Capítulo 33

De nuevo en el coche, sentados a la sombra de la fachada altiva de la mansión. Una luz en el segundo piso de un edificio se apagó. Luna mezquina; el resto de la calle se había desvanecido bajo la neblina. Una brisa del Este agitaba los majestuosos árboles. La avenida Hudson olía a naranjas, a humedad y ozono.

—Amor de juventud —dijo Milo—. Tanto más para Tanya por su discreción. ¿He metido la pata por dejar a Kyle ir de protector?

—¿Podías habérselo impedido?

Arrugó el rostro.

—¿Confías en él?

—Una corazonada me dice que es un tío legal —respondí.

—Y si dice la verdad, ella podría tener un amigo. Mentir sobre tener un grupo de amigos. Tú ya te lo imaginabas.

—Habría sido bonito equivocarse —contesté.

—No puedo ni imaginármelo, arreglármelas yo solo a esa edad.

Por lo poco que me había contado de su infancia, se había sentido aislado cuando tenía seis años, era un niño irlandés gordito que actuaba como sus amiguetes, pero que sabía que era diferente. Las pocas veces que había hablado de su familia, se le habría podido confundir con un antropólogo describiendo una tribu exótica.

—Sí —añadí—, es duro.

—Pero piensas que lo está llevando bien, ¿verdad?

—Tan bien como podría esperarse.

Se rio.

—«Doctor Discreción». De cualquier modo, estaría bien si solucionáramos todo esto y los viéramos a los dos paseando al atardecer… y no es que los chicos de hoy en día se dediquen a pasear. —Destello de sus dientes—. No es que yo nunca me dedicara a pasear… Bien, ¿en qué punto estamos con el primo Pete?

—El diagnóstico de Kyle parece acertado.

—Lo de los trozos de animales en su infancia sobrepasa los límites del sociópata básico, Alex.

—Sociópata sénior —repliqué—. Desde muy joven daba señales de peligro muy serias y nadie se ocupó de él.

—Pasando el rato con las fotos de mami.

—Vivió una infancia erotizada. Una mezcla de sexo y violencia. Eso hace que me pregunte si la cosa tan terrible de Patty no podría estar relacionada con un crimen de lujuria. ¿Y si realmente mató a alguien?, ¿un chico malo al que consideraba un peligro para Tanya?

—¿Algún amigo cutre de Pete?

Asentí con un movimiento de cabeza.

—Un espeluznante pedófilo se cruza en el camino de Tanya y su madre utiliza su veintidós. ¿Por qué se lo contaría ahora a Tanya?

—Quizá estaba asustada porque no había acabado el trabajo.

—Dejando a De Paine vivo —añadió—. Años después se lo encuentra en urgencias y él le hace un comentario intimidatorio. Pero si colaboró con algún conocido delincuente en algo atroz, ¿por qué Patty acabó con su compinche y lo dejó vivir a él?

—Porque él era joven. Tenía dieciocho años cuando Patty y Tanya vivieron en la calle Cuarta. También era el hijo de un hombre al que había cuidado. Y por el que posiblemente se preocupaba.

—¿Todo el mundo desprecia a Jordan y ella sentía debilidad por él?

—Ella le cuidó como si así fuera. También es posible que haber matado a uno la traumatizara y no tuvo agallas para repetirlo. Suele pasarle a la gente buena.

La brisa sopló con más fuerza.

—Bien —dijo Milo—, por alguna razón no dispara al pequeño Pete. ¿Por qué no lo delató a la Policía?

—Porque había eliminado a su cómplice y no quería tener nada que ver con la Policía.

—Cómplice en teoría —añadió—. Según tu lógica, alguien mayor. Ahora todo lo que tenemos que hacer es conjurar a ese fantasma y sacarlo a la luz. Y desenterrar algún crimen sexual atroz del que nadie escuchó nunca nada. Además, si Patty estaba preocupada por si De Paine pudiese hacerle algún daño a Tanya, ¿por qué no contarlo todo y advertirla explícitamente?

—No lo sé. Es posible que la enfermedad afectara su razonamiento. O que no quisiera asustar a Tanya, o que Tanya se ocupara de aquello sola. Al ser ambigua y dirigir a Tanya hasta mí, esperaba que los dos la ayudáramos.

—Supongo.

—Y funcionó, ¿verdad?

Puso las manos detrás de la cabeza.

—Imaginativo, te lo garantizo.

—Cuando Tanya me dijo que sentía que Patty intentaba protegerla, lo descarté diciéndole que estaba idealizando a su madre. Pero quizá tenía razón.

