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EL EJÉRCITO DE “TXEROKI”

Garikoitz Azpiazu, alias “Txeroki”, se crio en el barrio obrero de Santutxu, el más poblado de Bilbao, y fue un alumno aplicado que no llamaba la atención. Uno de sus profesores en la ikastola Karmelo, donde entró a estudiar en 1977, fue el histórico dirigente de HB Tasio Erkizia. En el instituto Gabriel Aresti recibió clases de la ex dirigente socialista Gotzone Mora, que con el tiempo se convertiría en objetivo «ejecutable» de la ETA de “Txeroki”.

Durante su juventud no se metió en problemas y mantuvo un perfil discreto. Tenía el pelo largo, pendientes de aro y unas abultadas patillas que le identificaban a la moda borroka y que le valió su primer apodo, “Gary patillas”, pero evitaba participar en actividades de violencia callejera, porque no quería estar bajo los focos de las Fuerzas de Seguridad. En 1991 se presentó a los exámenes de Selectividad, donde sacó una nota de 6,3. Su futuro parecía otro y el joven Garikoitz Azpiazu optó por matricularse en el Instituto Vasco de Educación Física (IVEF) de Vitoria. Con 19 años, frecuentaba zonas calientes del Casco Viejo de Bilbao, escenarios de muchos actos de violencia callejera, donde ETA se ha nutrido siempre de jóvenes activistas.

Mientras el Gobierno de Aznar dialogaba con ETA (septiembre 1998 - diciembre 1999) Garikoitz Azpiazu se alineó con los grupos de la izquierda abertzale que criticaban la negociación. Esa etapa de su vida coincidió con la separación de sus padres, Josu y Ana, quienes, a pesar de sus ideas independentistas, vieron con muy malos ojos el acercamiento de su hijo hacia el mundo etarra. Josu Azpiazu trabajaba entonces en una compañía eléctrica, y su madre compaginaba varios empleos como dependienta en comercios bilbaínos.

Garikoitz se unió a ETA junto a una generación de jóvenes para los que no había supuesto ningún trauma que se rompiera la esperanza de una salida negociada al conflicto vasco. Guiados por la filosofía de Javier García Gaztelu, alias “Txapote”, el jefe de ETA más sanguinario, la violencia era el único discurso. En diciembre de 2001 Garikoitz (que utilizaba entonces el alias de “Arrano”) fue identificado como uno de los miembros del nuevo comando K-Olaia[6], el mismo que en febrero de 2002 atentó con un coche bomba contra el dirigente de las juventudes socialistas de Euskadi, Eduardo Madina.

Días después, el 28 de febrero de 2002, el comando del entonces apodado “Arrano” colocó una bomba dentro de un carrito de la compra oculto en una de las calles de acceso al Ayuntamiento de Portugalete (Vizcaya). El objetivo era la concejala Esther Cabezudo y su escolta. Solo la suerte y la impericia de los etarras evitó que se produjera una matanza. La bomba, con 20 kilos de titadyne, hirió a 20 personas y provocó daños en 241 pisos y 22 vehículos. La edil y su escolta salvaron la vida porque ese día decidieron pasar por la acera contraria de donde se había colocado el carrito. Pero “Arrano” no asumió la culpa y se mostró crítico con sus compañeros en una carta-informe enviada a la cúpula etarra en Francia. Rezaba así: «Carrito de la compra: 20 kg. DZ + cordón. En una caja, preparada para cogerla al ir coche. Lo pusieron el lunes y el miércoles, y una vez no pasó y la otra vez no se pudo activar porque pasaba mucha gente. Al final, el jueves decidieron colocarlo como consecuencia de la cantada que habían dado el último día, a pesar de pasar lejos y a pie. El carrito estaba bien puesto, pero al no ser la caja de metal se movió hacia atrás. Hecho con el mando. Prepara OLAIA y JT poner. Bolsa de Bilbao: 20 Kg. caja reforzada 2 chalecos modelo camicace. Las conexiones mal hechas. OLAIA».

