Capítulo 23
La reunión tuvo lugar al día siguiente. A las nueve de la noche en mi casa; Petra fue la primera en aparecer, a menos diez, a pesar de que venía en coche desde San Diego.
—Un camión de los grandes ha volcado cerca de Irvine, un caos de tráfico en todo el trayecto hasta Newport y la batería de mi móvil se ha muerto. Gracias a Dios que había salido pronto y me he cambiado de ropa en el coche.
Eso iba por la camiseta de cuello vuelto negra, el pantalón de chándal color carboncillo y las zapatillas de deporte blancas. Después de pasarse por el baño, aceptó una batería para el móvil y una taza de café, y empezó a hablar con Robin. Cuando regresé, estaban hablando de bolsos y Blanche estaba en el regazo de Petra.
—Mírala —dijo Petra—, nacida para ser una estrella.
—Ya sé que la piel de pata de avestruz suena gore, pero la prefiero a la de la propia avestruz.
—¿Es esa que tiene un estampado más ancho en vez de puntos? —preguntó Petra—. ¿Un poco como la piel de cocodrilo, pero con las esquinas más suaves?
—Exacto.
—¡Pues sí! Es bonita. Pobre pajarito, aunque dicen que los avestruces son malos, así que si uno quiere racionalizar, ahí tiene una vía escapatoria.
—La de vaca también es bonita —replicó Robin—. No es que yo me limite exclusivamente al cáñamo.
Me fui para servirme yo mismo una taza.
Milo llegó con un trozo de pizza colgando de una mano y manchas de salsa de tomate sobre el labio. Los hombros y la espalda de su abrigo estaban cubiertos de un fino polvo gris y algunas bolitas de papel dispersadas. Sus pantalones de tweed eran demasiado abrigados para una noche tan cálida.
Cogió un bote de medio litro de leche de la nevera, abrió la boquilla y chupó.
—¿Quieres una galleta? —preguntó Robin.
—¿Son caseras?
—Milanos de menta.
—Muy amable, jovencita, pero no me conformo con cualquier cosa.
Robin se rio y llevó a Blanche al dormitorio.
Milo, Petra y yo nos sentamos alrededor de la mesa de la cocina.
—Así que habéis encontrado las balas —dijo Petra.
—Después de dos días rebuscando. Algún genio de la sala de pruebas escribió un cinco en lugar de un tres y luego otro genio lo confundió con un ocho e introdujo el código del año incorrecto. También lo habían guardado en la otra parte de la sala, con cajas del sesenta y dos —contestó Milo.
—Quizá esperaban que resolvieras un par de casos abiertos mientras estabas por allí. —Petra se inclinó y le sacudió el polvo de la chaqueta.
—He hablado con Bob Deal de balística y ha aceptado hacer unas pruebas comparativas mañana. ¿Algo nuevo con las compañías de vuelo?
—Ojalá —dijo Petra—, el nombre de Fisk no aparece en ningún vuelo de salida desde el día de la muerte de Jordan y tampoco el de Moses Grant. Muchas huellas en el Mustang de Fisk, pero las únicas que han dado una equivalencia en el SAID son las suyas. Stu ha conseguido que San Diego lo examine al detalle, por el tiempo. Han estudiado el interior y el maletero, no han encontrado fluidos corporales. Yo he conseguido un extenso requerimiento para todos los registros de teléfono de Fisk, pero no he encontrado ninguna línea fija y si utiliza un móvil, es de tarjeta.
—Costumbres de chicos malos —dijo Milo—. ¿Algún documento en el coche?
—La antigua inscripción en el registro y algunos envoltorios de barritas energéticas. Bastante limpio, pero no extrañamente limpio, como si lo hubiera limpiado hace poco. Volvamos a nuestra víctima por un momento, Lester Jordan sólo tenía una línea fija de teléfono, pero tampoco parecía tener una gran vida social, unas veinte llamadas al mes. Las únicas llamadas no metropolitanas eran a Iona Bedard en Atherton y de la última hacía ya setenta y cuatro días.
—Una familia muy unida —intervino Milo.
—Típico de esta gente. Los otros teléfonos a los que Jordan llamaba eran restaurantes de comida para llevar y teléfonos públicos. Las llamadas a cabinas eran normalmente bastante tarde, por la noche, lo que concuerda con que Jordan vendía droga. Raul ha barrido el edificio de arriba abajo, la mayoría de los inquilinos ni siquiera sabía quién era Jordan, no es uno de esos lugares en lo que te apetece saludar a tus vecinos por el pasillo. Y nadie sabía nada de que Jordan fuera el administrador, así que si Iona quiere endosárselo por el tema del pago de impuestos, es sólo un chanchullo de ella. Pero algunos sí dijeron que habían notado un ir y venir de gente de bajos fondos en el apartamento de Jordan a altas horas de la madrugada. Pero la heroína que dejaron sigue sin indicar que Jordan muriera porque era un camello. O quizá Fisk realmente no aguanta las drogas.
