12
«Ven conmigo…»
—¡Eh! —dijo Victoria—. ¡Se van! Efectivamente; los szish se retiraban y, como si hubieran recibido una orden inaudible, volvían hacia el castillo. Victoria apoyó un pie en una rama superior y se impulsó hacia arriba para otear por encima de las hojas del árbol.
—¿Qué ves? —preguntó Shail desde abajo.
—Están formando una especie de cordón alrededor del castillo. Hay un pelotón de guerreros en cada puerta.
—Eso es que ya saben que Jack está dentro, y quieren impedir que salga.
—¡Oh, no!
—Son buenas noticias; significa que sigue vivo, y libre. Un momento…
Victoria advirtió el tono preocupado de las últimas palabras de Shail, y se volvió hacia él.
—¿Qué?
—Creo que no se han ido todos. Voy a bajar.
—Shail, no…
—Tú quédate aquí. Recuerda que, si Kirtash se hace con el báculo, será el fin para todos nosotros.
Victoria asintió, sobrecogida. El mago bajó del árbol de un salto y miró a su alrededor. Una sombra se alzó ante él. Shail sonrió.
—Por fin te atreves a luchar abiertamente —dijo. El otro hechicero avanzó unos pasos hacia él. La luz de la luna iluminó los rasgos de un szish.
Shail no pudo ocultar su asombro. Ignoraba que hubiese magos entre los szish. ¿Los unicornios también entregaban sus dones a los hombres-serpiente?
—Parecesss ssssorprendido, mago —siseó el szish—. Veamossss qué ssabesss hacer.
Shail asintió y se puso en guardia. No era la primera vez que se enfrentaba a otro hechicero en un duelo mágico. Durante su época de estudiante, los duelos que había mantenido eran más bien escaramuzas de poca importancia contra otros aprendices. Desde que estaba en la Resistencia, sin embargo, se había enfrentado a Elrion más de una vez. Casi siempre había escapado por los pelos, porque Elrion era un poderoso y experimentado hechicero, y Shail no era rival para él. Pero sospechaba que aquel szish no debía de ser gran cosa como mago. De lo contrario, no se habría ocultado tras varias filas de guerreros.
¿Por qué, pues, había decidido de pronto pelear cara a cara?
El szish preparó su ataque mágico. Shail se concentró para levantar un escudo invisible y comprendió entonces la razón de que el otro mago lo atacase ahora.
Seguía estando muy débil, y su magia no tardaría en fallarle.
—Ssssolo quiero el báculo y a la chica —dijo el szish.
—Tendrás que matarme primero —replicó Shail.
—Que assssí sssea —siseó el hombre-serpiente, sonriendo.
Jack evitó mirar de frente a aquel que había sido Alsan, príncipe de Vanissar, y que ahora era una extraña mezcla entre hombre y bestia. Se limitó a correr tras él, esforzándose por no perder su ritmo, y deseando que al menos él supiera a dónde iba.
Alsan corría por los pasillos de la fortaleza. Era todo furia desatada. Ninguno de los guardias que se cruzaban con él reaccionaba a tiempo para evitar sus garras y sus colmillos. Cuando tropezaba con algún guerrero, ya fuera humano o szish, realmente disfrutaba al morder su carne, pero todavía le quedaba bastante sentido común como para saber que restaba en él algo de humano, y que tenía que salir de allí cuando antes.
También él evitaba mirar a Jack. El chico seguía con su disfraz de szish, pero los sentidos de lobo de Alsan le decían que bajo aquella apariencia de reptil se ocultaba un muchacho humano, tierno y más sabroso que cualquier frío y escamoso hombre-serpiente.
Alsan frunció el ceño y gruñó por lo bajo.
«Sigo siendo Alsan, príncipe de Vanissar, hijo del rey Brun», se recordó a sí mismo.
Se preguntó entonces qué sucedería cuando regresasen a Idhún. ¿Lo aceptarían ahora como heredero del trono, y como soberano cuando su padre ya no estuviese?
Y comprendió que no.
Jamás.
Shail no cerró a tiempo la barrera mágica. El ataque del mago szish golpeó de lleno su cuerpo y lo lanzó hacia atrás.