Un miembro del comando llegó a declarar a la Ertzaintza después de su detención que “Arrano” era un temerario. El 12 de enero de 2002, primer sábado de rebajas, el K-Olaia había colocado un coche bomba en la confluencia de las calles Alameda Mazarredo y Gran Vía, en Bilbao, que explotó a las dos menos cuarto de la tarde provocando 12 heridos y el caos en el centro de la ciudad. “Arrano” se compró una camiseta del Athletic Club para pasarse por el lugar del atentado y ver los daños y reacciones que había provocado. «Luego llegó a casa diciendo que le podían haber filmado un montón de cámaras de televisión y que tenía que cambiar de aspecto».

El terrorista grafómano

“Arrano”, un recién llegado a la banda, no toleraba los fallos de nadie, y no dudaba en reflejarlos por escrito. Le encantaba escribir informes. El 16 de octubre de 2002 era detenido en Francia el entonces jefe militar Juan Antonio Olarra Guridi (el etarra que en 1995 intentó asesinar a José María Aznar en Madrid), junto a su novia Ainhoa Múgica Goñi. En el vehículo, Olarra llevaba documentos con reflexiones de “Txeroki” sobre la posición política y militar que debía adoptar la organización, sobre la responsabilidad y el papel que debían tener «los formadores de ETA» con los miembros clandestinos de la banda y una lista en la que pedía al aparato militar armas, explosivos y documentación falsa.

La Guardia Civil cree que en 2003, “Arrano” formaba ya parte de la jefatura de “Trebaketa”, uno de los aparatos de ETA encargados de formar a los nuevos activistas que llegan a Francia. La Policía francesa decomisó ese año varios documentos y cuadros de contabilidad de “Trebaketa” elaborados por el propio Garikoitz Azpiazu, que en aquella época se hace llamar con el alias “Tinko”. La labor didáctica de “Tinko” en esos años es ingente. En diciembre de 2003 la Policía gala encuentra en un piso franco en la zona de Las Landas otro documento titulado Balística sobre la manipulación de armas y municiones. El autor, el prolífico “Tinko”.

En los meses convulsos que siguieron a la detención de Juan Antonio Olarra Guridi en 2002 y de su sucesor Ibón Fernández de Iradi, alias “Susper”, en 2003, Garikoitz Azpiazu, apoyado por “Ata” (ver siguiente capítulo) hizo públicas sus quejas contra la dirección de ETA por la «falta de ekintzas (atentados)» y por la falta de seguridad interna, que se había traducido en fuertes golpes policiales.

Esta agitación interna, bautizada como «crisis ESA» (la crisis de “Ekintza Saila”) contó con el apoyo de mandos intermedios de la jefatura militar. El entonces número uno de la banda y máximo dirigente del aparato político, “Mikel Antza”, reaccionó al motín sin demasiada dureza: Garikoitz y “Ata” comparecieron ante el “Zuba” (el comité ejecutivo de ETA) y fueron obligados, como marca la tradición de un régimen marxista, a hacer autocrítica y, en definitiva, a retractarse de sus palabras.

No obstante, el destino empezó a jugar a su favor. Los éxitos de las operaciones policiales auparon a Garikoitz, que subió un peldaño más en el escalafón etarra cuando el 9 de diciembre de 2003 caía el jefe de los comandos, Gorka Palacios Alday. En abril de 2004, fueron arrestados Félix Ignacio Esparza Luri, alias “Navarro”, máximo responsable del aparato logístico; y Félix Alberto López de Lacalle, alias “Mobutu”, número dos de ETA en esa época. El 3 de octubre de ese mismo año son detenidos en Francia los máximos responsables de la organización: Mikel Albizu, alias “Mikel Antza”, y Soledad Iparraguirre, alias “Anboto”, su sanguinaria mentora (con 15 asesinatos a sus espaldas), responsable de los comandos legales y de la gestión del “impuesto revolucionario”. El ascenso de Garikoitz Azpiazu es ya imparable, tiene el camino expedito. Es en esta época cuando adopta el nombre de “Txeroki”. Su primera orden como jefe de los comandos etarras es enviar a Madrid una furgoneta con 506 kilos de cloratita y 30 kilos de dinamita. “La caravana de la muerte”, como la prensa bautizó este plan, fue interceptada en febrero de 2004 por la Guardia Civil en Cañaveras (Cuenca). “Txeroki” se enteraría en octubre de 2004 de la detención de la que era su chica antes de pasar a la clandestinidad, Amaya Urizar de Paz, de 22 años. La joven no saldría de la cárcel hasta cinco años después. “Txeroki” sustituyó el amor de Amaya por el de Leire López Zurutuza, una exconcejal de Batasuna captada por el propio “Txeroki” en septiembre de 2004 para formar el comando Zapa.

