Parte 14
1
¡Psiclo!
El planeta dueño de doscientos mil mundos.
El centro de un imperio que había gobernado y arruinado dieciséis universos a lo largo de un período de trescientos dos mil años.
Psiclo. Había sido la causa de la destrucción del hombre.
¿Qué le había sucedido a su imperio, caso de que le hubiera sucedido algo?
¿Qué le había sucedido a Psiclo? Y si existía aún, ¿qué estaría planeando?
¿Constituía o no un peligro?
Habían estado preguntándose todo esto a lo largo de un año turbulento. Era como una espina molesta que subyacía en todos sus pensamientos.
Ahora iban a averiguarlo.
Una luz pálida iluminaba el anfiteatro. El metal de la plataforma tenía un brillo opaco. En el cielo no se oía ni un solo motor. Las estrellas eran brillantes.
Angus y Jonnie se miraron. Ahora lo sabrían.
—En primer lugar —indicó Jonnie— inspeccionaremos las minas y veremos qué equipos de transbordo están en actividad. Tal vez en alguna parte tengan un indicador que los alerte. Seremos cuidadosos y no nos acercaremos demasiado.
El libro de coordenadas les dio los datos de un equipo de transbordo en Loozite, un mundo minero psiclo sin otra población que la de los trabajadores psiclo. Era un planeta grande, pero alejado de Psiclo.
Colocaron la nueva caja giroscópica, colocando un pictógrabador en la parte blindada; calcularon las coordenadas hacia un punto a cuarenta millas del lugar de transbordo Loozite, apretaron los botones del panel de instrumentos y dispararon.
Los alambres zumbaron y la caja regresó. Hubo un ligero retroceso.
Jonnie puso el disco en el proyecto atmosférico, que seguía allí.
Apretó el botón.
Durante un instante, ambos pensaron que debían de haber calculado mal, disparando hacia una mina. Cuarenta millas era una distancia demasiado grande para ver en detalle y Jonnie ajustó y centró la escena que tenían delante.
¡Era un agujero! Pero no se trataba de una mina. Allí, en un ángulo absurdo, había un poste de transbordo.
Pero, por lo demás, sólo había un agujero en la superficie del planeta. Ni siquiera la huella de las cúpulas de un complejo.
Jonnie se preguntó si tendrían diferentes tipos de complejo en los distintos planetas. Tal vez aquella plataforma de Loozite hubiera estado a millas de cualquier otra cosa. Sin embargo, los psiclos eran campeones de las instalaciones rutinarias. Por lo general, la administración central del planeta estaba en el equipo de transbordo. Porque era allí a donde llegaba el metal de todo el planeta. Allí era donde se guardaban los libros, donde estaban los talleres más importantes, donde vivían los altos ejecutivos.
Sólo ese agujero. Era bastante grande, pero un agujero es un agujero.
Eligieron otro lugar de disparo: Mercogran, en el quinto universo. Se veía como un planeta cinco veces más grande que la Tierra, pero de menor densidad.
Dispararon y recuperaron la caja giroscópica.
Cuando Jonnie encendió el proyector, advirtieron de inmediato que allí había algo diferente. Tuvieron que ensanchar la imagen para ver mejor.
Mercogran había estado cerca de una cadena montañosa y aparentemente se habían producido avalanchas. Parecían haber cubierto gran parte del espacio de cualquier complejo que hubiera podido haber allí.
Jonnie amplió la imagen. ¡Allá, en el ángulo inferior derecho! ¡La cúpula de un complejo! Yacía allí como un plato de sopa roto. En el medio había un poste de transbordo con alambres chamuscados. Nada más.
Hasta entonces no podían llegar a conclusiones definitivas, más allá de la constatación de que esos complejos centrales y esos equipos de transbordo ya no funcionaban.
Eligieron al azar otro planeta: Brelloton. Era un planeta habitado, según referencias que tenían, por población propia, gobernado por una «regencia» psiclo, y que hacía sesenta mil años que soportaba este régimen.
Calcularon las coordenadas para un punto a cuarenta millas del equipo de transbordo y dispararon.
No estaban preparados para lo que obtuvieron. La imagen atmosférica mostraba una ciudad. El equipo de transbordo había estado aparentemente en una meseta elevada en el centro de la ciudad.
Los edificios, que alguna vez fueran sólidos, habían estallado en pedazos. Formaban un modelo disperso que irradiaba desde la meseta. Unos edificios que debían de haber tenido dos mil pies de altura, en una ciudad de tal vez millones de seres, habían caído como fichas de dominó.
Los restos del equipo se veían claramente. La plataforma era un agujero y los postes estaban ladeados.
Las cúpulas del complejo habían estado bajo el borde de la meseta y habían sido levantadas por la explosión, dejando a la vista el habitual tendido subterráneo.