Milo cerró los ojos. La manecilla del reloj marcó la una y cuarenta y seis.

—También explica la muerte de Lester Jordan, Milo. ¿Y si Jordan sabía que Patty le había perdonado la vida a su hijo? Venimos preguntando por ella, se pone nervioso y se pregunta si el jovencito al final pagará. Llama a su hijo y le advierte que permanezca lejos de Tanya. O le envía un aviso a través de Mary. De cualquier modo, De Paine se pregunta si puede confiar en que Jordan mantenga la boca cerrada. Aquello hace explotar la rabia que ha sentido durante toda su vida por su padre. Lo llama y finge con llevarle material. Jordan se mete el pico, se adormece y De Paine deja que Robert Fisk entre.

—Edipo acaba con todo —sugirió.

—No necesitas ser Freud para verlo en esta familia. Una de las primeras cargas sexuales de De Paine era ver los fotogramas de las películas de su madre. Alimentar el vicio de su padre le otorgaba el trono del poder.

—¿Los sociópatas entienden la ironía?

—La procesan de modo diferente al resto de nosotros.

—Lo que significa…

—Significa que es bueno que el tiburón se coma al pececito.

—¿Cómo concuerda Moses Grant en esto?

—Hasta ahora nada de lo que hemos oído sobre él indica criminalidad, así que quizá era un pececito de tamaño exagerado. Dejó su trabajo de día y su apartamento para estar con De Paine porque creía que este le ayudaría en su carrera como pinchadiscos. Durante el camino, vio demasiadas cosas, reaccionó con miedo o repugnancia. Ese tipo de debilidad pudo ser una señal de peligro para De Paine y Fisk.

—Fortuno lo llamó «lacayo» y, entre tantas otras cosas, Fortuno es muy perspicaz. Sabemos que Grant conducía el Hummer, puede que esa noche fuera el conductor que esperase a alguien en el extremo de la calle.

Otro silencio largo.

—Tienes una aptitud innata para el lado oscuro —dijo, viendo como pasábamos la mansión—. Arranca el coche, Jeeves. El código postal está haciendo que me suba el azúcar.

***

Las dos y veintitrés de la madrugada, las luces de mi casa estaban apagadas. Al entrar, un sonido en la otra esquina del salón me hizo dar un salto.

—Hola, cariño —dijo Robin.

Cuando mis ojos se acostumbraron, descubrí su silueta. Retorcida en el sofá, oculta por una manta y con los rizos sobre una almohada de seda. Blanche estaba acurrucada en el triángulo definido entre la barriga de Robin y el brazo. El mando a distancia de la televisión descansaba en el suelo.

Encendió una lámpara de bajo voltaje, entrecerró los ojos y se los frotó con los nudillos, se apartó el pelo de la cara. Blanche retorció la lengua y sonrió.

Apagué la luz, me senté en el borde del sofá y la besé en el pelo. Su respiración olía a yogur de limón agridulce.

—Estaba mirando un concurso, supongo que me quedé dormida.

—Debía ser fascinante.

—Gente buscando casas nuevas. Muy emocionante.

—Inmobiliaria. Es el nuevo sexo.

—El antiguo sexo no está fuera de servicio, todavía… en principio… ¿Qué hora es?

Se lo conté.

—¡Vaya! Una gran noche.

—Nada dramático —contesté—. Lo siento por no llamar.

—Está bien, tengo a mi compañera aquí, tenemos mucho de lo que hablar.

—Como por ejemplo…

—Cosas de mujeres, no lo sabrás nunca. Ayúdame a levantarme, gentleman. Necesito estirarme en una cama de verdad. Blanche puede quedarse con nosotros si quieres.

—Ronca.

—Como tú, cariño.

—¿Yo ronco?

—Sólo una vez cada tanto.

—¿Te molesta?

Me pellizcó la mejilla y se levantó. La acompañé, todavía estaba enrollada en la manta, mientras caminaba por el pasillo.

—¿No te he dejado dormir, Rob?

—Tengo una técnica.

—¿Qué?

—Te pego una patada en el trasero, te caes rodando y ya está.

—Sin excusas —contesté.

Se rio.

—¿Quién las necesita? De todas formas, sigo preguntando por De Paine. Nadie en el negocio le toma en serio y desde hace tiempo no lo ha visto nadie. Otra persona había oído el mismo rumor sobre la casa en las colinas, pero eso ya lo has aclarado.

Le di un beso.

—Gracias por intentarlo.

—Es mi segundo nombre.

***

Al día siguiente llamé a Tanya a las ocho y media de la mañana.