“Txeroki” quiere imponer en esos años una nueva estrategia y cometer atentados mucho más duros contra sectores nacionalistas, a los que apenas se había amenazado hasta ese momento. Pero su poder no es omnipotente. En febrero de 2005 la Guardia Civil detiene en Basauri (Vizcaya) a Javier Pérez Aldunate, alias “Dantxari”, a quien “Txeroki” ha entrenado como francotirador para que intente matar al Rey. Se le interceptó información muy sensible sobre el presidente del PP de Vizcaya, Antonio Basagoiti, y sobre el portavoz del PSE en el Parlamento de Vitoria, Rodolfo Ares, junto a órdenes por escrito de “Txeroki”: «Aunque el ambiente está enrarecido, no hay nada y tenemos que poner muertos encima de la mesa. Cuanto antes. Tenemos que poner patas arriba a un enemigo uniformado, da lo mismo el uniforme y dónde. En esta situación quedará de la hostia y nos dará mucha fuerza (…) Más aún cuando el enemigo se estaba regocijando en la debilidad de la organización y cuando la confianza de nuestra gente está en crisis».

Esta exigencia de sangre se produce en un momento en el que Batasuna ya ha hecho pública la “Declaración de Anoeta”, en la que aboga por una solución del “conflicto vasco” basado exclusivamente en vías pacíficas. Ya entonces se empezaba a hablar en los ambientes abertzales de una nueva tregua. Él no comparte las nuevas tesis democráticas de Batasuna, quiere muertos.

Sin embargo, la debilidad de la banda era cada vez mayor y los pasos estaban más enfocados a declarar la tregua que a reforzar la violencia. ETA había mandado dos cartas a Zapatero, en febrero y abril de 2005, anunciando su disposición a «mantener una vía de comunicación directa y estable». La primera cita entre la banda y el Ejecutivo se produjo el 31 de mayo de ese año en Lausana (Suiza). En este contexto, el 22 de marzo de 2006, el jefe etarra “Txeroki” autorizó el alto el fuego permanente. El dirigente etarra se relajó mientras duraron los contactos con el Ejecutivo de Zapatero, pero la paciencia no le duró mucho. Los días 26, 27 y 28 de septiembre de 2006, seis meses después del alto el fuego, ETA y el Gobierno continuaron sus contactos en Lausana. Aunque “Txeroki” no participó directamente en los encuentros, había tomado una decisión: romper la tregua.

El domingo 24 de septiembre de 2006, durante el “Gudari Eguna” (Día del Soldado Vasco), tres etarras encapuchados leyeron un mensaje inequívoco: «Tenemos nuestra sangre preparada para ser derramada por Euskal Herria (…), la lucha armada seguirá». El texto había sido proporcionado por José Antonio Aranibar, lugarteniente de “Txeroki”. Dos de los tres etarras que participaron encapuchados en esta escenografía, armados con fusiles que disparan al aire, son Mattin Sarasola y Josu Iturbide, dos de los componentes del comando Elurra. El propio “Txeroki” se reuniría con ellos esa misma semana en el monte Auza de Navarra. Allí les dio órdenes de colocar una furgoneta cargada con explosivos en el aparcamiento de la T4 del aeropuerto de Barajas. La decisión estaba tomada.

El 23 de octubre de 2006, con el alto el fuego aún en vigor, un comando enviado por el propio “Txeroki” robaba 350 pistolas y 10 000 balas de la armería Sidam, en Francia. Todo se hizo sin consultar a nadie, ni siquiera a los compañeros de “Txeroki” en el “Zuba”.

Atentado de Barajas

El mismo día que era descubierto el zulo de Amorebieta (el 23 de diciembre de 2006), a once kilómetros de distancia, otro etarra, Igor Portu, alias “Pantani”, de 29 años, se desplazaba al barrio bilbaíno de Santutxu. En una tienda, PC Phone 21-Telbask, ubicada en la calle Carmelo, compró un móvil Nokia 6101 con el número 688 606 731.

Siete días después, el 30 de diciembre, a las 7.53 horas, “Pantani” efectuó una llamada desde este teléfono.

