CAPÍTULO 06

SUBIERON al camión de Nick. Kelly no se detuvo a pensar demasiado en su pequeño Honda, ya que podía recogerlo a la mañana siguiente cuando saliera a correr.

—Mi casa queda en esa dirección —dijo cuando Nick giró a la izquierda en vez de seguir derecho por Maple.

—No estamos yendo a tu casa.

—Dijiste que me llevarías allí.

—Mi casa.

Sintió que su curiosidad se mezclaba con una profunda sensación de desasosiego durante el trayecto, que duró solo cinco minutos. Por un lado, se moría por ver la casa de Nick. Sabía que la había construido dos años atrás, después de un año particularmente fructífero en los negocios de los hermanos Donovan. Una casa decía mucho de su dueño, y Kelly estaba ansiosa por saber todo sobre Nick.

Lo que de cierta manera también le causaba un inquietante desasosiego. En tanto compartiesen sólo escapadas apasionadas acotadas a su vivienda transitoria, era más fácil considerar que todo era algo pasajero, una fugaz relación divertida que duraría hasta que volviese a su vida normal. Una vida que incluía un empleo a jornada completa como doctora en un prestigioso centro médico donde podría hacer carrera. Una vida de largas horas de arduo trabajo en uno de los principales establecimientos metropolitanos.

En síntesis, una vida que no incluía a Nick.

Dejó escapar un pesado suspiro justo cuando se detuvieron frente a una casa de dos pisos construida con troncos y piedras al final de un largo camino de entrada.

—¿Qué te parece? —peguntó Nick. Kelly creyó detectar cierto tono de ansiedad en su voz, como si necesitase su aprobación.

¿Y qué otra cosa podía hacer ella? La casa, o al menos lo poco que podía ver con la luz del porche, era un impactante ejemplo de lo que debía ser un refugio en las montañas. Una detallada mezcla de rústica elegancia de gruesos troncos y piedra. Un espacioso porche rodeaba la construcción, probablemente hasta la parte de atrás, permitiendo una amplia vista de las montañas.

El interior era igualmente impresionante. En el salón principal destacaba un sofá de cuero y, por supuesto, una inmensa televisión y equipo de juegos. Los estantes de libros se alineaban contra dos de las paredes hasta el techo, y Kelly pudo descubrir que la profusa biblioteca incluía libros de arquitectura, historia y hasta los últimos best sellers.

—Adelantándome a tu pregunta, sí, los he leído a todos —dijo Nick en un tono deliberadamente casual.

—Jamás lo puse en duda —sonrió ella.

—Siempre recuerdo cómo me ayudaste con El Guardián entre el centeno[14]. Después de eso leí todo lo que tuve a mano… solo que me llevó más tiempo que al resto.

Se sintió embargada por un sentimiento de orgullo. Cuando Nick consiguió terminar su trabajo sobre El Guardián entre el centeno y obtuvo la calificación más alta, Kelly vivió todo aquello como un triunfo personal. Al principio, Nick se había mostrado tan desanimado, estaba convencido de que no podría hacerlo.

—Es agradable saber que te he inspirado de alguna manera.

La mirada masculina se tornó sumamente maliciosa.

—Oh, tú me inspiras totalmente, nena.

Lanzó un grito cuando él la cogió de la cintura y se la colocó sobre el hombro al estilo de rescate de bombero. Subió los escalones de dos en dos y entró en la habitación que se hallaba al final del pasillo. Kelly rebotó en la amplia cama varias veces.

De pie junto a la cama, se quitó las botas y la camisa. Una sola lámpara sobre la cómoda iluminaba la habitación, proyectando un brillo dorado sobre los músculos marcados del torso masculino.

Le sonrió levemente al deslizarse agazapado sobre la cama como un gato salvaje, y Kelly sintió un calor ardiente entre los muslos. Una vez más se maravilló de la irrefrenable manera en que su cuerpo respondía a ese hombre. Se había corrido apenas hacía… ¿cuánto? ¿veinte minutos? Y aun así, su cuerpo reaccionaba como animal sediento. Nick la rodeó con su calor, su olor, y, una vez más, se moría por sentirlo dentro de ella.

¿Cuándo lograría saciarse de ese hombre? ¿Cómo podría renunciar a él?

