Capítulo 13 Irán
Levanto la mirada y me llevo la sorpresa del día al ver a Miranda en la puerta con su chamarra entre las manos y los ojos rojos. Me pongo de pie y voy con ella, le pido que se siente y lo hace. La miro algo aturdida y confundida más de lo normal y me preocupa porque después de mi visita de ayer su mirada se había suavizado, aunque tampoco me sorprende luego de su llamada tan rara. Piensa en sentarse pero en vez de eso me abraza, la recibo en mis brazos sorpresivo como siempre que lo hace, la agarro de la cintura y la pego más a mi cuerpo mientras llora en mi hombro.
—Perdóname, no debí ser grosera contigo que has estado siempre para mí, perdón.
—Tranquila ¿quieres hablar?
Se separa de mí y asiente, se limpia las lágrimas y se sienta.
—Ayer estuve con Max.
Solo la miro, miro sus facciones y la forma en que gesticula, no me sorprendo. EN el momento en el que Max se enterara vendría corriendo a verla, de eso siempre estuve seguro.
—¿Y qué pasó?
—Me dijo que fue Regina quien le dijo de mi embarazo y no tú, me siento tan avergonzada contigo.
—Olvídate de eso, no te preocupes. Continúa.
—Discutimos, me gritó, le grité y… le dije que me deshice del bebé. Me dijo que jamás me lo va a perdonar, luego me besó… y lo golpeé.
Queno te afecte, queno te afecte Irán.
—¿Cómo te sentiste?
—Mal, todo regresó, absolutamente todo, y junto con ese todo está el dolor, la tragedia, la culpa, las lágrimas.
—¿No crees que sería mejor decirle la verdad?
—No, no sirve de nada, en un rato más tengo la cita para que me practiquen el aborto.
Si no estuviera sentado me hubiera ido para atrás, lo harás solo si yo lo permito. Abro la boca pero me interrumpe.
—Y no me digas que no lo haga porque nadie me hará cambiar de opinión.
—Si te soy sincero eso que harás es una tontería y no voy a dejar que lo hagas. Se pone de pie y va hacia la puerta, corro tras ella y evito que la abra.
—Tú no te vas de aquí, Miranda recapacita.
—¡Déjame ir!
—¡No, si te tengo que amarrar a la maldita silla lo haré!
—¿Tú qué te metes en mi vida? Son mis decisiones y sé lo que hago, esto es lo mejor para mí.
Me tranquilizo, ya me he puesto un poco eufórico y siento que es necesario decir lo que todas las noches me quita el sueño.
—Miranda, no te lo digo como tu psiquiatra, lo digo como el hombre que está loco por ti.
—¿Qué?
Me froto la cara y solo trato de no pensar en nada más, y eso nada más es en la grande posibilidad de que me rechace.
—Eso, eres importante para mí y estoy loco por ti. Quédate, quédate aquí conmigo te prometo que juntos encontraremos una solución pero por favor… no arruines tu vida.
—No te creo, solo lo estás diciendo para que no me vaya pero de cualquier forma lo voy hacer —pega con la palma de la mano en la puerta y se pone a gritar—. ¡Auxilio, me tiene secuestrada, tiene un arma, ayuda, ayuda!
—Miranda detente.
—¡Me está apuntando con un arma!
Esto me está comenzando a enojar, le agarro las muñecas y las llevo a su espalda.
—Que te detengas.
—¡Dejame ir no puedes obligar a quedarme…!
—Está bien, no quiero ver como arruinas tu vida. —abro la puerta—. ¿Qué estás esperando? ¡Largo! ¿No era eso lo que querías? ¡Eres libre, vete!
Mira hacia afuera, ha empezado a llorar. Los pacientes afuera nos miran mal y ella sigue mirando hacia afuera, luego me ve a mí y otra vez afuera.
Por favor, quédate conmigo, note vayas.
Ruego porque no se vaya pero es inevitable.
Tiro todo lo que está en mi escritorio, Gloria entra corriendo y le grito, no se lo merece pero no me puedo controlar, le he fallado a mi profesión.
No pude ayudar a Miranda y terminé enamorado de ella.