Tuuuuuuuuuuu, Tuuuuuuuuuuu, Tuuuuuuuuuuu, Tuuuuuuuuuuu…

«DYA de San Sebastián. Egun on (buenos días)».

«Escuche atentamente por favor».

«¿Sí?».

«Le llamo en nombre de ETA para advertirle de la colocación de una potente furgoneta bomba en el parking de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas en Madrid… repito… en el parking D de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas de Madrid… Se trata de una Renault Traffic granate matrícula 6054 DKY que va a explotar a las 9 horas, dentro de una hora… subrayamos que se trata de una furgoneta bomba de gran potencia, así como cualquier intento de desactivarla supondría un grave riesgo y una grave irresponsabilidad… vale… ale».

Una hora después, exactamente a las 8.59 horas, estallaba la bomba en el aparcamiento de la T4 de Barajas. El atentado pilló completamente desprevenido al Gobierno de Zapatero, que un día antes había hecho anuncios esperanzadores sobre los contactos con la banda. El presidente no podía haber sido más inoportuno.

Los autores del atentado de Barajas son los cuatro miembros del comando Elurra: Igor Portu, Mattin Sarasola, Mikel San Sebastián y Josu Iturbide, cuatro jóvenes de Lesaka (Navarra). Portu es asistente social, Iturbide trabaja de peón de albañil, San Sebastián vende ganado en ferias, y Sarasola vive con sus padres alternando trabajos ocasionales, como el de escayolista, y haciendo mucho deporte. Forman una cuadrilla muy conocida en su pueblo, vinculada a la izquierda abertzale, pero no se meten en problemas y no llaman la atención. Uno de ellos es incluso primo del futuro alcalde de esa localidad. De hecho, solo Portu y Sarasola están incluidos en la base de datos SI de la Guardia Civil, y aún no han sido catalogados en ningún nivel. La única reseña que aparece es «interesa control normal», es decir, recabar todos los datos posibles.

Los cuatro fueron reclutados a finales del año 2002 por su amigo José Antonio Aranibar, otro joven de la vecina localidad de Vera de Bidasoa, que llegaría a ser uno de los lugartenientes de “Txeroki” en el aparato militar de ETA. Al principio su trabajo consistía en ayudar a otros miembros de la banda a entrar y salir de España. Lo hacían bastante bien, ya que se habían criado en la frontera entre Navarra y Francia y conocían muchos caminos forestales por los que cruzar los Pirineos. Fueron ganando experiencia y ETA les asignó misiones más complejas como trasladar armas y explosivos de un lado a otro de la frontera. El 21 de diciembre de 2005 cometieron su primer atentado: colocaron un coche bomba con el que destrozaron una discoteca de la localidad de Santesteban. Su dueño se había negado a pagar los 42 000 euros, más 4320 de intereses, que ETA le exigía como “impuesto revolucionario”. No volverían a ser llamados por “Txeroki” hasta otoño de 2006, para preparar el atentado de Barajas. Su militancia terrorista no les impide llevar una vida completamente normal. Mattin Sarasola llegó a correr la San Silvestre de Azpeitia (Guipúzcoa), un día después de colocar la furgoneta bomba en la T4 de Barajas. Como si no hubiera pasado nada.

La moral muy baja

Lo cierto es que en enero de 2007 la moral de los servicios antiterroristas no está por las nubes. El atentado de Barajas coge a todos por sorpresa, sobre todo a la Policía Nacional, que vive en esos momentos un proceso de reestructuración y reorganización. El Ministerio del Interior acaba de relevar al comisario jefe de la lucha contra ETA, Telesforo Rubio, y lo sustituye por un policía veterano, Miguel Ángel Valverde. Durante las negociaciones entre el Gobierno y ETA de 2006, Rubio recortó la unidad antiterrorista de la Policía que trabajaba en Francia. La brigada, compuesta por 40 agentes, se redujo a 20, cuando el número óptimo era de 60. Esta decisión limitó notablemente la capacidad operativa de la Policía Nacional, que tenía dificultades para controlar los movimientos de los etarras que se movían por suelo galo, trasladando a sus compañeros franceses la impresión de cierta relajación en la lucha contra ETA. En el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) tampoco bajaban las aguas muy calmadas. José Bono había dimitido como ministro de Defensa en abril de 2006 alegando que quería dedicar más tiempo a su familia. No era la única razón. Bono se había enterado un mes antes en una reunión con miembros de la subdirección de contraterrorismo de que los socialistas vascos y Batasuna llevaban ya muchos meses negociando, al igual que una delegación del Gobierno y ETA. Pero lo que más le había dolido era la traición de su amigo y director del CNI, Alberto Saiz. Bono le había aupado al frente del CNI y ambos habían trabajado juntos en el Gobierno de Castilla-La Mancha. Ahora formaban de nuevo equipo en Defensa, pero Saiz decidió omitir cierta información a Bono y reportar directamente a Rubalcaba y Zapatero, según explican fuentes solventes. Es decir, le había “puenteado”. La historia acabó en bronca y Bono, orgulloso, decidió marcharse del Ejecutivo y crearle la primera minicrisis gubernamental a Zapatero.

