Capítulo 12 Irán
Después de aquella noche nada volvió a ser lo mismo, Miranda ya no regresó a la terapia y yo… no puedo creer que sigo afectado por saber que ella aun siente algo por Max. Es ilógico y no debería estar así, ni siquiera ahora que me estoy cogiendo a Selene encima de su escritorio, es la directora de la universidad y es mi jefa, eso lo hace muy interesante, gime y jadea, en ocasiones dice mi nombre y me agarra el trasero.
Me la cojo y meto los dedos en su coño, está a punto de venirse y me lo advierte pero tocan la puerta, los dos nos sobresaltamos pues se supone que la universidad ya está vacía. —¡Directora Cantú, directora Cantú!—Mierda… —exclama y nos separamos, se acomoda la falda y yo me guardo la polla, se acomoda su cabello y antes de abrir la puerta regresa y me muerde el labio. Ríe y ahora sí abre.
—¿Que se le ofrece señor Carmona?
Es el jefe de intendencia.
Agarro mi saco y me lo cuelgo en el hombro, camino hasta la salida y me despido. —Yo también sigo aquí señor Carmona, buenas noches. Ella me pide con la mirada que me quede y no estaría mal terminar lo que empezamos, pero la verdad ya me enfrié y así pienso mejor.
—Profesor Da Silva, me gustaría que se quedara a seguir revisando las siguientes clases que va a dar.
—Me encantaría pero ya es noche ¿le parece si
lo dejamos para después?
—Está bien, tiene razón.
—Con permiso.
Salgo de la universidad y manejo hacia mi departamento, mi corazón late muy rápido y comienzo a sudar cuando paso por el edificio de Miranda, detengo el auto y miro hacia arriba, me quedo aquí y la veo. Camina con su amiga, Miranda trae un abrigo café largo y se ve hermosa.
Sonrío y evito parpadear poco para no perderme nada de ella, parezco un maldito psicópata pero necesitaba verla y se ve muy bien, incluso sonríe.
Golpeo el volante y me desconozco, enciendo el auto y sigo con mi camino sin ver atrás. Sigo ansioso mientras manejo así que decido pasar a tomar una copa, o aire, o lo que sea que me deje respirar.
Mientras camino hacia un bar choco por distraído con una mujer.
—Disculpe yo… —levanto la vista y me sonríe.
—Irán… ¿Qué haces por acá?
Jessi me abraza y correspondo muy afectivo.
—Estoy trabajando aquí ¿y tú?
—Pues mi fundación me trajo hasta aquí ¿estás libre?
—Sí, de hecho iba a tomar algo ¿te unes?
—Claro, vamos.
Me toma del brazo y entramos al bar, ocupamos una mesa y pido una botella de vino. Mientras la traen conversamos.
—Cuéntame como estas.
Me recargo en el asiento y rio, niego con la cabeza y paso la lengua por mis labios. Ni siquiera sé cómo estoy.
—Mejor hablemos de ti, yo estoy de la mierda.
—Tarde o temprano tendrás que contarme igual y yo puedo ayudarte.
—Gracias pero no lo creo, mi cabeza es un lio.
Ríe y el joven pone la botella frente a nosotros, rápido sirvo y le doy la suya.
—El psiquiatra con la cabeza hecha un lio.
—Me contabas que estas aquí por tu fundación.
—Sí, afortunadamente se ha extendido muy bien y cada vez recibo más apoyo, sin embargo estoy muy estresada. Tengo que ver todo sobre el evento, el lugar, mesas, sillas, personal, chefs…
—¿Chefs?
—Sí, el banquete tiene que ser perfecto sin llegar a lo extravagante.
De inmediato pienso en Miranda, ella me dijo que ser Chef era su sueño y esto puede ser una gran oportunidad para ella.
—Conozco a alguien que te puede ayudar.
—Eso es genial.
—Su nombre es Miranda, es mi paciente y estoy seguro que tú y tus invitados quedarán muy encantados.
—Perfecto —saca un papel y pluma y anota —. Dile que se presente en una semana en este lugar para las pruebas.
—Sí, yo le digo.
Agarro el papel y lo guardo en la bolsa de mi pantalón.
—Irán, me ha encantado verte y espero verte el día del evento.
—Ahí estaré, gracias.
—Tengo que irme, tengo muchísimo trabajo pero quedamos otro día.
—Seguro que sí.
Me ofrezco a llevarla a su hotel pero me dice que ha dejado un auto estacionado cerca de aquí, la acompaño hasta él y nos despedimos.
Miranda
Mientras termino de preparar la cena Hanna pone música y se pone a bailar en medio de la sala, rio y doy gracias a dios el tenerla como amiga. Viene bailando hacia mí y me agarra las manos, me obliga a hacerlo con ella y no puedo dejar de reír.