Lorena entra y ve todo el desastre, no quiero verla.
—¿Qué ocurrió aquí?
—Me doy cuenta que Max tenía razón, soy un fracasado que ni en mi trabajo sirvo.
—¿Quién es Max y por qué hablas así?
—Nada importante, solo necesito salir de aquí.
Salgo del edificio como nunca me había sentido, defraudado de mí mismo y sin ganas de nada.
Pienso en regresar a mi casa pero no me quiero seguir sintiendo así, tampoco soy estúpido y me voy a ir a embriagar porque sé que esa no es la solución, la pregunta es ¿Cuál es la maldita solución?
Estoy hasta las pelotas de esto que siento, de desear a Miranda…. Ni siquiera sé en qué momento me comencé a sentir así. Pero vamos… es exnovia de Max y está esperando un hijo de él.
Nunca me había enamorado y justo vengo a hacerlo de la exnovia de mi mejor amigo, o no sé si es enamoramiento. De lo que estoy seguro es que la deseo, quise sacarla de mi cabeza y lo único que hice es pensarla las 24 horas del día. Pienso en llamarle por teléfono, tal vez ya sea tarde, o tal vez es una pérdida de tiempo y ella tiene razón, nadie la hará cambiar de opinión.
Maldita confusión, maldita desidia.
Manejo hasta mi departamento, antes de entrar va llegando Lucas.
—Loquero, que caras traes.
—¿Tienes tiempo?
—Claro, pasa.
Entro a su departamento y me siento en el sillón, me sirve un vaso de whiskey y lo bebo hasta el fondo.
—Tienes sed.
—Me enamoré.
—Bienvenido al mundo de los idiotas —dice entre risas.
—Es en serio.
—¿Y qué te tiene tan agobiado?
—Es exnovia de mi mejor amigo, está embarazada y es mi paciente, o lo era.
Se sienta en el sillón de frente y se ríe.
—Que intenso, quiero una vida como la tuya.
—No sabes lo que dices, me siento hecho una mierda.
—¿Ella sabe lo que sientes por ella?
—Sí, se lo dije hoy en la mañana y ¿sabes? eso no me hizo sentir mejor.
—No te corresponde.
—Sigue enamorada de Max.
Me quita el vaso de la mano y lo llena.
—¿Y qué piensas hacer?
—Alejarme, es lo mejor que puedo hacer.
—Sí, creo que no te queda de otra. Suspiro y bebo.
—Nunca imaginé que esto me pasaría, menos con ella.
—Tranquilo, hay miles de mujeres en el mundo.
—Y lo irónico es que yo la quiero a ella.
—Cada que te escucho me doy cuenta de que si escogí bien mi profesión.
Sonrío, me divierte su sentido del humor negro sobre todo en estas situaciones. Luego de desahogarme un poco con él y tomar unos cuantos vasos de whiskey más regreso a casa, me lanzo en la cama y cierro los ojos hasta que el cansancio me vence.
* * *
Al abrir los ojos el sol se ha metido, la habitación está completamente oscura. Me froto la cara y me levanto a prepararme algo de comer, no es mucho mi apetito pero tengo que comer algo. Busco en la nevera algo comestible pero no hay nada, agarro las llaves del auto y salgo. El aire me recibe y me hace bien, todavía espero nivelar mis sentimientos.
Manejo hacia el supermercado pero no tomo el mismo camino, tomo uno que me lleva hacia Miranda.
Me detengo fuera de su apartamento, mi celular suena y contesto sin ver la pantalla.
—Diga.
—¿Doctor Irán? Soy Hanna… —frunzo el ceño—, la amiga de Miranda.
—Oh, ¿ocurre algo?
—Es ella, está muy mal y… se encerró en la azotea del edificio, tengo miedo de que cometa una locura.
Cuelgo sin pensarlo y salgo del auto, corro hacia el edificio lo más rápido que puedo. La puerta de su departamento está abierta, no hay nadie adentro. Busco las escaleras para ir hacia la azotea y al final está Hanna.
—Cerró la puerta, el portero no está…
—Retrocede —ordeno.
