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LAS NEGOCIACIONES DESPUÉS DE BARAJAS

La misma mañana del atentado de Barajas, el 30 de diciembre de 2006, Zapatero comunicaba al país que había ordenado «suspender todas las iniciativas para desarrollar el diálogo con ETA». Tres días después, el 2 de enero de 2007, era el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien daba por finiquitado todo tipo de negociación. El proceso está «roto, liquidado y acabado», sentenció. Pero ciertos ámbitos de la Guardia Civil, los que trabajan estrechamente con el CNI (los servicios secretos), estaban convencidos de que el Gobierno seguía manteniendo vías de contacto con ETA y se empezó a hablar abiertamente de «la traición de Zapatero». «Ya sabíamos que, a pesar del comunicado de ETA rompiendo la tregua en junio de 2007, Batasuna y los socialistas vascos se seguían viendo», señala un compañero de Trapero y Centeno.

Los ánimos se caldearon aún más en noviembre de 2007. El día 19, el diario El Mundo se desayunaba con el siguiente titular: «Dirigentes del PSE y de ETA se reunieron en octubre, según un informe de la Policía». El periódico publicaba que interlocutores de los socialistas vascos y de la banda se habían visto la semana del 15 al 21 de octubre en una localidad fronteriza entre Alemania y Austria. La fuente era un informe de la Policía Nacional clasificado como confidencial y que solo ocupaba un folio. En él se decía que ETA podía echar una mano al PSOE para que ganara los comicios de marzo: «Para conseguir que el PSOE obtenga la victoria, ETA hará un gesto encaminado al fin del terrorismo en fechas próximas a las elecciones», rezaba el breve análisis de los servicios antiterroristas de la Policía Nacional. Nada más lejos de la realidad. Once días después de esta publicación, el jefe etarra Mikel Carrera “Ata” apretaba el gatillo en una cafetería de Capbreton.

Nueva carta de ETA

A mediados de febrero de 2007, ETA había enviado una carta a Zapatero a través del centro internacional de resolución de conflictos Henri Dunant en la que aseguraba que el alto el fuego seguía vigente y que el atentado de Barajas había sido solo «un accidente». «Ante la situación actual, ETA desea hacerle llegar directamente su propuesta para reactivar y hacer avanzar el proceso de negociación. Siendo esta una nueva muestra de la firme voluntad de ETA», rezaba la misiva. Tras esta carta, Zapatero decidió dar una segunda oportunidad a la organización terrorista, autorizando una nueva ronda de encuentros, que se celebraron en Suiza, los días 30 y 31 de marzo de 2007, con intermediación del Centro Henri Dunant.

El Gobierno envió a un solo emisario, el catedrático de Derecho José Manuel Gómez Benítez, hombre de confianza del PSOE que ya había formado parte del equipo negociador en septiembre del 2006. En aquella ocasión los delegados de ETA habían exigido que no se utilizara ningún aparato técnico para grabar las reuniones y que se instalara un arco detector de metales en la puerta de la sala. Sin embargo, el CNI suministró a los enviados del Gobierno una funda de gafas y un pen drive indetectable por el arco para que grabaran las conversaciones.

En 2007, Gómez Benítez tuvo como interlocutor al dirigente etarra “Thierry”, quien aprovechó la ocasión para sacar a relucir su carácter ciclotímico y regañar al Gobierno por la detención, dos días antes, de dos de los miembros del aparato de negociación de ETA: Juan Carlos Yurrebaso Atucha, alias “Irene” (que había recibido adiestramiento militar en Yemen), y Kepa Mirena Suárez Ugarte. Los dos habían participado en las reuniones de 2006 y eran considerados por las Fuerzas de Seguridad como los guardaespaldas personales de “Josu Ternera”.

