XVIII

Una cosa me amarga más que todas las cosas;

otra —su mera idea— me indigna hasta la médula,

me es detestable, amigos: os la confesaré.

Mucho me amarga el lecho solitario en la noche,

mas nefando es temer en la senda de amor

serpientes, y veneno bajo las rosas del deleite,

cuando en el gran momento del placer que se entrega,

la angustia susurrante se acerca a tu cabeza.

De ahí que Faustina me haga feliz; comparte el lecho

encantada conmigo y al fiel es siempre fiel.

Atraen los obstáculos a la juventud briosa;

gozo, en cambio, gozando largo del bien seguro.

¡Qué dicha! Intercambiamos besos despreocupados;

vida, aliento aspiramos e infundimos sin miedo.

Disfrutamos las largas noches, sí, y abrazados

escuchamos las lluvias, tormentas y aguaceros.

Clarea poco a poco, las horas flores nuevas

aportan y engalanan el día. Sí, quirites,

consentidme esta dicha, y a cada cual dé el dios

el primero y el último de los bienes del mundo.