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GUERRA CIVIL EN ETA
(JULIO 2007 - MAYO DE 2008)
Tras la ruptura oficial del alto el fuego el 5 de junio de 2007, “Thierry” era el responsable del aparato político (“Poltsa”), mientras que el bando militar estaba liderado por “Txeroki” y “Ata”. En el “Zuba” figuran veteranos terroristas que desempeñaban importantes funciones dentro de la banda y que asesoraban a la dirección: Juan Cruz Maiza Artola, Luis Iruretagoyena y Tomás Elgorriaga (estos dos últimos expertos en explosivos), los hermanos Eneko e Ibon Gogeaskoetxea y José Luis Eciolaza Galán, alias “Dienteputo”, que actuaba como enlace con los más de 300 huidos y refugiados que la banda tenía en otros países, principalmente en América Latina.
Francisco Javier López Peña, (alias “Thierry”, “Zulos”, “Bartolo”, “Pierre” y “Marcel”), casado con la abogada de presos etarras Yolanda Molina Ugarte, entró en ETA en 1980. Ese año participó en el frustrado asalto a la cárcel de Basauri (Vizcaya) para liberar a varios terroristas, entre ellos a Arnaldo Otegi. Tres años después, en 1983, lo detuvieron en Hendaya (Francia) en la sede de la cooperativa Sokoa. Entonces se le identificó como un miembro de ETA Político-Militar muy atípico, partidario de una nueva reintegración con los “milis”, los etarras contrarios a dejar las armas.
Se sabe que en 1993, reintegrado en la banda, tenía responsabilidad en los zulos, donde ETA escondía armas y explosivos. En 1995 “Thierry” huyó a Cuba, donde estuvo unos tres años. Regresó al sur de Francia en 1999 con un nuevo cometido: organizar los “taldes” de reserva, es decir, los comandos que no están operativos en primera línea. Luego pasó a dar cursos de formación en armas y explosivos a los etarras más novatos. Todo en un segundo plano, con la máxima discreción. Entre 2002 y 2004 se encargó del aparato de acogida junto a José Luis Campo Barandiaran, alias “Fabrice” y “Atila”. Luego pasó a ocuparse del aparato de información, con otros tres etarras que estaban en la reserva. La cascada de detenciones en los años precedentes[17] auparon a “Thierry” a la cúpula etarra en 2006. Había llegado demasiado arriba sin los méritos que siempre se han tenido en cuenta en ETA: delitos de sangre, familia con “genética” abertzale y una “formación ideológica” superior al resto. No tenía nada de eso, pero allí estaba.
Durante la primera fase de las conversaciones con el Gobierno de Zapatero, “Thierry” no estaba en primera línea; mandaba poco y pintaba menos, pero aprovechó ese tiempo para calentar la cabeza a los “cachorros” de la banda criticando estos contactos. No era partidario de hablar con el Estado sin contrapartidas políticas. La falta de avances en la negociación terminó por imponer sus argumentos, y “Thierry” fue incluido en el equipo interlocutor para controlar a José Antonio Urrutikoetxea, “Josu Ternera”, que lideraba entonces el aparato político y negociador de ETA.
Su presencia en las negociaciones sorprendió no solo a los interlocutores del Ejecutivo sino a las Fuerzas de Seguridad, que no le situaban en un escalafón tan alto. De hecho, en su primera cita con los representantes del Ejecutivo (otoño de 2006), estos no sabían quién era el etarra que se sentaba al otro lado de la mesa.
En diciembre de 2006, en Zúrich, “Thierry”, aupado por sus compañeros de dirección, entre ellos “Txeroki”, no dudó en presentarse como «el jefe del aparato militar de ETA», a pesar de no ocupar ese cargo. “Thierry” acudió a ese último encuentro sin “Josu Ternera”, que empezaba a tratarse de un cáncer, del que actualmente sigue convaleciente. La ausencia de “Josu Ternera”, unido a la bravuconería de “Thierry”, llevó al Gobierno a interpretar, erróneamente, que “Thierry” acumulaba más poder del que realmente tenía y que su voz era respetada por el aparato militar. Durante estas conversaciones, la última antes del atentado de Barajas, “Thierry” se mostró chulo y desafiante. Llegó a exigir a uno de los representantes del Ejecutivo, cuando tomaban un café en uno de los descansos, que los presos etarras con más delitos de sangre debían ser los primeros en salir de la cárcel. «Los de la “kale borroka” que se jodan, esos los últimos», llegó a explicar a un interlocutor muy sorprendido. A un enviado del Gobierno le espetó: «vete comprando seis corbatas negras». Las negociaciones eran ya un fracaso.
