Al día siguiente se publicó el anuncio. El soltero recogió el periódico del porche y buscó la sección de animales perdidos. Se felicitó por ser tan buen ciudadano, confiando en que el dueño de la gata también estuviera leyendo el anuncio. Pensó que sería bonito que la gata volviese con su familia porque seguramente la echaban de menos.

Se pasó la mañana trabajando en su archivo fotográfico y por la tarde visitó una agencia de la ciudad que hacía encargos esporádicos a artistas que trabajaban por cuenta propia. Cuando regresó a su casa, vio que la gatita echaba a correr como una loca alejándose de la puerta y se escondía debajo del sofá.