Me hago hacia atrás con ella y juntos golpeamos con el hombro la puerta pero solo logramos moverla un poco.
Dios, que no sea lo que estoy pensando, que no sea tarde.
No puedo perderla.
—¡Miri abre la puerta!
—Hagámoslo de nuevo.
Nos impulsamos de nuevo y logramos abrirla, ella está en la esquina, nunca había tenido tanto miedo en mi vida como ahora, no sé ni cómo reaccionar, solo sé que no la quiero perder. Voy hacia ella y logro agarrarla antes de que cometa la estupidez de lanzarse, La agarro de la cintura y la jalo hacia mí, cuando se da la vuelta y me ve se echa a llorar en mis brazos. La abrazo a mí, la aprieto, la huelo y me hago a la idea de que sigue aquí, llegué a tiempo.
—No pude hacerlo, no pude hacerlo.
Es lo único que dice, solloza muchas veces la misma frase, Hanna se acerca y llorando también la abraza.
—Tranquila —susurro y acaricio su cabello.
La cargo en mis brazos y se cuelga de mi cuello, se aferra a él mientras camino con ella hacia abajo.
No ha dejado de llorar, me pide que no la deje, ni en millón de años la dejaría, me doy cuenta que tengo todo mi vida en mis brazos y estuve a punto de perderla, no puedo imaginar el catástrofe que hubiera sido si hubiera llegado tarde, si hubiera perdido el tiempo en cualquier tontería. La llevo a su habitación y la acuesto en la cama.
—Me encargaré de que se ponga la pijama.
Me dice Hanna, asiento y salgo. Mientras hablo con su madre, es un golpe muy duro para ella el decirle lo que su hija estuvo a punto de hacer, Llora y cuelga rápido, me siento en el sofá y tiro de mi cabello.
No debí dejarla sola en ningún momento, maldita sea.Minutos después Hanna sale de la habitación y entro de inmediato, sus ojos cristalinos y cafés me miran, arrastro los pies hasta la cama y me acuesto a su lado. Se recuesta en mi pecho y acaricio su espalda de arriba hacia abajo.
Pienso en algo que la haga sentir mejor, recuerdo lo alegre que se puso aquella tarde en mi auto mientras cantaba algo de Adele, me aclaro la garganta y empiezo a cantar.—Your hand fits in mine like it's made just for me. But bear this in mind it was meant to be, and i’m joining up the dots with the freckles on your cheeks and it all makes sense to me —suspiro y ella solloza—I know you've never loved the crinkles by your eyes when you smile you've never loved your stomach or your thighs, the dimples in your back at the bottom of your spine but I'll love them endlessly.
Se aferra más a mi chaqueta y sigue llorando, pero yo no quiero que lo siga haciendo, creo que no fue una buena idea cantar Little things después de todo. Dudo en seguir cantando pero lo hago hasta que sus sollozos desaparecen y se queda dormida en mis brazos.
Y yo podría decir que estoy feliz de estar así con ella, pero puedo estarlo sabiendo lo mal que se siente, sabía que el día que Max regresara ocasionaría todo esto pero era algo inevitable.
Cuando llegan sus padres se ponen a llorar ambos al verla. Me pongo de pie con el miedo de despertarla pero parece que el cansansio ha terminado por lo menos ahora con su insomnio. Toco el hombro de Henry y lo aprieto.
—No puedo verla así, es tan difícil —dice él.
—Afortunadamente estaba fuera del edificio cuando recibí la llamada de Hanna, si hubiera estado lejos…
—Lo importante es que llame y que está bien, no sabría que hacer sin mí mejor amiga.
Yo tampoco sabría que hacer sin ella.
Miranda
No sé cómo reaccionar a todo esto, simplemente todo se me juntó en la cabeza. La mentira hacía Max, la cita en la clínica a la cual me arrepentí de ir y la confesión de Irán. ¿Cómo puede estar enamorado de mí? Es algo ilógico, nadie podría enamorarse de mí nunca más. Aunque confieso que me siento atraída hacia él por obvias razones, es tan guapo que a cualquiera volvería loca. Abro los ojos y todo es silencio, estoy en mi habitación y las luces de fuera alumbrar el rostro de Irán que duerme a mi lado. Me tiene abrazada y me provoca calor, me doy la vuelta y su nariz rosa con la mía, acaricio su labio y de nuevo me azotan las ganas de besarlo como aquella vez fuera de casa, o en su consultorio.
