Capítulo 28

—Blaise de Paine —dijo Mario Fortuno—. Un tío corrompido.

—¿Cómo?

—No apruebo el robo, pero… —Se aclaró la garganta—. A lo largo de mis años de profesión, me he visto obligado a tratar con individuos de dudosa moralidad. Un poco como les pasa a ustedes, detectives. A usted también —dirigiéndose a mí—, debido al largo tiempo que lleva colaborando para el cumplimiento de la ley. Mi hijo Philip será un soplo de aire fresco para usted.

—¿Qué negocios le relacionaban con De Paine? —preguntó Petra.

—Su profesión, tal y como es, lo sitúa en varias discotecas y similares. En algunos de esos locales nocturnos existen lo que suelen llamar salones vip, allí las inhibiciones se relajan, sin dejar de mencionar los aseos equipados con mirillas y cámaras ocultas por individuos de dudosa ética.

—Le vendió fotos incriminatorias de algunos famosos.

—Tenga cuidado —advirtió Wanamaker.

—Wesley, le debo algo a esta buena gente.

—Tenga cuidado.

Fortuno suspiró.

—Hilando fino, lo que creo que puedo contarles dentro de lo que el agente especial Wesley me permite es que el señor De Paine se vio en posesión de datos relativos a varios tipos que me interesaban por razones que no puedo explicarles ni les explicaré.

—¿También vendía droga? —preguntó Petra.

Fortuno miró a Wanamaker. El agente permaneció en silencio.

—De hacerlo, no me sorprendería. Sin embargo, no tengo constancia propia de tales transacciones y, además, sentía una aversión extrema por las sustancias tóxicas porque no permiten oxidificar el cuerpo. —Levantó el zumo de naranja—. Vitamina C.

—¿Con qué sustancias comerciaba De Paine?

—Yo definiría sus actividades como… eclécticas.

—¿Heroína?

—No me sorprendería.

—¿Cocaína?

—La misma respuesta.

—¿Éxtasis?

—Detective Connor —replicó Fortuno—. El jovencito era un tipo con iniciativa. Una clase de persona con la que seguro ambos estamos familiarizados.

—¿Qué le dio a De Paine por su información? —preguntó Petra.

—No, no. —Wanamaker movió un dedo.

—¿Le dio a cambio datos personales para narcóticos?

—Cambie de tema, detective —declaró Wanamaker.

Las mejillas de Fortuno temblaron.

—Wesley, desde que mantengo esta estrecha relación contigo, con tus colegas y con tus superiores, ¿ha habido alguien, una sola persona, que haya obtenido una sola prueba que sugiera que estoy relacionado activamente en temas de narcóticos, aparte de ayudar a los hijos de algunos clientes a desengancharse y sentar la cabeza?

Wanamaker miró el reloj.

—¿Cuánto tiempo estuvieron usted y De Paine haciendo negocios? —preguntó Petra.

—Una temporada.

—¿Meses o años?

—Lo último.

—¿Cuántos años?

—Tendría que comprobar mis archivos.

—Haga una aproximación, arriésguese.

—Cinco es un número lo suficientemente redondo.

—¿Qué hay de Robert Fisk?

—¿Quién es ese, detective?

—Un asociado reconocido de De Paine. —Petra le enseñó el retrato.

—Parece una persona extremamente rencorosa. Ojos llenos de maldad… ¿era este el tío que hacía el trabajo sucio de De Paine?

—¿Por qué me pregunta eso?

—Porque De Paine era un mariquita que evitaba cualquier confrontación y porque no creo que pierdan su valioso tiempo para visitarme por un hurto menor.

—No conoce a Fisk.

—Nunca he oído hablar de él, nunca antes le había visto.

—¿Y qué hay de Moses Grant? —Mostró la foto de la DMV.

—Esta persona —dijo Fortuno—, la vi en compañía de De Paine. Creo que De Paine lo llamaba su «pinchadiscos». Otro presunto músico conocido. Si usted llama a eso música.