—¡¡¡SHAAAIL! —gritó Victoria.
Lo vio chocar contra el tronco de un árbol, golpearse la cabeza y caer sobre el suelo, inconsciente. Sin importarle ya lo que pudiera pasarle, saltó del árbol para acudir junto a su amigo. Enseguida descubrió, aliviada, que Shail seguía vivo; por fortuna, aunque su incompleta barrera defensiva no había deshecho el conjuro de su enemigo, sí había evitado que golpease directamente su cuerpo. El joven solo estaba inconsciente y presentaba heridas superficiales de las que se recuperaría sin problemas.
Pero, mientras tanto, era Victoria quien debía luchar y aguantar allí hasta que regresara Jack… con o sin Alsan.
Respirando hondo, se alzó con el báculo entre las manos, y miró fijamente al hechicero szish.
—Te essstaba esssperando —dijo el hombre-serpiente.
Victoria no dijo nada, pero se preparó para defenderse.
No era consciente da que, desde las sombras, unos fríos ojos azules la observaban con interés.
Alsan se detuvo en seco, y Jack con él. Habían llegado a la cámara de pruebas de Elrion. Allí estaba la jaula con el lobo muerto, la plataforma con correas y el resto de extraños instrumentos que a Jack le recordaban a una cámara de torturas.
—¿Por qué hemos venido aquí? —preguntó—, ¿qué esperas encontrar?
«A Elrion», gruñó el lobo.
—A Sumlaris, la Imbatible —respondió Alsan. La descubrió en un rincón, cerca del atril donde Elrion había colocado su libro de hechizos. La cogió y se dirigió de nuevo a la puerta. Se detuvo un momento junto a la jaula y se quedó mirando el cuerpo del lobo muerto, con una expresión extraña en su rostro semianimalesco. Una parte de él lamentaba la muerte del animal y añoraba el cuerpo que había perdido.
Jack se había asomado al ventanal.
—Nos tienen sitiados, Alsan —dijo. Pensó en Shail y Victoria, y deseó que estuvieran bien. Especialmente Victoria.
—Espero que tengas un buen plan para salir de aquí —gruñó Alsan.
—No, yo…
—Estupendo —Alsan emitió una risa baja y gutural—. Entonces abriremos unas cuantas gargantas escamosas.
Jack no dijo nada, pero no le gustó mucho el plan.
El hechicero invocó al rayo, que se descargó sobre Victoria desde un cielo súbitamente encapotado; pero, en lugar de alcanzar el cuerpo de la chica, la centella se concentró directamente sobre el Báculo de Ayshel. Victoria aguantó un poco mientras la energía del rayo chisporroteaba e iluminaba su rostro, asustado pero decidido.
Entonces lanzó el rayo contra el hechicero szish.
Este alzó sus defensas mágicas, pero nada pudo hacer contra aquel torrente de energía en el que se había transformado el hechizo que había creado momentos antes.
Exhausta, Victoria contempló cómo el cuerpo de su enemigo se consumía entre las llamas. «Ya está», pensó. «Shail está a salvo».
Pero entonces una sombra avanzó hacia ella desde la oscuridad. La sombra se movía ágil y silenciosa como un felino, y blandía una espada que emitía un suave brillo blanco-azulado.
Victoria sintió que le fallaban las piernas. Kirtash había acudido a buscarla, al fin y al cabo. ¿Significaba aquello que ya había acabado con Jack? «No, no puede ser», pensó. «No puede estar muerto». Sintió que el corazón le estallaba de dolor, solo de pensarlo. Pero en su interior latía una llama de esperanza, de modo que sacudió la cabeza y trató de concentrarse en el nuevo peligro que la amenazaba.
Kirtash se detuvo a pocos metros de ella.
—Aprendes deprisa —comentó con suavidad—. Solo hace un día que tienes el Báculo de Ayshel y ya sabes controlarlo.
«Me ha estado observando», pensó Victoria, inquieta.
Bueno, no pensaba rendirse sin pelear. Además, tal vez Kirtash la necesitase viva, pero aquello no se extendía a Shail. Debía evitar a toda costa que se acercase a él.
