Capítulo 18 Irán
He pensado toda la noche en ella, no pude dormir ni tampoco he salido de este coche, manejo hasta su casa porque ahora sí me tiene que escuchar.
Pero no me va abrir, necesito encontrar una buena excusa o pretexto.
Salgo del coche cuando veo a un pizzero.
—¡Hey! —le grito y voltea —. Te pago esta pizza y lo que quieras si vas a dejarla a donde yo te diga.
—No señor, si no la dejo en su destino me van a regañar.
—Entonces ayúdame a que la mujer que amo me abra la puerta, por favor.
Afortunadamente lo convenzo luego de unos cuantos billetes, aprovechado.
—¿Seguro que no me va a meter en problemas?
—No, solo toca el timbre ¿de acuerdo?
Pone los ojos en blanco y hace lo que le he indicado, toca una vez y Miranda pregunta quien es.
—¡La pizza que pidieron! —espero que funcione, cruzo los dedos.
Miranda abre la puerta y empujo al pizzero, no sé ni cómo cae o si está bien, solo quiero hablar con ella.
Entro a la fuerza, lucho contra su fuerza y logro abrir la puerta.
—¿No te quedó claro? Te dije que no me buscaras.
—¿Y a ti no te quedó claro que te amo? Solo dame unos minutos para explicarte como son verdaderamente las cosas, si después de eso no me quieres volver a ver lo entenderé y me iré… lejos. Mira hacia afuera y cierra la puerta.
—Tienes 5 minutos y contando.
—De acuerdo… bien… —mierda no sé por dónde
empezar—. Conocí a Ingrid cuando era un adolecente, fuimos novios
pero no duramos mucho tiempo porque no éramos nada compatibles,
incluso ahora no lo somos y estoy completamente seguro que nunca lo
seremos.
—Es tu esposa, Irán están casados.
—Esa es una estupidez que ella te inventó, hace unos meses me propuso tener un hijo y acepté. No es cómo estás pensando, jamás ha habido nada entre nosotros, fue por inseminación artificial y quedamos que no tendríamos ninguna relación, únicamente sería nuestro hijo. En ese entonces no sabíamos que serían dos.
—No te creo.
—Créeme por favor.
—Y suponiendo que te creo ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque fui un idiota, sí, debí decírtelo en cuanto comenzamos a salir pero… soy un idiota cuando estoy contigo, me olvido de todo. Ayer te lo iba a decir pero ella me ganó, no tenía planeado que llegara, nunca te haría daño porque eres lo que más quiero. ¿Tú dañarías a alguien que quieres?
—No.
—Pues yo tampoco, la prueba es que estoy aquí dando la cara por mis errores.
Baja la mirada y se queja, me acerco más pero me empuja.
—Aléjate.
—¿Te sientes bien?
—No te importa.
—Sí me importa, vamos a sentarnos.
Se vuelve a quejar y se pone pálida. La siento en el sofá con cuidado.
—Me duele.
—Cálmate, dime en donde te duele exactamente.
—Ya está pasando.
Inhala y exhala y de nuevo se queja, esto me empieza a preocupar.
—Me duele mucho, ayúdame.
—Creo que ya va nacer.
—¿Qué? Aun no es tiempo…
Grita y se agarra de mi brazo, acaricio su rostro y cabeza. Me armo de valor para besar sus labios, sé que no es el momento pero no lo puedo evitar, muerde mi labio cuando le viene otra contracción.
—Llévame al hospital.
—Sí, tienes que estar tranquila por favor.
—¡Como a ti no te están dando estos malditos dolores!
Me grita, me golpea la espalda y me dice groserías hasta que llegamos al auto, la acomodo en el asiento de atrás y enciendo el auto.
Maldigo cuando veo que la aguja marca poca gasolina. Dios, ayúdame a llegar.
—Lo vamos a hacer, solo inhala y exhala amor. Llegaremos rápido.
—Date prisa, no aguanto más.
—Resiste mi alma, resiste.
Manejo eufórico, Miranda está cada vez más pálida y me da miedo el dolor que está teniendo, no se ve bien.
Siento que es una eternidad llegar al hospital y los putos semáforos se ponen de acuerdo para cambiar de color a rojo.
—¡No voy aguantar más, Irán ya viene!
No, no, no, no. El maldito auto se detiene ¿Por qué está pasando esto?