En junio de 2007, sus lugartenientes son Igor Suberbiola Zumalde y Ainhoa Ozaeta Mendicute. El primero, de 29 años, llevaba desde los 20 en ETA y era el responsable en esos momentos del aparato de propaganda de la banda y de imprimir el Zutabe (boletín interno), que hasta ese mismo año se realizaba en un taller clandestino de San Sebastián. Ainhoa Ozaeta, de 32 años, había leído el comunicado que anunciaba el alto el fuego en marzo de 2006. También era la máxima responsable de “Gezi” (Gora Euskal Zerga Iraultza), aparato encargado de la gestión y el cobro del “impuesto revolucionario”.
El choque entre dos egos como “Thierry”, fanfarrón, muy aficionado al alcohol y que sufría de una marcada manía persecutoria, y el impaciente y temerario “Txeroki” era cuestión de tiempo. No obstante, los dos coincidían en que la negociación con el Gobierno había llegado a un punto muerto y que había que volver a los atentados para dar un toque de atención. Las exigencias de “Txeroki”, que quería gestos del Ejecutivo de Zapatero, no se estaban cumpliendo y decidió dinamitar el proceso de diálogo en diciembre de 2006 con el atentado de Barajas. Meses después “Thierry” habría de justificarlo ante los enviados del Gobierno, calificándolo de «accidente». “Thierry” había apoyado el atentado, pero no sus consecuencias, con dos muertos sobre la mesa. «La acción de Barajas no relanzó el proceso. Por su forma desgastó la credibilidad de la Organización (ETA)», escribió “Thierry”.
Fracasos y reproches
El trasfondo del conflicto era hacerse simplemente con el poder. “Thierry”, aprovechando que controlaba las comunicaciones internas de la banda, había difundido entre los militantes de su confianza un texto en el que calificaba de irracional y desleal a “Txeroki”, al que acusaba de haber descuidado la seguridad del aparato militar, no respetar la jerarquía interna y boicotear el debate que se desarrollaba entre los militantes desde el final del alto el fuego. El “frente político” de “Thierry” criticaba los fracasos operativos sufridos por los comandos de “Txeroki” durante el verano de 2007. Los datos avalaban en ese momento las críticas de “Thierry”.
El comando al que “Txeroki” había ordenado atentar en Valencia durante la Copa América había caído el 7 de junio en la localidad francesa de Bagnères de Bigorre, 30 horas después de la ruptura «oficial» de la tregua por parte de ETA[18].
El segundo fracaso de “Txeroki” dolió especialmente a “Thierry”, pues formaba parte de un delirante proyecto personal que perseguía dar un golpe de efecto internacional y demostrar la fuerza de la banda terrorista. ETA quería que el comando Vizcaya, formado por Arkaitz Goikoetxea y Jurdan Martitegi, estableciera una base permanente en Portugal con el objetivo de preparar ese mismo verano la fuga de dos presos de la cárcel de Huelva (Jorge García Sertutxa, condenado por intentar matar al Rey, e Igor Solana Matarrán). Los dos presos formaban parte del ala más dura y violenta de la banda y “Thierry” los quería a su lado.
El plan consistía en secuestrar a la familia de un piloto de helicóptero para obligarle a volar hasta la prisión, aterrizar en el patio y lograr que los dos reclusos pudieran fugarse a través de un arnés de 20 metros. Posteriormente, la aeronave les conduciría hasta Portugal. Para desviar la atención, el comando iba a colocar ese mismo día un coche bomba, seguramente en Sevilla. Parecía más un guión de Hollywood que un plan serio y meditado, y todo parece indicar que “Txeroki” nunca tuvo mucho interés en llevarlo a cabo (ver Anexo IV).
