Capítulo 21

Al volver, tuvimos el ascensor para nosotros solos. Petra se abanicó y sonrió.

—Debe haber sido un pésimo matrimonio.

—Si el vudú funcionara, el pobre Myron estaría frito.

—No nos ha dado ninguna prueba de que Myron tenga algo que ver con Lester, pero según ella, deberíamos seguirle la pista hasta Europa.

—El odio es una gran fuerza motriz.

—Estoy seguro de que él también la adora. Después de quince minutos, yo mismo la estrangularía. ¿Pero por qué? Durante diez años tuvo a Jordan alejado de su vida.

—Al contrario que todas esas minorías de dudosa reputación que compartían el estilo de vida de Jordan, pero que no eran como él.

—Suena a abnegación —dijo Petra—. Hay una cosa en la que puede que tenga razón. De Paine es un apodo.

Cruzamos el vestíbulo en silencio. Milo y yo habíamos aparcado en el aparcamiento del hotel, pero Petra había dejado el Acura en la avenida Walden, al otro lado de Wilshire y la acompañamos.

Abrió el coche y dejó su bolso en el asiento del copiloto.

—¿De dónde partimos, chicos?

—Por mí, seguiría la línea básica —especificó Milo.

—Concentraos en Fisk; cualquier otra cosa será sólo una distracción. En cuanto a la señora Bigelow, no veo ningún vínculo contundente. Aunque le pasara drogas del hospital a Jordan, esa historia ya es agua pasada.

—Parece que sí —dijo Milo.

—¿Lo dudas?

—Lo único que no me cuadra es que un día estamos hablando con Jordan sobre Patty y poco después está muerto.

—La única conexión posible sería que se fue de la lengua con alguien sobre algún secreto tan fuerte y malo que tuvieron que callarlo. ¿Cómo qué?

Ninguno de nosotros tenía una respuesta.

—De cualquier manera —dijo Petra— la clave es encontrar a Fisk.

—Un bailarín —comentó Milo—. Para ti están relacionados por el espectáculo.

—Jordan había sido músico. Volvemos a lo mismo, la música.

—Pero hacía años que Jordan no tocaba —argumentó Petra—. La única conexión musical que puedo ver es la droga.

—O algo antidroga, como si Jordan le hubiera vendido producto a la persona incorrecta.

—¿Quién es la persona incorrecta?

—¿Qué tal un chaval que va de enterado entre los músicos rarillos?

—¿El papi ejecuta a Lester por pasar droga a su prole? Genial, me gustaría tratar a algún sospechoso más, puede que Fisk cante cuando le tengamos en custodia. Tengo a la DMV pisándole los talones, por los expedientes que faltan. Un Mustang noventa y nueve, en su momento rojo, del que debería haber pagado la tasa de matriculación hace seis meses. También he puesto una citación urgente para sus llamadas telefónicas, veamos que obtenemos. Con suerte, podré tenerlo antes de que «Cruella» llame a los jefazos y suelte sus lindezas sobre nosotros, simples obreros de clase media que no seguimos sus cultivadas instrucciones.

—¿Te cubro las espaldas y busco al ex? —preguntó Milo.

Balanceó el bolso.

—Mandaré a Raul, así entrenará sus habilidades como detective a larga distancia.

—¿Un tipo legal?

—Legal, pero real. Tranquilo, fuerte. Me gusta. Nos vemos, chicos.

***

Volvimos al aparcamiento del Hilton.

—Encontrarnos con Iona ha sido bueno por una cosa. Ahora entendemos las elecciones que Patty hizo respecto a sus residencias —dije.

—Mil dólares al mes en efectivo durante tres años suman treinta seis mil que no tenía que declarar. Luego Myron la lleva a Hudson y le aumenta el sueldo a dos mil. ¿Cuánto tiempo permaneció allí?

—Unos dos años.

—Otros cuarenta y ocho mil, lo que hace un total de ochenta y cuatro mil. Añade su salario en el hospital y cinco años sin pagar alquiler y la suma debe rondar las seis cifras. Hablamos de una buena cantidad, Alex. La desventaja es que no era un trabajo estable. Cuando el anciano muriera, sayonara.

