AGRADECIMIENTOS

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A Justo Bolekia Boleká, intelectual guineoecuatoriano de la etnia bubi, catedrático de Filología Francesa de la Universidad de Salamanca, autor de numerosos artículos, libros de ensayo y publicaciones de lingüística y sociolingüística, experto en lengua, cultura y antroponimia bubi, poeta, político e historiador, por concederme el privilegio de revisar una novela como esta en la que hay un poco de todo aquello en lo que él es experto. Le debo las correcciones de los diálogos y expresiones en bubi y en pidgin-english (para las expresiones en este último idioma yo había empleado el diccionario que acompañó a mi padre y a mi abuelo, una edición de 1919, exactamente el que lee Kilian en su primer viaje en barco). Debo agradecerle también sus matizaciones en cuestiones de tradiciones y cultura bubi, así como la revisión de la parte histórico-política. Y quiero resaltar su gentileza al permitirme hacer uso del cuento bubi titulado Wewèöbuaaröó que Fernando Laha narra a Daniela y que está recogido en su recopilación de cuentos bubis. Pero, sobre todo, debo agradecerle las afectuosas palabras con las que me transmitió su gratitud por haber podido disfrutar de ese continuo viaje de Pasolobino a Bioko.

A Ismael Lamora y Mari Pe Solana, que vivieron años en Fernando Poo, y a José Antolín, que trabajó para la TVE en la isla justo después de la independencia, por todas sus anécdotas y recuerdos de aquella época.

A Luis Acevedo, por acercar Sampaka a mis montañas y por perseverar en sus esfuerzos en la finca.

A José M.ª Mur, por contagiarme de su deseo de conocer el pasado, ayudarme en la investigación y traerme noticias frescas de su viaje a Guinea, algo esto último que también hizo el hermano Josean Villalabeitia.

A Maruja de San Lucas, por sacarme de apuros en cuanto a cuestiones de moda y menús de décadas pasadas.

A Fernando García Gimeno, por ser el mejor guardián de los detalles y descripciones de unos años que sin él se habrían olvidado y por responder amablemente a mis consultas.

A Ana Corell, Pedro Aguaviva y Felisa Ferraz, por sus acertadas y útiles impresiones del primer manuscrito.

A Ramón Badía Vidal, por su primera valoración de la novela, su profesionalidad y su comprensión.

A Cristina Pons, por sus sabios, perspicaces, oportunos e imprescindibles consejos sin los cuales esta novela no hubiera llegado a buen puerto. Pero, sobre todo, por ayudarme a ascender por la cuesta de las fiebres sin miedo.

Y por último, a mi editora, Raquel Gisbert, por creer en este proyecto y haberme ofrecido la excepcional e ilusionante posibilidad de que esta novela vea la luz. Gracias a ella puedo dedicarla muy especialmente —a modo de humilde homenaje— a los de aquí que vivieron allí y a sus descendientes; y a los de allí que tuvieron que convivir con los de aquí y a sus descendientes.

Espero que unos y otros sepamos comprendernos un poco mejor.

Anciles, septiembre de 2011