En cualquier caso, el plan de fuga fracasó cuando el 21 de junio, el etarra Ander Mujika, al ver un control policial en una rotonda, abandonó precipitadamente un Ford Focus cargado con 115 kilos de explosivos en una carretera de Ayamonte (Huelva). Se sospecha que ese vehículo iba a ser utilizado como el coche bomba de Sevilla. Esto provocó la vuelta precipitada de Arkaitz y Jurdain Goikoetxea desde Portugal al País Vasco.
A estos dos fracasos se sumó un tercero. El 2 de julio caía en Francia, en la localidad de Saint Jean Lex Vieux, Joseba Aranibar (uno de los «cerebros» del atentado de Barajas), que había sido nombrado por “Txeroki” responsable de las “acciones especiales” de los comandos. Junto a él fueron detenidos los terroristas Ángel Cardaño Reoyo y Ekaitz Agirre Goñi cuando circulaban a pocos kilómetros de la frontera española en una furgoneta Citröen Berlingo en la que transportaban 165 kilos de explosivos, un fusil militar de origen alemán HKG3 con mira telescópica y tres pistolas, así como dos bombonas de gas de grandes dimensiones manipuladas para ser utilizadas como un cañón improvisado. Y lo más preocupante: un sistema para activar el explosivo mediante cable (el mismo método que se usó para atentar contra Aznar en 1995). Activar una bomba con cable y no con telemando permite eludir los inhibidores que suelen llevar los altos cargos políticos. El objetivo parecía ser un coche blindado que harían explotar en Navarra coincidiendo con el debate del Estado de la Nación que se celebraba el día siguiente, 3 de julio.
Este verano también cae en Santander Aritz Arguinzoniz, alias “Artito”, el etarra que había llegado junto a Saioa y Eneko a la capital cántabra para poner un coche bomba.
Un día después, el 11 de julio, eran detenidos cerca de París Iker Beristain Gutiérrez y Liher Rodríguez Aretxabaleta, responsables del aparato de falsificación, bautizado como Agiri Dokumentugintza Imprimakiak ADI (Documentación de Certificados Impresos), también llamado FAL en argot etarra. Ambos habían instalado un piso-taller en Champs-sur-Marne que nutría a todos los comandos de juegos completos de DNI, permisos de conducir y otras credenciales (policía, prensa, ministerios…). Este último golpe policial fue especialmente duro para ETA. Todas las fotografías recientes usadas para confeccionar documentación falsa, pasaban ahora a formar parte de los archivos policiales.
“Txeroki” quiso aprovechar este golpe policial para que la oficina de falsificación de documentos, controlada por el aparato político, pasase ahora bajo su mando, a lo que “Thierry” y sus seguidores se opusieron.
Fueron semanas aciagas para ETA, que demuestran que la Policía gala, en colaboración con los servicios antiterroristas españoles, tenía en marcha muchas operaciones que vieron la luz cuando la banda decretó el final de la tregua. Estas detenciones eran fruto de los seguimientos realizados a una treintena de etarras durante el tiempo que duró el llamado proceso de paz.
Los dos siguientes golpes iban a mermar la capacidad operativa de “Txeroki” e iban a menoscabar su reputación frente al aparato político que lo criticaba. En julio de 2007 la Policía gala, en colaboración con la Guardia Civil, detiene en Rodez, muy cerca de Toulouse, a Juan Cruz Maiza Artola, de 56 años, máximo responsable de la red de zulos de ETA y miembro del “Zuba”, después de 29 años en la clandestinidad. Había alquilado una casa a la esposa de un gendarme, que sospechó de la documentación que le había facilitado el etarra y puso sobre su pista a la Policía. Junto a Maiza Artola, fueron detenidos Iker Iparragirre y Bihotz Cornago. Los tres terroristas tenían en la pared del piso una foto de periódico en la que aparecían varias personas fumando porros. «Esto creo que lo han sacado para “Txeroki”» había escrito Iker Iparagirre junto a la foto, en alusión irónica a su afición, compartida con “Txeroki”, por la marihuana.
Tras la detención de Maiza, “Txeroki” movió ficha de nuevo y propuso que su vacante en la red de zulos fuera ocupada por “Ata”, pero “Thierry” y su facción política bloquearon el nombramiento. Ese veto molestó mucho a “Txeroki”, que ya estaba empezando a cansarse del poder que emanaba “Thierry”.
