12

29 de Enero del 2015

 

Estaba viviendo los peores días de mi vida, las nauseas no me dejaban dormir y tenía un terrible dolor de cabeza, desde aquel día no desaparecía y lo peor era que no podía automedicarme por el embarazo.

Me senté en la cama y repasé una vez mas mis momentos vivido con Samuel, era un imbécil por arruinar nuestra vida juntos.

Sin darme cuenta estaba llorando nuevamente, y me daba coraje porque en ese momento no se merecía ningunas de mis lágrimas.

No tenía corazón y había roto él mío.

—Ya no llores amiga, le hará daño a tu bebé.

—Me quiero morir.

—No, ni digas eso. Tienes que estar bien por tu hijo, él no tiene la culpa de tener un padre tan hijo de puta.

Lo sabía, pero no lo creía todavía.

¿Por qué no?

Yo lo había visto con mis propios ojos y él ni siquiera lo había negado.

Pensaba que mi dolor no desaparecería nunca.

Sandy fue a abrir la puerta cuando el timbre sonó. Me ahogué en mi llanto y me envolví en la sábana y la apreté con todas mis fuerzas.

Sentí un lado de la cama hundirse y traté de calmarme.

—Ya no llores Kathe, aquí estaré para ti. Quiero pedirte una disculpa por como me comporté en año nuevo, no sé que me pasó pero de verdad me arrepiento mucho.

Al escuchar a Ben me dio mucha mas vergüenza, él también me lo había advertido.

¿Por que no los escuché?

—Lo lamento, lamento tanto no haberte escuchado.

—No, no te lamentes.

Me senté y lo abracé, lloré en sus brazos y parecía increíble ver cuantas lágrimas mas tenía.

—Yo lo amaba, él solo jugó conmigo.

Acarició mi cabello y besó mi frente, no dijo nada y no lo necesitaba.

Únicamente necesitaba de su compañía para no morir de amor.

—Todo tiene un por qué en esta vida, tarde o temprano lo entenderas.

—Dijo que lo nuestro sería para siempre ¿Que hice mal?

—Nada, tú no eres la culpable.

—¿Entonces qué pasó? Trajo a mi padre y pidió mi mano, de verdad creí que me amaba.

—No todo ha terminado Kathe, por favor reacciona. No quiero que te enfermes.

—Lo odio, lo odio.

Tocó mi frente y me cargó entre sus brazos.

—¿Qué haces? —susurré.

—Estas ardiendo en fiebre, te llevaré al hospital.

—No, dejame morir.

—No digas estupideces.

Sí, era una estupidez porque no merecía morir de amor por él.

Cerré los ojos, sólo veía sombras y luces y mi cabeza estaba a punto de estallar.

¿Como es posible? En un momento mi vida terminó, pero tenía que ser fuerte por mi bebé que por lo menos era fruto del amor que yo si le tuve.

—¿Qué haces aquí? Te dije que no vinieras.

—No me pidas eso, es mi culpa que esté así.

¿Samuel?

Benjamín estaba hablando con él, nuevamente no podía abrir los ojos pero escuchaba perfectamente.

—Pues sí, es tu culpa. Estás siendo muy egoísta con ella.

—No, estoy haciendo lo mejor para ella y lo hago porque la amo.

¿Qué? ¿Me ama?

No entendía nada, si me amaba ¿por qué me había mentido?

—Yo también la amo y detesto verla así, sólo quiero su felicidad.

—Y su felicidad está contigo no conmigo. Solo quería verla y saber que está bien.

¿Se va?

No por favor, no te vayas.

Quería gritarle pero no podía.

Sentí su cálido tacto, estaba agarrando mi mano.

—Yo no quería hacerte mal ni que terminaras en esto, te lo juro. Te amo con todo mi corazón.

Sollozó, estaba llorando. Sentí sus calidos labios en los míos, quería poder corresponderle pero era inútil.

Maldita impotencia de no poder hablarle, besó mi mano muchas veces, de pronto todo fue como si me hubiera caído de un edificio y todo se volvió negro.

Cuando abrí los ojos lo primero que hice fue buscarlo, una enfermera estaba a mi lado y tomandome la temperatura.

—¿Qué me pasó?

—Tuviste una fuerte fiebre, tienes infección en la garganta.

—¿Y Samuel? —pregunté—. ¿Donde está?

—Él ya no trabaja aquí.

—¿Qué? Eso es mentira, yo lo escuché anoche él estuvo aquí.

—Lo siento señorita, pero Sam renunció hace dos días.

¿Dos días? Estuve inconsciente dos días.

—¿Y por qué lo hizo?

—No lo sé, se tomo un descanso supongo.

¿Y si todo había sido una alucinación?

No, no quería pensarlo, él había dicho que me amaba y si era así lucharía por él hasta el final.