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LAS PIEZAS DEL ROMPECABEZAS

¿Por qué decidió “Ata” matar a Trapero y Centeno en una cafetería francesa? La Fiscalía francesa cree que hay una doble respuesta a esta pregunta. Por un lado, atacar a un enemigo clásico y tradicional de la banda terrorista, como es la Guardia Civil, que no duda en cruzar la frontera francesa para perseguir a los comandos etarras. Hay una segunda razón más poderosa para entender este comportamiento ajeno al modus operandi clásico de la banda. En el verano de 2007 ETA comenzó a fracturarse en dos bandos irreconciliables (ver capítulo Guerra civil en ETA). “Ata” pertenecía a una de las facciones enfrentadas, la liderada por “Txeroki”, que controlaba los aparatos militar y logístico. Con este doble crimen, “Ata” y “Txeroki” vieron la oportunidad de reafirmar su poder en la banda frente al aparato político liderado por “Thierry” y responder, de paso, a las críticas recibidas por la inactividad e inoperancia de sus comandos. Al atentar en suelo galo, la facción de “Txeroki” cruzaba una línea roja, pero cumplía también un sueño acariciado por la cúpula de ETA durante muchos años: matar a guardias civiles en Francia.

La conclusión de los jueces Laurence Le Vert, Yves Jannier y Edmond Brunaud es que los asesinatos fueron decididos sobre la marcha por “Ata” en el mismo lugar de los hechos, sin necesidad de consultar con nadie. Y que el encuentro en la cafetería de Capbreton fue casual.

ETA reivindicó días después la «ejecución» de Raúl Centeno y Fernando Trapero en un comunicado en el diario Gara, en el que también anunció que seguiría atentando en Francia contra los «aparatos represivos del Estado español». El texto indicaba que se produjo un «enfrentamiento armado», a pesar de que los agentes no portaban armas. ETA aseguraba que ya había advertido «de forma directa» a los representantes del Gobierno español a lo largo del «proceso de negociación» de que había detectado «prácticas del terrorismo del Estado contra militantes vascos». Según la banda, les anunció que «ante esos intentos, respondería. El 1 de diciembre en Capbreton ha ocurrido lo que estaba anunciado desde hace tiempo». Y lo haría «en cualquier sitio», dejando claro que Francia pasaba a ser un nuevo campo de batalla terrorista.

¿Atentado premeditado? Las primeras semanas de investigación fueron confusas. Algunos expertos antiterroristas no descartaron que los dos agentes hubieran caído en algún tipo de rutina mientras realizaban sus labores de vigilancia que hubiera permitido a un comando de ETA preparar su asesinato. Había indicios que sustentaban esa hipótesis: parece difícil creer que en unos pocos minutos y por el mero hecho de que Trapero y Centeno hablaran en español y condujeran un vehículo con matrícula francesa los etarras pudieran tener la certeza de que eran agentes de la Guardia Civil. Por esa regla de tres, cualquier persona que hable español, infunda sospechas a un etarra y haya alquilado un coche en Francia para hacer turismo puede ser objeto de un atentado.

Otro hecho que sustentaba esta hipótesis era el excesivo riesgo que supone atentar contra agentes en un encuentro fortuito. ¿Cómo sabían los terroristas que los agentes estaban solos, que no había más compañeros en las inmediaciones, y que no iban armados? Según la hipótesis del atentado premeditado, porque los etarras habían estado vigilando a los agentes.

Esta línea se fue descartando a medida que avanzaba la investigación. La alocada huida de los terroristas desmonta la hipótesis de que hubieran planificado el doble asesinato. Estaban allí desayunando tras hacer prácticas de tiro. Además, Centeno y Trapero llevaban en Capbreton desde el miércoles y el viernes respectivamente y el atentado ocurrió el sábado a primera hora de la mañana. Es muy poco tiempo para que un comando etarra prepare un atentado. Prácticamente imposible.

¿Cómo y cuándo supieron los terroristas que Centeno y Trapero eran guardias civiles? La “perla” es un pequeño pinganillo de color carne, de apenas dos centímetros, que los agentes llevan en la oreja, y que está unida por cable a un transmisor oculto en la ropa.

Trapero y Centeno lo llevaban puesto en el instante que fueron asaltados dentro del coche, como demuestra el testimonio del primer cliente que les atendió después de los disparos.

Es muy difícil que los terroristas pudieran verlo en la cafetería, a no ser que mientras se tomaban el café Raúl o Fernando hicieran el gesto involuntario y automático de tocarse la oreja, algo que «hacen muchos agentes». No hay que olvidar que los dos grupos se sentaron muy cerca dentro de la cafetería. «Eso fue un grave error, sentarse tan cerca de otro grupo», enfatiza un compañero de los GAO. Es más factible que “Ata” viera el pinganillo mientras les encañonaba dentro del coche.

No está claro si los agentes se pusieron la “perla” dentro del coche o si ya la llevaban cuando entraban en la cafetería. Hay un detalle que apunta hacia la primera posibilidad: los dos minutos que tardaron los agentes desde que salieron de la cafetería y fueron abordados por los etarras. ¿Qué hicieron durante ese rato?: ponerse el cinturón (Fernando lo llevaba), encender la emisora operativa de la Guardia Civil y, sobre todo, colocarse la “perla” y el transmisor en el cuerpo. Esto último lleva su tiempo. «Tardas dos minutos en colocarte todo, y en ese tiempo los etarras les pillaron y les sorprendieron por detrás», explica un compañero de los agentes que intenta encontrar una secuencia lógica a lo sucedido.

Un veterano sargento de UCE-1, actualmente en activo, no lo ve tan claro, teniendo en cuenta que los agentes solo tenían unos minutos para tomar el café y que no merecía la pena quitárselo para una pausa tan breve (el jefe les había dicho que se reincorporaran a trabajar a las 9.00). «No es el protocolo quitársela, así que lo más probable es que la llevaran dentro de la cafetería». En la misma línea se manifiesta otro agente de los GAO: «lo lógico es que llevaran la “perla” al entrar en la cafetería y que dentro la apagaran».