La detención de Maiza Artola desató la paranoia en la banda, debido a la ingente información que podía haber caído en manos de los servicios antiterroristas. De hecho, 18 días después de su detención, en agosto de 2007, la Policía gala localizaba en un parking de Biarritz un depósito de ETA con armas, bombas, material para la confección de artefactos y más de 100 kilos de explosivos[19].
La sangría continuó el 1 de septiembre de 2007, cuando la Policía francesa y la Guardia Civil consiguieron encontrar la principal fábrica de bombas de ETA en la localidad de Cahors (ver La fábrica de bombas). Allí se escondía Luis Ignacio Iruretagoiena, alias “Suni”, considerado el máximo experto en explosivos de ETA. Con él, Alaitz Arazmendi, Oihan Barandalla y Ander Mujika (este último el etarra que había huido de una carretera de Ayamonte a mediados de junio). En el garaje de la casa de Cahors, los cuatro etarras, dirigidos por “Suni”, estaban montando verdaderas máquinas de matar. Habían modificado dos calentadores de agua, de 200 litros de capacidad cada uno, para convertirlos en bombas transportables.
Solo un éxito, y a medias
Todos estos fallos colmaron la paciencia de “Thierry” y sus seguidores. Y “Txeroki”, en su defensa, solo se pudo apuntar un tanto. A las 3.30 horas del 24 de agosto, el nuevo comando Vizcaya, que había fracasado en su misión de rescate carcelario en Huelva, logra colocar una furgoneta bomba con 80 kilos de cloratita junto a la fachada de la casa cuartel de la Guardia Civil en Durango (Vizcaya). La explosión provocó tres heridos. Aún así, fue un éxito a medias, ya que el terrorista que colocó la bomba pudo ser identificado. El etarra, Arkaitz Goikoetxea, alias “Dulantzi”, de 27 años, huyó en otro coche tras aparcar la furgoneta bomba junto a la casa cuartel. Para borrar todas sus huellas, explosionó el vehículo de huida en una explanada de Amorebieta. Al estallar, el reposacabezas del asiento del piloto saltó intacto por los aires, y de él se extrajo ADN de Arkaitz.
Maquiavelos de taberna
Los desencuentros entre ambas facciones se sucedían cada vez con más rapidez y empezaban a tomar tintes de guerra civil. Finalmente, “Ata” y “Txeroki” explotaron. El comité ejecutivo de ETA iba a reunirse en noviembre de 2007, pero “Ata” y “Txeroki” se negaron a acudir, por lo que la cita se aplazó a diciembre. En esa ocasión se debatió sobre el atentado producido unos días antes en Capbreton y se planificaron nuevas acciones como el secuestro de un concejal socialista. Esa última reunión de diciembre fue la última vez que “Thierry” y “Txeroki” se vieron las caras.
En enero de 2008, un escrito del brazo militar, redactado por el propio “Ata”, acusaba a “Thierry” y a su grupo de incapacidad en el mando, falta de transparencia y honradez, de bloquear la toma de decisiones y, lo más grave, de haber intentado ahogar económicamente a los comandos. El texto, titulado «Ya es hora de hablar claro» (“Garbi Solasteko Garaia”) y fechado el 27 de enero de 2008, era incendiario, muy crítico y rozaba la insubordinación en una organización que funciona como un Ejército. «Hemos sido unos incapaces, algunos de mala fe y otros porque no hemos tenido el valor suficiente para acabar con esta situación. Es hora de ajustar cuentas, es la hora de poner a cada uno en su sitio», escribió un rencoroso “Ata”. La facción de “Txeroki” también acusó a “Thierry” de que el aparato de información (“Info”, “Mattinsalto” o “Pianistak”), que se encarga de recoger datos para realizar atentados y que estaba controlado personalmente por “Thierry”, funcionaba mal y era ineficaz. “Thierry” «ha demostrado una total incompetencia en las funciones que ha desarrollado […]. No se ha recibido ninguna información útil. Los comandos han tenido que seguir corriendo con todos los gastos», transcribe “Ata”.
