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1 de Abril del 2015
Cuando me levanté de la cama miré por la ventana un instante, Samuel estaba bajo el auto ya que había estado teniendo algunas fallas.
Fue el tiempo suficiente para comprobar lo que sospechaba desde días, busqué por todos los rincones de la habitación y resoplé cuando vi que tenía el cuarto patas arriba.
Me senté en la esquina de la cama a reflexionar sobre todo lo que estaba pasando. Miré mi anillo de bodas y froté mi frente, bajé a preparar el desayuno un poco ida hasta que él rodeó mi desaparecida cintura con sus brazos y acarició mi vientre.
—Hola hermosa —giré sobre mis pies y sonreí.
Me dio un beso rápido.
—Hola, ¿cómo amaneciste?
—Bien, ya casi queda el auto. Sólo es cuestión de sellar algunas partes y listo.
—Eso me encanta, en lo que pueda ayudarte solo dímelo ¿De acuerdo?
—Está bien.
—¿Tienes hambre?
Asintió sin ganas y me ayudó a servir el desayuno, tomamos asiento y desayunamos mientras me platicaba sus teorías de por qué se había descompuesto el auto.
A penas y probó bocado, todo lo demás lo dejó en el plato, me preocupaba porque conforme pasaban los días su peso disminuía aunque el doctor me había advertido de este y otros síntomas que se iban a presentar.
—Se me ha ido el apetito.
—Descuida cariño.
Besó mi mano y le sonreí.
—Amor, en pocas horas me traerán mis cuadros y me gustaría hacerles unas cuantas fotografías ¿me prestas tu cámara?
Bajó la mirada e intentó cambiar de tema pero no lo dejé.
—¿Qué hiciste con ella?
—Yo… se la presté a James.
—¿Por qué mientes? Te conozco y sé que no la prestarías amor.
Lo obligué a mirarme.
—La vendí.
—¿Por qué?
—Para comprar un par de cosas.
—¿Qué cosas? —suspiró y pasó una mano por su cabello.
—Para comprar el anillo de compromiso.
Negué con la cabeza y suspiré, ya lo sabía pero solo quería que me lo confirmara.
—¿Por qué lo hiciste? Yo no necesitaba un anillo.
—Ni yo la cámara.
—Adorabas esa cámara.
—Pero ya no la voy a ocupar, solo quería que tuvieras una boda de ensueño.
Sentí un nudo en la garganta y lo tragué, sabía a qué se refería.
—Nuestra boda iba a ser la mejor con o sin anillos.
—Ya no importa, ya está hecho.
Rodeé los ojos y asentí, no me iba a quedar con los brazos cruzados y haría cualquier cosa para recuperar esa cámara.
Me di una ducha y bajé lista para ir al médico, todavía me sentía enfadada.
Durante el camino no hubo ningún tema de conversación, solo las canciones de la estación de clásicas que adoraba escuchar por las mañanas, esos eran pequeños detalles que iba descubriendo de él y que estaba segura se quedarían por siempre conmigo.
—¿A quién se la vendiste? —pregunté sin verlo.
—Kathe ya no importa, joder déjalo ya.
Accedí a dejar el tema suspendido, llegamos y abordamos el elevador, agarró mi mano y fue cuando lo observé, me colgué de su cuello y lo besé.
—Detesto estar enfadada contigo.
—Yo también amor, es que eres tan necia.
Sonreí con los labios en su cuello y aspiré su delicioso aroma.
¿Cómo iba a poder vivir sin ese aroma que me embriagaba?
Me separé un poco y vi bajo su oreja un hematoma, sentí un golpe enel pecho pero no quise que se diera cuenta, tal y como se lo había prometido nuestra vida era de lo más normal y sin mencionar a la maldita enfermedad.
Al salir del elevador nos tomamos de la mano y nos sentamos en los sillones de cuero negro que estaban en la sala de espera del consultorio.
Me encontraba feliz porque era la primera vez que Samuel me acompañaba a consulta. Podía notar que estaba nervioso, en constantes ocasiones rascaba su nuca y le sudaba la mano.
Observéel lugar, arriba había un reloj en forma de bebé muy lindo, miré la hora.
Las tres de la tarde, otro día estaba transcurriendo y en unas horas otro día más estaría terminando y yo había pasado toda la mañana peleada con él.
No quería seguir perdiendoel tiempo, no más. Volteé hacia él y besé sus labios, no tenía prisa.
Fue un beso lento en donde yo quería demostrarle mi amor.
—Todo lo que hago lo hago pensando en ti —susurró en mis labios.
—Lo sé, también sé que no debí reaccionar así es solo que… sé lo que esa cámara significaba para ti y…
—Para mí significas más tú que cualquier artefacto.
El llamado de la doctora me ayudó a que Samuel no viera la lágrima que estaba por salir, necesitaba mantenerme fuerte.
—Hola Kathe ¿cómo van esas náuseas?
—Mejor, creo que están desapareciendo.
—Te lo dije, eso es temporal.
Samuel apretó más fuerte mi mano y sonreí, estaba ansioso por ver a nuestro pequeño, la doctora me hizo algunas preguntas y me tomó algunas pruebas antes de pedirme que me recostara en la camilla.
Procedió a realizarme la ecografía, mi marido no dejaba de sonreír y mirar en ocasiones con él ceño fruncido hacia la pantalla.
—¿Escuchas eso Samuel? Es él corazón de tu bebé.
Asintió y besó mi frente.
—Es un bebé muy sano, y muy grande. ¿Quieren saber qué es?
Inmediatamente me negué pero él se opuso a mi decisión.
—Por favor, quiero saber que es nuestro bebé.
Dijo con un hilo de esperanza en la voz, al final asentí mientras la doctora seguía viendo hacia la pantalla.
—Aquí está felicidades, serán padres de una hermosa niña.
Los ojos se me inundaron de lágrimas y solo rogué al cielo y a dios para que me lo prestaran un poco más, un poco de tiempo más para que conociera a nuestra hija.