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TIRO EN LA NUCA
(1 DE DICIEMBRE DE 2007)

Solo una mampara separa la mesa de Fernando y Raúl del lugar en el que están sentados Asier, Saioa y “Ata”. Es obvio que los agentes han tenido que fijarse en los tres clientes. ¿Quién no echa un vistazo a la gente de al lado cuando está en una cafetería? Sobre todo cuando el local está casi vacío y cuando desconfiar de todo el mundo forma parte de tu trabajo. Han tenido que verlos allí, en la otra mesa, Saioa de espaldas y los otros dos chicos de frente. Sin embargo, es poco probable que los hayan reconocido: Asier y “Ata” son unos desconocidos para ellos. Solo Saioa[10] se ha movido lo suficiente por Francia y España como para estar en la lista de los más buscados. De hecho, Raúl ha trabajado hace unos meses en una operación de captura de Saioa Sánchez, pero el aspecto de esa chica sentada al otro lado de la mampara no tiene nada que ver con los miles de fotografías que el Ministerio del Interior ha distribuido ese verano.

¿Y los tres etarras?, ¿se han fijado en sus vecinos de mesa, en esa pareja que ha entrado en la cafetería hablando en español?, ¿hablan entre ellos?, ¿se dirigen miradas inquietas?

En ese momento, un nuevo cliente entra en el local. Corinne, que ha quedado con una amiga para desayunar, se fija de pasada en las pocas personas que están en la cafetería, pero no ve nada en esa escena cotidiana que le llame la atención.

Pasados unos seis minutos, Fernando y Raúl se levantan y se encaminan a la salida. Tras la pausa del café toca reactivar el dispositivo en torno al supermercado Leclerc. Si han sospechado de los tres clientes de la mesa de al lado habrán hecho un rápido repaso de la situación. Ellos no van armados, pero saben que sus compañeros deben estar cerca y que alguno de ellos sí que porta armas. No hay que perder la calma. La historia reciente muestra que los terroristas rehúsan los enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad en encuentros fortuitos. Si esos tres jóvenes son etarras, seguramente estén más asustados y nerviosos que ellos.

Son las 9 de la mañana cuando Fernando y Raúl salen del local y se encaminan a su coche, un Peugeot 307 español propiedad de la Guardia Civil pero con matrícula francesa (4395 RE 40). En el aparcamiento hay una cámara de vídeo, pero no enfoca a su vehículo, sino a una gasolinera y a la fachada del supermercado Leclerc. Hubiera dado igual, el sistema de grabación llevaba varias semanas estropeado.

“Ata” toma una decisión

Algo ha debido llamar la atención de los etarras. Es posible que los dos chavales que acaban de salir de la cafetería les estén siguiendo y hayan salido a avisar a sus compañeros. “Ata” no sabe si los dos agentes están solos y, lo más importante, puede que vayan armados. Hay que actuar rápido.

«ETA bietan jarrai. Guardia Civil, jota bertan hil» (ETA, adelante con las dos. Guardia Civil, mátalo aquí) es la frase que “Ata” escribió en septiembre de 2002 en una pancarta colocada en una carretera navarra. Detrás había una bomba, que explotó y mató a un cabo de la Benemérita que acudió a retirarla. Ahora se le vuelve a presentar una nueva ocasión para “ejecutar” a otro enemigo. No hace falta consultar a “Txeroki” por teléfono. Él manda y los cachorros obedecen. Deciden salir de la cafetería y seguir a esa sospechosa pareja de españoles.

A las 9.01 pagan en la caja 6,60 euros y salen de la cafetería. Los dos agentes ya están sentados en su vehículo, Raúl en el sitio del conductor y Fernando de copiloto, con el cinturón puesto. Han encendido el motor, han bajado el freno de mano y tienen las luces encendidas. En ese momento aparecen los tres terroristas arma en la mano. ¿Les habrán visto llegar por los retrovisores? “Ata” les increpa en español y abre la puerta de Fernando mientras les apunta con la pistola. Saioa y Asier están justo detrás, a la altura de las puertas traseras, cubriendo a su jefe también con el arma bien visible. Los dos agentes les miran sobresaltados. Han reconocido a sus vecinos de la cafetería. No han podido activar el micrófono de comunicación del vehículo, lo que hubiera permitido que otros compañeros suyos montados en otros coches policiales oyeran lo que está pasando.