—Acabo de hablar por teléfono con Kyle. Sé que piensa que fui una estúpida por confiar en él, pero le conozco de verdad. Él cree que fuera lo que fuera lo que mi madre recordó, tiene algo que ver con Pete Whitbread y eso me parece lógico.

—¿Qué recuerdas de Pete?

—No mucho. Recuerdo verle en el edificio, pero no teníamos ninguna relación con él.

—¿Solía moverse con alguien en particular?

—Nunca vi a nadie. Lo que sí recuerdo es que Mary Whitbread no le gustaba a mi madre.

—¿Por qué no?

—No lo sé, pero seguro que no le gustaba por cómo ella actuaba cuando Mary se dejaba caer por allí para recoger el alquiler. Yo me sentía en evidencia porque Mary era amable conmigo, a veces me traía dulces. Admiraba el aspecto que ella tenía. Yo ya había pasado «la época de las Barbies», pero pensaba que Mary parecía una «Barbie mamá», tenía glamur y era muy femenina. Cuando venía, se le notaba que quería relacionarse con nosotras, pero mi madre nunca la invitó a quedarse. Todo lo contrario, Parecía que la quería cuanto más lejos de nosotras, mejor. Un día, mi madre acababa de preparar café y Mary se dio cuenta de lo bien que olía. Mi madre le dijo que era del día anterior y que iba a tirarlo. Era evidente que estaba mintiendo. Mary se fue con una cara como si acabaran de apuñalarla… vaya, mire que hora es, tengo que irme, doctor Delaware.

—¿A otro grupo de estudio?

—No, eso me toca más tarde. A las diez en punto tengo laboratorio. No sé si algo de esto le ha sido de ayuda, pero es todo lo que recuerdo. Gracias por no haberse enojado por lo de Kyle.

—¿Cómo te va con la autohipnosis?

—Genial, excelente, ayer estuve practicando. Lo hice una docena de veces.

—Bien —respondí.

Risilla nerviosa.

—¿Será demasiado intenso?

—Practicar está muy bien, pero no creo que necesites tanto.

—Cree que soy un caso perdido.

—Todo lo contrarío.

—¿Qué quiere decir?

—Confío plenamente en tu capacidad.

—Gracias, doctor Delaware. Lo necesitaba.

***

A las diez y veinte, el detective Raul Biro me llamó por teléfono para preguntarme si podía asistir a una reunión en la comisaría de Hollywood a la una del mediodía.

—¿Algún progreso?

—No he oído nada al respecto. Petra sólo dijo que quería que nos reuniésemos. Está revisando unos datos, algunas cifras que debemos aclarar una por una.

—Ahí estaré. ¿Cómo va la vigilancia a Whitbread?

—Estoy en la calle de al lado de su edificio justo ahora. De momento, está todo muy tranquilo.

—Gracias por llamar, Raul. Nos vemos a la una.

—Yo no estaré —contestó—. Me convertiré en la sombra de Whitbread como si me hubieran pegado a ella con Super Glue.

***

La sala de reuniones de la comisaría de Hollywood olía como una camioneta de las que transportan el cáterin a un evento. En la pared había un póster de Bin Laden con un pañal sucio muy cómico. El título decía: «Que alguien me saque de este montón de mierda».

Milo luchaba con una hamburguesa doble tamaño gigante con chili y queso. Petra mordisqueaba una patatas fritas y una ensalada mexicana, Dave Saunders y Kevin Bouleau comían con palillos cerdo Lo Mein en unos platos de papel.

En la silla vacía frente a ellos, había un paquete envuelto.

—Te he pedido un bocadillo de filete, aunque no te garantizo nada —dijo Petra.

—O si prefieres algo especiado —añadió Saunders, haciendo girar un palillo.

Le di las gracias y me senté.

—Ha sido una buena mañana, gracias a nuestros hermanos de la central. —Tendió la mano en dirección a Saunders y Bouleau.

La boca de Saunders estaba llena. Bouleau dijo:

—Hemos encontrado el lugar donde mataron a Grant, un edificio abandonado en Santee. Un sintecho que merodeaba por allí recuerda haber visto un Hummer parar y a varios tíos salir del coche. No está seguro de si eran dos o tres y no sabe cuándo se fueron porque iba borracho en el tren nocturno. Para ser sincero, no es una persona que digamos sana. Pero el hecho de que descubriera el Hummer es una prueba bastante fiable, no muchos coches de esos cruzan por el vecindario.

Saunders tragó.

—Dejaron sangre en el suelo y las paredes, pero recogieron los casquillos. Una raspadura inicial ha dado como resultado O positivo, el tipo de Grant, muy común, pero acepto cualquier apuesta sobre el resultado del ADN.