—¿A eso?

—En tiempos menos avanzados, a eso se le habría llamado ritmos de la jungla. Siendo como soy de Chicago, Sinatra es más mi estilo.

—Sinatra era de Nueva Jersey.

—Su música es más valorada en Chicago.

—Hábleme de Moses Grant.

—Lo vi en compañía de De Paine varias veces, tres o cuatro. Nunca hablaba en mi presencia. Me parecía su lacayo. Creo que lo vi conduciendo el coche del señor De Paine.

—¿Qué tipo de vehículo era?

—Eran dos vehículos, para ser más exactos. Uno de esos coches que consumen una barbaridad, un Hummer, y un Lexus sedán. El Lexus pertenece a la madre del señor De Paine.

—Mary Whitbread.

Fortuno dio un chasquido con la lengua.

—¿Qué es lo que le resulta gracioso? —dijo Petra.

—Cómo ha conseguido que todos la conozcan por ese nombre.

—La conoce.

—Eso —admitió Fortuno— es toda una historia.

—Tenemos tiempo.

—Cuarenta y un minutos, para ser exactos —intervino Wanamaker.

Fortuno se quitó un mocasín, metió un dedo entre los dedos del pie, lo hundió y se rascó, había algo que parecía preocuparle.

—Mary Whitbread —repitió Petra.

—Su nombre de cuna es Maria Baker. Su ciudad natal es Chicago.

—Crecimos en diferentes vecindarios. Conocí a Maria cuando yo trabajaba como agente de la ley.

—¿Era policía?

—Pretendía llegar a serlo. Pero en poco tiempo toda la perfidia y corrupción me… No se ofendan, señores gendarmes, pero Chicago era apenas una ciudad en aquellos tiempos y a veces era difícil distinguir a los malos de los buenos.

—¿Qué tipo de colaboración tenía con la Policía?

—Hice algún trabajillo de asesoramiento en temas de seguridad para varios políticos. De forma ocasional tuve que colaborar con sus homólogos de la Ciudad del Viento, debido a mi familiaridad con ciertos individuos de ascendencia italiana…

—No, no —dijo Wanamaker.

—Wesley —protestó Fortuno—, llega un punto en el que deben aprender a confiar un poco en los demás. No tengo ninguna intención de romper nuestro trato por la simple razón de que lo que más me conviene es no hacerlo. Los hechos que interesan a la detective Connor son anteriores a cualquiera de los asuntos que le conciernen y sólo estoy dándole información del contexto.

—Désela de algún otro modo.

Fortuno cerró los labios, masticó un chicle rosa pálido.

—Conocí a Maria Baker hará unos treinta años.

—¿Dónde?

—Si mal no recuerdo la primera vez fue en el club llamado The Hi Hat. Maria bailaba allí, así como en otros locales nocturnos. —Sonrisa de cocodrilo—. Sin ropa. The Hat y algunos otros pertenecían a varios tipos de… cierta ascendencia mediterránea. De vez en cuando, Maria tenía un lío romanticón con algunos de ellos, así como con otros individuos.

—¿Otros?

—Cómicos, músicos y gentuza variada. —Fortuno sonrió—. Maria era más bien… una chica fácil. Por desgracia, llegó un día en el que uno de esos individuos de una cierta ascendencia falleció en circunstancias poco naturales y Maria Baker estaba preocupada por su propia seguridad. Yo acababa de mudarme a Los Ángeles y dada mi asociación con las fuerzas de la ley en ambas ciudades no me era difícil facilitarle su traslado a la ciudad. Maria se adaptó bien al clima. Desde el punto de vista meteorológico y profesional.

—Su profesión era el estriptis.

—Así como otros aspectos que abarcan los espectáculos.

—Se hizo profesional de selección de artistas —apuntó Milo.

Fortuno comenzó a desternillarse de risa.

—¿Qué le resulta tan gracioso? —preguntó Petra.