Una disputa en castellano

En ese momento, Isabelle pasa andando frente al aparcamiento y observa un «altercado muy violento» y escucha gritos en español, «como si estuvieran berreando». Se fija en la chica[11], que no supera el 1,70 de altura, lleva el pelo recogido en un moño y viste vaqueros, chaqueta de color blanco de cuero y un bolso cuadrado de asas. También identifica a un chico de pelo castaño con «media melena por los lados y corto por detrás». Isabelle es testigo del momento en el que “Ata” entra dentro del coche de los agentes mientras «un hombre que me daba la espalda está apoyado contra el coche de mi amiga Corinne (es Asier en la puerta delantera izquierda) y a una mujer joven que se encontraba delante de la puerta delantera abierta, dándole la espalda a un tercer coche que estaba mal aparcado» (es Saioa en la puerta delantera derecha al lado del coche de los tres terroristas). «Vi que el conductor (Raúl) sujetaba el volante con las dos manos, como si intentara hacer una maniobra. Sus manos agarraban el volante por ambos lados […] Al mismo tiempo, había un tercer brazo y una mano que tiraban del volante y en aquel momento no sabía a quién pertenecían». Quizás Isabelle vio un forcejeo entre Raúl y “Ata”. Isabelle no oyó disparos.

Todo sucede muy rápido. “Ata” entra en el asiento trasero del coche apuntando a los agentes. Desde tan cerca, es muy posible que “Ata” les haya podido ver el pinganillo que tienen en la oreja (un equipo transmisor que llevan todos los agentes antiterroristas). La radio del coche, con voces en español, termina por delatar a los jóvenes agentes. No se trata de una radio cualquiera, sino de la inconfundible voz entrecortada del canal de radio 3A, el reservado a los guardias civiles, que Raúl y Fernando siempre sintonizan nada más subir al coche.

Mientras tanto, Asier corre detrás del vehículo y abre el maletero. Allí ve mapas de carreteras; una mochila y una maleta con ruedas, un iPod, revistas, libretas, unas gafas en su estuche, cargadores de móvil y un kit de manos libres; dos cintas de vídeo, una videocámara pequeña y otra de marca Sony; un pequeño maletín que contiene material de transmisiones por radio, un portaplacas vacío y el pasaporte de Raúl.

Suenan tres disparos. «Primero dos muy cortos. Luego debieron transcurrir unos 30 segundos y oí un tercero. Provenían de la misma arma porque la detonación fue idéntica», señala René, que está comprando unas botellas en la cafetería. Lo que ha oído son los dos primeros tiros a bocajarro que salen del arma calibre 9 milímetros de “Ata”.

El primer disparo va dirigido a Fernando, sentado en el asiento del copiloto. La bala le atraviesa la cabeza. El informe forense revelaría después que Fernando fue «víctima de un disparo a muy corta distancia, probablemente a menos de diez centímetros». El segundo disparo atraviesa la mandíbula de Raúl de derecha a izquierda y le perfora el hombro izquierdo, pero consigue salir del coche. «Bajó del vehículo después del primer disparo, se mantuvo de pie apoyado en el larguero que separa las dos puertas izquierdas», dicen los informes policiales franceses.

“Ata” se toma su tiempo. Ya tiene a los dos agentes malheridos y quiere ejecutar a Raúl, que se tambalea en el exterior. Son los 30 segundos que el testigo calcula entre los dos primeros disparos y el tercero. Philippe, un conductor que está echando gasolina en el surtidor enfrente del parking de la cafetería, ve a “Ata” salir de la parte derecha de atrás del coche y dar la vuelta al vehículo para ir donde está Raúl malherido. “Ata” sujeta con su mano izquierda la nuca de Raúl, le agacha contra el salpicadero y le dispara en la cabeza. Este segundo disparo le «atraviesa el cráneo de derecha a izquierda». Raúl queda tendido con las piernas fuera del coche, el cuerpo tumbado en el asiento y la cabeza en la palanca de cambios. Al caer, el cuerpo de Raúl toca el claxon. «Vi al asesino hacer un gesto de retroceso y oí una detonación y vi salir una pequeña nube de humo por la puerta del vehículo. Creo y estoy casi seguro… que el hombre cogió a la víctima con su mano izquierda y disparó con su mano derecha. Entonces contemplé a través del parabrisas cómo el torso de la víctima se desplomaba lenta y progresivamente. Los pies seguían tocando el suelo, se levantaron de golpe, temblaron un instante y después las piernas no volvieron a moverse. Fue en ese mismo momento cuando me di cuenta de que acababa de presenciar un asesinato», recuerda Philippe, quien describiría al tirador «como un hombre bastante alto», más que él, es decir, más de 1,77. «De complexión normal, de pelo castaño claro, con la frente despejada, quizá con una calvicie y la cara más bien ovalada. Llevaba un jersey oscuro y desprendía mucha sangre fría».