La fragilidad de los servicios antiterroristas se agrava por la soterrada rivalidad entre Policía Nacional y Guardia Civil. Los famosos cables de Wikileaks ya hablaban en abril y septiembre de 2005 de la falta de colaboración de ambos cuerpos en materia antiterrorista. «La fuerte rivalidad… bloquea el flujo de información», rezaba un cable clasificado como secreto remitido por la embajada de EE. UU. en Madrid a la secretaría de Estado en Washington. «Los cuerpos de seguridad son reacios a compartir información que podría revelar sus fuentes y sus métodos». Con este panorama no es de extrañar que en 2007 el peso de las investigaciones lo llevase la Guardia Civil. A ellos también les ha cogido desprevenidos el atentado de Barajas, con secuestro incluido (el dueño de la furgoneta que estalló en la T4 estuvo retenido tres días). Por sorprender, la explosión de la T4 (dos muertos, 48 heridos, 40 000 toneladas de escombros, 863 vehículos dañados y 40 millones de euros en daños materiales) también ha desconcertado un poco al propio “Txeroki”, que había planeado un atentado mediático para llamar la atención internacional y mandar un mensaje claro al Gobierno, pero las dos víctimas mortales (de nacionalidad ecuatoriana) no estaban entre sus objetivos. De hecho, ETA tenía redactado un comunicado para reivindicar la acción 48 horas después, que tuvo que ser modificado ante la aparición de los cadáveres. El comunicado no se hizo público hasta el día 9 de enero. En él transmitieron incluso sus condolencias «más sinceras» a los familiares y amigos de las dos víctimas y «al pueblo de Ecuador».

La cantera de “Txeroki”

Después del atentado de Barajas, “Txeroki” se convierte en la gran obsesión de los servicios antiterroristas españoles y franceses. Cuenta con todo un pequeño ejército formado, en su mayoría, por jóvenes reclutados de la “kale borroka”, apoyados por otro reducido grupo de veteranos y algunos noveles sin ninguna experiencia, como “Txester”. ETA ha ido sufriendo una continua sangría de detenciones (tan solo durante 2005 las Fuerzas de Seguridad españolas y francesas detuvieron a 88 etarras y colaboradores) y no suma entre sus filas tantos activistas como un lustro antes, en 2002, cuando la ingente documentación intervenida al entonces jefe del aparato militar Juan Ibon Fernández Iradi, alias “Susper”, reveló que en la “revista de tropas” de la banda terrorista aparecían 1031 miembros, distribuidos en diferentes aparatos y estructuras, incluidos los presos (514). El militar, por ejemplo, tenía 271 activistas. El político, 102; el logístico, 61. Y el aparato de extorsión, 24 activistas. En 2007 la cifra se ha reducido notablemente, pero “Txeroki” tiene dónde elegir.

Un topo en casa

El 9 de enero de 2007 “Txeroki” se entera por los medios de comunicación de que “Jon” y “Txester” han sido detenidos en Ascain, muy cerca de la frontera con Hendaya. Pero el jefe etarra tiene en marcha nuevos planes. Por un lado encarga al comando Urederra que atente contra el filósofo Fernando Savater, y por otro envía a uno de sus chicos, Iker Agirre, a Valencia con la orden de recopilar información sobre la Copa América de Vela, que se va a celebrar entre el 23 de junio y el 3 de julio de ese año. “Txeroki” le ha dado 3048 euros en efectivo, la mayoría en billetes de 50 euros, dinero suficiente para estar alojado varios días en hostales discretos de la ciudad y recoger datos sobre las infraestructuras del puerto, los actos programados y los hoteles que hospedarán a las delegaciones. Agirre deberá seguir después hasta Alicante para recopilar más información sobre hoteles y centros de ocio. Pero dos semanas después, el 25 de enero, Iker Agirre es detenido en la estación gerundense de Portbou cuando viajaba en el Talgo Montpellier-Cartagena. Antes había viajado en tren desde París a Burdeos, de allí a Narbona y de esa ciudad a Perpiñán, donde tomó el Talgo que debía dejarle en la estación de Sants en Barcelona.