Si los agentes ya llevaban instalada la “perla”, ¿por qué tardaron tanto en arrancar el coche? No parece probable que fumaran en la calle (Fernando fumaba, Raúl no) porque llovía y hacía frío. Una posible respuesta es que se entretuvieran un par de minutos colocando la cámara con la que iban a grabar matrículas en la rotonda. No sabemos en qué posición se encontraba este artilugio, porque fue robado por los terroristas.

Lo que está claro es que una vez encañonados los agentes, los etarras encontraron material sospechoso dentro del coche, tanto en la parte de atrás como en el maletero inspeccionado por Asier. Había objetos para disimular y hacerles pasar por dos jóvenes deportistas: una mochila Quicksilver, dos bastones de senderismo, una raqueta de tenis y un casco de bicicleta. Otros objetos no necesariamente sospechosos: una libreta, pilas, medicamentos, dos abrigos y una bolsa del supermercado Leclerc con comida, prismáticos y cedés de música, mapas de carreteras; una mochila y una maleta con ruedas, un iPod, revistas, libretas, unas gafas en su estuche, cargadores de móvil y un kit de manos libres. En el coche también había un ejemplar del diario La Razón del 28 de noviembre, el día que subió Fernando a Capbreton.

Pero había objetos que sí los delataron: dos cintas de vídeo, una videocámara pequeña y otra de marca Sony, pero sobre todo una bomba lacrimógena y un pequeño maletín con material de transmisiones por radio, un portaplacas vacío y el pasaporte de Raúl.

Un cúmulo de casualidades que degeneró en una tragedia. «Solo los tres etarras y desgraciadamente Raúl y Fernando saben lo que pasó», señala un alto mando de UCE-1, jefe superior de los agentes. La hipótesis más factible es que «un descuido por parte de los dos agentes» provocó que los tres terroristas sospecharan de ellos. «Empezaban su jornada laboral y pararon a desayunar. Quizás en esos momentos no habían interiorizado que ya estaban trabajando, que ya había empezado el operativo, lo que exige la máxima atención».

Este alto mando argumenta su hipótesis: «si Raúl y Fernando hubieran sospechado de algún vehículo aparcado en el parking de la cafetería no hubieran entrado a desayunar. Hubieran avisado por radio». Un ex compañero de los agentes comparte esta idea: «No se desayuna en una cafetería que es un objetivo. Si dos GAO buscan algo, no entran los dos en la cafetería, solo uno». El alto mando está convencido de que los dos agentes no sospecharon de los tres terroristas, «si no, no se sientan tan cerca de ellos. Es imposible». Para terminar, la misma fuente explica que Raúl y Fernando no tuvieron tiempo de avisar a sus compañeros cuando ya estaban sentados en el coche y fueron abordados por los terroristas. «No se pusieron en contacto con ningún compañero de su unidad». Este mismo mando lo tiene claro: «es el episodio más triste que nunca hemos tenido. Todo fue un cúmulo de casualidades que degeneró en una tragedia. Estamos acostumbrados a llevar la iniciativa contra los terroristas. Pero esta vez por mala suerte se invirtieron los términos y el terrorista llevó la iniciativa contra nosotros».

Un veterano ex agente de los servicios antiterroristas desmiente la hipótesis de que Trapero y Centeno entraran en la cafetería a “trabajar”, a comprobar algo sospechoso. «Jamás mandas a un técnico a un lugar público que está abierto para colocar cámaras, porque, si sospechas de un lugar como punto de citas, lo que haces es colocar estos dispositivos alrededor, en los accesos, puntos desde los cuales se puede hacer la observación y grabación, pero jamás te metes en el ajo. La identificación de terroristas no es una cosa tan simple como verlos, te puedo asegurar que en multitud de ocasiones se les detiene y ni siquiera sabes quiénes son. Hay grabaciones en las cuales las identificaciones se hacen casi imposibles por sus cambios físicos. Jamás te pones en su campo visual porque te pueden calar o quemar y entonces fastidias la operación».

A los autores también se les ha mencionado la hipótesis de que Raúl y Fernando pudieran sospechar del coche robado de los terroristas. De hecho, aparcaron justo al lado. «Algo que no se hace si sospechas de un vehículo», matizan otras fuentes. Las matrículas francesas incluyen un código numérico para identificar el departamento (entidad territorial francesa equivalente a la provincia en España). «El 33 (Gironda), el 40 (Las Landas, en donde se encuentra Capbreton) y el 64 (Pirineos Atlánticos) son departamentos tradicionalmente controlados por ETA. Se mueven muy bien por ellos», explican fuentes antiterroristas. Los agentes especializados saben qué elementos tienen que mirar para sospechar de un vehículo. El fondo de las matrículas tiene dos colores, amarillo y blanco, según la antigüedad del coche. Cada matrícula lleva un código donde varían los números (tres o cuatro) y las letras (dos o cuatro), por lo que hay que conocer muy bien todo este proceso para poder falsificar una matrícula. Los coches franceses también tienen en el cristal delantero dos pegatinas (igual que los españoles tienen la ITV), las que certifican que el vehículo está al día en el pago del impuesto de circulación y del seguro. Los etarras también deben tener en cuenta todo esto a la hora de robar un coche. Este código alfanumérico puede variar si el coche está matriculado antes de 1993, entre 1993 y 2009 o a partir de abril de 2009. Los etarras huyeron de la cafetería de Capbreton a bordo de un Peugeot 307 con matrícula falsa 9100 QT 33 robado el 19 de julio de 2007. La matrícula era correcta, ya que este número está asignado legalmente a otro Peugeot 307 de color gris que fue matriculado en agosto de 2002. Su dueño vive en Pessac (Gironda).

¿Por qué estaban solos Trapero y Centeno? Raúl y Fernando se separaron del resto de sus compañeros para tomar un café rápido. Otra pareja de los GAO que iba detrás de ellos en otro coche vio cómo se desviaban para meterse en el parking de la cafetería. Llegados a este punto, no son pocos en la Guardia Civil quienes aseguran que nunca se debió dejar solos y a su suerte a dos agentes que no iban armados. Al menos otro compañero con arma, un agente francés, debería haberles acompañado esa mañana a desayunar.

