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LA FÁBRICA DE BOMBAS
(SEPTIEMBRE DE 2007)
La detención de Iker Agirre en enero de 2007 en la estación gerundense de Portbou, gracias al chivatazo de un topo, abrió una importante línea de investigación. Agirre llevaba unos zapatos poco comunes, con una suela demasiado gorda. Ocultos en el calzado aparecieron cinco folios escritos en euskera con información sobre cómo elaborar bombas trampa y menciones a explosivos muy novedosos. Entre sus papeles, Agirre tenía datos sobre «diferentes tipos de cargas huecas» que «pueden ser usadas para echar abajo paredes y abrir brechas con metralla o perforar blindajes». También sobre el uso de envases metálicos, «como pueden ser las cajas de caudales o los moldes de repostería», para «alojar estos artefactos en el reposacabezas de los asientos».
A principios de 2007, la Guardia Civil había puesto en marcha una operación para intentar localizar la nueva fábrica de explosivos de ETA. Se sospechaba que unas instalaciones de este tipo se encontrarían en una casa grande y discreta, no muy lejos de la frontera, seguramente provista de una tolva, como las que se usan para mezclar el pienso del ganado. En ella ETA mezclaría el nitrato amónico y el polvo de aluminio para obtener amonal, el explosivo preferido por la banda pero que tiene un inconveniente: puede fallar si no está bien mezclado. Tres informes confidenciales de la Benemérita explicaban que junto a los explosivos tradicionales de ETA, el amonal y la cloratita, la banda disponía también de TNT, pentrita, nagolita (un explosivo derivado de abonos y petróleo que se emplea en obras civiles para realizar voladuras), anfoal y cierta cantidad de nitrometano, un explosivo líquido que se puede extraer del combustible que se usa en aeromodelismo. También se sabía que los etarras tenían la orden tajante de no desmontar las bombas lapa, lo que indicaba que eran confeccionadas por un especialista en otro lugar y luego entregadas a los diferentes comandos. Además, la utilización de explosivos como el anfoal o el nitrometano indicaba que ETA mantenía relaciones internacionales con otros grupos armados. El primero era utilizado de forma habitual por las FARC colombiana y el segundo por Hizbulá (la guerrilla chiita del Líbano).
Amonitol, nuevo explosivo
A finales de marzo caía en San Sebastián el comando Urederra, liderado por José Angel Lerín Sánchez. Sus órdenes eran asesinar a un policía nacional que desayunaba muchas mañanas en un bar del barrio donostiarra de Amara si finalmente el preso etarra Iñaki de Juana Chaos fallecía debido a la huelga de hambre. En su poder tenían 180 kilos de explosivos e información sobre 340 potenciales objetivos. Pero lo más preocupante fue una carta en la que mencionaban la posibilidad de realizar un atentado con nagolita y con amonitol, explosivo hasta entonces desconocido, que es más barato, más fácil de elaborar y más potente. El amonitol se consigue mezclando en dos partes proporcionales nitrato amónico (fertilizante) y el famoso nitrometano, el combustible del aeromodelismo. La ventaja es que el amonitol es más barato, más fácil de elaborar y más potente si se le añade aluminio, magnesio, zinc o sicilio. La alarma creció después del robo que se produjo el 26 de junio de 2007 en una tienda del pequeño municipio francés de Bischoffsheim (Alsacia), muy cerca de Estrasburgo y de la frontera con Alemania. Hacia las seis de la tarde, los cinco empleados de la empresa Horizon Vertical, mayorista de artículos deportivos de montaña, acampada y senderismo, salían de la tienda tras terminar su jornada laboral. Solo quedaba dentro el gerente, de 39 años, que fue encañonado por tres terroristas a cara descubierta. Los asaltantes le maniataron y le amordazaron, y, dirigiéndose a él en un correcto francés con fuerte acento español, le preguntaron únicamente por las pastillas de encendido de barbacoas. Se apoderaron de varias cajas de cartón, de marca Esbit y fabricación alemana. 108 kilos en total, las únicas existencias disponibles en ese momento. Si esas pastillas se mezclan con ácido cítrico y agua oxigenada se obtiene triperóxido de hexametileno-DTHM, el potente explosivo casero utilizado por terroristas islamistas en los atentados del 7 de julio de 2005 en el metro y los autobuses de Londres. Además, este explosivo casero es un 60 por ciento más potente que el TNT. Es decir, que todo parecía indicar que ETA estaba trabajando con dos nuevos explosivos: el amonitol y el DTHM.