El cruce de acusaciones llegó incluso al dinero, vital en una organización clandestina como ETA. El aparato político es quien siempre tiene la llave de la caja y el que controla las actividades de extorsión, los ingresos y la gestión de la tesorería. Y el que realiza operaciones financieras no siempre afortunadas: desde 2004 la banda tenía en su poder 210 000 dólares americanos y 54 040 francos suizos para cambiarlos por euros, pero “Thierry” no autorizó el intercambio de divisas hasta finales de 2007. Cuando se realizó la venta de los dólares, el euro ya estaba mucho más caro, lo que ocasionó importantes pérdidas (alrededor de 21 000 euros). Este tipo de acciones dieron pie a que “Ata” criticase los juegos de monopoly de “Thierry”, a quien calificaba de «Maquiavelo de taberna», mientras los «comandos tienen que comer arroz todos los días».
“Thierry” también llevaba las riendas de “Gezi”, el aparato de extorsión. Finalizada la tregua, ETA inició una durísima campaña de extorsión en la que llegó a exigir a un solo empresario una «ayuda económica a favor de Euskal Herria» de hasta 400 000 euros. ETA amenazaba no solo a los empresarios sino también a sus familias. El hijo pequeño de un industrial recibió el siguiente mensaje: «si no contesta a nuestra petición, daría vía libre a Euskadi Ta Askatasuna para decidir acciones en contra de sus bienes y/o de su persona». El texto indicaba a los empresarios que tenían que entregar el pago «de forma discreta» en «los círculos habituales de la izquierda abertzale» en billetes de 20, 50 y 100 euros.
Dos direcciones simultáneas
“Ata” también reprochó a “Thierry” su desconocimiento del euskera: «Por su culpa, en los lugares en los que se mueve, el español es el idioma que prevalece. Esto ocurre también en el “Zuba”, donde a veces llegamos a preguntarnos nosotros mismos a ver dónde hostias estamos», llegó a ironizar en uno de sus escritos. «Mientras ha sido representante de la organización se ha pensado que él era la organización. Sin ninguna vergüenza, en algún caso dando la espalda a decisiones que habían sido tomadas pocas semanas antes en la dirección, ha expuesto sus tesis ante los representantes del Estado español. Nos aburre su perorata sin interrupción que, a parte de no tener interés, bloquea la dinámica de las reuniones».
A causa de este enfrentamiento, ETA vivió desde finales de 2007 hasta mediados de 2008 bajo dos direcciones simultáneas. Durante estos meses de bicefalia no se editó ningún Zutabe (que solía aparecer con una periodicidad trimestral o cuatrimestral), lo que da una idea de la confusión que vivía la banda.
La expulsión de “Ata”
El atentado del 1 de diciembre de 2007 en una cafetería de Capbreton resquebrajó aún más la unidad de la dirección, y la posterior carta de “Ata”, en la que escribió «se han acabado los pasteleos y los mamoneos», terminó por hacerla añicos. El “Zuba” de ETA, donde “Thierry” tenía mayoría, respondió con la expulsión de “Ata”, y para que quedara constancia de su «traición», la carta de insubordinación se mostró a todos los jefes intermedios y militantes de ETA, incluidos los presos.
“Txeroki” y “Ata” respondieron creando una nueva Ejectutiva y escribiendo un nuevo documento en el que aseguraban tener el apoyo de todos los miembros de los aparatos militar y logístico. En este caótico reinado bicéfalo, los comandos de “Ata” y “Txeroki” asesinaron al ex concejal socialista de Mondragón, Isaías Carrasco. Los servicios antiterroristas, que desconocían la situación de la banda, atribuyeron el atentado a una orden directa de “Thierry”.
Una vez asegurado con mano férrea el control sobre el aparato militar y logístico, “Txeroki” y “Ata” se preparan para expulsar de la banda a “Thierry”, Ainhoa Ozaeta e Igor Suberbiola, lo que hubiera provocado la primera escisión de ETA en más de treinta años. Toda una cúpula etarra expulsándose a sí misma. Lo nunca visto. ¿Qué consecuencias hubiera tenido? Nunca lo sabremos. Justo cuando estaba a punto de estallar la guerra, la Guarda Civil detuvo a “Thierry”.