Yurrebaso y Suárez habían sido detenidos[23] en un control de carreteras en las afueras de la ciudad de Périgueux (Dordoña) cuando se dirigían a preparar los encuentros con el Ejecutivo español. En su apartamento se halló documentación sobre las reuniones “EO-GO”, es decir, entre ETA y el Gobierno. “Thierry” recordó a Gómez Benítez que los etarras arrestados tenían inmunidad del Ejecutivo para no ser capturados mientras duraran las negociaciones. De hecho, Yurrebaso, de 51 años, llevaba encima un papel con cuatro números de teléfono (dos españoles y dos franceses) que debía utilizar si era detenido. Uno de los números franceses correspondía al prefecto Christian Lambert, cargo muy próximo al presidente galo Nicolás Sarkozy y máximo responsable de las Compañías Republicanas de Seguridad.

No pueden calificarse de negociaciones los contactos de 2007, sino más bien de encuentro de transición. El abogado Gómez Benítez solo fue a escuchar y a pedir a ETA un comunicado en el que renunciara a cometer atentados mientras durase la tregua. Aunque la reunión no fue nada fructífera, el abogado sacó una conclusión: ETA tenía necesidad de hablar.

Una carta de Zapatero

Quizás fuera esa impresión, la de que ETA quería seguir dialogando, la que volvió a confundir a Zapatero. Las elecciones municipales, fijadas para el 27 de mayo, estaban a la vuelta de la esquina y el presidente decidió hacer algo inusual: mandar un mensaje a la dirección de la banda. Lo que no podía sospechar Zapatero es que su carta llegaría por casualidad a manos de una unidad de la Guardia Civil.

A comienzos de mayo, la tercera sección de la segunda compañía de los GAR recibió la orden de realizar controles aleatorios en los transportes públicos. Una de las zonas seleccionadas fue la localidad fronteriza de Irún.

Un equipo se dirigió a la estación de trenes de RENFE, donde también está la estación de Cercanías y la estación de autobuses de largo recorrido; otro equipo a la estación del Euskotren y un tercero a la zona del parking del aeropuerto de Fuenterrabía, a cuatro kilómetros del centro de Irún. Este último equipo llegó por la tarde y sus miembros se desplegaron para seleccionar objetivos. Como era la costumbre, tuvieron que desconectar los inhibidores de frecuencia de sus Nissan Patrol para no provocar problemas técnicos en el aeropuerto, situado muy cerca del antiguo cuartel de la Benemérita de Fuenterrabía, ya en desuso y apodado la “ikastola” por los agentes más veteranos.

—Joder, ese tío que va por ahí caminando me suena. Lo he visto por la tele. Pero ¿quién es? Joder, no me sale. No sé su nombre, pero es de los abertzales—, señala uno de los agentes desplegados en el parking. Son un trío de guardias, liderado por un cabo. Y el hombre al que han visto lleva una pequeña cartera y al parecer se dirige a un vehículo con paso firme.

—¿Estás seguro? Pues vamos a pararle, salgamos de dudas—, le contesta un compañero.

Los tres agentes le paran, se identifican y le piden la documentación. El viajero, sorprendido, no pierde la compostura y les enseña su DNI.

—José Federico Álvarez Forcada, nacido el 10 de junio de 1959—, lee uno de los agentes. El interceptado comunica a los guardias que viene de un viaje de trabajo (acababa de aterrizar de un vuelo procedente de Madrid) y que se dirige a su vehículo para volver a casa. Hasta ahí todo normal, pero los agentes no se fían. Antes de pararlo han llamado a su jefe de sección, que tiene el alias algo peliculero de “India Bravo”, por las iniciales de su nombre. Este alférez llega acompañado por otro agente cuando la patrulla que ha parado a Álvarez acaba de dejarle marchar. Informan de lo sucedido, pero “India Bravo” monta en cólera.

—Sois gilipollas o qué. No sabéis quién es Joseba Álvarez—, les recrimina a los agentes. Ellos se defienden diciendo que sí, que les suena, que por eso le han parado y han informado a su superior. Pero que no han podido hacer nada más. Iba a pie y solo le han podido pedir el DNI, pero se han fijado que llevaba una cartera y una riñonera.