Los tres asaltantes también se llevaron equipamiento de acampada: ropa de montaña, sacos de dormir, mochilas, hornillos y bombonas de camping-gas, todos ellos utilizados por los activistas de ETA para realizar sus cursos de armas y explosivos en el monte.
“Suni”, el artificiero
En el verano de 2007, la Benemérita creía haber puesto nombre al nuevo especialista de explosivos de ETA que está solicitando el robo de materiales tan concretos. Todas las pistas conducían a Luis Ignacio Iruretagoiena Lanz, alias “Suni” y “Lucas”, 51 años, un “autodidacta” que perdió varios dedos mientras instruía a la guerrilla sandinista en Nicaragua, y que debe su apodo al televisivo personaje de Corrupción en Miami Soony Crockett. En la década de los 80 “Suni” viajó por Nicaragua, Cuba, Ghana y Senegal. Entre 2001 y 2004 formó parte de un comando que se ocultaba en Lizartza (Guipúzcoa) con otros tres veteranos de la banda. La dirección de ETA les encomendó entonces asesinar al presidente del Gobierno, José María Aznar. Lo intentaron hasta en tres ocasiones, aprovechando sendas visitas de Aznar al País Vasco: 29 de abril, 4 y 11 de mayo de 2001. “Suni” era el jefe del grupo y el que se encargó de recoger un lanzamisiles en la ciudad francesa de Guétary. Los misiles, para derribar aviones, eran del modelo SA-18 (IGLA). En los tres intentos falló el sistema de disparo. No eran de muy buena calidad y “Suni” los tuvo que devolver a los etarras que se lo habían facilitado en Francia. ETA se los había comprado a una célula del IRA, a la que habían bautizado como “gorris” (rojos). Los terroristas irlandeses llevaban años facilitándoles contactos de traficantes de armas, y ahora que el IRA había aceptado los acuerdos de paz, podía venderle directamente a ETA sus excedentes de armas.
El grupo de “Suni” se sintió quemado a principios de 2004 y el veterano experto en explosivos huyó a Francia. La Guardia Civil averiguaría más tarde que “Txeroki” le había reclamado a finales de 2005 para incorporarse a la logística militar, en el subaparato de Investigación y Desarrollo, bautizado como IGA. Tenía reservado un papel predominante para él, necesario para futuras ofensivas. “Txeroki” quería atentados y pronto, ya que «el principal error» de la etapa anterior había sido declarar la tregua «sin poner muertos sobre la mesa».
Los químicos de ETA
El 11 de julio de 2007 fueron detenidos en la localidad francesa de Angulema José Juan García González, alias “Gogoan” e Iker Mendizabal Cubas, alias “Mendi”, dos etarras a las órdenes de “Suni”, a quienes la policía apodaba los “químicos” de ETA. En su furgoneta se encontró un centenar de bolsas con un laxante compuesto por hidróxido de magnesio y un paquete con la anotación “nitrome 35%”, que contenía dos bidones de plástico de 2,5 litros cada uno. Lo que llevaban en realidad era nitrometano, el combustible líquido que se usa en aeromodelismo. La Policía gala tardaría más de un mes en encontrar la casa donde habían estado escondidos. Fue descubierta el 23 de agosto en la ciudad de Commelle-Vernay. Pero no era la fábrica de ETA, solo un laboratorio de explosivos.
