13
Pérdida
De pronto, Kirtash se puso tenso y se dio la vuelta, tan deprisa que Victoria apenas pudo captar su movimiento. Enseguida se dio cuenta de qué era lo que había llamado la atención del joven.
Allí estaba Elrion, mirándolos con expresión sombría mientras susurraba algo en voz baja. Victoria reconoció aquellas palabras: era un conjuro de ataque.
—¡Elrion, no! —gritó Kirtash; alzó los brazos y los cruzó para realizar algún tipo de contra hechizo.
Demasiado tarde. De los dedos de Elrion brotó un haz de energía mágica que cruzó el claro buscando el cuerpo de Victoria, que seguía pegada al tronco del árbol.
Ella gritó y trató de protegerse con los brazos, aunque algo en su interior chillaba que ya era tarde, que el mago los había cogido a ambos por sorpresa, que iba a morir. Súbitamente, un grito rasgó el aire. Victoria nunca lograría olvidar lo que vio en aquel momento.
Un cuerpo se había interpuesto entre ella y Elrion, recibiendo de lleno el ataque del hechicero y también la magia que había generado Kirtash para tratar de detenerlo. Cuando las dos corrientes de energía chocaron contra la figura que había salido de las sombras para proteger a Victoria, se produjo una explosión de luz multicolor, horrible y, a la vez, increíblemente hermosa; fue como contemplar la muerte de una estrella.
Y, ante los ojos horrorizados de Victoria, Shail, el mago de la Resistencia, su amigo, hermano y maestro, se desintegró como si jamás hubiera existido.
Alsan alzó la cabeza y frunció el ceño.
—Algo me dice que Shail y Victoria tienen problemas —dijo—. Tenemos que salir de aquí cuanto antes.
—Eso es lo que estábamos intentado hacer, por eso has destrozado a tantos guardias —le recordó Jack—. Pero me da la sensación de que no hacemos más que dar vueltas. Además, todas las puertas están vigiladas.
—Tengo una idea. Sígueme.
Alsan echó a correr por el pasillo hasta que llegó a una estrecha escalera de caracol. Jack supuso que bajaría las escaleras pero, ante su sorpresa, tomó el sentido ascendente. El chico fue tras él, inquieto.
Poco después llegaron a lo alto de un torreón. Jack respiró aliviado el aire fresco de la noche. Desde allí escudriñó las sombras del bosque por si veía señales de Victoria o de Shail, pero todo parecía tranquilo. Deseó que estuvieran bien. Mientras subían las escaleras se había dado cuenta de que su camuflaje mágico había desaparecido. Esperó que eso no significase que Shail había sido apresado… o algo peor.
Alsan se asomó a las almenas. La altura no era nada desdeñable.
—¿Qué tramas? —preguntó Jack, inquieto.
Alsan no respondió. Se alejó de las almenas y se volvió hacia Jack. Antes de que este pudiera intuir cuáles eran sus intenciones, lo agarró, lo levantó en alto y se lo cargó a la espalda.
—¡Eh! —exclamó el muchacho, sorprendido por la fuerza de Alsan, que lo había alzado con tanta facilidad como si de una pluma se tratase—. ¿Qué…?
—Agárrate bien.
Jack abrió la boca para protestar, pero no llegó a hacerlo. Alsan cogía carrerilla y él no tuvo más remedio que aferrarse con fuerza a él.
Alsan corrió hacia las almenas y dio un poderoso salto, con Jack sobre su espalda. Ambos sintieron cómo sus cuerpos cortaban el aire, cómo caían a plomo al suelo…
Alsan aterrizó de pie sobre la hierba. Algo mareado, y sin terminar de creerse lo que acababan de hacer, Jack bajó de su espalda.
—¡Alucinante! —murmuró—. Ha sido casi como volar.
El corazón se le aceleró un poco más. Volar…
—No hay tiempo para soñar —le advirtió Alsan—. No tardarán en venir por nosotros.
Victoria lanzó un grito de rabia, dolor e impotencia. Sintió que le fallaban las piernas y cayó de rodillas sobre la hierba, con los ojos anegados en lágrimas. Un único pensamiento le martilleaba la cabeza: «Shail está muerto… Shail está muerto… Shail ha muerto por salvarme la vida…».
