ZONA SOTÁDICA

Entre la lista de haberes del comandante en su habitación casi monástica de la residencia de jefes y oficiales de la Fuerza Internacional de Interposición, encontré un cuaderno de tapas verdes con el título mecanografiado de «Zona Sotádica».

Una rápida ojeada al mismo permite concluir que fue censurado: una de sus páginas, arrancada de cuajo; otras, recortadas con tijeras. Los versos de dos poemas —pues se trata de un poemario— aparecen tachados con tinta de estilográfica al punto de resultar ilegibles. A trechos, en los márgenes de la plana escrita o en lo que queda de la página emborronada, hay apostillas de lectores ofuscados o del iracundo censor: «rojo», «sinvergüenza», «degenerado», «judío», «maricón» y otros epítetos y frases denigrantes, ídem, diversas glosas de florida erudición latina, obra a todas luces de distinto autor.

Busqué en vano entre los papeles arrojados a la cesta y los apilados en los anaqueles del armario las hojas o fragmentos expurgados del texto. Habrá que creer al ordenanza colombiano cuando asegura que vio al comandante tragarse unas páginas como, según la leyenda, hizo el autor del Canto espiritual al ser detenido en su celda por los Calzados? Ante la imposibilidad de establecer la realidad de los hechos y origen de las mutilaciones sufridas por el cuaderno —un verdadero contrabando textual—, le mando una copia de los escasos versos que escaparon al furor destructivo, así como los breves poemas finales que, por una razón que ignoro, permanecen intactos:

En el vacío o desarrimo de tantas horas muertas

(sin rayo de luz que me atraviese)

evoco las prendas del uniforme basto, humilde cendal de tu disposición robusta.

(Pág. 2)

Fueron visiones o toques concisos de una realidad superior?

Su luz no demoró más allá de la escritura.

(El emjazní, pág. 3)

La siguiente hoja, suprimida en su totalidad, fue sustituida con otra, pegada al forro del pliego con una tira de papel adhesivo: mera reproducción latina del Credo, seguida de un párrafo del capítulo XIX del Génesis en el que se relata la aniquilación de las ciudades nefandas tras la visita de los ángeles a Lot y su familia.

Las planas numeradas 4, 5 y 6 corrieron mejor suerte. El escoliasta se limita a señalar: «peccatum contra naturam». Otro glosador, con diferente letra, satiriza las declaraciones de Monseñor Elias Yanes tocante a la falta de dignidad humana de los homosexuales y responde a la ortodoxia wojtiliana con una aserción que escandalizó a la Cristiandad hace más de siete siglos: «Quod perfecta abstinentia ab actu carnis corrompit virtutem et speciem»!

Sin óbice para el dictamen del grafólogo, me atrevería a afirmar que los glosadores fueron tres, a menos que el comandante hubiese amañado hábilmente (pero por qué?) su propia escritura. Mas no quiero perderme en digresiones y reproduzco a continuación los poemas intactos:

Imposible abarcar la magnitud del pecho.

Accedes a él de flanco, te internas en el follaje hirsuto.

Umbría, maleza, matorrales.

Bravío y montaraz el vello.

Boscajes de perdición fácil.

Cabezos ocultos en la algaida.

Todo inculto, en barbecho.

(Silvicultor)

Bulbos

enderezado, fungiforme el tallo

de sombrerillo o remate sanguino.

Genitivo esplendor.

Enjundia, racha espermática, fecundación.

Perplejidad

(azote de los santos).

Tragaderas anchas o verdad maciza?

(Guía de perplejos)

Zampas carnaza del anzuelo

(promesa de amargor).

Comulgas ciego.

Frente a ti, cimbreante

el reiterado enigma.

(Colofón)

Las sucesivas versiones, copias y cortes del poemario me inducen a pensar que cuanto material histórico llega a nuestras manos es puro celestinaje, tráfico y manipulación. Qué dirán los cronistas del cerco de esta ciudad dentro de quince siglos?2