¿Qué ha podido salir mal? Han pasado dos semanas desde el arresto de “Jon” y “Txester” y de nuevo vuelve a enterarse por la prensa de otro golpe policial ¿Pero cómo le han podido arrestar en el tren?, ¿tanto ha dado el cante para que los policías se hayan fijado en él? La explicación a la detención de Iker Agirre es que la organización ha sido “mordida”, algo que “Txeroki” no puede concebir. Debido a su obsesión por evitar las infiltraciones, cree haber diseñado una organización estanca y muy poco vulnerable. De hecho, la puerta de acceso a ETA se ha estrechado hasta el punto de que muchos jóvenes de la “kale borroka” son rechazados por miedo a venir “marcados”.

La Guardia Civil cuenta desde hace meses con un topo dentro de ETA, al que ha reclutado durante la tregua. No se trata de un agente entrenado e infiltrado en la organización terrorista. Eso ya es prácticamente imposible, muy costoso en tiempo y sin garantías de éxito. Muy remotos quedan los tiempos de Mikel Lejarza Eguía, alias “Lobo”, el agente del antiguo servicio secreto español, el SECED, que llegó a infectar tanto los aparatos de la banda durante los años 70 que logró la desarticulación de la cúpula militar y la detención de 150 terroristas. Y lejos queda también el importante papel que desempeñaron dos infiltrados de la Benemérita que regentaron, en los años 80, un bar de Bayona por el que pasaban muchos etarras que huían a Francia. Muchos topos han pasado por ETA en sus 50 años de historia. En 1989, José Antonio, un guardia civil, se infiltró en la organización y consiguió ser chófer del jefe etarra Mikel Albizu Iriarte, más conocido por “Mikel Antza”, que dirigió la banda entre 1993 y 2004. Fue descubierto en 1995 y su identidad fue publicada incluso en el diario Egin. La paranoia de ETA con los topos tuvo su capítulo más esperpéntico en abril 2003, cuando Xangarín Recondo Serrano, pamplonés de 32 años, fue detenido por la policía francesa en una farmacia de la localidad de Mur de Barez, a donde había acudido a comprar vendas y medicinas con las que curarse un balazo en su muslo izquierdo. El farmacéutico sospechó del reguero de sangre del cliente y avisó a la Gendarmería. Aparentemente, el etarra se había herido mientras realizaba ejercicios de tiro con fuego real.

La verdad era otra: fueron sus propios compañeros quienes le dispararon en la pierna durante un interrogatorio. No les cuadraba que la Ertzaintza le hubiera soltado tan rápido cuando fue detenido en febrero de 2006 y, sobre todo, que fuera el único miembro de su comando que lograra escapar a Francia, cuando la Guardia Civil desmanteló y detuvo a todos sus compañeros y jefes del comando. Esta facilidad para salir airoso de situaciones comprometidas despertó el recelo de sus compañeros. Para salir de dudas le sometieron a un interrogatorio sin presunción de inocencia que consistió en un grupo de encapuchados obligándole a declararse topo de la policía. Le dispararon en la pierna, pero Recondo no pudo confesar nada porque no era un topo. Cuando sus interrogadores se dieron cuenta de que se habían equivocado se limitaron a abandonarle y fue el propio Recondo quien, malherido, acudió a la farmacia para evitar morir desangrado. Recondo fue entregado a España en abril de 2006. Hoy está libre y desvinculado de la banda.

