todas tienen por eso afinidad mutua. En efecto esto está en contacto con eso otro por el movimiento tensor, el hálito común y la unidad de la substancia[321].

6.39 Acomódate a las cosas a las que estás unido por azar; ama, pero de verdad, a los hombres con los que te ha tocado vivir.

6.40 Todo instrumento, toda herramienta, todo aparejo, si actúa para lo que está fabricado, está bien. (2) Ciertamente, en ese caso el fabricante es externo. En lo ensamblado por la naturaleza la fuerza fabricadora está dentro y permanece. Por ello es necesario en mayor grado respetarla y considerar que, si la mantienes y la tratas según su deseo, todo en ti está según la inteligencia. (3) Así también están según la inteligencia las cosas en conjunto.

6.41 Lo que no has escogido deliberadamente y supones que es tu bien o tu mal, por fuerza, en el caso de experimentar el mal mencionado o en el de fracasar el bien indicado, se lo criticas a los dioses y es motivo de odio contra los hombres que son causantes o supones que podrán serlo de ese fracaso. Además, cometemos muchas injusticias por desacuerdo en esas cuestiones. (2) Por el contrario, si sólo juzgamos como bueno y malo lo que de nosotros depende, no queda ya motivo alguno ni de acusar a la divinidad ni de tomar partido hostil contra el hombre.

6.42 Todos colaboramos para un único resultado, unos a sabiendas y con discernimiento, otros a ciegas, igual que, creo que dice Heráclito[322], incluso los que duermen son trabajadores y colaboradores de lo que ocurre en el universo. (2) Uno colabora en una medida otro en otra, también por exceso[323] quien critica e intenta ir contracorriente y anular los sucesos. En efecto, el universo también lo necesitaba. (3) Por tanto, sólo te queda comprender entre quiénes te alineas. Así te tratará enteramente bien quien gobierna el todo y te acogerá en la sección de los colaboradores. (4) Pero tú no seas un elemento como el verso barato y ridículo de un drama que menciona Crisipo[324].

6.43 ¿Acaso el sol reivindica hacer lo que es propio de la lluvia? ¿Acaso Asclepio reivindica lo de la portadora de frutos?[325]. ¿Y qué ocurre con cada uno de los astros? ¿No son distintos pero colaboran en lo mismo?

6.44 Si los dioses decidieron sobre mí o sobre lo que debía ocurrirme a mí, decidieron bien. En efecto, ni siquiera es fácil pensar en un dios que no decide. Pero ¿por qué causa iban a ponerse a hacerme el mal? (2) ¿En qué se hubieran aventajado ellos o el común, que es en lo que más ejercen su providencia? (3) Si no decidieron en particular sobre mí, decidieron, al menos, sobre lo común en conjunto, a lo que, en consecuencia, debo abrazar y amar. (4) Si, por el contrario, no deciden sobre nada… (creerlo, desde luego, no es virtuoso o si lo es, no sacrifiquemos ya, ni oremos, ni juremos ni realicemos lo demás que realizamos dirigido a dioses que supuestamente están presentes y nos acompañan)[326]; si no deciden sobre nada de lo que nos afecta, yo puedo, sin embargo, decidir sobre mi y yo tengo análisis sobre lo que conviene. (5) A cada uno le conviene según su constitución y naturaleza, y mi naturaleza es racional y social.

(6) Mi ciudad y mi patria, como Antonino[327] que soy, es Roma. Como hombre, es el universo. Por tanto, las que son beneficiosas para esas ciudades, sólo ésas considero que son buenas.

6.45 Cuanto ocurre a cada uno le conviene al todo. Con eso bastaba. (2) Pero además observarás en general, si miras con detenimiento, que lo que conviene a un hombre también conviene a los demás. (3) En este caso tómese lo conveniente en su uso más habitual aplicado a lo que no es ni bueno ni malo.