El círculo se cerró un día después en un camping de la localidad gala de Messanges, muy cerca de Capbreton. El viernes 24 de agosto tres encapuchados y un hombre que llevaba un chubasquero azul y la inscripción gendarmerie (un disfraz no muy logrado) secuestraban a Miguel y María Cristina, una familia de Orio (Guipúzcoa), y su hijo Oier. Se trataba del propio “Suni” y Ohian Barandalla Goñi (lugarteniente de “Txeroki” y amigo personal de “Ata”) y dos etarras más (Ander Mujika y Alaitz Arazmendi). «Policía. Abran la puerta. Policía», escuchó Miguel cuando golpearon la puerta de su vehículo. El objetivo de los terroristas era hacerse con su furgoneta Mercedes Vito de color amarillo, adaptada como autocaravana. Los cuatro etarras escondieron a los secuestrados primero en un pinar cerca de la localidad de Tartas (en Las Landas francesas), y luego en un albergue rural en la ciudad de Gurs, una casa de agroturismo a las afueras del municipio, no lejos del campo de concentración que albergó a refugiados republicanos de la Guerra Civil. Los tres fueron retenidos con los ojos vendados y las manos encadenadas durante tres días.
La autocaravana robada en Messanges viajó 340 kilómetros hasta Cahors. El vehículo fue cargado con más de 500 kilos de amonal y entregado en el pueblo navarro de Venta de Baztan al comando Elurra, el mismo que había atentado en diciembre de 2006 en Barajas. Con el vehículo lleno de explosivos viajaron hasta la Comunidad Valenciana, la obsesión de “Txeroki”. El sábado 25 por la noche, un vecino de Les Coves de Vinromà (Castellón), frustraba sin querer las intenciones del jefe etarra. El vecino, electricista jubilado y amante de la astronomía, salía por la noche con la intención de observar las estrellas. Quiso estacionar su vehículo en el descampado donde estaba ya la autocaravana de los etarras, en el conocido como barranco de Pere, en medio de unos olivos. El vecino vio a dos hombres jóvenes en el vehículo y encontró sospechosa su presencia en un lugar apartado, fuera de cualquier ruta, en una zona que no es frecuentada por turistas ni visitantes, y alertó a la Guardia Civil. A las once de la noche una patrulla de la Benemérita acudió al lugar e inspeccionó el vehículo, sin encontrar a nadie y sin observar indicios de que hubiera sido robado. La matrícula pertenecía a la familia de Orio y todo era normal. Los etarras habían visto venir a los agentes, se habían escondido y, cuando éstos se fueron, volvieron a la furgoneta y la trasladaron a seis kilómetros monte adentro, en un lugar mucho más oculto de difícil acceso. Pensaron que estaban “quemados” y allí mismo, el 27 de agosto, programaron la activación de la bomba para que explotase en el descampado poco después de las siete de la tarde del domingo. A continuación emprendieron el viaje de regreso a Francia.
La brutal explosión hizo saltar por los aires el vehículo (algunas partes se hallaron a 200 metros), y se escuchó en la localidad de Torreblanca, a 20 kilómetros. La bomba abrió un socavón de tres metros de diámetro y un metro de profundidad, dañó levemente la estructura de la torre eléctrica que tenía justo al lado y rompió cristales y puertas de masías situadas a un kilómetro. El objetivo de los terroristas era poner la bomba en la turística Oropesa del Mar, que a finales de agosto estaba plagada de visitantes, más concretamente en el complejo residencial Marina d’Or. La fecha del atentado, la mañana del domingo 26 de agosto. Según el informe de los artificieros de la Guardia Civil, «el artefacto tenía entre 500 y 1000 kilos de amonal, explosivo casero tipo rompedor, reforzado con pentrita, ubicado en el interior de un contenedor metálico con asas y cuyo potencial riesgo para la vida de personas es devastador».
Esa mañana la familia retenida, que había sido liberada, contaba su traumática aventura a la Policía gala. “Suni” y sus tres chicos habían huido al piso franco donde se escondían desde principios de marzo. Con ellos se habían llevado el ordenador portátil de los turistas guipuzcoanos.
La fábrica de la muerte
El 1 de septiembre de 2007, un equipo de UCE-1 de la Guardia Civil, apoyado por otra unidad de los GAO, junto a los servicios de información de los Renseignements Generaux (RG), tiene totalmente controlada una casa del municipio de Cahors, a cinco horas de coche de San Sebastián y a 95 kilómetros al norte de Toulouse. El inmueble, ubicado en el número 851 de la Route du Payrat, es amplio y dispone de dos plantas con tres habitaciones, dos baños, salón, cocina, garaje y jardín. Está situado en un barrio residencial, cerca del estadio y la piscina municipales. Muy tranquilo, a las afueras, con muchos vecinos de avanzada edad. Esta localidad es ideal, lo suficientemente turística para que no llame la atención la presencia de gente nueva. Además, allí está ubicada una empresa grande como la multinacional Michelin, a la que siempre llegan nuevos trabajadores.
