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“ATA”, LA SOMBRA DE “TXEROKI”

Mikel Kabikoitz Carrera, alias “Ata”, cumple 35 años en mayo de 2007. Lleva casi cuatro años en la clandestinidad, oculto en Francia, y es íntimo amigo de “Txeroki”. Es, sin duda, su lugarteniente más fiel, su mano derecha, quien ejecuta sus órdenes y quien, a veces, sorprende dentro de las estructuras etarras porque sobrepasa con creces la radicalidad de la que siempre hace gala su jefe e inmediato superior. Su currículo le precede. Está implicado en cuatro asesinatos (aún sin aclarar del todo) cometidos entre 2001 y 2003 en Navarra y Zaragoza, antes de huir a Francia.

El 6 de mayo de 2001 fue asesinado a tiros el presidente del PP de Aragón, Manuel Giménez Abad, en presencia de su hijo. El 24 de septiembre de 2002, una bomba oculta en una pancarta segaba la vida del cabo de la Guardia Civil Juan Carlos Beiro Montes en Leitza (Navarra). Y el 30 de mayo de 2003 otra bomba lapa mataba a dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía en Sangüesa (Navarra). Poco después, en octubre de 2003, pasa a la clandestinidad, seguramente al sentirse “quemado” y vigilado, dejando su coche tirado y mal aparcado en Pamplona.

El asesinato del cabo de la Benemérita es especialmente macabro. El comando de “Ata” colocó una pancarta provocativa en la carretera NA1320 con el objetivo de que agentes de la Guardia Civil la retiraran. El texto en euskera rezaba «ETA bietan jarrai. Guardia Civil, jota bertan hil» (ETA, adelante con las dos[7]. Guardia Civil, mátalo aquí). También incluía el dibujo de una diana y un tricornio en el centro. La amenaza era real y textual. La pancarta tenía oculta una pequeña bomba que fue activada con un mando a distancia cuando una patrulla se acercó a retirarla. El resultado, un agente muerto y cuatro heridos.

La Guardia Civil también sospecha que fue “Ata” quien encabezó el asalto a la armería Sidam, en la localidad gala de Vauvert, perpetrado en octubre de 2006.

Criado en La Rioja

Nacido en Pamplona en mayo de 1972, la infancia de “Ata” transcurrió en el pueblo riojano de Alfaro. Allí estudió en el colegio José Elorza y en el instituto Gonzalo de Berceo. Era un estudiante aplicado, con buenas notas y sin ningún parte disciplinario. La familia de Carrera se había trasladado a Alfaro por razones laborales. Su padre, Martín, cosechaba alcachofas y maíz, y llegó a ser presidente de la Unión de Agricultores de La Rioja. En junio de 1989, cuando “Ata” tenía 17 años, su padre fue protagonista de una noticia publicada en la revista Interviú. Bajo el titular «Matones a sueldo contra agricultores riojanos», la publicación relataba cómo Martín había recibido amenazas telefónicas para dejar la región y cómo dos matones le agredieron en su casa con un palo y una llave inglesa. Pasó cuatro días hospitalizado. Tras la paliza, recibió más llamadas de los supuestos matones exigiéndole que se fuera del pueblo o de lo contrario sería asesinado. Supuestamente, informaban los matones, alguien ofrecía cinco millones de pesetas por su cabeza. Al final la Policía detuvo al empresario que había encargado la paliza a Martín porque quería sus tierras.

Por otra parte, la madre de “Ata”, Ana María, fue profesora en una ikastola y siempre estuvo en la senda abertzale. La familia se completaba con una medio hermana, Oskai, fruto de un matrimonio anterior de su progenitor.

Mikel empezó a estudiar ingeniería en Pamplona, pero abandonaría la carrera para montar en 1995 una empresa de fabricación de herramientas y troquelados mecánicos en Santesteban. La compañía se llamaba Fabricados Gurpegui, de la que Mikel era el administrador. Cuando se fugó en 2003 para engrosar las filas de ETA había dejado una deuda de más de 200 000 euros con la Seguridad Social.

Con “Ata” ya en las filas de ETA, su madre se presentó como suplente en la lista Nafarroako Abertzale (encabezada por el dirigente de Batasuna Pernando Barrena) en las elecciones al Parlamento navarro de 2007. La lista fue anulada por el Tribunal Supremo al considerar que, junto al resto de agrupaciones con las que compartía siglas, no era sino un «mecanismo de sucesión» de la ilegalizada Batasuna. Como consecuencia de esta incursión política, el nombre de Ana María Sarobe pasaría a formar parte de una lista del CNI, en la que ya estaba su hijo desde hacía tiempo.