El hecho es que me ha cantado Little things de One direction y pude haberme casado con él en ese momento de no haber tenido un cuadro depresivo mayor como Irán dice, nadie dedica Little things así como así. Estoy loca, eso es seguro y más después del teatro que armé en la noche, que vergüenza.
Por cierto ¿Qué hora será?
Él abre los ojos, toca mi mandíbula y sonríe.
—Perdón, no te quise despertar.
—No te preocupes —susurra.
Me suelta y aprovecho para levantarme de la cama, voy hacia la puerta y me sigue, lo detengo poniendo mi mano en su pecho.
—Voy por un vaso de agua, no intentaré matarte… otra vez.
Doy media vuelta y me dirijo hacia la cocina, agarro un vaso y lo lleno de agua. Tomo un poco y suspiro, creo que todo lo que hice me sirvió para desahogarme, es como si el gran peso que sentía que cargaba en mi espalda se destruyera por completo. De repente siento el aliento de Irán en mi oído, me doy la vuelta y me sostengo de sus hombros para no caerme.
Tengo tantas cosas que decirles, hay muchas cosas de que hablar y no sé por dónde empezar.
—No lo hice… sigo embarazadísima —sus manos rodean mi cintura y me pongo nerviosa.
—¿Tienes idea de lo feliz que me hace saber eso? —susurra.
Niego con la cabeza y trago, dejo el vaso en la barra sin soltarme de él, no quiero hacerlo. Me provoca tanto calor en el cuerpo, en las mejillas, en las piernas, en la vagina…
—Anoche no pude agradecerte… por la canción.
No responde, me regala una media sonrisa y es esta cercanía la que comienza a estremecerme.
—No mentí cuando te dije que estoy loco por ti, cuando te vi allí al borde del precipicio sentí que la vida se me iba.
—¿En serio, lo que dices es verdad? Seguro estás confundido…
—Te deseo como jamás había deseado a alguien, te anhelo como se anhela lo imposible… y te quiero como la vida misma.
Entonces me besa, y es estúpido negar que deseaba tanto estar cerca de él, de rodear con mis piernas su cintura, de tocar su cuello y saborear su lengua.
Al fin estamos lo más cerca posible sin que se arrepienta y decida irse. Trato de capturar muy bien este momento y de disfrutarlo al máximo, me carga y me lleva hacia la habitación.
En este momento no tengo ningún remordimiento y no quiero que se detenga, él es lo único que me hace bien, desde siempre.Le quito la camisa botón por botón y beso su pecho, cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás, gime y después me voy a su cuello. Me aparta y me acuesta, me levanta la blusa y le ayudo a quitármela, no quiero perder tiempo.<
—No te detengas —susurro—. Quiéreme y no te detengas.
—Te quiero, te quiero, jamás dejare de hacerlo.
Se quita el pantalón y yo me quito completamente la pijama, quedo desnuda frente a él y no me da vergüenza porque casi no se aprecia nada.
Se recarga en sus codos y chupa mis senos, arqueo la espalda y aprieto sus hombros. De pronto se detiene y se queda hincado en la cama.
—¿Qué pasa? —pregunto.
—Hay algo que tienes que saber.
Me pongo en la misma posición que él y lo beso menos acelerada.
—No quiero saber nada.
—Es importante, es sobre tu hermano.
Es como si golpeara mi pecho, que Irán me hablara de Antonio era porque en verdad algo malo había pasado.
—¿Qué pasa con Antonio? —digo alarmada, agarra mi rostro con sus dos manos y me tranquiliza con su mirada y sonrisa.
Se acerca a encender mi lámpara y entonces si me da vergüenza.
—Anoche cuando te quedaste dormida llegaron tus padres, estuvieron poco aquí pues recibieron una llamada del hospital…
—Por dios, dime ya que pasó.
—Despertó… tu hermano regresó del coma.
