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2 de Febrero del 2015

 

Acostada en mi cama, viendo hacia el techo repasé una y otra vez lo que escuché aquella noche, y por más que le daba vueltas al asunto no podía pensar en que motivo tendría Samuel para dejarme si es que me amaba.

—Hola enferma, te traje de comer.

Le sonreí a Sandy, entró con una charola llena de comida, para mí y para ella.

Se sentó en mi cama frente a mí y cruzó las piernas.

—¿En qué piensas? —preguntó y se puso la servilleta en el cuello.

—La noche que estuve  inconsciente escuché perfectamente a Samuel hablando con Benjamín, él le decía que me amaba, dime la verdad Sandy ¿él estuvo ahí?

Apretó los labios y asintió, empezó a comer lo que para mi fue raro porque lo hizo en silencio.

—Tengo la rara sensación de que algo te pasa ¿qué es?

—Nada.

—Mientes ¿qué pasó mientras yo estuve inconsciente?

—Bueno, lo que pasó fue que vi a Samuel a tu lado y lo corrí.

—¿Por qué hiciste eso? Sandy no debiste.

—Cambiemos de tema.

Accedí y empezó a hablarme de su noviazgo con Gabriel, sin embargo la noté algo distraída.

—Sandy ya, dime que me estás ocultando.

—Nada, ya te dije lo que pasó.

—Te conozco mejor que a la palma de mi mano.

Suspiró y se tapó la cara.

—Solo puedo decirte que hables con él, tienen muchas cosas que decirse.

Guardamos silencio y así continuamos comiendo, me levanté a lavar los platos aunque Sandy me pidió no hacerlo, mi cabeza no dejaba de dar vueltas a lo mismo.

Me di una ducha y sin que ella se diera cuenta agarré las llaves del auto y manejé hasta su casa.

Toqué unas cuantas veces la puerta hasta que se abrió, James me miró sorprendido y salió cerrando la puerta por detrás.

—James ¿qué haces aquí?

—Yo… vivo con Samuel.

—¿Y por qué?

—Para convivir ¿necesitas algo?

—¿Está Sam?

—No, pero pasa.

Abrió la puerta y entré, su cálido y pequeño departamento  me recibió junto con todos los recuerdos que teníamos juntos en aquel lugar.

Di un ligero suspiro y me senté en el sofá, James se unió a mi.

—¿Sabes que es lo que le pasa?

—No… bueno él está muy bien.

—No lo creo, renunció al hospital.

—Sí lo hizo, esta un poco cansado y tomó sus vacaciones.

Asentí y bajé la mirada, entrelacé mis dedos y jugué con ellos.

Una lágrima rodó por mi mejilla y se detuvo en mi labio.

—Estoy enterado de lo que pasó, lo siento mucho Kathe.

—No lo entiendo, primero me echa de su vida y después va a verme al hospital y me dice que me ama.

—No lo juzgues por favor.

—¿Por qué me dejó? Yo lo amo con todo mi corazón, y ahora... —toqué mi vientre y sentí su mirada en él —, estoy embarazada y no sé que hacer, no voy a poder yo sola.

—¿Embarazada? Mierda… —susurró—, tranquila ya verás que todo va a pasar.

—Solo quiero poder entenderlo.

Me abrazó y besó mi frente, masajeó mi espalda y lo agradecí porque de verdad lo necesitaba

—James, dejame solo con ella.

Me separé de James al escuchar a Samuel, lo miré y bajó la mirada. James le dio un leve golpe en la espalda y salió de casa.

Me levanté de mi lugar y caminé hacia él, algo me decía que estaba mal.

Se veía distinto, pálido y ojeroso, además podía jurar que había perdido peso.

—Hola.

—¿Embarazada? No puede ser.

—Lo es, tengo ocho semanas de embarazo.

Quise tomar su mano pero retrocedió y se jaló el cabello.

—No puede ser —susurró.

—¿No te da alegría? Cuando yo lo supe de inmediato pensé en decírtelo, creí que te alegrarías como yo.

—No entiendes, tú no entiendes nada.

Tragué saliva, me sentí una estúpida por creer que se alegraría por nuestro bebé, todo había sido una estúpida ilusión.

—Perdón, creí que te alegrías.

—Dejame solo por favor.

—Escucha, lo único que quiero es que sepas que a pesar de todo no dejo de amarte —saqué el sobre azul de mi bolsa y lo puse en la mesita de centro —, es la invitación para la exposición. Sabes que es muy importante para mí, si no vas entonces entenderé que no quieres de verdad nada conmigo ni con mi bebé.

Me dio la espalda y me alejé lentamente, lo único que pedía era que esa pesadilla terminara pronto.