—Tendrás que quitármelo a la fuerza —le advirtió. Kirtash sonrió, pero aceptó el reto y se puso en guardia.
Obedeciendo al silencioso deseo de Victoria, el báculo comenzó a absorber energía del ambiente y a concentrarla en su extremo. Kirtash, a una prudente distancia, lo contemplaba con interés, pero sin bajar la guardia. Victoria volteó el báculo para lanzar un rayo mágico a su oponente. Kirtash lo esquivó sin moverse apenas. El rayo se estrelló contra un árbol y lo partió en dos.
Cuando Victoria quiso darse cuenta, Kirtash no estaba. Se volvió hacia todos lados, aterrada, y alzó el báculo instintivamente cuando percibió la sombra que caía sobre ella desde la niebla.
La espada y el báculo chocaron. Saltaron chispas. Kirtash golpeó de nuevo, y Victoria volvió a interponer el báculo entre ambos. Sabía que, estando tan cerca, no debía mirar a Kirtash a los ojos, pero resultaba difícil. Sentía que él la abrasaba con la mirada… una mirada fría como el hielo.
Kirtash retrocedió unos pasos, aún enarbolando a Haiass. No parecía en absoluto preocupado. Al contrario, actuaba con tanta tranquilidad como si aquello fuese un juego en el que solo él conocía y dictaba las reglas… que podía cambiar en cualquier momento, a su antojo.
Y así era, comprendió Victoria enseguida. En realidad, él podría haber vencido en aquella lucha desde el principio. Tan solo estaba probando a Victoria, evaluando su habilidad, su fuerza… y el poder del Báculo de Ayshel.
Kirtash pareció darse cuenta de la vacilación de Victoria, porque decidió poner fin al juego. De nuevo se movió con rapidez; Victoria retrocedió, tropezó y su espalda topó contra el tronco de un árbol. Haiass destelló un momento en la penumbra y, antes de que la chica pudiera entender lo que estaba sucediendo, el Báculo de Ayshel salió despedido de sus manos. Victoria lo vio caer un poco más lejos, sobre la hierba.
Unas centésimas de segundo después, el filo de la espada de Kirtash rozaba su cuello.
Alsan recorría el castillo aullando. Nada podía pararle. Corría más rápido, saltaba más alto, golpeaba más fuerte que nadie. Sumlaris le parecía una pluma; la espada absorbía su nueva fuerza animal y, aunque parecía encontrarla extraña a su propia naturaleza, forjada en el seno del honor, el valor y la rectitud de los caballeros de Nurgon, reconocía a su portador y obedecía sus más mínimos gestos, partiendo en dos a los szish como si fuesen de mantequilla.
Jack iba detrás, a una prudente distancia. No temía perder de vista a Alsan. No tenía más que seguir el rastro de cadáveres destrozados a ambos lados del corredor.
Los ojos azules de Kirtash se clavaron en los ojos oscuros de Victoria. Ella quiso girar la cabeza, pero no pudo. Se sentía atrapada por su mirada.
El chico frunció el ceño, levemente extrañado. Victoria pudo sentir cómo la mente de Kirtash sondeaba y exploraba la suya, y quiso rebelarse, quiso resistirse, pero no fue capaz.
Respiró hondo, aterrorizada. La espada de Kirtash aún rozaba su piel. El tronco del árbol todavía tocaba su espalda. No podía escapar. No podía hacer nada más que aguardar la muerte.
Kirtash ladeó la cabeza. Seguía mirando a Victoria, y ella se sintió desesperada. «¿Qué hace? Si me quiere viva, ¿por qué no me lleva con él al castillo? Y, si no me necesita, ¿por qué no me ha matado ya?».
Como si adivinase sus pensamientos, Kirtash dijo:
—Tengo que matarte, ¿lo sabías?
Victoria quiso hablar, pero tenía la garganta seca. Los ojos se le llenaron de lágrimas de terror.
Pero entonces, para su sorpresa, el muchacho alzó la mano izquierda y le acarició la mejilla con los dedos, suavemente. Victoria se estremeció entera. ¿Cómo podía haber tanta dulzura en unas manos asesinas?