—«¿Una cartera? Vamos a pararlo de nuevo, pero en un control de carretera. Dejemos que se monte en su vehículo y cuando salga por la carretera nacional que pasa por delante del aeropuerto lo paramos. ¿Entendido? ¿Qué coche lleva?»

—Una Renault Express de color blanco—, contesta el cabo.

—Pues bien, vamos allá. Vosotros dos no, que ya os ha visto. Lo hará otro equipo—, ordena resuelto “India Bravo”.

Un enlace cubano

Joseba Álvarez es hijo del escritor y fundador de ETA José Luis Álvarez Emparantza, alias “Txillardegi”. Fue miembro de la mesa nacional de Batasuna y en febrero de 2005 el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón le procesó acusado de ser miembro de la Comisión Nacional de Herrikos, la red de tabernas que ayudaba a la financiación de ETA. Aún no había sido juzgado por este hecho (sería detenido en octubre de 2007 y puesto en libertad en marzo de 2010) y en mayo de 2007 se movía con total libertad. Las Fuerzas de Seguridad ya sabían que Álvarez solía viajar a Uruguay y Venezuela para visitar las colonias de etarras allí refugiados.

Joseba Álvarez sale con su vehículo del parking del aeropuerto de Fuenterrabia para coger la N-638, la única salida. Dos Nissan Patrol de los GAR le están esperando y le paran. Álvarez está enfadado y empieza a ponerse nervioso.

—¡¡Ya he estado con unos compañeros tuyos hace diez minutos!!—, alega crispado.

—Esos eran otros y nosotros somos nosotros. Bájese del vehículo, por favor. Deje todo lo que lleva en los bolsillos encima de su asiento—, le ordena “India Bravo”.

Aquí empieza el ritual que se conocen de memoria los integrantes de los GAR. Con la excusa de hacerle más preguntas, un agente aleja a Álvarez unos metros de su coche, lo suficiente para que no vea lo que hace el resto de los agentes. Mientras Álvarez es interrogado, un GAR abre la cartera, la riñonera y el móvil que el interrogado ha dejado en el asiento de su coche minutos antes. El GAR ha cogido unos papeles y se encamina a los asientos traseros de uno de los Nissan de la Guardia Civil, con los cristales tintados, donde otro agente espera camuflado con una cámara digital listo para hacer fotos de lo que sea interesante. Primero su permiso de conducir, luego el DNI, tarjetas de crédito… de repente el agente se fija en unos folios que lleva cuidadosamente doblados. Coge el primero y lee el encabezamiento: «La carta de José Luis Rodríguez Zapatero entregada por el canciller Moratinos indica que los pasos dados hasta ahora van por el buen camino…». El agente se queda perplejo y rápidamente llama a su alférez para informarle de que tiene entre manos unos papeles «políticamente peligrosos». La respuesta es que siga grabando todo mientras habla con un superior. Lo que desconocía esa unidad de los GAR es que el Gobierno cubano[24] estaba ejerciendo la función de buzón de correos entre el Ejecutivo de Zapatero y ETA. El régimen de Fidel Castro era el depositario de los mensajes que Zapatero quería hacer llegar a la banda, gracias a la intermediación del hermano de un famoso periodista español. Y Cuba rehacía los mensajes en notas, que eran a su vez entregadas a Batasuna, otra intermediaria antes de llegar a ETA. El ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, había visitado Cuba en abril de 2007 y en ese viaje habría entregado la supuesta misiva de Zapatero. Joseba Álvarez era el receptor de los mensajes y los papeles interceptados por la unidad de los GAR eran un resumen que el propio Álvarez había hecho de las palabras enviadas por Zapatero, con supuestas transcripciones exactas de las palabras del presidente, alias “Gorburu”, para ETA.