—Dejar un Hummer a la vista significa que estaban seguros de que no les descubrirían —argumenté.

—Por la noche no hay nadie por allí y un tío que dispara a sangre fría a su propio compadre seguramente crea que puede arreglárselas con un vulgar ladrón de coches.

Pensé que el comentario merecía un poco más de discusión, pero seguí en silencio.

—Excelente trabajo —añadió Milo.

—Es lo que hacemos. —Bouleau sonrió.

—No ha habido suerte en lo de encontrar a alguno de los parientes de Grant todavía —dijo Saunders—, pero somos implacables.

—Rugimos como leones, pero excavamos como topos —replicó Bouleau—. Y esperad, chicos, aún hay más. Una pequeña sorpresa en la autopsia. El señor Grant recibió un disparo letal, pero primero intentaron estrangularlo. El juez de instrucción notó una marca de ligadura alrededor del cuello. Siendo Grant tan grande, estaba oculta por los pliegues de grasa cuando el C. I. lo examinaba. No había ruptura en el hioide, pero había marcas de hemorragia petequial en los ojos, en los extremos. Era lo que esperabais.

—Como dijisteis —continuó Saunders—, intentaron estrangularlo, el tío era demasiado grande, así que le dispararon.

—¿Señales de forcejeo? —preguntó Petra.

—No. Y dado el tamaño de Grant, un ataque frontal habría resultado contraproducente. Las pistas nos conducen a pensar que Grant estaba tendido boca abajo cuando le dispararon. Básicamente el lugar estaba completamente vacío, un espacio grande y frío, algunas partes oxidadas de máquinas tiradas en una esquina. Antes era una tienda de maquinaria o algo así.

—Un tío grande como él está tendido de espaldas y le disparan —dijo Milo.

—El juez de instrucción cree que podía estar sedado, veamos qué dice el análisis de toxicología.

—El estrangulamiento es más personal —añadí—. Más emocional.

—Pensaba en eso exactamente, doctor —apuntó Bouleau—. Pero tenía el cuello demasiado grueso, así que podría haber ganado.

—Un intento de estrangulamiento podría evidenciar la participación de dos personas. Lo que podría significar que el hecho de que dejaran el coche de Fisk cerca de Lindbergh Field fuera una estratagema.

—¿Conduce hasta el lugar y vuelve de distinto modo? —preguntó Saunders—. Si sabía que estaban buscándolo, ¿por qué volvería?

—Porque De Paine lo necesitaba —respondí.

—El tío debía de pagarle bien —replicó Bouleau.

—El tío tenía ingresos de la venta de heroína, fotografías escabrosas y cualquier cosa que la gente pueda desear. Se las arregla bastante bien con la droga y se olvida de su gran amigo Lester Jordan. Sabemos que tomaba anfetas y bebía de niño, pero con ese autocontrol, puede que no fuese muy rápido disparando. También es posible que Moses Grant estuviera colocado de heroína y que estuviera incapacitado, como Jordan. ¿Cuándo tendremos el resultado de toxicología?

—En un par de días, tres o cuatro —contestó Saunders—. Hemos tenido suerte de que le dieran prioridad a la autopsia.

—¿Cómo lo han conseguido? —preguntó Petra.

—Para ser sincero, no tenemos nada que ver con eso. El juez de instrucción vio marcas de ligaduras, además de los agujeros de las balas, tuvo curiosidad y puso el nombre de Grant en lo alto de la lista.

Desenvolví el bocadillo de filete; dejó una rodaja de casi un cuarto de kilo de algo grasoso sobre dos mitades de pan de baguete sin miga. Una inspección más minuciosa reveló unos trozos de lechuga con los bordes negros y arrugados que parecían necesitar Viagra con urgencia.

—Vaya, lo siento —dijo Petra—, comparte mi ensalada.

—No, gracias, está bien.

—Venga, hombre —protestó Saunders—. Sea lo que sea, eso podría convertir a un carnívoro en un vegetariano estricto. ¿Quiere un poco de comida china, doctor?

—No, gracias.

Milo levantó su hamburguesa.

—Yo no te la ofrezco.

—Me lo imaginaba. Así es como uno descubre quiénes son sus verdaderos amigos —respondí.

—Lo hago por tu colesterol. —Dejó el bocadillo—. La parte este no puede competir cuando se trata de las pruebas, chicos, pero hay mucho más sobre el señor Whitbread/De Paine que decir además de lo de las drogas y no es muy bueno.

Tres pares de ojos se abrieron llenos de curiosidad. Milo les contó toda la historia.