Él le apartó un mechón de pelo de la cara. Seguía mirándola.
Victoria percibió algo que relucía en el dedo de Kirtash, y vio que era un anillo, un anillo con forma de serpiente que sostenía una pequeña gema redonda, de un color indeterminado. Sacudió la cabeza para apartar la vista de aquel objeto, pero volvió a encontrarse con la fría mirada de Kirtash, y no pudo evitar que un par de lágrimas rodasen por sus mejillas. Kirtash las recogió con la punta de los dedos.
—Por favor —susurró Victoria; la espada seguía allí, muy cerca, arañándole la piel—. Por favor, mátame o déjame marchar, pero no me hagas esto.
Él no dijo nada. Le cogió suavemente la barbilla y le hizo alzar la cabeza. Victoria no tuvo más remedio que mirarle a los ojos.
Aquellos ojos azules que quemaban como el hielo.
Victoria sintió una mezcla de emociones contradictorias. Como si ambos fuesen dos imanes que rotaban a toda velocidad, la muchacha sentía atracción, repulsión, atracción, repulsión…
Entonces, finalmente, Kirtash habló.
—Pero tú no deberías morir —dijo.
«Voy a convertirte en uno de los hombres más poderosos de ambos mundos».
El recuerdo de las palabras de Elrion hizo que Alsan se detuviera en seco.
Jack se paró también, mareado.
—¿Qué pasa? —se esforzó por decir. Alsan no respondió, y Jack se sentó en la pared, sintiéndose muy débil. No sabía cuánto tiempo más soportaría aquella masacre. Desde que había sacado a Alsan de la celda, los pasillos parecían escenarios de una película gore.
«… uno de los hombres más poderosos de ambos mundos…».
Alsan se apoyó también contra la pared de piedra y se sentó en el suelo. Observó sus manos-zarpas cubiertas de sangre.
«Sagrada Irial», pensó. «¿En qué me estoy convirtiendo?».
Jack se atrevió a acercarse un poco a él.
—¿Estás bien?
Alsan lo miró a la cara por primera vez. Vio que, por alguna razón, su disfraz de szish se había esfumado, y volvía a parecer un chico rubio y delgado de trece años.
Pero, por encima de todo, vio el miedo y el horror en sus ojos verdes.
—¿Qué te han hecho? —preguntó Jack.
—Me han convertido en un monstruo —respondió él; su voz sonó, de nuevo, como un gruñido.
—No debería sorprenderme —murmuró Kirtash.
Seguía hablando para sí mismo, seguía mirando a Victoria, seguía teniéndola acorralada contra el filo de su espada.
—Podría dejarte marchar —dijo él.
—Entonces, hazlo —susurró ella.
—Si sigues en la Resistencia morirás, tarde o temprano. Lo mejor que puedes hacer es abandonar, Victoria.
Ella no se sorprendió de que recordarse su nombre. Kirtash jamás olvidaba un nombre, ni una cara.
Tragó saliva y, casi sin darse cuenta, murmuró:
—No voy a hacerlo.
En los ojos de Kirtash apareció un breve destello de decepción.
—Entonces no vuelvas a cruzarte en mi camino, criatura, porque no tendré más remedio que matarte la próxima vez.
Victoria respiró profundamente.
—Aunque puede que haya otra salida —añadió él.
Victoria cerró los ojos un momento, sintiendo que se mareaba y que no aguantaría aquella tensión mucho más tiempo.
Cuando abrió los ojos de nuevo, vio que Kirtash le había tendido la mano y la miraba con seriedad.
—Ven conmigo —le dijo.
—Qué…
—Ven conmigo —repitió él—. A mi lado, serás mi emperatriz. Juntos gobernaremos Idhún.
Jack colocó una mano sobre su brazo peludo, en señal de amistad y confianza. Aquel gesto consoló profundamente a Alsan.
—Shail te ayudará —dijo el chico.
—No —replicó Alsan, recordando la conversación que había escuchado entre Elrion y Kirtash—. Esto es el resultado de un conjuro fallido, un conjuro muy complejo que, por lo que sé, solo Ashran el Nigromante puede hacer correctamente.