Golpeo el volante y salgo del coche.
—Amor, lo tendremos que hacer aquí ¿de acuerdo?
—No voy a poder Irán. —Claro que si mi alma.
Subo su vestido y me quito la chaqueta, abre las piernas y puja.
—No puedo…
—Si puedes amor, un poco más —puedo verle la pequeña cabeza—. Ya está aquí, solo un poco más.
Puja y grita lo más fuerte que puede, le pido que lo haga otra vez hasta que la tengo en mis brazos, es tan pequeña. Se me salen las lágrimas y la cubro con mi chaqueta.
—Ya está aquí.
—Mi hija, mi pequeña Janis.
Volteo mi mirada hacia ella, no me gusta su semblante. Mira hacia el techo sonriendo.
—Bienvenida al mundo Janis —susurro y le doy un beso.
Se la doy a ella, la ve y besa.
—Fuiste muy valiente Miranda.
Miranda abraza a su hija y llora, después de todo lo que fue para ella este embarazo al fin está con su hija.
—Mi bebé…
Mi corazón se detiene, pierde el conocimiento y le quito al bebé.
—Miranda despierta.
Le llamo pero no contesta, trago saliva y le llamo a una ambulancia, unos oficiales ya se han acercado a para ver por qué hay tanto tráfico.
La ambulancia no tarda en llegar y se las llevan, yo me voy en la ambulancia con Miranda. Tomo su mano y me siento morir porque no responde ni despierta.
Saco mi celular para llamarles a sus papás pero entra una llamada de Ingrid. —Ahora no es el momento Ingrid.
—Díselo a tus hijos, ya quieren conocer el mundo.
—¿Qué?
—Estoy teniendo contracciones Irán, no puedo con esto.
Me cago en la puta.
—Ahora mando una ambulancia hacia casa, no te preocupes por favor cálmate.
—¿Por qué no vienes tu por mí?
—Voy rumbo al hospital, aquí te veo. De cualquier forma si voy al departamento no quedará tiempo.
—Tengo miedo.
—No, no va a pasar nada ¿vale?
Cuelgo y le pido al paramédico una ambulancia para Ingrid, miranda aprieta mi mano y es como si me regresa el alma al cuerpo.
—Aquí estoy amor.
—Mi hija…-
—Está bien, Janis está bien te lo prometo.
—No se lo digas a Max, por favor.
Está medio dormida y me duele ver que le perturba aun el asunto de Max.
—Tranquila, por mí no lo sabrá.
Todo ha sido tan rápido, el destino y sus jugadas, si hoy nacen mis hijos no sé qué va a pasar.
Llegamos al hospital y rápido llevan a Miranda a urgencias y a Janis a revisarla, Antonio y sus papás llegan corriendo, les platico como fueron las cosas. Son cortantes conmigo y lo entiendo, no deben estar muy contentos, mucho menos cuando sepan que mis hijos están a punto de nacer.
—¿Crees que sea bueno decirle a Max? —dice Antonio.
—A ella le preocupa que lo sepa me ha pedido que no le diga nada, creo que es ella quien debe decirlo.
—Irán tiene razón, quiero ver a la pequeña Taylor.
—Se llamará Antonia.
Sonrío, a Miranda le gustó más el nombre que yo elegí, era tan importante para ella que me dejó escoger el nombre de su hija ¿Por qué tuve que cagarla?
Ingrid llega gritando mi nombre, me acerco a la camilla con ella.
Tiene los ojos hinchados y rojos y el maquillaje corrido, se ve fatal.
—Tranquila, aquí estoy contigo.
—Me voy a morir.
—No digas tonterías.
—No me dejes Irán, promete que estarás conmigo ¡promételo!
—-Te lo prometo Ingrid.
Siento la mirada de la familia de Miranda, me siento tan mierda, quisiera que la tierra se abriera y me tragara de una vez.
***
El doctor alegó que no podía entrar al parto con Ingrid porque sería una operación complicada, estoy preocupado. Ya han pasado 3 horas y todavía no sé nada, ni tampoco de Miranda. Voy a los cuneros a ver a Janis y me encuentro con Max aquí, lo primero que se me viene a la mente es que de alguna manera se ha enterado de todo.
Voltea a verme y regresa la mirada hacia los cuneros.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto.