Una fuente autorizada de los GAO explica que, aunque los agentes de esta unidad «tienen una preparación más exhaustiva que el 99% de los guardias civiles», también es cierto que hay «más mito que realidad» en su formación. Raúl y Fernando no sabían mucho francés y eran relativamente inexpertos. «Los agentes del GAO son potencialmente la élite; quiero decir que la experiencia hace mucho. Uno se puede considerar la élite cuando ya lleva mucho tiempo en este trabajo. Y Trapero y Centeno llevaban poco tiempo haciendo este trabajo».

Durante las operaciones de los GAO en Francia los agentes no deben hablar español en público. Raúl conocía algunas expresiones en francés y Fernando tenía la costumbre de utilizar el catalán. Sus compañeros dudan que esa mañana cometieran el fallo de hablar en castellano. El testimonio de la camarera, no obstante, es claro en este aspecto: «Después de servirles [a los tres terroristas], volví al bar y vi llegar a dos hombres [Raúl y Fernando]; éstos también me hablaron en español y por este hecho llamaron mi atención», reza su declaración.

Fernando era el más novato de su equipo. Se incorporó oficialmente a los servicios de información el 10 de septiembre de 2007, apenas tres meses antes de su muerte, aunque llevaba ya “comisionado”, es decir, en una especie de periodo de pruebas, desde diciembre de 2006. Seis días después del crimen, el 7 de diciembre de 2007, se iba a cumplir el primer aniversario de su primera misión en Francia. Raúl tenía más experiencia. Llevaba oficialmente en los GAO desde septiembre de 2006, aunque comenzó su periodo de pruebas a principios de ese año. Para Fernando era su segundo día de misión en Capbreton; para Raúl, el primero. «Había que trabajar de día. La ciudad vive del turismo costero y en diciembre la gente hace sus actividades con la luz del sol. Una pareja de jóvenes moviéndose por la noche sería muy sospechosa», señalan fuentes antiterroristas.

«Vale más una información que la vida de una persona». Esta enigmática frase pronunciada por compañeros de Trapero y Centeno días después del doble asesinato es una señal inequívoca de que muchos agentes no están de acuerdo con la reconstrucción de los hechos. «Solo queremos saber la verdad, aunque ésta duela», señala la familia de Fernando Trapero. ¿Es posible que los agentes entraran esa mañana al local a obtener una información, y no a desayunar? Es cierto que la versión que contaron algunos compañeros cuando los cadáveres de Raúl y Fernando aún estaban calientes fue cambiando con el paso del tiempo, a lo mejor porque con posterioridad fueron aleccionados por sus superiores o simplemente porque la investigación fue avanzando y algunas hipótesis se fueron descartando. Varias fuentes coinciden en destacar que Fernando Trapero ya conocía la cafetería Les Ecureuils y que no le gustaba el local, «prefería los centros comerciales, más grandes».

En un principio, la Guardia Civil entregó a las familias los enseres personales de los agentes fallecidos. «Nos dieron su cartera, que estaba intacta, incluso el dinero que llevaba. También su tarjeta de identificación, ya que su jefe en Francia recogió sus pertenencias en el piso donde se alojaban, donde también dejaban el arma y todo lo que les pudiera relacionar con su trabajo», explica un familiar de Fernando. La Guardia Civil se ofreció a liberar los móviles de los dos agentes, ya que las familias no conocían el PIN de desbloqueo. Cuando días después, los móviles fueron entregados, los familiares repasaron las llamadas y mensajes. Comprobaron que Fernando efectuó su última llamada por la noche (viernes) a su novia, con la que salía desde el otoño del año 2004. A partir de esa hora no hay registrados ni mensajes ni llamadas, a pesar de que Fernando tenía la costumbre de mandar un SMS a su chica todas las mañanas cuando estaba de misión (cuando terminaba jornada, hacía siempre una llamada perdida a su madre, para que durmiera tranquila). El móvil de Raúl tampoco tenía fotos ni mensajes ni llamadas a sus compañeros.

Un mando intermedio de la Guardia Civil que estuvo en Capbreton asegura a los autores de este libro que el fin de semana del crimen no estaba previsto detener a “Txeroki” y que solo se trataba de detectar posibles activistas de ETA en ese municipio. «No había un objetivo concreto. Si alguien les dijo que a lo mejor caía “Txeroki” no se por qué lo hizo. Quizás para motivarles para que subieran a Francia». No hay que olvidar que Trapero y Centeno estaban en su turno de descanso y que subieron porque les necesitaban, aseguran sus familias. «Los jóvenes y los nuevos, y estos dos chicos eran ambas cosas, suplen con energía, trabajo e ilusión las carencias de su preparación. Y los mandos abusan de estas motivaciones para exprimirlos al máximo», sentencia un agente que ya no está en la unidad.

Diez minutos son muchos. Resumamos lo que sabemos. El jefe de Raúl y Fernando ordenó que todo su equipo se tomara un descanso (habían empezado a trabajar sobre las seis de la mañana) porque la niebla impedía realizar con garantías el trabajo que tenían encomendado ese día: detectar coches sospechosos. Un alto en el camino para tomar un rápido café y volver a estar operativos a las nueve de la mañana. Raúl y Fernando eligen la cafetería Les Ecureuils, que ya conocen, y pagan sus consumiciones a las 8.53 de la mañana. Llevarían un par de minutos como mucho en el local. Lo suficiente para entrar, acercarse a la barra y pedir. El único testimonio que hay de esos momentos es el de la camarera, que asegura que se dirigieron a ella en español. Está bien. Asumamos que cometieron ese desliz, una torpeza. «Fernando era bueno en su trabajo y le gustaba. Es cierto que solo llevaba un año y que su experiencia no era muy amplia. Pudieron cometer esa fallo, pero una cadena de fallos es imposible», señala un familiar. ¿A qué cadena de fallos se refiere? Sigamos con el relato. Toman sus cafés y se sientan en una mesa muy próxima a los terroristas. ¿Por qué? El local está vacío. Tienen casi 40 mesas para elegir. Es cierto que eligen una muy cercana a la salida. Son prácticos, así cuando terminen sus cafés podrán salir rápido por la puerta. Pero también es cierto que eligen una mesa muy pegada a la que ya está ocupada. Si quieren discreción y que nadie les oiga, no tiene sentido. ¿O quieren comprobar algo? Quizás estar cerca para ver mejor la cara a esos tres clientes que ya estaban sentados cuando llegaron. Quizás si se sientan al lado puedan espiar algo de su conversación. ¿Atrevimiento o imprudencia?