La detención de “Thierry”
A principios de mayo de 2008, los servicios antiterroristas de la Guardia Civil interceptaron una llamada de Jon Salaberria (ex parlamentario de Batasuna en situación de búsqueda y captura desde mayo de 2005) en la que hablaba de una cita importante que tendría lugar el 20 de mayo. El mensaje de Salaberria despertó todas las alarmas, porque ese mismo día había prevista una reunión entre el presidente Zapatero y el lehendakari Ibarretxe.
La pista definitiva la dio el ex alcalde de Andoain, el batasuno José Antonio Barandiaran, que se reunió el domingo 18 de mayo en Arcachon con la que fuera su teniente de alcalde, Ainhoa Ozaeta y con el propio “Thierry”. La reunión se produjo en un buen restaurante de la localidad, donde degustaron un opíparo almuerzo con ostras y buen vino francés. Los agentes solo tuvieron que “marcar” la reunión y seguir a “Thierry” y a Ozaeta hasta Burdeos. El coche de “Thierry” había sido monitorizado, es decir, estaba controlado por emisores de señales vía satélite, y eso que el jefe etarra llevaba sus vehículos a un taller amigo para que los inspeccionara. De nada le sirvió. La operación de balizamiento del coche de “Thierry” había sido realizada por un equipo de los GAO. Esa baliza es un chip muy pequeño, del tamaño de una moneda de euro, muy fácil de ocultar y que emite señales digitales, GSM o GPRS, vía satélite.
El coche les llevó a Burdeos. La Guardia Civil centró sus pesquisas en la vía Cours de la Marne, que ya había sido utilizada por ETA en el pasado para mantener numerosas citas de dirigentes con militantes de base[20]. Los agentes rastrearon la zona y un tendero identificó una foto de Salaberria, a quien aseguró haber visto mucho por el barrio. Mientras tanto, el Gobierno se planteaba suspender la reunión entre Zapatero e Ibarretxe, porque no había gustado nada la moción —aprobada el día 16 por el Parlamento vasco— que acusaba al Ejecutivo de amparar la tortura a etarras. La Guardia Civil pidió a Interior que sí se celebrara la reunión por miedo a que ETA cancelara la suya.
El día 20 de mayo amanece despejado. Los agentes de la RG y de la Guardia Civil vigilan el escondite de “Thierry” en el número 63 de la calle Cours de la Marne[21]. A pesar de su actitud desconfiada y de extremar las medidas de contravigilancia, “Thierry” sale de vez en cuando a dar paseos por el barrio, siempre acompañado de Ainhoa Ozaeta. Durante uno de estos paseos, los dos terroristas pasan junto a una terraza donde una pareja de enamorados se hacen fotos entre carantoñas y arrumacos. Ainhoa se fija en ellos y sonríe divertida. Lo que no sabe es que se trata de dos agentes de la Guardia Civil y que es ella la protagonista de las fotos. No sabe que son sus últimas horas de libertad.
A las 18 horas los agentes reciben autorización para entrar en la casa, pero deciden esperar unas horas por si aparece alguien del aparato militar a la cita. Finalmente, a las 11 de la noche, 30 agentes asaltan la casa y sorprenden a los cuatro etarras con sus ordenadores encendidos. No oponen resistencia. Hasta 600 guardias civiles (un centenar turnándose sobre el terreno) estuvieron trabajando de una forma u otra en el seguimiento y detención de “Thierry”. Por poner un ejemplo, son casi el doble de los 397 policías nacionales destinados a la lucha antiterrorista en el País Vasco en esas mismas fechas, lo que da una idea de la fuerza que siempre ha puesto la Guardia Civil en la lucha contra ETA. El arresto de la cúpula política coincide con una visita oficial del ministro Rubalcaba a Senegal. Su número dos le llamó para comunicarle el éxito de la operación cuando estaba a pie de pista en el aeropuerto de Dakar, charlando con su colega senegalés. Luego confesaría que no pudo aplazar el viaje, ya que la prensa le habría preguntado la razón del cambio de planes. Esta operación contra ETA era tan importante que había que tener todos los cabos atados.
