Joakim se despertó pronto la mañana del 22 de diciembre. Sólo faltaban tres días para Navidad, y sólo tres ventanitas por abrir del calendario mágico de adviento. Estaba muy impaciente por averiguar el contenido de las últimas ventanitas, aunque no se atrevía a abrirlas antes de que sus padres se levantaran.
Pero enseguida estaban allí los dos. Su padre parecía incluso un poco nervioso:
—Bueno, más vale que nos pongamos manos a la obra.
Joakim abrió la ventanita y descubrió la imagen de un hombre metido en un río hasta la cintura. La parte superior de su cuerpo estaba cubierta de harapos.
La madre desdobló el fino papel y leyó:
El posadero
Una santa procesión atraviesa Samaria a toda prisa. Estamos a finales del siglo I después del nacimiento de Jesús. ¡Se dirige a Belén, a Belén!
Al alba, un día del año 91 se detienen a orillas del río Jordán, que fluye del lago Tiberíades al Mar Muerto.
—¡Aquí es! —gritó Efiriel.
El ángel Serafiel lo relevó:
—Aquí, en este desierto, Jesús fue bautizado por san Juan Bautista. San Juan llevaba una capa de piel de camello, y la cintura ceñida por un cinturón de cuero. Se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
—Lo sé —dijo Imporiel—. Porque Juan había dicho: «Tras de mí viene uno más fuerte que yo, ante quien no soy digno de postrarme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os bautizo en agua, pero Él os bautizará en el Espíritu Santo». Luego llegó Jesús y se dejó bautizar en el río Jordán. Yo estaba sentado encima de las nubes aplaudiendo. Fue un gran momento.
—¿No fue entonces cuando bajó del cielo una paloma? —preguntó Elisabet. Le parecía haber oído algo así en alguna ocasión.
Imporiel batió sus alas y asintió:
—¡Ya lo creo que sí!
—¡A Belén, a Belén! —dijo Josué.
Echaron a correr de nuevo y al cabo de poco rato pasaron por una gran ciudad. Mientras corrían, Efiriel les dijo que la ciudad se llamaba Jericó y que seguramente era la ciudad más antigua del mundo.
Continuaron a la misma velocidad por el viejo camino que une Jericó con Jerusalén. En ese camino el Buen Samaritano ayudó a aquel pobre hombre al que unos ladrones habían asaltado.
Se lanzaron hacia Jerusalén. Primero subieron al monte de los Olivos, desde donde pudieron contemplar Getsemaní, lugar donde Jesús fue apresado por los judíos, y sus discípulos se quedaron dormidos en lugar de permanecer rezando por él. Cuando luego echaron un vistazo a Jerusalén, Elisabet no vio sino ruinas y edificios destrozados. ¿Se trataba realmente de la capital de los judíos?
—El reloj de ángel indica que nos encontramos en el año 71 después de Cristo —explicó Efiriel—. Hace poco más de un año los romanos arrasaron la ciudad porque el pueblo se había rebelado contra el poder colonial de los romanos. Hoy la Ciudad Santa parece más que nada un jarrón roto.
—Fue el emperador Tito el que lo hizo —dijo Imporiel—. Bueno, no él solo, claro. Fueron Tito y decenas de miles de soldados.
—También destrozaron el templo —prosiguió Efiriel—. Sólo queda una pequeña parte de la pared oeste. Más tarde, ese pequeño muro recibirá el nombre de Muro de las Lamentaciones. A partir de ahora los judíos se han dispersado por toda la tierra.
Atravesaron a toda prisa la ciudad. Por entre las ruinas deambulaban algunas personas. Una mujer iba mirando dentro de los edificios destrozados, como si estuviera buscando algo que había perdido.
Salieron por los restos de la puerta oeste de la ciudad y bajaron hasta el camino de Belén. Ya sólo faltaban unos cuantos kilómetros hasta la ciudad de David.
De repente vieron a un hombre que caminaba junto a un burro. Cuando los oyó aproximarse levantó la vista y empezó a mover los brazos.
—¡No temas, no temas! —gritó Imporiel desde lejos.
Pero el hombre no tenía ningún miedo.
—Entonces es uno de los nuestros —dijo Efiriel.
El hombre del burro fue hacia ellos y dio la mano a Elisabet.
—Soy el posadero. Soy el que dirá a María y José que no hay habitación para ellos en la posada. Pero les dejaré el establo.
Acto seguido levantó a Elisabet del suelo y la sentó en el burro.
—Tiene que estar agotada después de un viaje tan largo —añadió.
Josué golpeó el cayado contra el suelo:
—¡A Belén, a Belén!
La madre dejó el fino trozo de papel y miró a los otros dos con una expresión solemne en la cara.
El padre dijo:
—«Aquí en el desierto Jesús fue bautizado por san Juan Bautista.»
—Ya lo sé —contestó Joakim, igual que el ángel Imporiel del calendario mágico de Navidad. Y continuó con mucha emoción:
—También Juan, el vendedor de flores, está en los páramos. Y se echó agua encima y también encima del librero.
—No puede tratarse de una casualidad —dijo el padre.
—El agua es necesaria para los seres humanos y para las flores —prosiguió Joakim—. En el calendario mágico se decía que las flores silvestres forman parte de las maravillas celestiales extraviadas y caídas a la Tierra. Supongo que también había muchas maravillas celestiales en el río Jordán.
Tuvieron que darse prisa para llegar al colegio y al trabajo. Ese día la clase de Joakim iba a representar un belén viviente para el resto de los alumnos, y Joakim iba a ser uno de los pastores.
Luego, camino de casa, se le ocurrió que casi todos los que participaban en la larga procesión de peregrinos del calendario de Navidad, también habían participado en el belén viviente.
En el momento de sacar la llave para entrar en casa descubrió una carta que habían metido por debajo de la puerta. La sacó y leyó lo que ponía en el sobre: «Para Joakim».
Entró en casa a toda prisa y se sentó en el taburete de la entrada. Abrió la carta y leyó:
Querido Joakim: Me invito a mí mismo a tomar café y unas pastas de Navidad el día 25 a las siete de la tarde. Espero que esté la familia al completo.
Saludos de Juan.
Joakim no dijo nada a sus padres hasta la cena. Entonces les habló de la carta.
—Hoy he recibido una carta de Juan —empezó a decir, y se apresuró hasta su cuarto para cogerla. Se la dio a su padre, que se la leyó en voz alta a la madre.
—¿Mañana a las siete de la tarde? Entonces debemos estar aquí los tres —dijo la madre.
Papá sonreía de oreja a oreja:
—«Un par de pastas.» Le ofreceremos todo lo que tenemos. ¡Estamos en Navidad!