—Ahora —le susurró inclinándose para besarle el cuello. —Te voy a mostrar cuántas cosas me inspiras.

 

 

 

—Guau —dijo Kelly. —No me había percatado de mis dotes de musa.

Nick, agotado, rio entre dientes y le deslizó la mano lánguidamente por la espalda. Se detuvo en las nalgas, sobre las que trazó sinuosos círculos antes de volver a subir lánguidamente por la espalda, una caricia que sumió a Kelly en una especie de trance.

Kelly escondió el rostro en el pecho de Nick, intentando recuperarse de lo sucedido esa noche. Si en el pub Nick había demostrado una fuerza brutal de dominación machista, lo que acababa de suceder era casi insoportablemente tierno. La había adorado, había saboreado cada pulgada de su cuerpo desnudo. Se deslizaron sudorosos uno sobre el otro como nutrias, y se hicieron el amor con cada parte de sus cuerpos. Finalmente, Kelly lo envolvió entre sus brazos y sus piernas, empujándolo contra ella, escondiendo el rostro en el hombro de Nick para que no descubriera sus lágrimas al correrse.

Tenía que marcharse, lo sabía. Pero todavía no. Se dejó mimar por las suaves caricias de Nick en la espalda, el rítmico latido del corazón masculino en el oído, su cálida respiración en el cabello. Cerró los ojos y se permitió una fantasía prohibida. Una en la cual ella vivía con Nick en esa casa perfecta, se despertaba junto a él todas las mañanas, se iba a dormir con él todas las noches. Una vida donde ella era una doctora de una pequeña ciudad con pacientes que la conocían y la querían; donde era una mujer que tenía un matrimonio y una vida normal con un bondadoso y amante marido.

—¿En qué estás pensando? —le susurró. —Puedo escuchar cómo elucubra tu mente.

Sorprendida, Kelly dijo lo primero que se le ocurrió.

—Me estaba preguntando cómo puede ser que un hombre como tú, triunfador, guapo y con una bonita casa, no se haya establecido con una buena mujer. —Kelly pestañeó al tiempo que las palabras brotaron sin pensar de su boca. ¿Realmente deseaba saberlo?

—La mujer apropiada aún no ha aparecido —le contestó. La mano masculina le acarició el cuero cabelludo y todo su cuerpo se erizó.

—¿Pero alguna vez supusiste que alguna lo era? —¡Peligro! ¡Alto! ¡No preguntar sobre ex amantes cuando se está con un hombre en la cama! Aun sin ser sumamente experimentada, era algo que sabía.

Nick hizo un sonido extraño, mezcla de suspiro y risa socarrona.

—Bueno, ¿has oído hablar de Anne? Kelly se incorporó sobre el pecho masculino para poder verlo. Afortunadamente, no parecía molesto. Solo, resignado. —Algo he oído.

—Sí, es difícil mantener «algo» en secreto en este pueblo.

—¿Qué sucedió?

—Ya sabes, lo de siempre. Yo estaba pensando en los anillos y ella, solo en un agradable lugar para alojarse y en ser bien follada.

Su tono fue ligero, pero la tensión de sus músculos evidenciaron que aún sentía encono.

Kelly estaba intentando imaginarse a la mujer que había renunciado a Nick, pero le fue imposible.

—No lo entiendo —dijo simplemente.

—En realidad, no es tan complicado —dijo. —Ella era inteligente y ambiciosa. Parecida un poco a ti. —Sonrió a medias. —Quería hacer su trabajo aquí y después marcharse a otros lugares más grandes y mejores para hacer cosas más grandes y mejores.

Kelly apoyó la cabeza bajo su mentón nuevamente y pensó en lo que le había dicho. Yo me habría quedado contigo, Nick, pensó sin pronunciar palabra.

En cambio, se incorporó y lo besó, primero en el mentón, después en la boca.

—No sé si de verdad sería tan inteligente, puesto que no se dio cuenta de lo que tenía contigo.

Le sonrió y le besó la espalda.

—Eres una buena amiga, Kelly. Siempre sabes qué decir para que me sienta mejor.