El círculo familiar de “Ata” se completa con Antonio Carrera Aguirrebarrena, su tío paterno, uno de los condenados en el “proceso de Burgos”. Fue acusado de colaborar con la banda terrorista entre 1966 y 1968 y condenado a 12 años y un día de prisión por rebelión militar. Tras siete años de reclusión, a principios del año 1976, fue el primero de los condenados en el “proceso de Burgos” que abandonó la cárcel gracias a la Ley de Amnistía. Después inició una carrera política y sindical que le llevó a ocupar una concejalía en San Sebastián antes de convertirse en miembro del Parlamento vasco entre 2001 y 2009. En la actualidad es un destacado dirigente de Ezker Anitza (Izquierda Unida en el País Vasco). «Dejé ETA formalmente el 3 de diciembre de 1970, en los calabozos, horas antes de que empezara el proceso de Burgos. Estaba en contra de que ETA hubiera secuestrado dos días antes al cónsul de Alemania para exigir nuestra liberación. Pero nuestros abogados secuestaron la nota de renuncia que habíamos escrito la mayoría de los 16 condenados», rememora Antonio Carrera a los autores del libro. «Me soprendió mucho saber que mi sobrino estaba en ETA. La verdad es que no lo sabía, me enteré por los medios». Asegura que no ve a Mikel desde los 20 años. «Los recuerdos que tengo es que era un buen estudiante, casi modélico, y una persona muy educada. He tenido poca relación con esa parte de la familia. Mi hermano y la madre de Mikel se separaron cuando él era joven y él prefirió quedarse con ella. No fue una separación amistosa», sentencia. «Ahora tengo muy poca relación con la madre, no coincido con ella en temas políticos, pero es una relación correcta». Antonio afirma que su sobrino nunca le pidió ayuda cuando estaba en la clandestinidad ni le ha ido a ver a prisión. «Solo sé que allí está estudiando antropología».

Antonio Carrera nunca ha justificado la violencia y prefiere no analizar los motivos por los que un joven con futuro como su sobrino decidió cruzar la línea y alistarse en la banda terrorista. «No sé qué pudo pasar y no quiero martirizarme al respecto». Solo lamenta que el padre de Mikel, su hermano, muriera cuando su hijo estaba en la clandestinidad.

La trayectoria criminal de Mikel Carrera revela su afán por reivindicar que él era el más vasco entre los vascos a pesar de haber nacido en Pamplona y haberse criado en La Rioja. Algo contra lo que luchaba siendo el más radical de todos y exigiendo a los demás la misma radicalidad. La anécdota que mejor demuestra esta lucha contra los complejos impuestos por él mismo es el alias que eligió como nombre de guerra dentro de ETA: “Ata”, “pato” en euskera, es el acrónimo del primer nombre pensado por los fundadores de la banda: “Aberri Ta Askatasuna” (Nación y Libertad), rechazado finalmente en 1958 porque a los líderes de la banda no debió parecerles serio que una organización patriótica y revolucionaria compartiera siglas con la más pacífica de las aves. Pero a “Ata” le dio igual. Él quería ser el más ortodoxo de todos, un “pata negra” dentro de ETA.

“Ata” siempre había sido una mecha encendida a punto de exlotar y encontró en “Txeroki” la chispa perfecta para incendiar la organización. Congeniaron enseguida porque los dos creían en la violencia como único camino para doblegar al Estado español. “Ata” nunca fue a la estela de “Txeroki”, sino por delante, abriéndole paso en muchas ocasiones.

Ambos empezaron a militar en ETA poco antes de la tregua del año 1998 (“Ata” en el comando Navarra y “Txeroki” en el comando K-Olaia). Cuando “Ata” tuvo que huir a Francia en el otoño de 2003, fue recibido por “Txeroki”, que ya formaba parte de la jefatura de “Trebaketa”. Los dos jóvenes compartían la misma visión crítica sobre una banda que ya empezaba a mostrar los primeros síntomas de desorganización y declive.

En julio de 2007 “Txeroki” y “Ata” inician un proceso que terminará casi un año después en una auténtica guerra civil entre dos bandos irreconciliables. Si la “crisis ESA” de 2004 se superó con traslados y consejos disciplinarios («Tenía necesidad de hablar y reventé», llegó a señalar “Ata” en su defensa, antes de ser traladado al aparato logístico), el motín de 2007 acabaría con el resquebrajamiento de la banda, engullida por la traición, las envidias y la desconfianza. (Ver capítulo La guerra civil en ETA).