Capítulo 2 Maximiliano

Ariana habla y habla pero es como si la hubieran silenciado. Solo la veo pero no escucho, no escucho nada.

Lo único que hay en mi mente son los ojos de mí pequeña, su rostro al verme casado con Ariana. La decepcioné, todo se salió de control. No comprendo cómo fue que llegó hasta aquí, y creo que ya no importa.

—¿Qué lugar te gustaría visitar? Me encantaría ir a las filipinas…

—Vamos a buscar a los mejores médicos para tu tratamiento, eso es en lo que deberías preocuparte.

—Necesito despejar mi mente ¿no lo entiendes? Estar pensando en todo eso me enferma más.

Hay más silencio entre nosotros, estoy desquitando mi furia con ella y no se lo merece, no se merece nada de lo que le está pasando.

—Cuando te recuperar iremos ¿vale?

Su sonrisa regresa y se levanta de su lugar, me abraza como si fuera la primera vez, como si fuera todo para ella.

Después del almuerzo entro a mí despacho, parece estúpido pero en este único lugar es donde puedo respirar. Saco mi celular y le llamo a Irán que contesta de inmediato.

—¿La encontraste?

—No, busqué en todos los hoteles y no está registrada en ninguno, y en el aeropuerto tampoco hubo ni un solo vuelo donde ella viajara, lo siento hermano.

—Eso quiere decir que sigue aquí ¿dónde diablos?

—Eso parece.

—Necesito encontrarla, necesito explicarle todo, necesito recuperarla no puedo perderla así Irán, no puedo.

Tiro de mí cabello y muerdo mi labio, los días pasan y me ahogo cada día más, necesito saber en dónde está, como está y con quien.

—No quiero sonar pesimista pero… no creo que sirva de mucho. Max, te vio casarte con otra.

—Ya lo sé, pero tiene que escucharme, tiene que hacerlo ella me ama.

—Seguiré buscando. —Gracias hermano, de todo corazón.

Cuelgo y lanzo el celular hacia la puerta, después ésta se abre y entra mi madre.

—Querido ¿qué ocurre?

—Me estoy volviendo loco, mamá.

Me dejo caer de rodillas y dejo que por fin salgan las lágrimas que he estado reprimiendo por cobarde.

—Hijo no me gusta verte así.

Se arrodilla conmigo y acaricia mi cabeza, me recargo en su pecho y lloro ahí, como cuando era niño y todos los problemas, raspones y dolores físicos se resolvían así; con un abrazo de mamá.

—Estoy destrozado, no sé hacia dónde va mi vida, me perdí.

—Yo sé que te duele la enfermedad de tu esposa, es por eso que no te vas a despegar de ella ni un segundo.

—Me duele lo de Ari pero… mamá… ¿no te das cuenta? Me casé con alguien que no quiero, yo amo a Miranda.

—Creí que ya lo habías olvidado, hijo entiende que esa niña no es para ti.

Me separo de ella y la miro directamente a los ojos, me duele mucho más ver como mi propia madre no me entiende, pero no digo nada, no quiero hablar, lo único que quiero es dejar de sentir.