—¿Quién le dijo eso?

—Ella.

—María, María —ironizó Fortuno y tarareó unos compases de la melodía de West Side Story—. Eso sí que era música, Leonard Bernstein… Detectives, lo más parecido a la selección de artistas que ha hecho alguna vez Maria Baker es quitarse la ropa para caballeros en Canoga Park.

—¿Actriz porno?

—Estoy seguro de que ninguno de nosotros es un devoto del género —respondió Fortuno—. Sin embargo, todos sabemos que el Hollywood auténtico está en Canoga Park.

—¿Mary Whitbread era su nombre artístico? No suena muy sexy.

—Ese género se basa en los clichés, detective. O antes lo hacía, cuando los productos que se exhibían en los teatros y cines eran considerados esenciales. Uno de los elementos habituales es el de la inocente sirvienta viciosilla. Uno de sus más que conocidos éxitos fue un largometraje llamado Losing her Innocence. El argumento de la historia estaba trillado, pero seguía dando resultado. Una camarera de la época victoriana viaja a Londres y es seducida por caballeros, duques y demás nobleza.

—La camarera era Mary Whitbread.

—Hace treinta años —apuntó Fortuno—, tenía el aspecto de una «vecinita alegre». El director pensó que era tan perfecta que utilizó su nombre real como base para su nombre artístico.

—Baker se convirtió en Whitbread.

Fortuno cerró los ojos.

—La esencia de una pureza victoriana de grandes ojos. Aunque sus orificios estaban más que explorados.

—¿Quién era el director?

—Un caballero llamado Salvatore Grasso. Fallecido.

—¿En circunstancias poco naturales?

—Si considera poco natural un derrame cerebral…

—Una pureza victoriana de grandes ojos —repitió Milo—. Es usted un admirador de su trabajo.

—Al contrario, teniente Sturgis. Me aburre —contestó, entrecerrando los párpados—. Como creo que también le aburre a usted.

—¿Su relación con Mary se convirtió alguna vez en algo personal?

—Conmigo —contestó— todo es personal. —Le dio la espalda a Milo y miró de frente a Petra de forma lasciva—. ¿Que si me la follé?

Petra no tuvo la menor reacción.

—La respuesta es sí. Me la follé. Me la follé como me dio la gana, por todos los lados y en numerosas ocasiones. Eso no me convierte en miembro de un selecto club. Tampoco era una relación sentimental.

—Sexo casual.

—Querida, su generación no lo inventó.

—Hablemos de esa relación.

—Lo acabo de hacer.

—La ayudó a mudarse a Los Ángeles, la ayudó a entrar en el cine porno y probó usted mismo la mercancía.

—Yo no la ayudé a entrar en el porno. La presenté a varios individuos. Y que yo probara la mercancía fue con mutuo consentimiento.

—Blaise de Paine tiene veintiocho años. Lo conoce desde que nació.

—Lo conozco.

—¿Qué puede contarnos de él?

—Nada más de lo que les he contado.

—¿Cómo es la relación entre De Paine y su madre?

—Como es cualquier relación.

—¿No se llevan bien?

—Puede que Mary se considere una madre maravillosa.

—¿No lo es?

—Las actrices —respondió Fortuno—, creen que son el centro del mundo.

—¿Quién es su padre?

Fortuno levantó las palmas de las manos.

—¿Hay algo más que no sepa? —argumentó Petra.

—Hay muchas, muchas cosas que no sé, detective Connor. En este caso, la paternidad sería difícil de determinar. Como les he dicho, Mary era ecléctica.

—¿Era?

—Hace tiempo que no mantengo contacto con ella.

—¿Por qué?

—Perdió el interés por sus relaciones como cortesana y encontró una pasión sustitutiva.

—¿Cuál?

—El sector inmobiliario. Ahora es propietaria de varios edificios, recauda el alquiler, cree que le da un aire de nobleza.

—¿Cómo consiguió el dinero para comprar los edificios?