—Se mudó a la calle Cuarta —dije—. Un sitio bonito ahora, pero se quedó menos de un año. Quizá no le cuadraba lo de pagar un alquiler. O estaba decidida a ahorrar dinero ahora que había conseguido algo. Incluso con un interés conservador, ochenta y cuatro mil dólares pueden doblarse en diez años. Si además jugó en la bolsa durante el bum, podría ser mucho mejor. Mudarse a Culver City significó vivir en un vertedero, pero también ser propietaria. Sin la ganancia de Myron Bedard, puede que nunca lo hubiera conseguido. Su cartera es lo que me hizo empezar a relacionarla con la droga, pero puede que se trate de una cierta habilidad en las inversiones.

—Con la ayuda de un poco de evasión fiscal.

—Eso también.

***

El correo electrónico de Isaac Gómez decía:

Hola, doctor D. Estamos en Bangkok, le estoy escribiendo desde un cibercafé y la conexión es débil, nos vamos moviendo, así que no se moleste en contestar. Me he levantado pensando en la investigación de ese crimen y me he dado cuenta de que he cometido un error metodológico limitándome a casos clasificados como homicidios y no a homicidios sin premeditación, asaltos con agravante o cualquier otra cosa que pudiera resultar un homicidio, pero que no fue catalogado como tal. Por desgracia, no hay nada que pueda hacer ahora mismo, pero cuando esté de vuelta en unas semanas, profundizaré un poco más en los datos y veré qué puedo descubrir. Con suerte, no me he dejado nada importante. Saludos de Heather. IG.

***

Lo pensé y acabé decidiendo que Isaac estaba hilando muy fino. Patty dijo que había matado a un hombre. Todos estaban trabajando sobre esa hipótesis, pero no me lo quitaba de la cabeza.

Estaba sentado en el sofá, contemplando un chupito caliente de Chivas, cuando Blanche entró en el despacho y acarició mi espinilla. Cuando me levanté, bailó a mi alrededor unos minutos, luego corrió hacia la puerta.

La seguí hasta la entrada, crucé la cocina hasta la puerta trasera. Se apresuró con una agilidad sorprendente por las escaleras hasta el estanque. Se concentró en el tarro cerrado que contenía la comida de los koi y empezó a darle golpecitos con su nariz chata.

—¿Ahora te gusta el marisco? Saqué unas cuantas bolitas y se las ofrecí. Me giró la cabeza con desdén.

Golpeó con la cabeza la lata un poco más. Se quedó mirándome.

Cuando les eché comida a los peces, se giró para ver. Suspiró.

Dio un ladrillo ronco hasta que volví a echar más bolitas.

—¿Altruismo? —dije.

Sé que los expertos lo llamarían antropomorfismo, pero sonrió de puro alegría. Lo juraría.

***

Robin nos encontró a los dos junto al agua. Blanche saltó de mi regazo y la saludó. El pez se movió rápidamente, como suelen hacer cuando notan los pasos en el camino de piedras.

—Están hambrientos —dijo Robin—. Les daré de comer.

—Ya han comido —repliqué— y de sobra, porque Blanche se ha designado a sí misma como cuidadora oficial.

—Lo sé. Ya lo hizo ayer. ¿Algún progreso en encontrar a Fisk?

—Todavía no.

—Estuve preguntando un poco más sobre Blaise de Paine. Lo único que puedo añadir es que posiblemente su casa en la colina esté en una de las calles de los pájaros. Pero no es muy fiable, querido, la persona que me lo dijo no estaba segura de dónde lo había oído o incluso si era de De Paine y no de algún otro sinvergüenza y no tenía ni idea de qué pájaro era. Nadie ha oído nada de un tal Fisk o Rosie, creo que hay un tal Mosey, ha trabajado de pinchadiscos.

—¿Apellido?

Sacudió la cabeza.

—Seguramente no es el que buscáis. La persona que lo conoció comentó que era un tipo majo.

—¿Dónde lo conoció?

—Una chica. Lo conoció en una fiesta, era una de las bailarinas, contratada por una agencia en Valley, no se acordaba del nombre.

—¿Problemas de memoria?

—Quizás algo confundida por ciertas sustancias lúdicas.

—Las calles de los pájaros —dije—. Niebla sobre Los Ángeles, amigos que pierden el rumbo.

—Pobre George. ¿Te acuerdas de cuándo lo conocí?

—Hace diez años, cuando reparaba el Rickenbacher.

—Buen tipo, tan dotado, tan modesto.

Se sentó, apoyó la cabeza sobre mi hombro. Blanche nos miró mientras nos besamos. Trotó hasta las escaleras y nos observó con total serenidad.

Casi un trabajo de padre.

—Vamos dentro, movámonos —sugirió Robin.