Tragándose el dolor, Kelly mostró una descarada sonrisa y se frotó sinuosamente contra él, gratificada cuando sintió que el pene reaccionaba con renovado entusiasmo. En ese aspecto de la relación, al menos, ella podía ser honesta.

—Y también sé… —dijo, provocándolo con el roce de sus pezones endurecidos contra su pecho—qué hacer exactamente para hacerte sentir mejor.

 

 

 

Hay algo raro, pensó Nick cuando despertó la mañana del jueves. La luz del día inundaba la habitación entrando por la ventana del techo. Vaya, se había quedado dormido, a juzgar por el sol.

Pero había algo más. Sonrió y giró en la cama. Había otro cuerpo cálido durmiendo en su cama. Y no cualquier cuerpo. Kelly.

Yacía tumbada boca abajo, con el cuerpo apenas ladeado hacia él y el rostro semi-hundido en un gran cojín de plumas. Los brazos y hombros desnudos se veían sobre la manta, y podía ver la marfilina redondez de los pechos aplastados contra el colchón. Extendió la mano para seguir el trazo de las tupidas pestañas que le sombreaban los pómulos y rió cuando ella arrugó la frente y, dormida, se dio vuelta.

«Ella no se dio cuenta de lo que tenía contigo». Las palabras que ella le había dicho repicaron en su mente. ¿Sería posible que Kelly se estuviese enamorando también de él? Intentó no hacerse vanas esperanzas, reiterándose que debía ir despacio para darle tiempo a que se hiciese a la idea de una relación seria.

Sintió que su erección matutina crecía una pulgada al observarla embelesado. Le daba la espalda ahora, la tersura de su piel lo tentaba a acariciarla. Había apartado la manta con la pierna que tenía levantada, permitiéndole a Nick una clara visual de su turgente trasero y de los suaves pliegues de la vulva.

No le costaba imaginarse cómo sería despertar así cada mañana durante el resto de su vida.

Se le acercó y extendió el brazo sobre ella para jugar con sus pechos. Con la otra mano le colocó la polla entre las piernas y la introdujo entre los pliegues, rozándole el clítoris hasta que quedó empapado en su flujo. Cogió un condón de la mesa de noche y la hizo rodar de espaldas. Ella murmuró algo y extendió los brazos, todavía no muy despierta.

La penetró lentamente. Ella despertó con un gemido, su mirada de sorpresa se tornó rápidamente en una sonrisa. Pronunció su nombre y extendió las manos para acariciarle el rostro, los labios.

Pensó que jamás había visto nada tan bello como Kelly, semidormida y excitada, moviéndose dulcemente bajo su cuerpo. Deseaba quedarse dentro de ella durante horas, días, acurrucarse dentro de su cuerpo y jamás salir. No podía contener ya las palabras, le repitió qué hermosa y excitante era, cuánto le gustaba estar dentro de ella.

Kelly lo aferró a él y arqueó el cuerpo acompasando sus largas y lentas embestidas con gemidos roncos. Sintió la inminencia del orgasmo femenino por el suave grito que dio antes de abrazarlo contra su corazón. Se dejó ir, y al correrse sintió el sonido de latidos del corazón golpearle en la cabeza.

—¡Oh, por Dios, alguien está aquí! —Kelly le estaba empujando los hombros, intentando escabullirse del peso de su cuerpo.

Sacudió la cabeza y se dio cuenta de que no eran los latidos de su corazón lo que escuchaba, sino alguien golpeando la puerta principal.

—¡Nick! Eh, Nick, ¿estás despierto?

Mierda. Era Mike. Kelly gateó debajo de él y se escabulló hacia el baño contiguo.

—¿Nick, qué diablos estás haciendo? ¡Se supone que debías estar en casa de los Williams hace una hora!

Nick miró el reloj despertador que estaba sobre la mesa de noche. Las nueve y media. Más de una hora y media de retraso.

Y lo más gracioso era que ni siquiera le importaba.

—Un segundo, Mike. —Nick cogió los pantalones del suelo y echó una mirada a la puerta del baño. Kelly no hacía ni siquiera un ruido.

Mientras trotaba escaleras abajo, casi deseó que ella abriera la ducha y tomara la decisión por él. Así le contaría a Mike, a Tony, diablos, al mundo entero, que Kelly le pertenecía.