Hizo una pausa. Jack lo miraba expectante.
—Solo Ashran puede ayudarme —concluyó.
Jack calló un momento. Luego dijo:
—¿Vas a unirte a él y a los sheks? —Alsan lo miró fijamente, y Jack añadió—: Yo no te lo reprocharía, Alsan. Si acudes a él…
—Jamás —cortó Alsan con un gruñido.
Victoria miró a Kirtash con cautela, suponiendo que se estaba burlando de ella. Pero sus ojos hablaban en serio.
—No… no lo entiendo.
Estaba ante un asesino sin escrúpulos que nunca había dudado a la hora de matar a alguien. Estaba ante su enemigo, y él le decía…
Kirtash solo ladeó la cabeza y no dijo nada. Su mano seguía ante la chica, esperando que ella se decidiera a tenderle la suya.
—Es… absurdo —susurró Victoria. Kirtash seguía mirándola, sin una palabra. Ya había dicho lo que quería decir y no tenía más que añadir. Victoria sentía que aquello no era más que un mal sueño, pero volvió a fijar sus ojos en los de él…
Respiró hondo. Acababa de descubrir que Kirtash ejercía una extraña fascinación sobre ella… por encima del odio, el miedo y el rechazo.
—Estás jugando conmigo, ¿verdad?
El sonrió.
—¿Y de qué me serviría eso?
—Intentas confundirme —murmuró ella.
—Ya estás confundida, Victoria. Pero yo puedo enseñarte muchas cosas…
No podía apartar su mirada de la de él. Se vio a sí misma a su lado, aprendiendo de él…
Rechazó la idea, horrorizada. No, no era eso lo que quería. Entonces, ¿por qué en el fondo deseaba tenderle la mano y marcharse con él?
Intentó apartar la cara. Entonces se dio cuenta de que la espada se había retirado hacía rato. Kirtash no la estaba amenazando.
No pudo evitarlo. Volvió a mirarle.
Atracción, repulsión, atracción, repulsión… los dos imanes giraban a toda velocidad, pero los ojos de Kirtash seguían siendo igual de fascinantes.
—Victoria… —dijo él.
Su voz era acariciadora, susurrante. Victoria se descubrió a sí misma deseando con todas sus fuerzas dejarse llevar…
—¿Por qué? —musitó.
No estaba preguntando por qué le estaba perdonando la vida, por qué le preguntaba aquellas cosas, por qué estaba jugando con ella. Simplemente quería saber por qué, de repente, sentía que le faltaba el aliento y deseaba que él la cogiese en brazos y se la llevase consigo… al lugar de donde había venido, fuera cual fuese.
Pero Kirtash entendió.
—Porque tú y yo no somos tan diferentes —le dijo—. Y no tardarás en darte cuenta.
Victoria pareció recobrar algo de sensatez. Recordó que aquel muchacho era un despiadado asesino, y supo que no quería ser como él.
—No es verdad. No, no es verdad. Somos diferentes.
Pero Kirtash sonrió.
—Somos las dos caras de una misma moneda, Victoria. Somos complementarios. Yo existo porque tú existes, y al revés.
—No…
Los ojos azules de Kirtash seguían clavados en ella, Victoria alzó la mirada para perderse en ellos, en aquellos océanos de hielo en los que, sin embargo, parecía haber un refugio cálido reservado para ella, un rincón para una chica de trece años en el corazón de un asesino. «No puede ser verdad», pensó. «Está mintiendo».
Pero su mirada seguía siendo igual de intensa y sugestiva, y Victoria supo, en ese mismo momento, que no podría resistirse a ella.
«Ven conmigo», había dicho él.
Victoria alzó una mano, vacilante.
Sus dedos rozaron los de él. Sintió de pronto algo parecido a una descarga eléctrica, algo que sacudió su interior por completo…
Le gustó la sensación, y cerró un momento los ojos para dejarse llevar por ella. Notó que le faltaba el aliento, que una extraña debilidad recorría su cuerpo como un delicioso escalofrío. Volvió a abrir los ojos y se topó, de nuevo, con la magnética mirada de Kirtash, que estrechó su mano y sonrió.