Allí están unos siete minutos, hasta que a las 9 de la mañana salieron de la cafetería para continuar su jornada de trabajo. Siete minutos son muchos, y más en un local vacío. Suponemos que los tres terroristas no hablan. Ya sospechan de los dos agentes y han tenido que interrumpir su conversación para no ser delatados. Pueden haberse dicho algo en francés, bajito, pero solo “Ata” lo habla con fluidez. En cuanto a los dos agentes, no hablarían mucho tomando el café, sobre todo estando al lado de los otros tres clientes de la mesa cercana. «Fernando era discreto y reservado. Y tenía un tono de voz muy bajo, muy bajo. Había que estar muy cerca de él para escucharle», relata su padre. «Raúl tampoco hablaba alto. Y era muy celoso de sus conversaciones. Hasta cuando tomábamos un café en cualquier local de Madrid siempre me decía que habláramos bajito y se fijaba en quién se sentaba alrededor», sentencia su padre José.

Está claro que los dos GAO tuvieron que ver a los dos hombres y a la mujer que estaban sentados a pocos metros. Es imposible que no los vieran, aunque una mampara les protegiera. ¿No sospecharon nada? Y, si lo hicieron, está claro que no avisaron con el sistema de comunicación que llevaban encima, suponiendo que no lo hubieran dejado en el coche. No podían hablar. Eso también les delataría. Pero los dos tenían su móvil. ¿Mandaron algún SMS? Ya hemos dicho que no había mensajes registrados en el móvil de Fernando desde que llegó a Capbreton tres días antes, a pesar de que tenía la costumbre de mandar un SMS a su chica todas las mañanas cuando estaba de misión.

La maldita radio. Otra hipótesis sostiene que los etarras no habrían sospechado nada de sus vecinos de mesa hasta que salieron a la calle y escucharon, procedente del coche de Raúl y Fernando, el canal de radio 3A reservado a los guardias civiles. No hay que olvidar que los vehículos de guardias y terroristas estaban aparcados uno al lado del otro. Es una hipótesis, pero es un resumen muy simple de todo lo sucedido. Ese día era lluvioso y frío, y seguramente los agentes estaban dentro de su Peugeot con las puertas y las ventanas cerradas, por lo que muy alto tenían que tener el volumen de su radio para que lo escucharan desde fuera. Aunque todo es posible. Todo parece indicar que la radio sí acabó de delatar a Trapero y Centeno cuando ya estaban encañonados por los tres etarras, con las puertas delanteras abiertas. El sumario judicial deja claro que minutos después del tiroteo, el enfermero y los tres bomberos que los atendieron escucharon voces en español procedentes de la radio del coche. Lo que parece claro es que los dos guardias no pudieron comunicarse con sus compañeros, ni con la radio del coche ni con el sistema de transmisión (la famosa “perla”) que llevaban encima. La pregunta es: ¿alguno de sus compañeros que esa mañana estaban en otros puntos de Capbreton pudieron escuchar algo en sus respectivas radios y equipos personales? Todas las respuestas que se han dado a los autores del libro han sido unánimes: nadie escuchó nada.

Tiroteados dentro del coche. Los informes forenses aseguran que los dos agentes fueron tiroteados seguramente dentro de su coche, desde los asientos traseros. Raúl Centeno recibió dos disparos. En el primero estaba sentado, con la cabeza a «250-300 milímetros del asiento del conductor». La bala entró en la zona preauricular derecha y salió por la mandíbula izquierda. Este disparo le perforó igualmente el hombro izquierdo. Un perito confirma que Raúl logró salir del coche tras el primer disparo. Se bajó del vehículo y «se mantuvo de pie apoyado en el larguero que separa las dos puertas izquierdas». En el momento del segundo disparo, su cabeza no estaba en contacto con el asiento del conductor. «Estaba probablemente en posición horizontal con la cabeza ligeramente inclinada a la izquierda». La trayectoria del segundo disparo fue «de la zona parieto-occipital derecha a la zona frontoparietal derecha causándole la muerte». Este segundo disparo atravesó la cabeza de Raúl y después la pierna derecha de su compañero Fernando, sentado a su lado.

Fernando Trapero fue víctima de un único disparo «cuya trayectoria fue de la zona temporal derecha a la zona temporal izquierda provocándole lesiones cerebrales particularmente graves que ocasionaron su inevitable fallecimiento». El terrorista disparó a Fernando, sentado en el asiento del copiloto, a una distancia muy corta, «a quemarropa, probablemente a menos de diez centímetros». El proyectil, «antes de atravesar el cráneo de este último de derecha a izquierda, prosiguió su recorrido atravesando el asiento del conductor». El sumario revela que el terrorista disparó con toda seguridad desde el asiento trasero derecho, detrás de Fernando, que estaba de copiloto. Primero disparó a Fernando e inmediatamente después a Raúl. Uno de los casquillos se encontró en el suelo fuera del coche, al lado del conductor, «entre la puerta trasera y la rueda trasera». Los otros dos casquillos dentro del vehículo de los agentes, en una alfombrilla y en un vaciabolsillos lateral de la puerta.

Centeno y Trapero no iban armados. Durante este tiempo, familiares, amigos y compañeros de Raúl y Fernando se han preguntado si los agentes seguirían vivos de haber portado su arma reglamentaria. Parece lógico pensar que hubieran intentado enfrentarse a sus asesinos, aunque lo cierto es que los terroristas les abordaron cuando estaban ya sentados, y por tanto, tenían poca capacidad de movimiento.

En 2007 la Guardia Civil usaba tres modelos, la Beretta 92 FS, la HK USP compact y una Sig. La UCE-1 tenía asignada la HK USP compact, con capacidad para 13 cartuchos en el cargador y uno en la recámara.

