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13 de Febrero del 2015

 

Los padres de Samuel ya estaban en el hospital cuando llegué, incluso sus hermanas y todos se veían fatal.

La preocupación se apoderaba de todo mi cuerpo.

—¿Qué pasó? —pregunté con voz temblorosa.

Ninguno fue capaz de mirarme ni responder.

¿Que diablos estaba pasando? Me preguntaba a cada segundo.

—¿Podria alguien decirme que pasa?

El doctor caminó hacia nosotros.

—Tú debes ser Kathe —asentí—, ven conmigo.

Con el corazón en la mano lo seguí hasta su consultorio, me pidió tomar asiento y lo hice.

—¿Qué pasa?

Suspiró y se acomodó los lentes.

—El tiempo que Samuel trabajó aquí todos le tomamos un cariño inmenso, siempre fue un hombre bondadoso y caritativo. Tiene un alma con los niños impresionante, todos lo aman.

—Digame algo que no sepa.

—El renunció Kathe, no sólo al hospital también a su vida. Hace un par de meses me comentó que había tenido una hemorragia y conforme pasaron los días se fueron haciendo constantes, le mandé hacer unos estudios ya que su semblante no me gustaba para nada.

—¿Y qué pasó? Él nunca me comentó nada.

—Encontré un exceso de glóbulos blancos en su sangre.

—¿Y eso que quiere decir?

Hizo una pausa, estaba detestando su maldito silencio y sus estúpidos suspiros.

—Samuel tiene leucemia linfocitica crónica.

Jadeé y me tapé el rostro, negué con la cabeza en varias ocasiones.

—Pero ya está en tratamiento ¿verdad?

—Este tipo de cáncer es de lo mas rápidos en invadir, lamentablemente Samuel ha entrado en la tercera etapa en la que se le añade anemia. Él no quiere tomar el tratamiento, ha perdido la fe.

—¿Pero por qué? Eso es una tontería, es su vida. ¿Por qué no quiere luchar por ella?

—Sam ha trabajado tanto tiempo aquí, ha convivido con tantos enfermos y sabe lo agresivas que son las quimioterapias y la vida que tienen las personas que las toman, y por lo grabe del asunto y la etapa en la que se encuentra lo único que harían sería alargar un par de meses su vida. Lo siento Kathe, no hay nada que se pueda hacer.

Miré hacia el vacío, el habla y cualquiera de mis sentidos dejaron de funcionar.

Samuel tiene leucemia.

 

No quiere tomar el tratamiento.

Ha perdido la fe.

No hay nada que se pueda hacer.

Nada.

Me fui de ese mundo por unos segundos, todo lo que giraba a mi alrededor se detuvo.

Grité hasta sentir el terrible ardor en mi garganta, él de inmediato trató de calmarme pero era imposible.

—¡No, no, no, no! ¿Por qué él? Samuel es bueno, nunca le hizo mal a nadie.

—Lo sé, lo sé pero tienes que ser muy fuerte.

—No voy a poder.

—Vas a lograrlo, va a ser muy difícil pero la vida es así, es inexplicable.

No, yo no podía perderlo.

Él era mi vida, toda mi maldita vida era él.

—¿Cuanto tiempo? —logré susurrar.

—Un par de meses, no sé cuantos. Tal ves cuatro o cinco. Es difícil saberlo exactamente.

—Quiero verlo.

Asintió y me levanté de la silla.

Caminé tras él con el temblor en mis piernas y el sudor en mis manos.

Abrió la cortina y ahí estaba él, rápidamente me arrodillé a su lado y agarré su mano.

Entre abrió los ojos y me sonrió.

—Perdon, yo iba a ir… estaba listo —susurró en un hilo de voz.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—No quería que sufrieras, quería evitarte cualquier sufrimiento.

—No seas tonto, yo voy a estar contigo siempre y lo haré por amor. Te amo Sam, te amo con todo mi corazón.

—Lo sé, yo también te amo. Siempre voy a amarte, hasta el ultimo día de mi vida.

No, no quería que hablara de últimos días, se suponía que envejeceríamos juntos, eso era lo que yo quería.

Lo que los dos queríamos.

Y ya no iba a poder ser.

—Joseline y yo… todo lo planeé para que te decepcionaras de mí y te fuera más fácil olvidarme.

—Eres tan tonto ¿como pudiste creer que me olvidaría de ti? Eres mi luz Sam, tenemos que hacer algo, buscar otro medico, otras opiniones. No puedes quedarte así, seguro hay otro tratamiento menos agresivo que las quimioterapia amor, no te des por vencido.

Sonrió

—No, quiero que cuando ya no esté me recuerdes como fui, no como voy a terminar.

—No puedes dejarme Samuel, no puedes hacerlo.

—No lo haré, nunca voy a dejarte.

Me hizo un espacio en la cama y me acosté en su pecho.

—Ahora que ya sabes la verdad quiero que me prometas algo.

—Dime.

—No quiero que me trates como un enfermo, no quiero estar todo el día en la cama ni en casa. Quiero que salgamos a divertirnos y disfrutemos cada momento que dios nos regale juntos.

¿Como podía pensar en eso?

Mi hombre era tan fuerte, y tan maduro para afrontar esa situación.

—Lo que tu quieras mi amor, así será.

—Y tampoco quiero que estés triste por mi culpa, es más; quiero que sonrías mucho mas que antes.

Asentí y sorbí por la nariz, necesitaba mantenerme fuerte aunque no sabía de donde iba a sacar esas fuerzas que necesitaba.

—De acuerdo.

—Me puse un traje.

Trató de sonreír y yo lo hice, admiraba su actitud en ese momento.

—Hubiera pagado por verte con un traje, seguro robarías mas de un suspiro.

—Kathe… ¿puedo pedirte una cosa mas?

—Si mi amor, pideme lo que quieras.

—Casate conmigo.

Me abracé a su cuerpo, lo que mas quería era ser su mujer, no importaba cuanto tiempo le quedaba de vida, seria suya por siempre y quería entregarme por siempre a él, hasta el final.

—Sí, sí, sí.

—Eres mi sueño.

—Y tú el mío.

Me abrazó él también, acarició mi espalda hasta que me quedé dormida.