Apenas oyó la voz de Elrion:
—No sé a qué estás jugando, Kirtash, pero a Ashran no le va a gustar. Si no fuera porque te conozco, creería que estás traicionando a…
El hechicero nunca llegó a terminar aquella frase. Silencioso y letal, Kirtash se había deslizado hacia él con la espada desenvainada. Cuando Elrion descubrió el destello de la muerte en sus ojos, era demasiado tarde.
Victoria vio caer al mago al suelo, muerto, pero eso no hizo que se sintiera mejor. Fijó su mirada en la figura de Kirtash, que se erguía de espaldas a ella, todavía con la espada en la mano.
El hechizo se había roto. Ahora solo quedaba lugar para el odio y la sed de venganza. Con una orden silenciosa, Victoria llamó al báculo a su mano, y este obedeció.
Cuando Kirtash se dio la vuelta, vio a Victoria armada ante él, de pie, con los ojos relampagueantes, llenos de rabia y dolor.
—Te mataré —afirmó ella.
Con un grito salvaje y los ojos todavía húmedos, Victoria se lanzó contra él.
Los szish parecían inquietos, apreció Jack, pero acudían a plantar batalla por docenas. Alsan y él habían logrado alcanzar el bosquecillo; sin embargo, tenían a los hombres-serpiente pisándoles los talones.
Alsan se detuvo de pronto.
—Vete a buscar a Shail y a Victoria —gruñó—. Yo los entretendré.
Jack lo miró.
—No voy a dejarte solo otra vez.
—Maldita sea, chico, haz lo que te digo. Hay que plantarles cara, es mejor que darles la espalda.
Jack aún se sentía algo reticente, pero no se atrevió a contradecir a Alsan, y menos en aquellas circunstancias. Con un nudo en el estómago, dio media vuelta y se internó en el bosque.
Victoria gritó de nuevo y descargó su báculo con todas sus fuerzas contra Kirtash. El muchacho saltó a un lado con ligereza y detuvo el golpe con su espada. Hubo un chisporroteo de luz cuando ambas armas chocaron. El Báculo de Ayshel emitía un suave resplandor palpitante, como si fuese un corazón bombeando magia. La espada de Kirtash también brillaba, con un color blanco-azulado que le daba un aspecto gélido.
Victoria golpeó otra vez, y otra más. Kirtash se movía a su alrededor, silencioso, ágil, manejando su espada con precisión y habilidad. Si Victoria no hubiese estado tan cegada por el odio y el dolor, se habría dado cuenta de que él podría haberla matado enseguida, si hubiese querido. Pero Kirtash se limitaba a parar sus golpes, sin inmutarse, a pesar de que seguramente ya debía de saber que Victoria no estaba en condiciones de controlar el báculo, y eso implicaba que el artefacto, inflamado de magia, podía ser letal para cualquiera que lo rozase, excepto para su portadora. No parecía importarle, sin embargo. Quizá porque sabía que, a pesar de todo el empeño que ponía Victoria en golpearle, a pesar de todo su odio, jamás lograría tocarle si él no se lo permitía.
Victoria estaba física y psicológicamente agotada, pero seguía tratando de alcanzar a Kirtash con el báculo. Solo deseaba pegar, pegar, pegar… y matar.
A Kirtash, que seguía esquivándola y defendiéndose sin atacar.
Finalmente, Victoria tropezó y cayó de rodillas sobre el suelo. El báculo resbaló de sus manos y ella estalló en sollozos.
«Lo siento», oyó una voz en su mente. «Traté de evitarlo, lo sabes…».
Victoria levantó la cabeza, sorprendida, y miró a su alrededor.
Kirtash había desaparecido, pero aún percibió su voz en algún rincón de su conciencia: «Volveremos a vernos, Victoria…».
—¡Victoria!
Ella dio un respingo y vio, de pronto, a Jack junto al ella. Los ojos verdes del muchacho estaban llenos de preguntas, y su rostro mostraba un gesto profundamente preocupado.