Un agente veterano, especialista en operaciones encubiertas del Ejército, que ha adiestrado a la Guardia Civil, asegura que los GAO no reciben adiestramiento en enfrentamientos armados. «En la mayoría de los casos se producen con una distancia media de 6 metros. Eso no se entrena. Te puedo garantizar que en esa época había etarras que pegaban más tiros en prácticas que muchos GAO. Sin olvidar que los guardias nunca llevan chalecos antibalas interiores, mucho más caros».

Francia y España aprobaron en 2003 un protocolo que regulaba el funcionamiento de los denominados equipos conjuntos de investigación, «que actúan de manera coordinada, con un fin determinado y por un periodo limitado». Se establecían dos modelos de equipos conjuntos: el judicializado y el meramente policial destinado a desarrollar operaciones sin la intervención de fiscales o jueces.

Actualmente, llevar armas en Francia requiere de una autorización del Gobierno galo. La Guardia Civil y la Policía Nacional deben notificar al Ministerio del Interior francés el número de agentes que van a ir armados, nombres y números de identificación, el tipo de armas que lleva cada uno, incluido su número de serie y el número de cartuchos. En 2007, UCE-1 y los GAO trabajaban codo con codo con el RG (el servicio de información de la Gendarmería gala), que en Francia tiene la misma consideración que el CNI (los espías españoles). Es decir, UCE-1 y RG trabajan juntos en Francia persiguiendo y localizando etarras, pero las detenciones corren a cargo de Policía Judicial francesa. De hecho, cuando los agentes españoles de incógnito son parados o interpelados por una patrulla de la Gendarmería (el equivalente aquí a la Policía Nacional), el guardia civil debe llamar por teléfono a su jefe de unidad, éste a su enlace del Renseigmente Généraux (RG) y éste, a su vez, debe confirmar a los agentes franceses que los policías españoles están autorizados a trabajar en suelo francés. Mucha burocracia. Es decir, que en la gran mayoría de las operaciones realizadas en Francia (que son de seguimiento, investigación y detección de activistas de ETA) los agentes españoles no van armados. «Eran las condiciones del Ejecutivo francés. Cedías un plus de riesgo personal en aras de desarrollar una labor que se ha demostrado imprescindible para acabar con ETA», señala a los autores un alto mando de UCE-1 de la Guardia Civil.

Raúl Centeno y Fernando Trapero trabajaban en un operativo amplio en el que también intervenían agentes franceses, por lo que todo parece indicar que podrían haber llevado su arma reglamentaria sin mayor inconveniente si se hubieran solicitado las autorizaciones pertinentes. ¿Por qué no la llevaban? Las fuentes consultadas aseguran que no se solicitó porque se trataba de un simple trabajo de apoyo técnico. Ellos querían pasar desapercibidos y una pistola es a veces difícil de disimular. No hay que olvidar tampoco que nadie podía imaginarse que los dos agentes se iban a topar con los terroristas en una cafetería a la hora del desayuno y que estos últimos se arriesgarían a un enfrentamiento armado.

El sumario judicial deja claro que Trapero y Centeno «no estaban autorizados a seguir a activistas sospechosos ni a tener ningún tipo de contacto con ellos. Su misión consistía en llevar a cabo un trabajo de detección, eventualmente con toma de fotografías, pero sin ninguna aproximación a los objetivos detectados». Y recalca, «la misión de este equipo, vehículo itinerante, consistía en circular dentro de un perímetro determinado».

Rubalcaba recuerda la tensa reunión que la tarde del 1 de diciembre, con Centeno ya muerto y Trapero en coma en el hospital, mantuvo con los compañeros de los dos agentes caídos. «Hablamos de las armas y fue un encuentro duro. A raíz de todo ello mejoramos nuestro acuerdo de colaboración con Francia en el capítulo del armamento».

De hecho, el 10 de enero de 2008, un mes y diez días después del crimen de Capbreton, Zapatero y Sarkozy firmaban un nuevo acuerdo que incluía cambios sustanciales en los protocolos de actuación: el permiso para portar armas en suelo galo se tramita en 24 horas y no hace falta una autorización judicial, basta con la aprobación del Ministerio del Interior francés.

El primer testigo. La versión de Oliver Ruellot, presente en la cafetería cuando coinciden los dos agentes y los tres terroristas, difiere completamente de la del resto de testigos. Oliver asegura que los dos agentes entraron en la cafetería antes que los tres terroristas, y que fue la chica, Saioa (a la que describe como una mujer de 45 años), en vez de Asier, quien se acercó a la barra a pedir. Esta descripción revela que los clientes y trabajadores de la cafetería no prestaron mucha atención a los dos grupos (guardias y etarras), lo que refuerza la idea de que no sucedió nada fuera de lo común durante esos siete u ocho minutos en los que ambos grupos coincidieron en el local.

Las enigmáticas huellas de “Emile”. Los investigadores han tenido que analizar decenas de huellas y pruebas de ADN, descartando algunas de ellas tras describir un relato lógico de los hechos. Es el caso de Ibon Gogeaskoetxea, alias “Emile”, que llegó a la jefatura del aparato militar a finales de 2009 (fue detenido en febrero de 2010). Sus huellas aparecieron en el Peugeot 307 en el que huyeron los tres miembros de ETA que cometieron el asesinato. Este dato no implica necesariamente su participación en el atentado, ya que el coche, robado en julio de 2007, había sido utilizado previamente por muchos activistas. Su ADN también estaba en el piso de Toulouse, pero ya hemos dicho que era una de las bases del aparato militar de la banda. Lo que más llamó la atención fue que sus huellas aparecieran en unos planos y una guía Michelin que fueron encontrados en la habitación de un hotel de Mende, en el que durmieron Saioa Sánchez y Asier Bengoa la noche antes de ser detenidos. Se los pudo dar “Emile” cuando pasaron por el piso de Toulouse.