El chalé había sido alquilado el 1 de marzo a través de la revista Paru Vendu, una publicación de clasificados muy parecida al Segunda Mano español. No es muy caro, unos 600 euros al mes, y los inquilinos pagan religiosamente y al contado. Una pareja la alquiló, con contratos falsos de la Michelin. Se trata de Alaitz Arazmendi y Ander Mujika. Ander tenía documentación falsa a nombre de Didier Labarthe. El plan parecía perfecto, pero la Policía gala controla los alquileres en determinadas zonas de Francia, y se suele fijar en detalles sospechosos.
Los agentes Raúl Centeno y Fernando Trapero forman parte del operativo que lleva unas semanas vigilando el chalé de Cahors. Hace días que se graba a todo el que entra y al que sale, pero la verdad es que hay poco movimiento. Los etarras han salido el 23 de agosto en un coche, pero no se les sigue. Interesa la casa y ellos van a volver. Además, la Guardia Civil ha colocado un detector de balizas (dispositivo de seguimiento) con el que controlan su vehículo. Lo que no imaginan los agentes es que durante esos tres días de ausencia los terroristas van a secuestrar a la familia guipuzcoana para robarle la furgoneta y entregársela cargada de explosivos al comando Elurra. Toda esta aventura se sabrá después, cuando el vehículo explote abandonado en Castellón y la familia retenida cuente lo sucedido a la Gendarmería francesa.
Aunque los etarras toman muchas precauciones, la Benemérita ha podido grabar a Alaitz y Ander en uno de sus viajes al Carrefour para comprar vino, cerveza y conservas suficientes para varias semanas. También han comprado varios “tupper” y componentes electrónicos, una combinación de mal augurio. Una pareja de los GAO, un chico y una chica que se hacen pasar por novios, les han grabado en uno de los pasillos del supermercado. También se ha podido filmar a “Suni” en el súper con un carrito de la compra, todo un descuido por su parte. El que más sale es Oihan Barandalla, que suele ir a correr al estadio municipal que hay cerca.
Se sabe que los etarras duermen en el suelo, en colchonetas. De la chica, Alaitz, 29 años, hay poca información. Es la única que no tiene antecedentes. Bilbaína y ex candidata de Euskal Herritarrok en las elecciones de 1999 y 2003, desapareció en 2003 para seguir a su novio, Oihan Barandalla. Los GAO han detectado que los inquilinos de la base de Cahors han manipulado la verja de entrada para que chirríe y les avise de toda llegada inesperada. Incluso han sacado la puerta de un gozne para que roce con el suelo. Medidas de precaución. Trapero y Centeno son los encargados de controlar, ocultos en la casa de al lado, los movimientos de los etarras que residen en el número 851 de la calle. Escondidos entre los setos, Trapero ha comentado a sus compañeros, de forma jocosa, lo molesto que es tragarse el humo de las barbacoas de los vecimos de los etarras.
El 31 de agosto sucede algo inesperado. Trapero está de guardia cuando el nieto de los vecinos, que ha ido a ver a sus abuelos, arroja un balón al jardín de los etarras. De repente sale uno de los terroristas, con gafas de protección y guantes, como si estuviera soldando algo. Es Oihan Barandalla, que devuelve la pelota. Es una prueba inequívoca de que algo se está cociendo en la casa. Tras el secuestro de la familia en el camping de Messanges y el atentado fallido de Castellón, los servicios antiterroristas deciden actuar el 1 de septiembre, muy temprano. No se oye nada. Los agentes franceses y españoles irrumpen a las seis en punto, la hora de inicio legal para los allanamientos de morada en Francia. Se producen tres disparos, intimidatorios. Todo es rapidísimo y los terroristas son sorprendidos en la misma cama. A lo único que le da tiempo a “Suni” es a ponerse las gafas. En su habitación, la primera que se encuentra al entrar, el artificiero de ETA dormita sobre un colchón arrojado sobre una raída moqueta de color marrón. A su lado hay detonadores, cable y temporizadores.