—Menos mal que estás bien —dijo, mirándola con intenso cariño—. Por un momento he tenido miedo de que…
Jack no llegó a terminar de pronunciar aquella frase. Victoria se refugió entre sus brazos, llorando con infinita amargura. Jack, confuso y desconcertado, la abrazó con torpeza y murmuró algunas palabras de consuelo.
Miró a su alrededor, buscando respuestas, y solo halló el cuerpo de Elrion tendido sobre la hierba.
—¡Habéis matado al mago! —dijo, sorprendido. Victoria se separó de él y se enjugó las lágrimas.
—Nosotros… no… —pudo decir—. Ha sido Kirtash.
Jack frunció el ceño.
—¿Kirtash ha matado a su propio mago? Victoria tragó saliva.
—Jack, Shail… —susurró, y sintió, de nuevo, que los ojos se le llenaban de lágrimas.
Algo parecido a una mano helada aferró el corazón de Jack, que por un breve instante se olvidó de latir.
—¿Qué le ha pasado a Shail? —preguntó en un murmullo.
Pero Victoria simplemente se miró las manos, desolada. No encontraba palabras para explicar lo que había sucedido, Shail se había desintegrado ante sus ojos. Ni siquiera quedaba de él un cuerpo que pudieran llorar. Era demasiado horrible como para creer que fuera cierto y, sin embargo, lo era…
—Shail ha muerto por salvarme la vida —dijo finalmente, en voz baja.
Estalló en nuevos sollozos, estrechando en su mano derecha la Lágrima de Unicornio que Shail le había regalado, mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Jack. El chico, por su parte, inspiró profundamente y cerró los ojos, con cansancio. No había llegado a tener con Shail la confianza que lo unía a Alsan, pero siempre había apreciado al joven mago, jovial, agradable y, sobre todo, un buen amigo en el que se podía confiar.
Pero para Victoria era mucho más que eso, comprendió Jack enseguida. Shail y ella habían estado muy unidos, eran casi como hermanos. ¿Qué iba a hacer ella sin él? Jack intuyó que, de alguna manera, él mismo debía esforzarse por llenar aquel vacío en su corazón, sobre todo después de lo que le había sucedido a Alsan. Abrazó a su amiga con fuerza y se dio cuenta de que no habría soportado perderla a ella también. Victoria hundió la cara en su hombro, sintiéndose un poco mejor. Jack acarició su pelo y se sorprendió de lo suave que era.
—Lo siento mucho, Victoria —dijo en voz baja—. Ha sido Kirtash, ¿verdad?
—No —respondió ella—. Ha sido Elrion. De hecho, Kirtash…
«Kirtash también trató de protegerme», recordó súbitamente. La voz de la lógica le dijo que eso se debía, sin duda, a que la necesitaba viva para utilizar el báculo. Aunque… ¿no había dicho que debía matarla? Pero, entonces, ¿por qué la había dejado marchar?
Sacudió la cabeza. No tenía fuerzas para intentar descifrar las razones del extraño comportamiento de su enemigo.
Entonces se oyó un aullido, y ambos alzaron la cabeza, alerta.
Un enorme bulto peludo se precipitó en el claro, corriendo hacia ellos. Lo perseguía un grupo de szish armados, que arrojaban dagas contra él.
—¡Alsan! —exclamó Jack.
—¿Alsan? —repitió Victoria.
—¡Vámonos de aquí! —rugió Alsan.
Victoria se quedó quieta. Alsan estaba a punto de alcanzarlos, y a la chica le pareció tan terrorífico que reaccionó de pronto y aferró su báculo instintivamente, justo cuando aquel ser, mitad hombre, mitad bestia, llegó hasta ellos…
«¡Alma!», chilló Victoria mentalmente. «¡Alma, sácanos de aquí!».
Y, por primera vez, logró realizar la invocación de manera instantánea. Lo último que pensó, antes de desvanecerse, fue que Shail habría estado orgulloso de ella.
Los szish se abalanzaron sobre los tres jóvenes, pero lo que quedaba de la Resistencia ya no se encontraba allí.
—Han escapado, señor —informó Assazer.
Kirtash asintió, sin una palabra. Se había asomado al ventanal y contemplaba el paisaje nocturno, de espaldas al szish.
—¿Qué hacemos… con el cuerpo del mago? —preguntó este, vacilante.