—Estás loca.
—Un poco.
Niego con la cabeza y regreso a la cocina, tocan el timbre y va abrir mientras yo regreso a la cocina. El pan de Elote está listo y lo saco del horno.
—Miri te buscan. —¿Quién? —grito.
Me doy la vuelta y veo a Irán parado en la puerta, casi me voy para atrás y me ruborizo. ¿Qué diablos hace aquí?
—Los dejo… tengo que ir al baño.
Hanna entra corriendo al baño, Irán me mira de manera distinta la ultima vez, me rasco la nuca y dejo de ser descortés.
—Pasa —al fin me digno a hablar.
—Gracias.
Me acerco hasta él y cierro la puerta.
—¿Quieres tomar algo?
—No gracias, lo que tengo que decirte es rápido.
—Está bien.
Se sienta en el sofá y lo sigo, me siento un poco lejos de él y trago saliva.
—¿De qué quieres hablar?
—Hoy me encontré a una amiga, ella tiene una fundación y está buscando gente que la ayude para un evento en grande.
Me quedo callada y me rasco la nuca.
—¿Y yo en que puedo ayudarle?
—Está buscando Chef.
Mi rostro cambia y sonrío, me pongo feliz y me lanzo a sus brazos, me recibe de forma cálida y como siempre muy protector.
—Gracias, gracias por pensar en mí.
—Eres solo tú, tienes que regresar a la terapia, tienes que regresar a mi vida Miranda.
Me alejo y sus palabras provocan eco en mi cabeza, y me da miedo responder y decirle que yo también lo necesito en mi vida. Desde que decidí dejar la terapia hace dos semanas no dejo de pensar en su voz y en lo bien que me hace escucharlo. Me agarra de las mejillas y sus ojos grises se penetran en los míos, se aclara la garganta y saca un papel de su bolsillo.
—Tienes que estar en este lugar la próxima semana para las pruebas.
—Ahí estaré.
Tomo el papel y roso sus dedos, se pone de pie y va hacia la puerta.
—Eso es todo lo que tenía que decirte y espero de verdad que regreses a la terapia.
—Lo voy a pensar.
—Ni siquiera sé por qué dejaste de ir ¿te hice algo…?
—No, no fue tu culpa, soy yo. Pero lo voy a pensar, gracias Irán.
Me sonríe, pero es una sonrisa pobre que no llega ni a sus ojos.
—¿No quieres quedarte a cenar?
—No, gracias.
Besa mi mejilla y se va, bufo y cierro la puerta. Hanna sale con una sonrisa de oreja a oreja y me dejo caer al sillón.
—¡Te gusta, y tú le gustas a él!
—Cállate.
—Yo los vi ¡Se gustan y no son novios!
—Pareces niña pequeña, no me gusta ni yo a él, no sé de donde sacas tanta tontería ¿estudias en las noches?
—Los estaba viendo.
—Pues que chismosa eres.
Me pongo de pie y vuelvo a la cocina, parto el pan y le sirvo en un plato, ella va al portátil y le cambia a la música.
—Miri…
—Ya te dije que no me gusta.
—No es eso, tienes un correo… de Max.
Se me cae el cuchillo de la mano y de inmediato me pongo nerviosa.
—No me importa, seguro quiere joderme la vida.
—Te lo mandó hace tres días.
Se sienta en el taburete de la barra y come de su pan.
—Deberías verlo, puede ser importante.
—No me importa nada que tenga que ver con Maximiliano y su puta vida.
—Llevas en tu vientre un hijo de él.
—No tienes que recordármelo.
—Abre el correo, yo quiero saber que te dice, anda.
—No.
—Entonces lo hago yo.
—Como quieras.
Parece que le puse un cohete en el trasero y sale disparada hacia el portátil, rodeo los ojos y como mientras ella lee mi correo, no debería dejar que lo haga pero es mi mejor amiga, tiene derechos.
—Miri…
—¿Qué? No quiero saber que tonterías dice.
—Ya sabe que estás embarazada.
Se me atora el pan y toso, corro hacia ella y leo el correo con mis propios ojos, al principio creo que es solo una muy mala broma de mi amiga pero compruebo que no es así.
De:FerreiraMaximiliano
Para:Miranda Martínez
Fecha: 25/03/1610:47pm
Asunto: Furioso.
Mesiento decepcionado elenterarme porotraspersonasquevoya ser
padre, por lo menoshubierastenido el detalle de decírmelo ¡Tengo
derecho Miranda!
Me pongo a llorar, y me decepciono porque el único que le pudo haber dicho es Irán.