Un laboratorio en el baño
El grupo alquiló la casa sin amueblar y apenas había sillas. La limpieza brillaba por su ausencia. Los dormitorios, el baño y la cocina tenían mucha mierda y mucha mugre. En la cocina la Policía gala encontró muchos platos sin fregar y basura tirada en el suelo.
En el cuarto de baño los cuatro etarras habían construido un laboratorio de explosivos, el garaje albergaba un taller electrónico y en una parte del salón había una especie de cabina improvisada con lonas de plástico colgadas de las paredes para manipular el amonal, un explosivo muy volátil. En el garaje había dos automóviles robados el 1 de junio en Lussac-les-Eglises y el 11 de abril en Evaux-les-Bains. Uno era el empleado para los desplazamientos del grupo. El otro, un turismo, tenía ya instalado el cableado eléctrico y solo le faltaba ser cebado con explosivos para ser transformado en un coche bomba. En el garaje había también dos calentadores de agua, con una capacidad de 200 kilos de explosivos cada uno, preparados con sus detonadores, dos verdaderas máquinas de la muerte. “Suni” es un autodidacta. Su creación estrella es un nuevo tipo de bomba lapa: tiene el tamaño de un paquete de cigarrillos y se esconde en los reposacabezas de los asientos delanteros del coche. La cantidad de explosivo es mínima, pero su efectividad es absoluta porque estalla a pocos centímetros de la cabeza del conductor. Basta con robar un modelo de coche semejante al que conduce el objetivo, descoser el reposacabezas e introducir la bomba, abrir el coche de la víctima, sustituir el reposacabezas y esperar.
En la casa, “Suni” experimentaba con un nuevo laxante en polvo llamado “Auxitrans”. Lo utilizaba para fabricar un tipo de pentrita de inspiración “yihadista” hallada ya en el zulo de Amorebieta (que propició la huida de Saioa Sánchez). También confeccionaba en esas cuatro paredes el famoso nitrometano que “Suni” sintetizaba utilizando un combustible para aeromodelismo. Todas las pruebas halladas coinciden con lo que ya sospechaba la Guardia Civil. En un primer inventario los agentes se incautan de 200 kilos de aluminio en polvo, 150 de nitrato amónico, 443 kilos de clorato sódico para fabricar cloratita, dos cartas-bomba sin cebar, placas de matrícula, pentrita y cordón detonante. También 30 detonadores y una bomba lapa cargada con medio kilo de pentrita. Entre el armamento figuran cuatro pistolas, dos subfusiles, un fusil ametrallador y un lanzagranadas artesanal. La Policía gala sacó más de 800 bolsas de todo lo que encontró en el chalé de Cahors. En ellas había material de montaña y excursionismo robado a finales de junio de la tienda cerca de Estrasburgo (Alsacia), lo que acredita que “Suni” encargó ese robo; el ordenador portátil de la familia guipuzcoana secuestrada en un camping; y el certificado de matriculación de la Renault Scenic robada por los terroristas y utilizada para transportar a la familia una vez secuestrada. Lo que demuestra que los terroristas cometieron ese secuestro (entre el 24 y el 26 de agosto) cuando la casa de Cahors ya estaba siendo vigilada por la Guardia Civil. También se encontró un uniforme de bombero y unos folios con un plan de fuga de la cárcel de Rennes mediante la destrucción de un muro con explosivos. Con todo lo que hay en la casa, podría haber «saltado por el aire todo el vecindario», explicó la Policía gala.
