Prologo
Miro mi cerveza, todos están felices por el triunfo de nuestro equipo. Los chicos siguen admirando la copa mientras beben de sus cervezas pero, yo no puedo sentirme bien.
No veo a Miranda por ninguna parte y juró que estaría aquí, en este momento tan importante para nosotros. Quisiera detener las jodidas ganas que tengo de llorar pero no puedo, parezco un maldito marica. Jamás pensé que un gilipollas me quitaría el amor de mi Miranda.
—Sergio ¿qué te pasa? —doy media vuelta y le sonrío a Sebastián.
—Nada.
—¿Sabes? El día de hoy me siento mejor, el saber de la traición de Ann me derrumbó pero… hoy ya no me importa, quiero disfrutar de esta noche y tú deberías hacer lo mismo.
Miro sus ojos, ya está borracho y también ha estado llorando.
—Tienes razón.
Ríe y me da una cerveza, de un trago la dejo casi vacía. Media hora después estoy completamente borracho y con ganas de morir.
—¿Sabes dónde está tu hermana? —le pregunto a Ricardo.
—No, se suponía que tendría que estar aquí.
Salgo de la casa y me siento en el umbral de la puerta, como puedo saco mi celular y le llamo, pero no contesta. Abrazo mi móvil mientras me pongo a llorar.
—¿Por qué, Miri? No merecía que me hicieras eso, yo sí te amaba.
Bajo la mirada mientras saboreo mis lágrimas, luego miro la negra noche y lo bella que está la luna. Lanzo el celular lo más lejos que puedo descargando todo mi coraje.
—¡Maldita interesada! —grito lo más fuerte que puedo—, solo porque yo no tengo un carro del año ni tanto dinero, no creí que me hicieras esto. Te odio Miranda Martínez, te odio.
—Hey, será mejor que nos vayamos, para ustedes esto ya no es festejo.Me levanto rápido al escuchar a Antonio que trae a sus hermanos casi cargando, golpea mi espalda y arrastro los pies hacia mi cacharro. Me pide las llaves pero me niego, nunca más dejaré que alguien toque mi coche, la única que lo hacía era Miranda y me ha fallado, ya no quiero nada más.
Antonio sienta a Sebastián y Ricardo atrás y se sienta en el copiloto conmigo, enciendo el auto y acelero. Estamos un poco lejos y aunque lo niegue, Antonio también se pasó de copas porque a mitad de camino se queda dormido, soy el único despierto en este maldito auto que solo me trae recuerdos, recuerdos malditos que quiero olvidar.
Recuerdo la primera vez que salí con ella, era tan simple y sencilla que no le importaba andar de pie solo con estar conmigo, pasábamos momentos maravillosos y, cuando decidí tatuarme su nombre lo hice porque en mi mente ya tenía un futuro con ella, futuro que se vio destrozado con la llegada de ese hijo de puta. Sin darme cuenta ya estoy llorando otra vez, golpeo el volante lo más fuerte que puedo.
—Así ya no quiero vivir, no quiero estar sin ella. Me quiero morir.
Las lágrimas me nublan la vista, pero lo que me ciega más es una luz frente a nosotros, escucho un fuerte claxon… el estruendo del auto y el grito de Antonio.
Entonces aprendí de aquella famosa frase… “Ten cuidado con lo que deseas, porque se puede hacer realidad”.