No, pudo haberme traicionado de esta forma, confié en él. Si esto ha pasado entonces Max seguro sabe que llevo semanas yendo a terapia con él.
Grito y lloro más.
—¿Quién se lo habrá dicho?
—¡Irán!
Quiero sacar mi furia, y lo voy hacer solo como él me lo enseñó, agarro el teléfono y marco su número.
—Miranda…
—¡Eres un hijo de puta, te odio!
—¿Te equivocaste de numero?
—No, Irán Da Silva, te odio. —No entiendo por qué tu odio hacia mí.
—No tienes ningún puto derecho de hablar de mí con nadie, mucho menos con Max. Confié en ti Irán y me decepcionaste.
—Yo no dije nada.
—Cállate, no mientas más. Max sabe que estoy embarazada y tú eres el único en contacto con él que lo sabe, de verdad te tenía confianza.
—Cálmate, yo no le dije nada. Ya te dije que no he tenido contacto con Max desde hace semanas.
—Ya, no quiero saber nada mas de ti ni de tu estúpida terapia ni nada que tenga que ver contigo, te odio igual que a Max.
Cuelgo y lanzo el teléfono hacia la puerta, me tiro en el suelo a llorar y Hanna lo hace conmigo.
—No sé qué voy hacer.
—Puedes negarlo todo, es tu palabra contra la de Irán.
—Los detesto, debí saber que todo era una mentira, soy una tonta.
—Te va hacer daño, voy a prepararte un té.
Me levanta del suelo y me sienta en el sofá, me abrazo sin saber qué hacer. Tengo mucho miedo y empiezo a temblar.
Hanna tiene razón, puedo negarlo todo pero no es eso lo que me aterra sino el volver a verlo, no sé si estoy preparada para eso.
El timbre de la puerta suena y mi temor crece, me levanto y abro. Siento que me desvanezco cuando lo veo frente a mí y todo es diferente.
Creí que lo seguía amando y que cuando lo volviera a ver me lanzaría a sus brazos y lo besaría y lo único que querría era que me hiciera el amor, no quería ninguna explicación, solo sentirlo… pero me equivoqué.
Quiero golpearlo, incluso cuando me ve con cara de arrepentimiento, lo que vivimos juntos es lejos un buen recuerdo, que no quiero que siga en mi mente, si pudiera abrir mi corazón lo único que encontraría sería remordimiento hacia Max.
Todo lo malo que me hizo vuelve, y todo lo hizo para saciar su ego de macho. Pero no le voy a dar el gusto de verme mal. Quiero cerrar la puerta pero me lo impide, es tanta su fuerza que me doy por vencida. Retrocedo lo más que puedo de él, camina hacia mí pero lo obligo a detenerse cuando agarro una lámpara y lo amenazo con golpearlo.
—No te me acerques.
—Solo quiero hablar.
—Yo no tengo nada que hablar contigo, lárgate o le llamaré al portero para que te saque.
—Puedes hablarle a quien quieras pero yo no me voy de aquí hasta no hablar contigo.
—Será mejor que te vaya —interviene Hanna—. Miri no se siente muy bien, necesita descansar.
Sin embargo él la ignora.
—¿Hasta cuando ibas a decirme de tu embarazo?
—No sé de qué me hablas.
—Lo sabes perfectamente ¿Cómo pudiste ocultármelo?
—Pues tu informante te mintió, no estoy embarazada.
Estúpido Irán.
—Deja de mentir, me encontré con Regina y me preguntó cómo iba tu embarazo y no se fue sin antes felicitarme por el próximo bebé.
—¿Regina? —susurro casi sin respiración.
—Sí, Regina. La ginecóloga que te atendió. Regina… y no Irán.
La he cagado.
—Creo que es mejor que los deje solos, voy a estar afuera por si me necesitas.
Hanna se va, me quedo a solas con Max después de tantos meses de no verlo. Estoy en serios problemas. Quiero llorar pero levanto la barbilla y me muestro fría y distante.
—Solo quiero que hablemos, quiero explicarte muchas cosas. Este tiempo sin ti me ha estado matando poco a poco, día tras día. Te sigo amando y te necesito, y no me pidas que me aleje de ti ahora que sé que estas esperando un bebé, un hijo mío. Sus ojos brillan y sonríe, pero a pesar de todo sigo el sabio consejo de Hanna.
—No hay ningún bebé.
—Deja de mentir.
—No estoy mintiendo… me deshice de él.
Y no estoy mintiendo, bueno un poco.
Mañana tengo la cita en la clínica ilegal así que solo estoy adelantando la noticia. Se pone pálido y niega varias veces.