—Lo siento, hombre —dijo Nick acobardado. —Debo haber quitado la alarma por error.

—¿Qué diablos pasa contigo últimamente? Es la tercera vez que llegas tarde al trabajo esta semana. —Mike echó una mirada suspicaz hacia el piso superior.

Nick hizo lo que pudo para mostrar una expresión inmutable en el rostro.

—Nada. Estaba muy cansado y me he quedado dormido.

La expresión de Mike mostró, sin lugar a dudas, que no le creía.

—Algo está sucediendo contigo, Nick, algo que no me dices.

Nick odiaba ocultarle cosas a su hermano. No tenía problema en ocultárselo al resto del mundo, pero sus hermanos y él compartían todo. Apenas pudo contenerse para no contárselo sin guardar reservas, confiarle su relación con Kelly y el amor que había descubierto que sentía por ella.

Pero no quería hacerlo antes de hablar con ella. No sería justo, ya que había prometido mantener su relación en secreto. No, la haría pública de manera más sutil. La llevaría al cine o, mejor aún, le propondría ir a cenar a casa de sus padres el domingo.

Eso, más que ninguna otra cosa, sería una clara demostración de que iba en serio. Pero debía ocultarlo solo un poco más.

—Créeme, Mike, no sucede nada.

Mike no quedó totalmente convencido.

—Mira, Nick, me importa un bledo lo que haces con tu tiempo libre. Pero tenemos que hacer demasiadas cosas antes de que comience la temporada de esquí para que estés perdiendo el tiempo por ahí.

Nick odiaba defraudar a su hermano, que, con gran esfuerzo, se había hecho cargo de los negocios de la familia cuando su padre se retiró, pero al mismo tiempo estaba contento de que no lo presionara con más preguntas.

Nick se disculpó y le dijo que se marchara, asegurándole que estaría en la obra en menos de media hora. Silbó mientras preparaba el café. Quizá fueran diferentes, pero en lo más íntimo sabía que Kelly era la apropiada para él. Y hacer pública su relación era el primer paso para convencerla.

Kelly contuvo la respiración mientras escuchaba a través de la puerta entornada de la habitación. Díselo fue su mudo deseo. Cuéntale a Mike que nos estamos viendo para que pueda darme cuenta de que sientes lo mismo que yo.

Sintió que se le estrujaba el corazón cuando lo escuchó contestar que nada sucedía. Nada. Eso era exactamente lo que significaba para Nick. Nada más que la concreción de una fantasía adolescente. Solo echarse un polvo a escondidas para mantenerse ocupados hasta que ella se marchase de la ciudad. Tras lo cual, rápidamente encontraría otra compañera de juego. Alguna de otra ciudad, o una de esas chicas que aparecen para la temporada de esquí.

Lentamente se colocó la ropa, regañándose en silencio mientras se vestía. Dios, para ser una mujer supuestamente brillante, era colosalmente estúpida. Estúpida por pensar que el fuego de la pasión que sentía por Nick duraría para siempre. Estúpida por creer que podría cambiar su forma de pensar, que podría modificar su actitud respecto a las relaciones solo porque compartían un sexo increíble.

Tenía que terminar con eso ya. No solo para resguardar su corazón, sino su vida. Había permitido que, lo que fuera que tenía con Nick, la distrajera. En vez de buscar verdaderas oportunidades de trabajo, se estaba embarullando sola, repartiendo su tiempo entre el pub y las guardias en las urgencias del condado. De acuerdo a cómo iba evolucionando su padre, en un par de semanas podría estar en condiciones de trabajar a jornada completa, y Kelly necesitaba recuperar su carrera después de aquella interrupción no planificada.

Tenía que pagar los préstamos de estudios y hacerse un nombre. Si bien era cierto que había sido un contratiempo tener que rechazar el puesto en Nueva York, tenía confianza en que podría encontrar algo parecido, pero solo si movía el trasero y se concentraba en ello.

Fue divertido permitirse un recreo con Nick. Su cerebro había dominado toda su vida, y era bueno recordarse que había otras partes interesantes del cuerpo a tener en cuenta.

Pero no había contado con enamorarse. Ahora lo único que quedaba por hacer era salir de esa situación, marcharse de la ciudad tan pronto como fuera posible, antes de terminar con el corazón más herido de lo que ya estaba.

