En Alejandría, Benerice IV “la favorita”, se estaba convirtiendo en una déspota mal criada de apenas diecisiete años. Sin las riendas de su madre, Trifena, la nueva reina exigía que varios criados probasen siempre su comida horas antes de ser consumida por ella, por si el veneno era de acción lenta y después castigaba a los cocineros si los alimentos no estaban en su punto o se habían enfriado. Dormía rodeada de una guardia personal a la que relevaba continuamente, ejecutando a los soldados salientes por traición. Cualquier persona que quería acercarse a ella era minuciosamente cacheada y desposeída de posibles armas, incluidas las plumas de los escribas o las herramientas de los artesanos.

El ambiente en palacio era irrespirable y su círculo de confianza se reducía a Akros y Áureo, el antiguo amante de su madre, al que había encargado la dirección de su guardia personal y posteriormente el reclutamiento de un ejército. Para completar las malas noticias, se constató que el prometido de Benerice, su hermanastro de padre, Ptolomeo XIV, sufría el mal del hechizo[35], por lo que tampoco podría procrear y sería destinado al sacerdocio.

Al fin llegaron noticias de Roma. No eran las esperadas pero sí abrían una puerta a la legitimación de Benerice IV. El senado recomendaba un matrimonio como paso previo al reconocimiento de la hija de Ptolomeo XII “Auteles”. El elegido era Seleuco Cibiosactes, descendiente del depuesto rey de Siria.

Benerice IV “la favorita”, tomó matrimonio con el noble sirio inmediatamente, nombrándole además corregente para contentar a Roma, pero antes de poder enviar la noticia al senado, Seleuco se mostró como un marido posesivo y violento. Creyó estar por encima de su esposa a pesar de encontrarse en corte ajena y la abofeteó en público tras una discusión trivial. Benerice le mandó ejecutar a los doce días de matrimonio. La noticia que se envió a Roma fue que el corregente había fallecido de muerte natural, sin entrar en detalles sobre lo natural que resultó que muriese al cortarle la cabeza.

El senado respondió con un nuevo candidato a regente, el sumo sacerdote el templo de Bellona de Capadocia, llamado Arquelao. Este llegó a Alejandría prevenido y receloso de donde se metía y se quedó en un discreto segundo plano dejando hacer a Benerice y a Akros, aunque tampoco fue capaz de dejar embarazada a su esposa.

En Roma, “Auteles” también movía sus hilos. Aunque llegó allí buscando a Julio César, se encontró con que el poder efectivo de la ciudad lo ejercía su yerno, Cneo Pompeyo “el Grande”, que además lo invitó a alojarse en su villa del campo de Marte, pues Roma no aceptaba reyes, o pretendientes al trono, dentro de su Pomerium[36] . Pompeyo encontraba divertido a Ptolomeo XII, su amor por el lujo y las fiestas era mítico y mientras estaba alojado en Roma iba contrayendo deudas con los banqueros de Pompeyo a un interés exorbitante.

En el año 55 a. n. e., Cneo Pompeyo “el grande” accedía a su segundo consulado y entre sus primeras decisiones, estuvo la de conminar al gobernador se Siria, Aulo Gabinio, a reclutar dos legiones para unirlas a las otras dos ya existentes en la provincia, y marchar sobre Alejandría para reponer a Ptolomeo XII en el trono. Esta decisión, tomada en contra de la mayoría del senado, costó a “Auteles” dos promesas: el pago de diez mil talentos[37] de oro a Pompeyo y colocar al banquero principal de este, como ministro de finanzas de Egipto para asegurar el pago de la deuda.

El ocaso de Alejandría
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