Primero no sé cómo reaccionar, luego brinco en la cama y me pongo como loca, lloro de felicidad y me lanzo a sus brazos.
Yo sabía que iba a regresar y no aguanto las ganas, ya quiero verlo despierto.
—Vamos de una vez al hospital.
Sonríe y asiente —. No podría decirte que no después de verte tan contenta.
Nos vestimos y me siento incomoda pero no tengo tiempo para preocuparme, Antonio despertó del coma.
Me pongo el abrigo y salimos corriendo al coche, ya en el auto prende la calefacción, casi no hay autos pues ya es de madrugada, mientras maneja toma mi mano y yo no puedo sentirme más feliz, ya no quiero pensar más en Max, ahora que tengo a mi hermano de vuelta me siento más fuerte y ahora creo en que puedo lograrlo sin Maximiliano.
Miro a mi izquierda, Irán se ha puesto serio y eso no me gusta, en la única manera que está serio es cuando entra en su plan de psiquiatra y sospecho que está pensando en lo que ha pasado entre nosotros.
—¿Te pasa algo? —le pregunto y sonríe sin verme.
—Nada.
—¿Y qué te dijeron mis papás? ¿Cómo está mi hermano?
—Bien, el golpe afortunadamente no dejó secuelas. No puede moverse muy bien ni hablar por el tiempo que pasó inconsciente pero eso es temporal.
Respiro más aliviada y estoy cada vez más ansiosa de llegar al hospital, besa mis nudillos y me acerco para darle un beso en la mejilla.
—Gracias por salvarme —susurro.
Al llegar al hospital corro hacia la habitación de Antonio, ni me importa quedarme sin respiración con tal de verlo ya, abro la puerta; papá y mamá me miran sorprendidos, camino hasta la cama, mi hermano está mirando hacia el techo y de sus lindos ojos salen lagrimas que se pierden en la almohada. Volteo de nuevo hacia mis papas y ella cierra los ojos.
—Ya sabe lo de Sebastián y Ricardo.
Me arrodillo a su lado y lloro con él, agarro su mano y la beso.
—Hermanito… gracias por regresar, te amo mucho mucho.
Voltea con dificultad hacia mí y le pido que no lo haga, dios mío, gracias por este milagro.
Puedo estar solo unos minutos más con él porque está muy inquieto y las enfermeras nos piden que salgamos para que descanse. Imagino como se siente, lo que sentimos todos a pesar del tiempo, nunca nos repondremos de la perdida de mis hermanos y de Sergio. Voy a servirme un café, quiero pasar la noche aquí porque quiero verlo cuando despierte por la mañana.
—¡Miranda! —volteo la mirada, Irán viene hacia mí, me detengo frente a la máquina de café, cojo un vaso y presiono en el sabor de moca—. ¿Podemos hablar?
—¿Sobre qué?
—Nosotros, lo que pasó.
Dejo la máquina y doy media vuelta hacia él, sigue tan serio y me da miedo.
—¿Qué ocurre? —. Suspira y naja la cabeza—. Estás arrepentido.
—No —da un paso hacia mí y recarga su frente en la mía—. Eres lo mejor que me ha pasado, te adoro y besar tu boca ha sido como tocar el cielo, pero no soy un hombre para ti… y por eso me tengo que alejar.
—No lo hagas, Irán dijiste que no me dejarías
sola.
—Yo no quiero hacerlo, pero sé que sigues amando a Max y de alguna
manera aunque estemos peleados en este momento siento que lo estoy
traicionando, no puedo con esto. Yo no soy un traidor.
No sé qué decir, lo veo tan agitado y angustiado. Quiero llorar, no quiero que se aleje de mí, mucho menos por Max, joder, él es tan bueno y Max no se merece lo que está haciendo por él. No quiero, no lo acepto.
—Por favor, no me dejes, menos ahora que estamos más conectados que nunca.
—Siempre voy a estar pendiente de ti, créeme esto es lo más difícil que he hecho, pero es lo mejor.
Besa mi frente y limpia una lagrima que sale y resbala por mi mejilla. Se va alejando poco a poco y cuando ya no puede más se da la vuelta y va hacia la salida.