Terminó de vestirse y se miró en el espejo que estaba sobre la cómoda. Hizo una mueca al ver su cabello desaliñado y la pintura corrida. Otra cuestión que corroboraba su opinión de que pasar la noche con un amante no era una buena idea.

Se arregló lo mejor que pudo con la crema, el corrector de ojeras y el pintalabios que llevaba en el bolso. Se cepilló el pelo y se lo estaba recogiendo en una coleta cuando apareció Nick con unos vaqueros desgastados y una sonrisa avergonzada. Le veía tan guapo con el cabello enmarañado y una sombra de barba que casi olvidó que tenía algo importante que decirle.

Bueno, dile que no puedes verlo más. Apretó los labios. —Lamento lo que ha pasado —dijo él. —Se me hizo tarde para ir al trabajo, creo que descolgamos el teléfono.

Kelly miró hacia la mesilla; el tubo estaba ladeado y supuso que lo habían golpeado en algún momento durante la noche.

Nick le extendió una taza de café y ella bebió un sorbo. Sabía que estaba dándole vueltas al asunto. ¿Qué tenía de malo continuar solo un poco más, hasta que se marchara de la ciudad?

Sus ojos se encontraron por encima del borde de la taza y el corazón le dio una triple mortal. Eso tenía de malo, se recordó severamente. Lo amaba, era así de idiota, y con cada minuto que pasara con él ese sentimiento crecería, y no tenía tiempo para lidiar con un corazón destrozado además de todo lo que tenía que hacer con su vida.

Pero no podía encontrar las palabras. ¿Dónde estaba la verborragia que solía tener en el trabajo? No podía encontrar las palabras correctas para expresar lo que de verdad pensaba.

Ha sido divertido, Nick, pero no puedo verte más.

¿Fácil, no?

Abrió la boca pero, antes de que pudiese hablar, Nick dijo:

—Mira, Kelly, he estado pensando en nosotros. Esta mañana estuvo cerca. Ha sido divertido escabullimos en secreto, pero…

Kelly cerró los ojos. Él lo estaba diciendo por ella. Estoy liberada, se dijo crudamente, aunque sintió un nudo en el estómago del tamaño de una pelota de baloncesto.

—Entiendo exactamente lo que quieres decir —lo interrumpió. —Yo también he estado pensando. Esto ha sido maravilloso, pero realmente creo que no deberíamos hacerlo más.

Nick echó la cabeza hacia atrás, sorprendido.

—¿Qué?

—Estoy de acuerdo contigo. Hoy estuvo demasiado cerca, y eso sirvió para demostrar que esta situación es una tontería. Fue grandioso, no me malinterpretes —dijo ella, —pero tengo que pensar qué voy a hacer, y tú… tú debes dejar de llegar tarde a tu trabajo. Ambos necesitamos recuperar nuestras vidas normales, sin esta… esta distracción.

Ya estaba hecho, no había sido tan duro, ¿verdad? Kelly mantuvo la mirada gacha como si pretendiese buscar algo en el bolso. Si no pestañeaba podría contener las lágrimas que amenazaban ahogarla.

El no dijo nada. El opresivo silencio se hizo insoportable.

—No te preocupes, Nick, sin rencores de mi parte. Sabía que esto no podía conducir a nada. Solo fue por diversión, ¿verdad?

—Cierto —dijo, tenso. —Voy a vestirme. Te llevaré en el coche.

No dijo nada durante el trayecto y no hizo ningún comentario cuando ella le pidió que la dejara en el callejón de la esquina para que no fuera tan obvio. Parecía enfadado. Pero ¿por qué habría de estarlo?

—¿Estás enfadado por algo? —le preguntó Kelly cuando bajó del camión.

—No —dijo él. —Solo estoy sorprendido de que desees terminar ahora. Pensaba que teníamos al menos unas semanas todavía.

Ella jugueteó con el cierre de su bolso, confundida. Estaba segura de que él quería terminar con la relación. Pero, aunque no lo hubiese hecho, seguramente su irritación por perder a una compañera de sexo fue compensada por el alivio ante la facilidad con la que se había soltado del anzuelo.