6.46 Igual que te ofenden los espectáculos de los anfiteatros y lugares semejantes porque ver siempre lo mismo y similar hace que su contemplación harte, eso te ocurre aplicado a toda tu vida, porque todas las cosas de arriba abajo son las mismas y surgen de lo mismo. Entonces, ¿hasta cuándo?

6.47 Reflexiona sin pausa sobre la gran variedad de hombres ya muertos, variedad en sus actuaciones y variedad en sus razas, hasta llegar a Filistión, Febo y Origanión[328]. (2) Recorre ahora otras estirpes. (3) Es necesario que nos traslademos allí donde florecieron tantos oradores competentes, tantos filósofos venerables, Heráclito, Pitágoras, Sócrates; antes de eso tantos héroes, después tantos generales, tiranos. (4) Además de ellos, Eudoxo, Hiparco, Arquímedes[329]; otras naturalezas sagaces, grandiosas, sufridoras, capaces de todo, presuntuosas, mordaces sobre la propia existencia mortal y efímera de los hombres, como Menipo[330], y tantos otros semejantes. (5) Reflexiona sobre todos estos que están muertos hace tiempo. Así pues, ¿qué tiene eso de terrible para ellos? ¿Y qué para los no renombrados en absoluto? (6) Sólo una cosa es digna de mucha estima: pasar la vida siendo benévolo con verdad y justicia frente a los falsos e injustos.

6.48 Cuando quieras reconfortarte, recapacita en los puntos sobresalientes de los que conviven contigo. Por ejemplo, en uno es su actividad, en otro su decencia, en otro su generosidad, así sucesivamente. En efecto, nada reconforta tanto como que las copias[331] de las virtudes aparezcan en el carácter de contemporáneos tuyos y que concurran lo más agrupadamente posible. Por ello hay que tenerlas a mano.

6.49 ¿Te vas a irritar porque pesas tantas libras y no trescientas?[332]. Así entonces también por tener que vivir hasta tantos años y no hasta más. Igual que te conformas con la substancia que se te ha asignado, así también aplicado al tiempo.

6.50 Intenta convencerlos, pero actúa también contra su voluntad cuando la razón de la justicia así te guíe. Si, a pesar de ello, alguien usando violencia se te opone, cambia a una actitud complaciente y no dolida, que haber sido impedido te sirva para otra virtud y recuerda que emprendías tu actuación con reserva[333] y que no apetecías imposibles. ¿Qué apetecías? Una empresa así. Alcanzas eso. Sucede aquello por lo que nos pusimos en camino.

6.51 El ansioso de fama supone que su bien está en la actuación de otro, el ansioso de placeres que está en su propia sensación; por el contrario, el que tiene inteligencia que está en su propia actuación.

6.52 Es posible no hacer ninguna suposición sobre eso y no turbarse en el alma porque las cosas en sí no tienen naturaleza capaz de provocar nuestros juicios.

6.53 Acostúmbrate a no hacerte el distraído ante lo que afirma otra persona y en la medida de lo posible métete en el alma del que habla.

6.54 Lo que no conviene a la colmena tampoco conviene a la abeja.

6.55 ¿Si los marinos criticaran al capitán o los enfermos al médico, se fijarían en algo que no fuera cómo procuraba él la salvación de los embarcados o la salud de los pacientes?[334]

6.56 ¡Cuántos de los que entraron conmigo en este mundo se han marchado ya!

6.57 La miel parece amarga a los que tienen ictericia[335], el agua pavorosa a los que ha mordido un rabioso y una pelotita algo hermoso a los niños pequeños. ¿Por qué, entonces, me irrito? ¿Te parece que tiene menos fuerza creer falsedades que la hiel para el ictérico y el veneno para el rabioso?

6.58 Nadie te podrá impedir vivir según la razón de tu naturaleza. Nada te podrá ocurrir al margen de la razón de la naturaleza común.

6.59 ¡Cómo son aquellos a los que quieren complacer y por qué medios y con qué actuaciones buscan su propio beneficio! ¡Con qué rapidez la eternidad lo cubrirá todo y cuántas cosas tiene ya cubiertas!