La nota escrita a mano por Joseba Álvarez (y fotografiada por los GAR) era simplemente medio folio de un cuaderno con hojas a cuadros. Los agentes también copiaron una pequeña agenda que llevaba Álvarez con muchos números de teléfono. La unidad que grabó esa comprometida documentación fue aleccionada convenientemente al llegar a Intxaurrondo. Las cartas de Álvarez fueron copiadas y enviadas a Madrid, mientras se supervisaba el borrado de la tarjeta de memoria de la cámara utilizada por los agentes. Al día siguiente el jefe de la segunda compañía de los GAR reunió a los agentes de la tercera sección y les felicitó. Solo fueron un par de minutos, ya que en la siguiente media hora solo salieron amenazas de su boca para que la información interceptada el día anterior quedase en el olvido. Algunos agentes incluso llegaron a recibir días después más llamadas a sus teléfonos personales recordándoles total discreción. «A partir de ahí circuló la historia de que Moratinos se había dejado unos papeles en el coche oficial que le puso el Gobierno cubano en su visita a la isla, y que al parecer ese despiste permitió a los servicios secretos cubanos copiarle la documentación. Una excusa muy mala para justificar lo sucedido», señala una fuente antiterrorista.

La supuesta carta de Zapatero, interceptada casualmente por los GAR, revelaría que después de la reunión celebrada en marzo de 2007 entre “Thierry” y el abogado Gómez Benítez siguió habiendo algún tipo de contacto entre el Ejecutivo y la banda. “Thierry” y Gómez Benítez habían tenido otro encuentro discreto y breve el 1 de mayo, el prolegómeno a la carta que después enviaría Zapatero a la banda terrorista a través del «canciller Moratinos». Fue una cita inusual, ya que las dos partes no se llegaron a sentar cara a cara, sino que acudieron al mismo lugar e intercambiaron mensajes a través del Centro Henri Dunant.

Al parecer, Zapatero escribió la carta a ETA presionado por el primer ministro británico Tony Blair, que había trasladado al presidente español la necesidad de continuar los contactos con la banda. Era necesario volver a escucharles, transmitió Blair. Zapatero accedió y enviados del Gobierno se reunieron con ETA en un pequeño hotel de Ginebra (Suiza) entre el 14 y el 16 de mayo. Por parte de ETA acudieron “Thierry” y uno de sus lugartenientes, Igor Suberbiola Zumalde, alias “Jack”. Por parte del Ejecutivo, Gómez Benítez y el presidente de los socialistas vascos, Jesús Eguiguren, que ya había estado presente en todas las reuniones mantenidas en 2006. Estos encuentros, seguidos in situ por siete mediadores internacionales, no dieron sus frutos. La gran oferta que tenía que hacer ETA, la que según Blair había que escuchar, era que “Thierry” se comprometía a «desmantelar» la estructura militar si se hablaba de autodeterminación del pueblo vasco y de «la unidad territorial» entre el País Vasco y Navarra, es decir, si había un acuerdo político. Incluso plasmó su oferta deprisa y corriendo en medio folio. “Thierry” quería firmar un pacto secreto para que sus peticiones se cumplieran en dos años. Luego amplió el plazo a cinco años. Los dos bandos escenificaron el fin del diálogo, esta vez definitivo, en una última reunión el 21 de mayo celebrada en una casita rural rodeada de viñedos en las afueras de Ginebra, que duró hasta las dos de la madrugada. No antes de que la delegación de ETA pidiera incluso hablar por teléfono con Zapatero.

No había más que hablar. Dos semanas después, el 5 de junio, ETA anunciaba en los diarios Berria y Gara que daba por finalizado el alto el fuego a las 0.00 horas del 6 de junio. La banda argumentaba su decisión señalando que «no se dan las condiciones mínimas para seguir con un proceso de negociación» con el Gobierno, al que acusaba de apostar por «pseudosoluciones» con las que «no se llega a ningún sitio» y de haber respondido «al parón de las acciones armadas», con «detenciones, torturas y persecuciones».