“Ata”, el asesino de Capbreton. La jueza antiterrorista de París Laurence Le Vert imputó en mayo de 2010 al ex jefe militar de ETA Mikel Carrera Sarobe, alias “Ata”, como coautor de los asesinatos de los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero el 1 de diciembre de 2007 en Capbreton. No se halló ninguna huella dactilar suya en la cafetería, porque la camarera limpió la mesa donde se habían sentado los terroristas y metió todas las tazas que utilizaron en el lavavajillas. La implicación de Mikel Carrera en el doble asesinato se debe al hallazgo de su perfil genético en el primer automóvil empleado en la huida nada más disparar a los dos agentes españoles. Su ADN fue identificado en huellas recogidas «en diferentes lugares del vehículo», en partes fijas y móviles. La muestra de ADN registrada en el coche fue durante mucho tiempo una muestra sin nombre y apellidos. Los investigadores la bautizaron como clave X3 hasta que un par de años después se pudo cotejar esa muestra con ADN de un familiar directo de “Ata”. «Ya teníamos nuestras sospechas de que “Ata” podía ser el asesino. Necesitábamos ese ADN para comparar», señalan fuentes solventes.

¿Cómo se consiguió? Una unidad de los GAR de la Guardia Civil montó un falso control de alcoholemia para obtener una muestra de saliva de un familiar de “Ata”, en el trayecto de su casa al trabajo. Así, gracias al análisis del ADN de ese familiar, la Guardia Civil pudo relacionar a “Ata” con el asesinato de Rául y Fernando. La pista definitiva fue aportada tras su arresto, en mayo de 2010, por los análisis de odorología que se usan para ubicar a un sospechoso en la escena del crimen.

En las primeras 24 horas tras los asesinatos, la Policía Científica francesa tomó huellas odorantes de las sillas de la cafetería en las que se sentaron los tres etarras. El olor corporal de Asier Bengoa fue identificado en la silla número 3 y en el asiento del conductor del Peugeot 307 utilizado en la huida de Capbreton. El olor corporal de Saioa Sánchez fue identificado en la silla número 4 del local y en el asiento trasero del mismo coche. Para identificar a Asier y a Saioa fueron necesarias 19 sesiones de trabajo con cuatro perros especializados. Los análisis de odorología no identificaron a “Txeroki” en la cafetería. Hubo que esperar a mayo de 2010 para confirmar totalmente la identidad del tercer etarra. Dos pastores alemanes identificaron durante siete sesiones de trabajo el olor de X3 en la silla número 1 de la cafetería. Tras la detención de “Ata” se pudo comprobar que el olor era suyo. Para que un resultado sea positivo, dos perros diferentes deben marcar el mismo olor en dos ocasiones distintas.

Una vez detenido, las huellas de “Ata” se cotejaron con las que habían sido halladas y catalogadas como «desconocidas» en varios elementos hallados en el Peugot: en unas gafas negras de mujer, en el freno de mano, en el volante, en la empuñadura interior de una puerta, en tres colillas, en un guante y en un cinturón de seguridad. En el vehículo que robaron a Stéphanie Tilhet se halló su huella en el punto de enganche del vehículo.

La imputación de “Ata” avala la tesis inicial de que los disparos a los dos guardias civiles tenían que haber sido realizados u ordenados por un alto responsable del aparato militar. “Ata” era en aquellas fechas lugarteniente de “Txeroki” y pertenecía al comité ejecutivo de ETA, un rango que le facultaba para improvisar sobre la marcha un atentado de ese calibre.

“Ata” es sin duda uno de los personajes más siniestros en la última etapa de ETA. Frío y calculador, es un asesino sin escrúpulos, como demuestra el doble crimen de Capbreton. Bajo su “reinado” ETA también mató a un agente francés por primera y única vez en 50 años de historia. Fue él quien ideó otra matanza en el corazón financiero de Madrid. Este intento de atentado merece al menos unas líneas. Dos de los miembros del comando Otazua, Iñigo Zapirain y Beatriz Echevarria, que además eran pareja, visitaron a finales de 2009 en un par de ocasiones las torres Kio. Su objetivo era estacionar una furgoneta bomba con una tonelada de explosivos a los pies de las torres para dar un golpe de autoridad en el momento de mayor debilidad de la banda. Todo estaba preparado, incluso la fecha del atentado: el 14 de enero de 2010 a las 16 horas, un día laborable con cerca de 3000 trabajadores en las torres.

Pero cinco días antes, la Guardia Civil interceptaba la furgoneta etarra en Zamora porque a una patrulla de la Benemérita que investigaba robos de jamones serranos le pareció sospechosa una furgoneta Iveco con matrícula francesa 8718 ZL 35. El vehículo fue detenido a las 21.20 horas en la carretera CL-527 justo cuando pasaba por el municipio de Bermillo de Sayago, cerca de la frontera con Portugal. En él viajaba con documentación falsa el etarra Garikoitz García Arrieta. Mientras la patrulla, algo inexperta, verificaba su DNI falso y se quedaba atónita mirando la parte trasera de la furgoneta (llena de explosivos y con 40 bombas lapa), García Arrieta se montaba en el coche de los agentes y huía hacia Portugal. Su viaje solo duró 120 kilómetros, hasta que fue detenido por la Policía portuguesa en Torre de Moncorvo. Otra terrorista, compañera de García Arrieta, que iba en otro coche por delante haciendo las funciones de “lanzadera”, no pudo evitar el arresto de su compinche y también fue interceptada en el siguiente pueblo, Vila Nova de Foz. La terrorista era Iratxe Yáñez Ortiz de Barrón, la novia de Asier Bengoa, que por entonces llevaba ya dos años y tres meses preso por el asesinato de Capbreton.

La captura de “Ata”. Mikel Carrera cayó 30 meses después de que matara a Trapero y Centeno en Capbreton. Fue detenido el 20 de mayo de 2010 en un piso de Bayona junto al que era su número dos en esos momentos, Arkaitz Agirregabiria del Barrio, y a la etarra Maite Aranalde Ijurco, amiga íntima de juventud de Saioa Sánchez. Los tres se habían trasladado a esa casa el lunes 17 de mayo procedentes del norte de Francia. Su objetivo era diseñar una campaña de atentados para ese verano.