—Traedlo de vuelta al castillo —respondió Kirtash suavemente.
El szish no añadió nada más, ni hizo el menor comentado. Se retiró sin ruido, y Kirtash no pudo reprimir una leve sonrisa. Aquellas criaturas le obedecerían sin dudarlo aunque les mandase de cabeza a una muerte segura.
Porque ellos sabían, y cuando miraban a Kirtash veían más de lo que podía apreciar cualquier humano.
—Kirtash.
La voz era fría y profunda, y no admitía ser ignorada. El muchacho se volvió con lentitud.
En el centro de la estancia había aparecido una figura incorpórea, alta y oscura, envuelta en sombras. Kirtash inclinó la cabeza ante su señor, Ashran el Nigromante.
—¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Elrion?
—Cometió su enésimo error y tuve que deshacerme de él —murmuró Kirtash.
Ashran cruzó los brazos ante el pecho.
—¿Eres consciente de lo que me cuesta encontrar magos que cumplan tus exigencias? —preguntó, y su voz tenía un tono peligroso.
—Te pido perdón, señor. Pero los humanos no están a la altura de lo que exige la misión. Nos movemos en un mundo extraño. Se requiere no solo habilidad, sino también capacidad para adaptarse, discreción… y obediencia absoluta —añadió con suavidad.
—Comprendo. ¿Qué sugieres, pues?
—Soy consciente de que las habilidades de los szish como magos son muy limitadas, puesto que no han tenido la posibilidad de ingresar en la Orden Mágica para desarrollar su arte. Los yan, por su parte, son imprevisibles e impulsivos, y los varu no son muy eficaces en misiones en tierra firme. Tal vez alguien del pueblo feérico…
—Los feéricos se han opuesto en bloque al imperio de los sheks. No contamos con ninguno de sus hechiceros en nuestras filas. Pero veré qué puedo hacer.
Kirtash asintió, pero no dijo nada.
—¿Habéis aplastado ya a la Resistencia? —quiso saber Ashran.
—Podría decirse que sí, mi señor. Se han quedado sin mago, y el príncipe Alsan de Vanissar se ha visto transformado en un híbrido incompleto. No creo que esté ya en condiciones de Liderar ningún grupo de renegados.
—¿En serio?
—Elrion decidió experimentar con él cuando lo apresamos. El príncipe es un joven orgulloso. Cuando se dé cuenta de todo lo que implica su nueva situación, quedará anímicamente destrozado.
—¿Y los otros?
—Dos niños, mi señor.
—Se te han escapado.
—La muchacha llevaba el Báculo de Ayshel. He tratado de apresarla con vida, pero Elrion ha intervenido con intención de matarla. Su inoportuna intromisión ha provocado la huida de la chica… y la muerte del propio Elrion —añadió.
Ashran miró a Kirtash a los ojos. El muchacho sostuvo su mirada. Nada en su actitud serena traicionaba la verdad que había ocultado a su señor: que Elrion había intentado matar a Victoria porque, seguramente, había estado espiándolos y había descubierto sobre ella lo mismo que Kirtash. Las últimas palabras de Elrion resonaron en su mente: «No sé a qué estás jugando, Kirtash, pero a Ashran no le va a gustar. Si no fuera porque te conozco, creería que estás traicionando a…».
Elrion no había llegado a terminar de pronunciar aquella frase, pero Kirtash sabía que no podría olvidarla.
—Comprendo —dijo Ashran finalmente—. ¿Qué hay del báculo?
—Me temo que solo la chica, Victoria, puede utilizarlo. La buscaré. Podría capturarla, pero, si me lo permites, mi señor, encuentro más práctica la idea de seguirla para que ella misma me conduzca hasta el unicornio.
»En cuanto al muchacho, Jack, también lo buscaré y lo mataré, si esa es tu voluntad.
El Nigromante reflexionó.
—No —dijo finalmente—. Es más urgente encontrar al dragón y al unicornio.
Kirtash asintió.
—Pero —añadió su oscuro señor—, si vuelve a cruzarse en tu camino…
—No habrá piedad —murmuró Kirtash.
Fijó en la imagen de Ashran unos ojos fríos como cristales de hielo.