—Con la profesión más antigua del mundo —contestó Fortuno—, follando.

—¿Con alguna persona en particular?

—Justo lo contrario.

—¿Qué tal algunos nombres de sus benefactores?

—¿Qué tal no? —interfirió Wanamaker.

—No nos importa ninguno de los desgraciados a los que va a delatar, a menos que hayan estado involucrados en el asesinato —dijo Petra.

—¿Qué asesinato? —preguntó Fortuno.

—Un hombre llamado Lester Jordan.

Fortuno no reaccionó, pero parecía que le costaba no alterarse.

—No lo conozco —añadió.

—¿Está seguro de eso?

—No puedo estar seguro.

—¡Hombre! —exclamó Petra—. Aquí nos tiene, pensando que era usted la enciclopedia personalizada y mire cuántas lagunas en su base de datos.

Fortuno volvió a tocarse la nariz. Se la frotó con afán.

—La vida —comentó— a veces es decepcionante.

—¿Con quién más solía andar De Paine?

—No me fijo con quienes solía relacionarse un gamberro como él.

—No le gustaba.

—No tenía…

—Código moral, lo sé —declaró Petra—. Al contrario que todos sus demás clientes y vendedores.

—La información es poder, detective. Yo ofrezco un servicio legítimo.

—El Gobierno Federal parece creer algo diferente.

Wanamaker se aclaró la garganta.

—De Paine destrozó la casa que le había alquilado al señor Benezra y dejó a deber varios meses de alquiler —mencionó Petra.

—Eso no me sorprende.

—¿Usted sabía que era un tipo de moral baja, pero le dio buenas referencias?

—El señor Benezra me pidió que lo ayudara a encontrar un inquilino para poco tiempo en una propiedad hecha pedazos, ya que pensaba demolerla de inmediato. Dio la coincidencia que había estado hablando con Mary y dio la coincidencia de que me había comentado que su hijo estaba buscando un alojamiento.

—¿A pesar de que llevaba tiempo sin verla?

—Me llamó.

—¿Por qué?

—Para que ayudara a su hijo a encontrar un alojamiento.

—¿Dónde estaba viviendo entonces?

—Eso no me lo dijo.

—Mary Whitbread es propietaria de varias fincas —dijo Petra—. ¿Por qué su hijo necesitaba buscar un alojamiento?

—Mejor se lo preguntan a ella.

—¿No le quería cerca?

—Eso es bastante posible —respondió Fortuno.

—Le había causado problemas.

—No estoy al corriente de los detalles, pero les vuelvo a decir, eso mejor…

—La idea de que De Paine esté involucrado en un asesinato no le sorprende.

—No es tan fácil escandalizarme, detective.

—¿Dónde vivió De Paine cuando abandonó la casa de la avenida Oriole?

Movimiento largo y lento de la cabeza. Algunos cabellos canosos se soltaron y Fortuno los aprisionó de nuevo en su sitio.

—Les he dicho todo lo que sé.

Petra esperó.

Fortuno bebió del vaso con zumo de naranja.

Wanamaker cogió su reloj de bolsillo.

—Lo sé, la cara y cruz de la burocracia —añadió Petra—. Se dirigió a Fortuno. Cuéntenos algo más sobre Blaise de Paine.

Fortuno se acabó el zumo de naranja, se secó el labio con la parte de atrás de la manga. Luego secó la manga en el sofá y dejó algo de pulpa pegada en un cojín.

—Si fuera uno de nosotros, Mario, ¿dónde lo buscaría?

Mmm… —dudó Fortuno—. Yo le diría cherchez la femme. Lo que en francés significaría que, detrás de cada hombre, hay una mujer inteligente. En este caso, la mamma.

—Políglota —comentó Milo.

—A las mujeres les gusta mi habilidad con el lenguaje, teniente. No creo que estas cosas le preocupen. Wesley, creo que es hora de cenar. Doctor Delaware, cuando vea a Philip, dígale que su padre le quiere.