Gracias a la detención de “Thierry” se halló mucha documentación que resumía los contactos entre el Gobierno y ETA. En un papel fechado en noviembre de 2007, “Thierry” había escrito que dos policías «con carné y membrete de presidencia del Gobierno» se habían dirigido a Santiago Orue Maurolagoitia[22] para trasladarle la «necesidad de hablar» y «llegar a un acuerdo antes de enero». En sus notas, “Thierry” había apuntado una reflexión personal: creía que el autor de este mensaje era el socialista José Antonio Pastor.
La detención de “Thierry” supuso un golpe de suerte para “Txeroki” y “Ata”. O quizás quienes tuvieron suerte fueran los arrestados: “Thierry”, Igor Suberbiola, Ainhoa Ozaeta y Jon Salaberria, porque las Fuerzas de Seguridad estaban convencidas de que “Txeroki” y “Ata” no se iban a quedar de brazos cruzados.
«La banda sufría en esa etapa una paranoia difícil de superar. Una vez detenido, “Thierry” siempre ha pensado que “Txeroki” le vendió a la Policía gala», explican fuentes policiales. Su detención llevó muchos meses de investigación, pero no hubo traición de por medio. «“Thierry” estuvo en ETA 30 años y ha hecho casi de todo. En la última etapa aglutinaba mucho poder y mucha responsabilidad, lo que le obligaba a mantener muchas citas y reuniones», explica un comandante del servicio de información de la Guardia Civil.
Informes posteriores de los cuerpos de seguridad señalan que, en esa coyuntura de división interna de la banda, la detención de “Thierry” pudo haber sido un error. Paradójicamente, la acción policial allanó el camino para que “Txeroki” pudiera crear una organización a su medida.
“Txeroki” asume todo el poder
“Txeroki” aprovechó la detención de “Thierry” para suspender el poder del “Zuba” y asumir temporalmente el mando único de la banda. Como ocurre con las organizaciones mafiosas, empezaron las vendetas y “Txeroki” elaboró una nutrida lista de activistas «disidentes» y «no fiables». Con “Thierry” fuera de circulación, “Txeroki” trató de legitimarse ante las bases reabriendo la asamblea interna (valoraciones y propuestas escritas sobre un texto base entregado a la militancia) y planteando propuestas tan rompedoras como la de continuar atentando en Francia o ampliar los objetivos militares a determinadas personalidades del PNV. «Hay que abrir la puerta de la lucha armada en Francia y hacerles ver que son un Estado opresor del mismo nivel que el español», según un documento incautado por la Guardia Civil.
“Txeroki” nombró jefe del aparato político a Aitor Elizaran, de 28 años, hijo de Justo Elizaran, asesinado por la extrema derecha en Biarritz. Llegó incluso a nombrar a un sucesor: Ibon Gogeaskoetxea Arronategi, un etarra experimentado que llevaba 13 años huido (bastante más que “Txeroki” y “Ata”), y que dominaba perfectamente el francés y la geografía del País Vasco francés. Además, toda su familia estaba vinculada a ETA y a la izquierda abertzale. Ibon sustituyó a “Txeroki” cuando este fue detenido a finales de 2008.
“Ata” lograba por fin hacerse con el control del aparato logístico y “Txeroki” nombraba a sus lugartenientes como “generales” de los comandos. Entre ellos Aitzol Iriondo Yarza, alias “Gurbitz”, y Jurden Martitegi Lizaso, alias “Arlas”. Luego, las sucesiones dentro de la banda se iban a escribir con tanta rapidez que los nuevos “reyes” apenas duraban meses en su trono. “Txeroki” cayó en noviembre de 2008. Aitzol Iriondo un mes después. Y Martitegi en abril de 2009. Ibon Gogeaskoetxea cayó en febrero de 2010 y “Ata” no tuvo más remedio que salir de un discreto segundo plano y sustituir a su amigo “Txeroki” al frente del aparato militar. No duró mucho. “Ata” cayó en mayo de 2010 en Francia en un piso de la calle Sergent Marcel Duhau, en Bayona.
Fueron “Ata” e Ibon, con poder absoluto en la banda, quienes decidieron por fin cobrarse la venganza contra “Thierry”. En una reunión celebrada en agosto de 2009, el “Zuba” de ETA decidió expulsar a “Thierry” y a su mujer Yolanda Molina de la banda.
(En el Anexo IV Ya es hora de hablar claramente se recogen algunos documentos con las críticas vertidas entre las diferentes facciones).