“Suni” fue el autor de la furgoneta bomba que estalló en la T4 de Barajas en diciembre de 2006. No se montó en Cahors, ya que el chalé fue alquilado en marzo de 2007. Lo que sí salió de esta fábrica de bombas fue el coche interceptado en Saint Jean de Pied-de-Port el 2 de julio (en el que iban tres terroristas con 160 kilos de explosivos que querían atentar el día del Debate de la Nación en Navarra) y la autocaravana robada al matrimonio y que luego apareció en un paraje de Castellón. Lo más inquietante de todo fueron las máscaras de gas encontradas en el chalé. La primera semana de junio un informe del Centro de Inteligencia y Seguridad del Ejército de Tierra (CISET), que trabaja conjuntamente con el CNI, señalaba que Madrid y Valencia eran objetivos de un «atentado inminente» de «trascendencia pública». Los expertos lo llaman “grozni”. Se bautiza así a las grandes bombas con 1000 kilos o más de explosivos. Un “grozni” fue lo que pasó en la T4 Barajas y lo que iba a pasar en Castellón si un vecino no alerta de la autocaravana oculta en un olivar. La carga explosiva de un “grozni” se aloja en un recipiente que normalmente suele ser metálico, como una olla o un bidón de grandes dimensiones, dentro de una estructura de madera, todo ello anclado en el suelo de una furgoneta. El sistema de activación consiste en un temporizador digital que acciona un sistema eléctrico. La bomba tiene un seguro, un reloj que mantiene cerrado el circuito eléctrico para que no se produzca una explosión anticipada durante su activación. Para mezclar las sustancias de los explosivos es necesario tener una máscara de gas, según un manual incautado a ETA. Las tablas de madera encontradas en Cahors también revelan que “Suni” estaba construyendo un “grozni”.
Aula de formación
La casa también era un aula de formación. En ella se encontraron vídeos formativos para entrenar a los comandos en el manejo de armas y explosivos, además de material propagandístico y manuales “Argi Ibili” (Anda con cuidado) para burlar a las fuerzas de Seguridad. La cortina del cuarto de baño es la misma que aparece en uno de los vídeos incautados ese mismo año en otra operación, lo que demuestra que la casa era utilizada también como “plató de rodaje”.
El chalé funcionaba como academia de cursos intensivos por el que pasaron varios etarras para recibir un rápido curso de formación de no más de un par de días. Las clases se impartían en el salón, con profesor y alumnos sentados alrededor de una mesa de madera. Entre los efectos intervenidos había réplicas en PVC de granadas y de artefactos explosivos para que los etarras aprendieran a montarlos.
Para pasar el tiempo y enseñar a los novatos, el grupo de “Suni” contaba con un lector de DVD y una televisión conectada al decodificador de una antena parabólica instalada en el balcón. Había pocos libros, mal apilados. Uno se titula Esclavos del franquismo en el Pirineo. También había cedés de música vasca y unas pesas para ejercitar la musculatura.
Cahors (20 000 habitantes), muy bien comunicada con España desde la autopista A-20, ya fue en épocas recientes un lugar estratégico en la logística de ETA. En 2003 la Policía gala ya desarticuló en esta localidad un comando que se encargaba de aprovisionar explosivos, hacer pruebas con ellos y transportar coches bomba listos para atentar. El grupo, de tres terroristas, se bautizó como “Los Dalton” en alusión a los célebres forajidos del cómic Lucky Luke. También habían instalado su base de operaciones en un chalé adosado, con desván y garaje, alquilado en un barrio residencial. Para no despertar sospechas entre los vecinos, los terroristas se hacían pasar por homosexuales.
Cahors fue un golpe durísimo para ETA. Una fuente, que no puede ser citada, aseguró a los autores de este libro que algunos miembros de este peculiar comando ya estaban siendo controlados por los servicios antiterroristas meses antes de su llegada a Cahors. ¿Por qué se mantuvo el cerco a este grupo durante tanto tiempo? La respuesta es sencilla. La idea era cazar a “Txeroki”, pero el jefe etarra nunca se reunió con los activistas vigilados. Como ya se ha explicado anteriormente, el secuestro de la familia guipuzcoana y el atentado fallido de Castellón motivaron que la Guardia Civil decidiera abortar la misión de vigilancia y que detuviera a “Suni” y al resto de inquilinos del chalé. La misma fuente destaca que esta operación se alargó demasiado en el tiempo, quizás porque se esperaba poder obtener mucho de ella. De hecho, fueron varios los terroristas que se vieron con este grupo. El registro minucioso de la casa permitió encontrar una fotografía reciente de otro terrorista, un gran desconocido para las Fuerzas de Seguridad pero que en septiembre de 2007 empezaba a tener mucho poder dentro de ETA. Su nombre, Mikel Carrera Sarobe, alias “Ata”. En una hamaca de la casa se halló una huella femenina, la de Saioa Sánchez.