Cuando Joakim se despertó la mañana del 13 de diciembre, sus padres ya estaban en su habitación. Joakim sentía tanta curiosidad como ellos por ver lo que había en el calendario de Navidad.
—Ábrelo tú, hijo —dijo el padre.
Joakim se incorporó y sacó cuidadosamente el trozo de papel doblado. La imagen de la ventanita mostraba un arco iris.
Se acomodó en la cama con su madre a un lado y su padre al otro. Los dos se inclinaron sobre él. La madre leyó en voz alta lo que ponía en la hoja:
La sexta oveja
Cinco ovejas bajan corriendo los empinados Alpes desde el puerto de San Bernardo. Detrás de ellas van dos pastores, dos Reyes Magos, dos ángeles, un gobernador romano y una niña vestida con chaqueta roja y vaqueros. No permanecen mucho más de medio segundo en cada lugar, porque no sólo están bajando las empinadas cuestas hacia el valle de Aosta en el norte de Italia, sino que también están corriendo a través de la historia.
Un grupo de monjes que va subiendo por el valle un día de junio del año 998 los ve por tanto sólo un instante, de la misma manera que el rayo que pasa por el cielo ilumina el paisaje durante uno o dos segundos.
—¡Mirad! —exclama uno de los monjes.
—¿El qué? —pregunta otro.
—Me ha parecido ver una extraña comitiva bajando por el valle. Eran personas y animales. Al final iba una niña acompañada de un ángel.
El tercer monje dijo:
—Yo también los he visto. Era como una multitud celestial.
El monje que no había visto nada movió la cabeza, incrédulo.
Cuatro años antes, un grupo de mercaderes de Milán había visto lo mismo que los dos monjes unos kilómetros más abajo en el valle.
La santa comitiva se detuvo unos instantes para disfrutar de la bonita vista sobre el valle de Aosta. Efiriel señaló el Mont Blanc y el picudo Matterhorn. A Elisabet le interesaba más el calendario de Navidad que le había regalado el gobernador de Siria.
Señaló la ventanita número doce, que contenía la imagen de un calendario de Navidad idéntico al que ella llevaba en la mano. Se volvió hacia Quirino y le preguntó:
—¿También pueden abrirse las ventanitas del calendario minúsculo?
Quirino negó con la cabeza diciendo:
—Me temo que no. Ese calendario está cerrado a cal y canto. Dixi!
—Pero los Reyes Magos somos tan magos que podemos revelar lo que hay dentro —señaló Baltasar—. Hay algo misterioso escrito en letras muy pequeñas.
—¡Dime lo que pone! —le rogó Elisabet.
—En la primera ventanita pone Elisabet —contestó Baltasar—. En la segunda Lisabet, y en la tercera Isabet. Luego pone Sabet, Abet, Bet y Et. Esas son las primeras siete ventanitas.
—¿Y qué viene después? —preguntó Elisabet con una gran sonrisa.
Ahora contestó Gaspar, el segundo Rey Mago:
—Después viene Te, Teb, Teba, Tebas, Tebasil y Tebasile. Y ya sólo quedan siete ventanitas.
—Pero después de eso aún quedan tres —dijo Elisabet, que llevaba bien la cuenta.
Baltasar asintió con un solemne gesto de la cabeza:
—En la ventanita 22 pone Roma, en la 23 Amor, y en la 24…
—¿Qué pone en la 24?
—Ahí está el nombre de Jesús escrito en letras muy bonitas y artísticas. Una letra es roja, la segunda naranja, la tercera amarilla, la cuarta azul y la quinta violeta. En conjunto constituyen los colores del Arco Iris. Pues Jesús era como un arco iris él solo.
—¿Por qué?
—Cuando el sol irrumpe en las nubes negras después de una intensa lluvia aparece en el cielo el arco iris. Es como si hubiera un trozo de Jesús en el aire, pues Jesús era como un arco iris entre el cielo y la tierra.
Josué levantó su cayado de pastor y golpeó una roca con tanta fuerza que sonó el eco de las montañas.
—¡A Belén! —dijo—. ¡A Belén!
Y fue como si las montañas contestaran:
—Elén, Elén, Elén…
No tardaron mucho en llegar al valle del Po. Ese es el nombre de la fecunda meseta regada por el gran río Po, que fluye de los Alpes italianos, al oeste, hasta el mar Adriático al este. Efiriel les dijo que seguirían la misma ruta que el río.
Corrieron por esas tierras hasta que llegaron al lugar donde el río Po se encuentra con otro río llamado Ticino, muy cerca de la ciudad comercial de Pavía. Efiriel les comunicó que el reloj de ángel señalaba 904 y que Pavía ya tenía una universidad que era famosa en toda Europa.
Jacobo, el pastor, dijo señalando una gran balsa que había junto a la orilla:
—La tomaremos prestada.
Acto seguido la larga procesión de peregrinos abordó la balsa.
Justo en el instante en que se disponían a empujar la balsa hacia el agua apareció corriendo un hombre con una oveja en brazos.
—¡Aceptad mi sincera ofrenda! —dijo.
De esa forma hubo que apretujar a seis ovejas en la estrecha balsa.
Una vez en el río, Quirino dijo a Elisabet que ya podía abrir la ventanita número 13 del calendario de Navidad. En ella apareció la imagen de un hombre llevando en brazos una oveja.
Cuando la madre terminó de leer, la familia permaneció callada, sentada en la cama.
—¡Elén, elén, elén! —dijo la madre por fin, como si estuviera cantando.
—Sabet… Tebas —dijo Joakim.
Abrió los ojos de par en par. ¡Otra vez las mismas palabras! Lo que había murmurado Juan había sido simplemente el nombre de Elisabet. ¡Cómo no se le había ocurrido antes! Y a continuación había dicho la mitad del nombre hacia atrás.
Pero ¿por qué? También el padre tenía algo que decir:
—Ojalá pudiera encontrar a ese «vendedor de flores», así tal vez supiéramos cómo se hizo el calendario de Navidad o por qué.
Joakim ya no fue capaz de seguir guardando el secreto de su encuentro con Juan. Era como si estallara dentro de su cabeza.
—Juan estaba un día delante de nuestra verja cuando volví del colegio —dijo—. El hombre de la librería le había dado nuestras señas.
—¿Y no nos lo dijiste? —preguntó el padre.
—No sabía que fuera tan importante… él sólo quería saber quién era yo.
—Bueno, bueno, pero ¿tú qué le dijiste? —el padre estaba impaciente, casi enfadado—. Algo diría sobre el calendario mágico, ¿no?
—Dijo que aún no era Navidad. Y luego añadió que me hablaría más de Elisabet en otra ocasión.
Durante toda la tarde Joakim estuvo repitiendo una y otra vez dos nombres para sus adentros: Elisabet… Tebasile… Elisabet.
Un nombre era como el reflejo del otro. Pero cuando Joakim se miraba en el espejo se reía a sí mismo, aunque la imagen del espejo era inversa.
¿Se trataría de una misteriosa manera de comunicarle que las dos Elisabet eran una misma persona? Pero también Tebasile sonaba como un nombre de verdad.
¿Podría haber también una persona que se llamara Tebasile?
Esa noche Joakim estuvo mucho tiempo acostado en su cama mirando al techo antes de conseguir relajarse. Por fin tuvo que levantarse a escribir algo en su cuaderno, algo que había visto en su cabeza.
Escribió:
S | A | B | E | T |
A | E | |||
B | B | |||
E | A | |||
T | E | B | A | S |