Su detención fue posible gracias al seguimiento que el CNI y la Guardia Civil habían realizado de Benoît Aramendi Picabea, alias “Eñaut”, un vasco francés que llevaba años intentando, sin mucho éxito, reactivar las bases juveniles de ETA en Francia. El CNI tenía intervenido su móvil y “Eñaut” cometió el error de comentar por teléfono el traslado de ciertas personas «a un piso de Bayona». En efecto, el propio “Eñaut” trasladó en su coche a los tres miembros de la cúpula etarra y los escondió en una casa alquilada. Durante los siguientes días “Eñaut” hizo la compra para los tres etarras, que intentaban hacer el mínimo ruido para que pareciera que el piso estaba vacío. Hablaban siempre en euskera y muy bajito. A las cinco de la madrugada del jueves 20 de mayo, la Policía gala tiró la puerta mientras dormían. “Ata” fue sorprendido con su revólver bajo la almohada. No opuso resistencia.

“Ata”, el más huidizo de todos, había sido identificado meses antes gracias a la detención en Zamora de la novia de Asier Bengoa. “Ata” había alquilado el 7 de enero de 2010 en la ciudad gala de Besancon la furgoneta Iveco que fue interceptada dos días después en las carreteras zamoranas. Para ello utilizó documentación falsa, un DNI a nombre de un tal David. El rastreo de ese DNI llevó a una cuenta corriente de un banco francés, abierta el 29 de noviembre de 2009. El titular de la misma tenía además una tarjeta VISA (la ley francesa regula que la tarjeta solo se puede obtener si se acredita una residencia fija). La Policía gala fue mirando una a una las operaciones efectuadas por esa tarjeta en cajeros que tuvieran cámaras de grabación. Un trabajo concienzudo les llevó a una imagen grabada en la primera semana de diciembre de 2009 en la localidad de Macon, en el norte francés. En ella aparecía “Ata” sacando dinero con gorra, gafas, bufanda y abrigo. Esta foto sirvió para actualizar su aspecto en las bases de datos policiales.

Otro dato importante a tener en cuenta es que el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) tiene vigilados y controlados una serie de viviendas que suele utilizar el aparato de acogida de ETA en el sur de Francia. No solo se sigue a las personas responsables de mantener esos pisos, sino que muchos de estos inmuebles están monitorizados con sistemas electrónicos ocultos en ellos. ¿Fue “Ata” a parar allí un piso ya quemado? Algunas fuentes consultadas prefieren no responder a esta pregunta, solo una simple sonrisa y un lacónico «todo es posible».

Las miguitas de pan de Saioa. En el momento de su detención, Saioa llevaba los famosos pendientes de aro que tanto llamaron la atención a la camarera de la cafetería de Capbreton. Tan coqueta que ni siquiera se deshizo de ellos en plena huida. También llevaba cinco DNI falsos con los nombres de Amaya Alonso, Laura Garrido, Sonia Prieto, María Pardo y Ainara Valverde; dos carnés de conducir falsos a nombre de Yolanda Pardo y Sonia Prieto; una acreditación falsificada como sargento del Ministerio de Defensa a nombre de Raquel Olivares, una tarjeta falsa de la Ertzaintza a nombre de Miren Begoña del Río, además de tarjetas de la Seguridad Social, cuatro tarjetas de crédito, carnés de prensa falsos; fotografías de ella con el pelo rubio y pelirrojo, y las llaves del Renault Clio que dejaron tirado en una zanja de la localidad de Blan. En su cartera también se encontró la tarjeta médica de un ginecólogo de Bayona y una bolsa marrón del personaje infantil Hello Kitty que contenía diademas para el pelo y productos de maquillaje.

Ya hemos explicado que la policía científica identificó su huella olorosa en la cafetería de Capbreton. Sus huellas también aparecieron en el Peugeot 307 con el que los etarras huyeron de Capbreton (en un falso certificado del seguro del vehículo, en un edredón, en un paquete de cigarrillos, en una bolsa de deportes y en tres pelos que se dejó en un asiento) y también en una bolsa dentro del Peugeot que robaron a la señora Tilhet. Otras 16 huellas suyas aparecieron en el Renault Clío que dejaron abandonado en una zanja en la localidad de Blan. Otras 42 huellas aparecieron en el piso de Toulouse y 53 más en la habitación del hotel de la localidad de Mende. Sin olvidar que fue identificada por la señora Tilhet y por un testigo que presenció el secuestro, por la agricultora que la llevó en autoestop y por la pareja del hotel donde durmieron la noche antes de ser detenidos. También la reconocieron una clienta de la cafetería Les Ecureuils, el taxista que la llevó a la parada de autobús de Châteauneuf de Randon y la camarera que le sirvió en un hotel de esta última localidad, minutos antes de ser detenida junto a Asier Bengoa.

La carta de Saioa. La joven etarra cometió otro error garrafal cuando ya estaba detenida. Saioa escribió desde la cárcel una especie de reflexión analizando los fallos cometidos durante su huida. No era tanto un arrebato de autocrítica, sino un estricto ejercicio de disciplina, ya que es la propia banda quien exige este tipo de análisis a los activistas detenidos. En este documento se puede leer: «Saludos camaradas. Soy “Hintza”. Han pasado tres semanas desde nuestra detención. Como me encuentro en aislamiento, este informe será técnico, a causa del riesgo de caída. Solo voy a hablar de lo que los polis ya saben, no saben nada de lo que no figura aquí, de lo referente a nuestro trabajo. Por lo tanto, no voy a daros explicaciones sobre las decisiones tomadas y sobre los desplazamientos de estos días, sería demasiado largo. […] De lo que los perros de los polis me acusan y de sus pruebas: todo, la acción de Capbreton, el rapto de la histérica (se refiere a Stéphanie Tilhet) y el robo de su coche, el robo del Clío, la casa de Toulouse, las armas, las matrículas y el robo del camping gas… con respecto a la acción de Capbreton, por el momento no tienen pruebas, huellas… nada. Tienen la descripción pero, sobre todo, la ropa y no el físico. No han encontrado el coche de la histérica. Me ha descrito muy bien, la ropa, los pendientes, las uñas pintadas… son pruebas». Saioa, inocente e inexperta, no sabía que la carta que escribió a su abogado para que llegase a ETA iba a ser interceptada por la Policía gala. En la misiva admite su presencia en el lugar de los hechos y su participación en el secuestro de Stéphanie Tilhet.