“Ata”, con sangre fría, aún tiene tiempo de registrar a Raúl y robarle su placa y un carné profesional de la Guardia Civil, y un carné militar del Ministerio de Defensa[12] (el protocolo obliga a que uno de los dos agentes lleve siempre encima esta identificación).

Preparando la huida

Tras el tercer disparo, Asier pone su coche marcha. Los terroristas deciden llevarse con ellos una mochila del coche de los agentes y una de las videocámaras con dos baterías. Temen que los dos agentes les hayan podido grabar camuflados cuando llegaron a la cafetería minutos antes. Una de las carreteras que sale de la rotonda de la cafetería conduce casi en línea recta a los bosques de Las Landas.

Un cliente de la gasolinera situada enfrente identifica el coche en el que huyen los terroristas. «Reconocí la parte de un Peugeot cuando se incorporó al bulevar. En mi opinión, era un 307 o muy posiblemente un 207. Pero, de todos modos, se trataba de un vehículo de esta gama de Peugeot».

“Ata” ha cometido el doble crimen sin consultar a un superior en la jerarquía etarra. Su decisión ha supuesto volver a matar en suelo francés a policías españoles, algo que no ocurría desde 1976. Ese año, los inspectores José María González Ituero y José Luis Martínez Martínez fueron secuestrados en Hendaya, torturados (se les cortaron varios dedos) y ejecutados de un tiro en la nuca. La historia se ha repetido 31 años después. Todo ha ocurrido entre las 9.03 y las 9.07 de la mañana, según la Policía gala.

Primeros auxilios

Nicolás también echa gasolina y ha oído los disparos, «un ruido sordo que provenía de la cafetería». Se fija en un Peugeot 307 de color gris claro con la puerta del conductor abierta. «Fui corriendo al coche. Al acercarme vi que había una persona en el lado del copiloto, sentada con la cabeza apoyada en el reposacabezas. Me di cuenta de que había recibido un disparo en la cabeza, en la parte izquierda del rostro. Perdía mucha sangre». Fernando está en coma profundo. Nicolás describe también a Raúl en el asiento del piloto «tendido sobre su vientre, rodeado de sangre por todas partes».

Nicolás entra deprisa en la cafetería y pide ayuda. «Rápido, una ambulancia. Han disparado a dos personas». La camarera Delphine mira atónita a la persona que acaba de entrar y llama a Emergencias. Christophe está tomando café en la barra, es enfermero de ambulancia y es el primero en atender a los agentes. «El conductor estaba con la cara hacia el suelo, la cabeza a la altura de la palanca de cambios y las piernas en el exterior del vehículo. Fui yo quien apagó el motor del coche. Oí hablar en español pero no sabía de dónde provenía esta voz. Pensé en un equipo de radio que estaba debajo del cuerpo del conductor».

El cuerpo de Raúl se agita en espasmos irregulares. «Verifiqué su pulso a través de la carótida, pero era difícil de determinar debido a los espasmos. Así pues, saqué su brazo izquierdo de debajo de su cuerpo para tomarle el pulso en la muñeca. Comprobé que no tenía pulso». Después se acerca al cuerpo de Fernando: «observé que todavía respiraba. Estaba sentado, los pies en el interior del vehículo, su cabeza apoyada hacia atrás con el reposacabezas, ligeramente girada hacia la izquierda. Respiraba lentamente con estertores. Pude comprobar que se trataba de una herida de arma de fuego que probablemente había entrado por la izquierda y había salido por la derecha. El lado derecho presentaba un orificio más grande, con trozos de cerebro», explica el enfermero. «Poco después de haber desvestido el torso del herido, nos dimos cuenta de que llevaba un discreto equipo de radio compuesto por un cable que subía por el pantalón hasta rodear el cuello. Después, al palpar las piernas, encontré una caja negra en un estuche blanco conectado a este dispositivo». Lo que ha encontrado el enfermero es el “pocket”, una emisora portátil conectada con su cable a la “perla”, que se coloca en el oído de manera discreta. Todos los agentes antiterroristas lo llevan.

Tres bomberos llegan a las 9.14 horas. Fueron ellos quienes sacaron los cuerpos del coche e intentaron inútilmente reanimar a los agentes, a la espera de que llegara la ambulancia.