—Vamos Nick, no es característico en ti que estés mucho tiempo solo.

—No, supongo que no.

Kelly sintió como si alguien le hubiese abierto el pecho con un escalpelo.

—Bueno, creo que… ¿nos veremos por ahí, verdad? —Pestañeó ante el tono lastimero que evidenció su voz al terminar la frase, como si le estuviese rogando. Estaba tomando el control de la situación antes de resultar demasiado herida, qué diablos. No importaba si lo volvía a ver o no.

—Supongo.

Kelly cerró la puerta del camión y caminó hacia la calle donde estaba su coche.

Rogó que nadie la viera inclinada sobre el asiento sollozando.

El humor de perros de Nick fue creciendo el jueves, hervía ya el sábado, y estaba por entrar en combustión el domingo.

—¿Qué te pasa, Nick? ¿Estás menstruando? —gruñó Tony cuando Nick le contestó bruscamente por decimoquinta vez en pocos minutos.

—¡Tony, qué desagradable! No hables así en la mesa. —María Donovan sirvió otra porción de carne en el plato de su hijo menor. Su mirada cobró brillo cuando Mike comenzó a comer.

Nick apiló la comida en el plato; su apetito se había esfumado en los últimos cuatro días. La última conversación que mantuvo con Kelly volvía a recrearse una y otra vez en su mente, y siempre le retorcía las entrañas.

Estúpido, lento Nick. Lo había hecho otra vez. Se había hecho ilusiones con una mujer que no tenía ningún interés en mantener una relación seria con un hombre como él. Solo había actuado, nada serio. «Ha sido divertido…».

Divertido. Él había sentido que se le salía el alma del cuerpo cada vez que había estado con ella, y para ella había sido una simple diversión.

—¿Qué te sucede, Nick? —le preguntó Mike con la boca llena de comida. —Odio decirlo, pero Tony tiene razón. Te estás comportando como una perra histérica esta noche.

—¡Michael!

—Lo lamento, mamá.

Como siempre, el padre de Nick solo comía y observaba, más que satisfecho de dejar que su mujer y sus hijos llevaran el peso de la conversación.

—Creo que tiene problemas de faldas —dijo Tony.

—No hables con la boca llena —dijo María automáticamente, pero con la mirada inquisitivamente suspicaz clavada en Nick. —¿Problemas de faldas? ¿Estás viendo a alguien, Nick? ¿Es una buena chica? Deberías invitarla…

—No hay ninguna chica, mamá —dijo Nick tenso.

Todos lo miraron expectantes, y después clavaron la mirada en sus respectivos platos. Sin importar lo inquisitivos que fueran, todos sabían que si Nick no quería hablar, no le sacarían una palabra ni aunque le clavaran espinas de bambú en las uñas.

—Hablando de buenas chicas —dijo María. —Me encontré el otro día con Kelly Sullivan. Está en la ciudad otra vez, cuidando a su padre.

Los tres hijos pusieron los ojos en blanco y no se tomaron la molestia de recordarle que habían sido ellos los que le contaron que ella había vuelto.

—Estaba pensando, Mike, que deberías invitarla a salir —dijo al tiempo que enroscaba expertamente los espaguetis con la cuchara.

—¿Por qué, Mike? ¿Por qué no yo o Tony? —saltó Nick.

—Nick, no le des ideas —masculló Tony.

Si María se sintió menoscabada por su tono extrañamente rudo, no lo demostró.

—Bueno, si de mí dependiese, la comprometería con Jake. El ha sido siempre más intelectual que vosotros —dijo María, —y Kelly es muy inteligente.

—Y yo soy demasiado estúpido para ella, ¿no es así? —dijo Nick, arrojando la servilleta sobre el plato.

—No, no —se desdijo María, —no quería decir eso. Pero ya sabes cómo te fue con Anne.

Nick se puso de pie precipitadamente y su silla cayó hacia atrás con tal estrépito que incluso su padre lo miró sorprendido.

—Sí, sé cómo me fue con Anne. No fui suficientemente bueno para ella, y no lo soy tampoco para Kelly. Ni para ninguna mujer del estilo.

Sin decir otra palabra, se encaminó a la puerta principal.

—¿Qué fue lo que dije? —sintió decir a su madre mientras se alejaba.