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12 de Enero del 2015
Después de aquella desastrosa noche mi madre ni siquiera había llamado para disculparse.
De momento ya estaba decidida a no verla nunca más aunque me doliera la vida.
Y de Benjamín ni se diga.
Gabriel estaba en la sala con Sandy, yo no quise arruinarles su tarde de maratón de Crepúsculo y entré a mi estudio.
Faltaba únicamente un mes para la exposición, casi estaban culminados mis cuadros y eso me tenía orgullosa y contenta.
El resto de la tarde como ya era mi costumbre la pasé en el estudio ultimando algunos detalles, quería tener listo todo para poder darme un pequeño respiro.
De pronto sentí un ligero mareo que poco a poco se hizo más fuerte, me sostuve del sofá y me dejé caer.
No entendía que estaba pasando, cerré los ojos y cuando los abrí ya la noche había caído.
—¿Qué rayos pasó?
Me sentía muy débil y con muchísimo sueño, me levanté como pude y fui directo a mi habitación.
Al pasar por la sala de estar Sandy lloraba y su novio se había quedado dormido, y no lo culpaba.
Me di un baño y me preparé para cuando Samuel llegara, me tomé un ibuprofeno para el dolor de cabeza y esperé con Sandy y su bello durmiente que comenzó a roncar y no pude evitar reír.
—Al parecer no le gustaron tus películas.
—Es un tonto, se ha dormido justo en lo mejor.
En ese momento lloró más cuando en la televisión vio Jacob se enteró de la muerte de Bella.
—Debimos ver Harry Potter —le dije pero no me hizo caso alguno.
Escuché afuera el auto y corrí a abrir, me quedé boquiabierta al ver bajar del coche a mi padre, su esposa y mi hermana.
Los ojos se me inundaron de lágrimas porque tenia mucho tiempo sin verlos y de verdad los extrañaba.
Kenia corrió a mí y me abrazó, mi pequeña niña ya era toda una señorita.
—Deja de llorar Kathe, ponte alegre.
Asentí y traté de calmarme, sin embargo las lágrimas regresaron al abrazar a mi padre.
—Dios, te extrañé demasiado.
—Y yo a ti mi niña, estás tan cambiada y grande... toda una mujer.
Limpié mis lágrimas y entramos.
—Estoy ansiosa porque conozcan a Samuel.
—Ya lo conocemos —dijo Kenia.
La miré ceñuda y se sonrojó.
—¿Como?
—Me parece que subiste una foto a instagram ¿no es así?
—Oh... sí, creo que si.
El reloj siguió su curso yo nosotros seguíamos platicando de como nos había tratado la vida en ese tiempo sin vernos, Kenia era una bailarina de ballet preciosa y mi padre había puesto una carpintería cerca de su casa y Natt se dedicaba al hogar, sus vidas eran muy cotidianas pero se veían tan felices.
—¡Ya llegó! —gritó Sandy.
Lo hizo tan fuerte que Gabriel se despertó de un salto y nos reímos de él, se frotó la cara confundido y me puse de pie para recibir a Samuel.
Había llegado con un gigante ramo de rosas rojas y una sonrisa de oreja a oreja, nunca me cansaría de verlo así de feliz, eso para mí era un premio porque sabia que si era feliz era por mí.
Me dio las rosas y lo agarré de la mano, orgullosa lo presenté con mi padre y su familia, todo fue tan distinto a mamá que no pude evitar llorar.
Últimamente lloraba por todo, incluso cuando le hacían la vida imposible a la protagonista de la telenovela mexicana que no me perdía ni un sólo día.
Me sorprendió ver lo bien que se estaban llevando él y mi padre, era como un sueño hecho realidad, hablaban de fútbol y política como si se conocieran de años.
Natt y Sandy me ayudaron con la cena, no tenía idea que mi amiga había preparado algo, Samuel y yo íbamos a salir a cenar fuera.
—Es un gran hombre, me gusta para ti —me dijo Natt.
—Sí, es el hombre de mi vida.
Kenia abrió la puerta, los padres de Samuel llegaron y yo no sabía en que pagina estaba.
Todos me miraban y sonreían, observé a Samuel con el ceño fruncido y caminé hasta él.
—¿Qué pasa? —susurré en su oído.
—Pasa que estamos a unos cuantos minutos de tu cumpleaños y quise darte la sorpresa de traer a tu padre.
Di brincos de alegría y lo abracé como si hubiera tenido meses sin verlo, era el regalo mas lindo que alguien pudo darme.
—Gracias, no me lo esperaba.
Mis ojos se inundaron de lagrimas en el momento en que puso de rodillas frente a mí.
—En realidad organicé esto porque... bueno..., tú sabes lo que siento por ti, eres la luz de mis ojos y la mujer de mi vida, quiero compartir lo que me resta de vida contigo. Todos ellos son importantes para nosotros y quería que estuvieran presentes en este momento. Kathe... ¿quieres concederme el sueño de mi vida? ¿te quieres casar conmigo?
Sacó de su bolsillo un anillo muy precioso y brillante, me encontraba en shock.
No sabia que decir, en realidad no paraba de llorar, tape mi rostro con las manos y asentí.
—Sí, sí quiero casarme contigo.
Me puso el anillo y me cargo entre sus brazos, todos aplaudieron y logré ver a Sandy derramar un par de lágrimas.
En ese momento fui completamente feliz y sentí que nada mas me faltaba.
Ya era oficial, iba a compartir mi vida con Samuel.
Las chicas me felicitaron y les presumí mi anillo, de lejos sentía su mirada así que lo busqué y efecto, me miraba como desde el primer día: con amor.
Después de cenar James y Sara llegaron, él estaba a punto de regresar a la armada así que eran sus últimos días con nosotros.
A la media noche el primero en felicitarme fue mi Samuel.
—No puedo explicar lo maravillada que me siento al estar en tus brazos.
—Me gusta verte feliz, quiero que sea un cumpleaños agradable.
—¿Agradable? Ha sido el mejor, quiero compartir contigo cada año de mi vida.
—Y así será.
Sandy sacó un pastel que ella misma había preparado y lo puso en el centro de la mesa.
—¡Es hora del pastel! —gritó.
Ellos me cantaron la canción de feliz cumpleaños, me dolió ver que al rededor de todas aquellas personas que me apreciaban no estaba mamá.
Sandy encendió las velitas y estuve a punto de soplarle hasta que gritó que pidiera un deseo.
Puse los ojos en blanco y agarré mi cabello.
Mi único deseo en la vida era pasar así mis días, rodeada de la gente que más quería. Y que el corazón de mi madre se abriera un poco, que tan solo aceptara que Sam y yo nos amabamos.
Sí, eso era lo que me faltaba.
Soplé las velitas y sonreí.