—Aun así —replicó Milo—, habría un móvil económico.
—Quizá —contestó ella—, Fisk o quien fuera, entró sin problemas. Dejaron la ventana abierta. En cuanto a Moses Grant, no tiene ningún antecedente criminal. Bassett Bowland vio a Grant en el Rattlesnake con Fisk y De Paine, pero no observó ningún comportamiento sospechoso. Salvo que haya alguna nueva información, no creo que valga la pena dedicarle mucho tiempo a Grant.
—Pues aquí va una nueva información —dije—, un par de semanas antes de que Patty enfermera, trató a Grant en el Cedars.
—¿De qué?
—Nivel bajo de azúcar. Es diabético.
—Él está enfermo, ella es enfermera y el Cedars es el centro de urgencias de la parte occidental. Miles de personas van por allí, Alex.
—Grant llegó con amigos.
Petra se pasó el pelo por detrás de una oreja y se frotó la sien con el dedo pulgar.
—Una complicación más —dijo—. Bien, ¿qué más sabemos sobre Grant?
—Según su casera en Woodland Hills —adelantó Milo—, era un inquilino modelo. No hacía ruido, no tenía visitas, hasta utilizaba auriculares para tocar la guitarra. De repente, hace seis meses, dejó de pagar el alquiler sin avisar. La casera le puso varias demandas y ganó, pero aún no ha cobrado, porque no pueden encontrarlo.
—Hace seis meses Robert Fisk dejó de pagar su alquiler —dije.
—¿Se mudaron juntos, los dos? —preguntó Petra—. Está bien, buscaremos a Grant, aunque hasta ahora no nos haya dado muy buen resultado.
Sacó una hoja de papel y la deslizó sobre la mesa. Una hoja de fax del Departamento de Policía de San Diego, una ampliación del permiso de conducir de Grant ocupaba el centro de la hoja.
—Es todo un osito, este grandullón.
Milo miró detenidamente la foto. Los músculos de su cuello se marcaron cuando me pasó el papel.
Moses Grant sonreía a la cámara del DMV. Cara redonda y oscura. Cabeza afeitada, bigote recortado y perilla.
Dos metros, unos ciento catorce kilos por lo menos.
El gigante que salió del Hummer en casa de Mary Whitbread:
«Ha llegado mi hijo», nos dijo.
«¿Ese es su hijo? Adoro esta ciudad».
Milo se lo contó a Petra.
—¿La madre de Grant era la casera de Patty? —preguntó—. ¿Por qué allá donde vaya esta mujer, hay algún tipo de significado oculto?
—Dimos por sentado que Grant era el hijo de Mary porque fue el único en salir del coche —expliqué—. ¿Y si conducía el coche porque estaba llevando a alguien que prefirió permanecer oculto? Las ventanillas del Hummer estaban tintadas de negro, no había forma de saber quién podía estar dentro.
—En aquel momento, Lester Jordan todavía estaba vivo, pero no por mucho tiempo —añadió Milo—. Mary Whitbread fue la última persona con la que hablamos sobre Patty. Poco después, Jordan estaba muerto.
Petra volvió a coger la hoja.
—¿El hijo de Whitbread es Fisk? —preguntó—. Grant va con Fisk participa en el incidente de la discoteca, conduce para él. La madre de Fisk le cuenta algo sobre Patty que le preocupa y se encarga del asunto… Lo que significaría que el segundo hombre del apartamento sería Grant. Sin embargo, aún no sé por qué Jordan lo dejó entrar. A menos que Grant no fuera en realidad un inocente osito.
Petra soltó una carcajada y preguntó:
—¿Conoces a algún juez que firme una orden de arresto basándose en eso? Pero al menos tengo un lugar donde empezar a buscar.
—Hay otro candidato a hijo de Whitbread —apunté—. Blaise de Paine el mezclador de música. He encontrado fotos suyas en Internet. Es rubio como Whitbread. Se viste de forma extravagante y sale con gente guapa lo que encaja con un coche llamativo.
—Vayamos a echarle un vistazo al pequeñín —resolvió Petra.
Nos dirigimos a mi despacho. Descargué las imágenes.
—Parece un niño jugando a disfrazarse —comentó Petra—, uno de esos nostálgicos… Mary-Whit-bread, vaya… Pan… «Pain» es «Bread» en francés.
Silencio.
Milo examinó la pose de Blaise de Paine.
—Este tipo no va vestido —dijo—, va disfrazado… va de interesante ¿Cómo se dice en francés artista de mierda?
—Un ladrón pretencioso —contesté—. Me pregunto que más nos está ocultando.