—Ingrid le llamó a Ariana, he decidido retomar el proyecto de Málaga, viajamos aquí y recibimos la llamada de que ya tendría a los bebés. Supongo que estás muy feliz por ser papá.
No le contesto, miro hacia donde está la hija de Miranda y siento que debo decirle que Max está aquí, no quiero parecer paranoico pero me dan muchos celos.—También decidí olvidarme de Miranda y de todo lo que viví con ella, voy a continuar con mi matrimonio y no quiero volver a saber de ella en mi vida, lo voy a tomar como un tropiezo. Ya ves, siempre me dijiste que Ariana estaba en mi destino y así es, espero que se recupere y tener una familia. No sé si alegrarme o compadecerlo, si supiera que su hija está aquí, puedo decírselo pero Miranda no me lo perdonaría jamás.
—Me alegro por ti, Ariana no merece más traiciones de tu parte, todos merecen ser felices.
—Ya no quiero discutir contigo ni que estemos distanciados, podemos volver a ser los mismos de antes.
Me toma por sorpresa, seguimos sin vernos y solo sé que después de lo que ha pasado entre Miranda y yo no podríamos volver a ser los mismos de antes.
—Lo siento Max, pero no puedo.
Doy media vuelta y me alejo de él, lo lamento pero es lo mejor para todos. También sé que era un buen momento para decirle que amamos a la misma mujer, pero mis malditos celos no me lo permiten.
Maldita sea.Busco la habitación de Miranda y cuando me entero que está bien vuelvo a vivir. Entro despacio al cuarto, mi niña está tan pálida y se ve muy cansada. Todo esto ha sido muy duro para ella. Abre los ojos y me da miedo su reacción.
—Sé que no me quieres más pero siento la necesidad de decirte lo que está pasando allá afuera.
—¿Qué pasa?
—Es Max… está aquí en este hospital.
—¡Se lo dijiste!
—No —suspiro y me preparo para perderla para siempre—. Ingrid está teniendo en este momento a mis hijos, ella y… la esposa de Max son hermanas y vinieron a verla.
Se le resbala una lagrima, me siento tan cerca y a la vez a millones de kilómetros de ella, agarra mi mano y mira fijamente, siento que lo que está a punto de decirme va a terminar por destruirme.
—Estoy tan agradecida por ayudarme a traer al mundo a Janis, estoy segura que sin ti no lo hubiera logrado. Mi mamá siempre tuvo razón cuando decía que tú eras mi ángel guardián, y resultaste también ser el de mi hija. Te lo agradezco tanto pero las circunstancias me obligan a pedirte que te vayas, que te alejes de mí y no me vuelvas a buscar. Detesto las mentiras y no creo poder volver a confiar en ti después de lo que me ocultaste. Está por demás decirte que guardes el secreto de que estoy aquí, no quiero poner en riesgo a mi hija ni mi estabilidad emocional. Me limpio las lágrimas, no he podido aguantarme las ganas de llorar por todo el dolor que hay en mi corazón.
—No me pidas que me aleje.
—Por favor, no me hagas más daño y aléjate. Estoy muy lastimada y necesito estar sola y dedicarme a mi bebé, te doy las gracias por todo. Me salvaste la vida y ahora quiero que me dejes vivirla. Mi miedo más grande era perderla y ha pasado, no puedo ser egoísta y seguir insistiendo si lo único que hago es lastimarla.
—Lo único que quiero es tu felicidad, y si estando lejos eres feliz lo acepto. Beso una última vez sus labios y me retiro derrotado y sin ganas de su habitación, mi corazón está hecho pedazos y no sé qué hacer o como hacerle para repararlo.
—¡Ya nacieron y están hermosos— grita Ariana.
Me abraza y… para estar tan enferma tiene muchísima energía. Max me da un ligero abrazo y me felicita sin ganas, está resentido por lo que le dije y tardará mucho en que se le pase.
—¿Y cómo están?
—Bien, pero el doctor dijo que quiere hablar contigo.
Asiento y lo busco, entro a su consultorio y su manera de verme no me gusta,
—¿Qué está pasando doctor?
—Lamento decirle que uno de sus hijos tiene problemas cardiacos.
—¿Y que hay que hacer? Haga cualquier cosa doctor.
—La situación es la siguiente, en este momento está muy delicado, puede que pase la noche pero su periodo de vida no será mayor a cuatro o 5 años. Lo lamento. Y eso literalmente me mató.