Al acercar la imagen del complejo, se apreciaba lo que parecía la hierba de un año creciendo entre las grietas.
No había señales de vida.
Jonnie se sentó y pensó. Pidió a Angus que encontrara algunas imágenes que la cobertura aérea había tomado en el río Purgatorio: vistas del complejo americano.
Angus las trajo y Jonnie las miró: el agujero en el lugar en que había estado la plataforma, la inclinación hacia fuera de los postes que quedaban de pie, la ciudad destruida a cincuenta o más millas de distancia.
—Ya sé qué ha sucedido —dijo Jonnie—. Podríamos seguir mirando planetas de Psiclo durante toda la noche y obtendríamos la misma respuesta. Dame esa computadora. ¡Vamos a mirar a Psiclo en el día noventa y dos del año pasado!
Luz. Aproximadamente se desplazaba unas 5.869.713.600.000 millas por año. La luz que venía de Psiclo a esa hora y fecha todavía viajaba por el espacio. Se pondrían por delante de ella y con un pictógrabador de un avión estelar colocado en una ampliación de 6.000.000.000.000 X, podrían ver Psiclo en el momento en que ocurrió todo. Fuera lo que fuese.
Hacía un año y unos días que había sucedido.
Elige un ángulo sideral para apuntar el visor. Evita los cuerpos celestes cercanos, de modo que la caja no sea influida por la gravedad y se quede allí durante dos o tres minutos. No, seamos valientes y pongámosla allí durante quince minutos y esperemos que no se mueva y podamos recuperarla.
Les tomó un rato disponerlo todo. Tuvieron que reajustar la ampliación, afinar los sensores de calor y hacerlos ciegos para otros cuerpos. Calcular los segundos.
Dispararon la caja.
Los alambres vibraron, preparándose para resistir el largo tiempo requerido. Recuperaron la caja. ¡Llegó!
Estaba algo mal colocada en la plataforma. En su ansiedad, Jonnie la hubiera tocado, pero Angus cogió su mano. ¡Debía de estar lo bastante fría como para que el metal le arrancara la piel! Tenían que esperar a que se calentara, porque si la abrían fría podían estropear el disco con el cambio brusco de temperatura.
Era como fastidiar a un hombre sediento retirándole el pellejo de agua.
Finalmente hicieron la proyección. ¡Qué imagen tan brillante!… pensaron que sería confusa, como sucede cuando hay ondas de calor, pero la luz que había viajado durante más de un año era clara como el cristal y definida.
Allí estaba la ciudad imperial de Psiclo. Raíles circulares de tranvía, calles que bajaban de desfiladeros como cintas transportadoras. Hasta en el diseño de la ciudad se veía la idea de la minería.
¡Inmensa, atestada Psiclo!… El centro de poder de dos universos. El eje de la garra enorme, cruel, que roía los huesos de planetas y gentes de todas partes. ¡Era el propio monstruo de trescientos dos mil años, extendido en su poderío sádico y feo!
Ni Jonnie ni Angus habían visto nunca una ciudad de ese tamaño. ¿Una población de cien millones? ¿Mil millones? No el planeta, sólo la ciudad por encima de la llanura más baja. Mira los tranvías. Raíles que corren en trazados espirales. Coches que parecían vagonetas mineras, pero llenos de gente. Multitudes en las calles. ¡Multitudes! ¡No alborotadores, sino sólo psiclos! ¿Has visto alguna vez tantos seres? Incluso en un espacio tan pequeño se veían multitudes.
Estaban intimidados.
Compararon esto con sus ciudades, incluso con sus ciudades en ruinas. No había comparación posible.
¡Qué arrogancia la de atacar algo como esto!
Estaban tan estupefactos e impresionados que ni siquiera miraban el equipo de transbordo de Psiclo. Se perdieron el comienzo y tuvieron que retroceder.
Ajustaron las lentes y la posición del proyector para coger la plataforma más centrada y más grande.
Y entonces vieron toda la secuencia, tal como había ocurrido inmediatamente después de que Jonnie y Windsplitter hicieran su carrera atravesando la plataforma de la Tierra.
Primero se veían los trabajadores psiclos corriendo para abandonar la plataforma, esperando el envío bianual de la Tierra. Había remolques esperando para recibir los ataúdes y el personal.
Se produjo el primer temblor de la llegada de los psiclos a los que Jonnie y Windsplitter derribaron.
Después una pequeña explosión.
Se vio a los trabajadores psiclo retrocediendo.
¡Se había movido una pantalla de fuerza! Una cúpula que había sobre la plataforma se cerró instantáneamente para sofocar la pequeña explosión. No podía haber sido un cable de blindaje atmosférico. Una especie de pantalla ondulante, chispeante. Transparente, pero decididamente allí.
Los camiones tuvieron tiempo de encender los motores antes de que ocurriera otra cosa. Un inmenso camión de emergencia se había colocado cerca de la plataforma, evidentemente para ocuparse de esa explosión menor. Pasó un minuto completo.