Venganza

Ahora, en 2007, la historia es más sencilla: el nuevo topo de ETA no es un agente infiltrado ni un terrorista arrepentido, es un hombre celoso que actúa por venganza. A sus más de 50 años, este colaborador de la banda decidió pagar a ETA con sus 30 monedas de oro. Y lo hizo por despecho, tras enterarse de que su mujer mantenía una relación con otro veterano colaborador de ETA. Una historia de cuernos. Él solo se presentó como voluntario, algo insólito, tras contactar con un mando antiterrorista destinado en Guipúzcoa.

Este topo pertenecía al “aparato de mugas”, formado por simpatizantes que esconden en sus casas a los etarras que van a cruzar la frontera (muga en euskera); y, sobre todo, que apoyan a los comandos en el camino inverso, es decir, a introducirse clandestinamente en España para atentar. Por lo general se trata de una red de pisos de gente de la izquierda abertzale, sin antecedentes, que no llama la atención, pero que forma parte de organizaciones de apoyo a los presos como Etxerat o Askatasuna. Por ejemplo, la Guardia Civil había descubierto uno de esos pisos en Berango (Vizcaya), donde una joven de 29 años, trabajadora de una empresa de veterinaria, ocultó durante tres meses a un etarra en fuga. Allí se ocultó sin pisar un solo día la calle, hasta que pudo pasar a Francia. O el caso de una profesora de música de 57 años, hermana de un etarra, que también ocultaba a terroristas en Getxo.

El topo tenía mucha información que ofrecer a cambio de satisfacer su despecho. Su pacto con los servicios de información, sin embargo, no duraría mucho. Un par de años después de empezar a colaborar con las Fuerzas de Seguridad del Estado, el topo enfermó de cáncer y exigió dinero para un tratamiento. Se decidió terminar la “relación contractual” y se le facilitó el retiro. Ya divorciado de su infiel esposa, se llevó un pago de 600 000 euros por los servicios prestados, según explicaron a los autores de este libro fuentes solventes.

Un pasajero en el Talgo

—«¿Cómo se llaman tus padres?». La pregunta es tan sencilla que deja descolocado a Iker Agirre esa mañana del 25 de enero de 2007. El etarra enviado por “Txeroki” a Valencia no sabe dar la respuesta correcta a los policías que se han subido al tren y que ahora sostienen en sus manos el DNI del joven viajero. El topo ha señalado a su primera víctima y la Guardia Civil ha decidido compartir un objetivo con sus compañeros de azul, así que los policías de la Brigada de Información de Barcelona van sobre seguro. Los agentes saben a quién tienen que parar y preguntar. Agirre lleva un DNI falso a nombre de Agustín Sieiro Barja. A pesar de llevar tres años en la clandestinidad, Iker no ha memorizado los dos nombres de sus progenitores falsos. De todos modos, en este caso ni siquiera el recitado de los nombres le hubiera salvado. Iker Agirre es víctima de un chivatazo y es detenido en el acto. En las suelas de sus zapatos los agentes hallarán más documentación falsa (permisos de conducir y DNI con los nombres de Óscar López de Guereñu, Diego Vicente Sobradillo, David Villagra Alvarez, Javier Nieto Serrano e Imanol Arechavaleta Olsen) y unos papeles con información que permitirá concluir con éxito una operación policial meses después en Cahors. En ella participarán dos jóvenes agentes de los GAO, Raúl Centeno y Fernando Trapero.

La aventura de Agirre se acabó en Portbou, y con él los planes de ETA en la Comunidad Valenciana. “Txeroki” cumplirá 34 años el 6 de julio de 2007 y el “general” más mediático de ETA se siente poderoso e invulnerable. A veces actúa como un simple reclutador de nuevos activistas; otras como organizador de los comandos; y muchas como instructor de armas y explosivos. Viaja por toda Francia para dar órdenes y cursillos, asegurándose así la lealtad de las bases etarras y abortando cualquier amago de debate interno que cuestione el uso de la violencia. Tiene la costumbre de despedir en persona a los activistas que envía a España y no hay comando que no se haya reunido con él.

Tras engañar al Gobierno, romper la tregua y comprometer las negociaciones con el atentado de Barajas, el ministerio del Interior se ha propuesto devolver el golpe con su detención. “Txeroki” ha alcanzado el liderazgo etarra en una larga carrera de siete años y su nombre aparece irremediablemente unido a todos los atentados con éxito, aunque sean pocos; pero también a las operaciones policiales que han permitido desarticular comandos: “Txeroki” está unido al éxito y al fracaso de ETA.