—No te creo.
—Es tu problema.
—Te conozco, eres una mujer buena y noble y no te atreverías.
—Estás equivocado, no soy la misma. La Miranda buena, noble y tonta que tú conociste se murió al salir de tu boda.
Traga y tensa la mandíbula, la confusión sobre mis sentimientos regresa, creí que lo amaba pero al tenerlo frente a mi me dan muchas ganas de golpearlo.
—Podemos hablar de eso…
—No, Max. No hay nada que hablar, ya te dije que no hay ningún bebé.
—Y yo ya te dije que no te creo.
Harta de todo me golpeo el estómago y me mira asustado, solo así puedo hacerlo entender y por suerte me puse las vendas en la mañana antes de salir de casa.
—Ya han pasado cuatro meses y ya se tendría que ver el avance del embarazo aunque fuera un poco, no hay nada, no hay rastro de un bebé ni del maldito amor que sentía por ti.
Sus ojos se llenan de lágrimas pero no puedo flaquear.
—¿Por qué? Sabías las ganas que tenía de ser papá, tú sabías perfectamente que quería tener hijos contigo, era mi sueño.
—Prácticamente tú así lo decidiste.
—¡Si me lo hubieras dicho, si me hubieras dejado explicarte! —grita y golpea la pared.
Está muy enojado y me mira diferente a como llegó, ya lo he visto así. Aquella noche en el hotel en Francia, aquella noche me tomó a la fuerza y casi me lastima, retrocedo porque no me quiero arriesgar.
—Maximiliano vete de aquí y no regreses nunca más.—Solo quiero que sepas una cosa —se acerca demasiado hasta sentir su respiración acelerada, sus lágrimas comienzan a correr por sus mejillas y se detienen en la barbilla—, esto que hiciste jamás te lo voy a perdonar.
—No quiero, no necesito y me importa poco tu perdón.
Nuestros labios se rosan tanto que me besa, fuerte y salvaje. Me toma de la cintura y me pega a su cuerpo, siento su erección y lo empujo, golpeo su pecho y luego la mejilla.
—¡No te me vuelvas a acercar o te va a ir peor, lárgate de aquí ya!
Baja la cabeza y solloza más fuerte, le está doliendo de verdad, pero no más de lo que yo lo estoy haciendo.
Le pido una vez más que se vaya, cuando abre la puerta en seguida aparece Hanna con el portero del edificio. No es necesario que le vuelvan a pedir que se vaya, se va derrotado y triste por la mentira que le acabo de decir.
—Así está bien, gracias —le dice Hanna al portero.Entra rápido y me abraza, yo rompo en llanto, lo poco que quedaba de mi corazón también se rompe, lo que he entendido de todo esto es que como dicen las cosas pasan por un motivo, quiero encontrar ese motivo justo en este momento.
Incluso tengo el impulso y las ganas de ir tras él y decirle que todo es mentira, pero todo lo malo regresa a mi mente y me perturba. Hanna me soba la espalda y me dice que tarde o temprano las cosas mejoraran.
Todas las noches cuando intentaba dormir y no podía me ponía a pensar como sería el momento en el que me encontrara frente a frente de nuevo con Max, lo imaginaba de miles de maneras posibles, menos que fuera tan cruel y me siento culpable, pero las cosas ya están hechas y no hay marcha atrás. Soy un maldito lio.
Ni siquiera recuerdo el momento en el que me quedé dormida, despierto con Hanna dormida en mis pies, ni siquiera me cambié la ropa por la pijama.
Me levanto sin hacer mucho movimiento para no despertarla y entro a la bañera, trato de acomodar mis sentimientos y pensamientos pero es imposible, mi cabeza no deja de dar vueltas al mismo asunto, lo de anoche me ha perturbado más de la cuenta y necesito hablarlo con alguien, Hanna es mi amiga y la adoro por estar conmigo pero no es lo mismo que hablarlo con Irán. Me siento tan mal y avergonzada por cómo le hable, lo primero que voy hacer el día de hoy es buscarlo y pedirle perdón.
Salgo de la ducha y me visto, esta vez no me pongo las vendas pues ya me voy a deshacer de esto por siempre, me duele tener estos pensamientos y lo que voy hacer pero… no puedo pensar en otra cosa. Simplemente sola no voy a poder. Agarro las llaves del coche de Hanna y manejo hacia el consultorio de Irán. Cuando llego Gloria me sonríe y me dirijo hacia ella.
—¿Irán está desocupado?
—Pasa.
Trago y abro el pomo de la puerta, la empujo lentamente haciendo que rechine.
Ahí está él mirando hacia su computador, ceño fruncido, camisa blanca y el cabello alborotado.