¡Y entonces explotó el primer ataúd letal! Una enorme bomba nuclear «destructora de planetas», acomodada en una cama de minas sucias.
La pantalla de fuerza resistió. Se había impedido la destrucción total. La explosión espantosa, feroz, ni siquiera había movido la pantalla.
Después otro choque, al explotar el segundo ataúd.
¡La pantalla resistía! ¡Buen Dios, qué tecnología se necesitaba para construir una pantalla como ésa! ¡Qué poder!
Otra explosión dentro de aquella cúpula. La tercera bomba. Ella y todas las antiguas y sucias bombas atómicas.
La pantalla resistió.
Pero la onda expansiva había arrojado hacia atrás al camión de emergencia. Los edificios cercanos perdieron los cristales.
El suelo se sacudía como golpeado por gigantescos terremotos.
Un edificio cercano se derrumbó súbitamente como si lo hubieran chupado desde abajo. Otros edificios empezaron a caer de la misma manera.
¡Estalló la quinta bomba!
Y vista a cámara lenta, primero concentradamente y después con una visión más amplia, toda la escena se transformó en una masa hirviente de fuego atómico.
¡No, algo más! Un fuego líquido se iniciaba en puntos de la planicie.
Rápidamente, ensancharon el ángulo de visión.
Toda la ciudad imperial de Psiclo se hundía, esparciendo a su alrededor océanos rodantes de fuego fundido.
Los raíles circulares, las multitudes, los edificios y hasta los altísimos desfiladeros se hundían en un tumulto de llamas amarillo verdosas, líquidas.
Ampliaron aún más la visión.
¡Y vieron a todo el planeta Psiclo transformándose en un sol radiactivo!
La grabación terminó. Quedaron allí sentados, sin fuerzas.
—¡Dios mío! —exclamó Angus.
Jonnie se encontraba mal. Psiclos o no psiclos, acababa de contemplar el resultado de todos sus planes y riesgos del año anterior y se sentía culpable. No era fácil aceptar la responsabilidad de toda aquella destrucción.
Había creído que las bombas barrerían los cuarteles generales de la compañía y tal vez la ciudad imperial. Pero habían creado un nuevo sol.
—¿Qué sucedió? —preguntó Angus. Jonnie se miró los pies.
—Saqué diez presillas de cada uno de los ataúdes. No deseábamos poner una mecha de tiempo y que nos estallara en la Tierra. Sabíamos que las bombas estaban algo contaminadas y tenían escapes de radiación. Eran viejas y también lo eran sus cajas. Las manipulamos con trajes antirradiactivos —e hizo un gesto de desaliento—. Durante la lucha, dejé caer las presillas en la plataforma y las olvidé. Deben de haber sido ligeramente radiactivas y, cuando golpearon la plataforma de Psiclo, produjeron aquella pequeña explosión. Es lo que provocó aquel retroceso menor el año pasado. Colocaron sobre Psiclo aquella pantalla de fuerza mencionada por los Chamco. Y esa pantalla era lo bastante buena y fuerte como para contener las explosiones. Leí en un libro que tenía Char que la corteza de Psiclo está perforada con pozos y túneles mineros. Es como un colador. Lo llaman extracción de seminúcleo. Las explosiones descendieron. Una después de otra, fueron cada vez más abajo, hacia el núcleo fundido de Psiclo. La quinta explosión llegó al núcleo. Las cinco siguientes explotaron allí dentro. Creo que lo que hace un arma nuclear es estimular una reacción en cadena. Además de volar la corteza del planeta, la fusión continuó. Probablemente siga todavía y continúe durante millones de años. Psiclo ya no es un planeta. ¡Es un sol llameante!
Angus asintió y dijo:
—Y todos los equipos de transbordo del imperio psiclo, cumpliendo con los horarios establecidos y sin saber nada de lo que pasaba, dispararon contra ese sol radiactivo y volaron en pedazos.
Jonnie asintió, algo fatigado:
—Como lo que hicimos en Denver, el año pasado. —Y se estremeció—. Terl se quemó en la explosión. ¡Pobre Terl!
Esto era lo que se necesitaba para sacar a Angus de ese estado de ánimo.
—¡Pobre Terl! ¿Después de las cosas horribles que hizo? Jonnie, a veces me sorprendes. ¡Puedes ser frío como el hielo y luego, de pronto, sales con algo como ese «pobre Terl»!
—Sería una manera espantosa de morir —apuntó Jonnie.
Angus se enderezó.
—¡Bueno! —dijo, como si ascendiera después de una zambullida en el lago—. ¡Psiclo se ha ido! ¡El imperio se ha ido! ¡Y eso es algo por lo cual ya no tenemos por qué preocuparnos! ¡Buen viaje!