Los novios de Saioa. Saioa y Aritz Argingoniz vivieron un fugaz romance en 2007. Se conocieron en diciembre de 2006 y él fue detenido en julio del año siguiente en la estación de autobuses de Santander, donde estaba preparando un atentado. Antes de ingresar en ETA, Saioa mantuvo relaciones con Juan José Billabeitia Orozco, uno de los responsables de la organización proetarra Jarrai en la ciudad vizcaína de Algorta. También fue pareja de Pello Ander Berrioategortua Landaluce, sin antecedentes conocidos. El 20 de septiembre de 2012 Saioa Sánchez contrajo matrimonio en la cárcel de Poitiers con otro preso etarra: Gorka Azpitarte Rejado[16], de 34 años. La boda la ofició un policía jubilado, alcalde de la ciudad de Vivonne.

Las dudas sobre Asier Bengoa. Al principio, los investigadores tuvieron serias dudas sobre la participación de Asier Bengoa en el doble crimen de Capbreton. Es cierto que el ADN de Bengoa fue identificado en un cepillo de dientes y en un cubilete rojo hallados en el Peugeot con el que huyeron de Capbreton, pero también se encontraron en este vehículo huellas de otros terroristas que no estuvieron en la cafetería. El coche había sido robado en julio (cuatro meses antes del atentado) y había sido utilizado por muchos etarras.

Hay otra pista que descolocó, en principio, a los investigadores. Bengoa dejó en uno de los coches de huida un billete del tranvía de Toulouse, validado a las 18.56 horas del 1 de diciembre, día del atentado. Ahora se sabe que Asier y Saioa pudieron llegar a Toulouse (a 315 kilómetros de distancia por carretera de Capbreton) la misma tarde del crimen y que pasaron por el piso franco que la banda ocupaba en esa ciudad. Para llegar a ese piso montaron en el tranvía.

Hay un dato más. Sus huellas también aparecen en el Renault Clío que cogieron tras su paso por Toulouse y que se estrelló en Blan. Allí había 23 colillas de cigarrillos de la marca Camel con sus huellas. Ese coche llevaba un mes en poder de la banda, por lo que está claro que Saioa y Asier llevaban un tiempo juntos y que hacían prácticas de tiro. Varios de los casquillos encontrados en el Renault Clio pertenecían a las armas que llevaban Saioa y Asier en el momento de su detención. No es descabellado pensar que ambos estaban en la cafetería de Capbreton desayunando preparados para una nueva jornada de prácticas.

Asier está acusado del asesinato por la justicia francesa. Todas las pruebas están en su contra. Sus huellas aparecen en el piso de Toulouse y en dos de los coches utilizados en su huida (el Peugeot y el Renault Clio). Además, está el informe técnico en odorología, que sitúa a Asier en una de las sillas de la cafetería. Su huella olorosa también fue identificada en el Peugeot 307 en el que los tres terroristas huyeron de la cafetería de Capbreton. Sin embargo, Asier no fue identificado con tanta facilidad como Saioa. Sí le reconocen el hotelero de Mende, la agricultora que le recoge al hacer autoestop y el taxista que le lleva a Châteauneuf de Randon. En cambio, no lo hacen la señora Tilhet, víctima del secuestro, ni el joven que se enfrentó a él para que no le robara el Golf.

El arma del crimen. La justicia gala sostiene la «hipótesis de un mismo autor» con una única arma: una Smith & Wesson modelo MP9 calibre 9 milímetros marca Fiocchi. La Policía francesa, en colaboración con la Guardia Civil, encontró un arma de este modelo escondida en un zulo de Cabrerolles en agosto de 2009, pero no pudo demostrar que se trataba del arma del asesinato hasta noviembre de 2012. Fue entonces cuando los informes balísticos determinaron que los tres casquillos disparados en el parking de la cafetería habían sido percutidos por la pistola encontrada en 2009. El arma no tiene ninguna huella, así que ahora falta por determinar quién la empuñó: “Ata”, como sostiene la fiscalía francesa, o “Txeroki”, como se creyó al principio.

La bravuconería de “Txeroki”. Es el gran enigma de la investigación. ¿Estuvo en Capbreton? La justicia gala cree que no. En los primeros meses de investigación todo apuntaba a que “Txeroki” era el tercer etarra de Capbreton. Él tenía la costumbre de despedir in situ a los comandos que iban a pasar a España, por lo que resultaba verosímil que estuviera en la cafetería dando las últimas instrucciones a Asier y Saioa. Además, la operación policial que se estaba llevando a cabo en varios municipios franceses, entre ellos Capbreton, era localizar a “Txeroki”.

La implicación de “Txeroki” tomó fuerza tras el testimonio de dos etarras: Aurken Sola Campillo y Xabier Rey Ugarte, miembros del comando Hego Haizea (Viento del Sur), detenidos en noviembre de 2008. Los dos terroristas se trasladaron a Hendaya a mediados de octubre de 2008 para recibir un cursillo de armas y explosivos del propio “Txeroki”. Sola y Rey desconocían con quién se iban a citar. Solo sabían que el 15 de octubre tenían que ir al puesto de la Cruz Roja en la playa de la localidad francesa. Allí les esperaba sentado un hombre completamente vestido de negro, sombrero, gafas de sol, barba recortada y una mochila al hombro. Era “Txeroki”. El jefe etarra adiestró durante cuatro días a sus dos nuevos reclutas en un piso de un familiar de una colaboradora de la banda. El viernes 17, mientras cenaban, Sola sacó a relucir un tema: había visto la película documental de Jaime Rosales, titulada Tiro en la nuca, sobre el atentado de Capbreton. La cinta se había rodado apenas meses después del crimen, pero no es nada rigurosa con los hechos ni está basada en la investigación. En esos momentos, según los dos etarras, “Txeroki” les confesó que él estuvo en la cafetería de Capbreton. Tras ser detenido, Sola y Rey contaron a la Guardia Civil la versión dada por Txeroki: «Entraron dos personas y se sentaron a sus espaldas. “Txeroki” sospechó que eran txakurras que les estaban vigilando. Siguió sus movimientos a través de un espejo que había en el bar. Cuando abandonaron el local, fueron tras ellos. Les preguntaron si eran txakurras. Respondieron que no, que eran turistas. Sin embargo “Txeroki” vio que la matrícula del coche de los agentes correspondía a las Landas francesas y les quitó la documentación (se supone que, lógicamente, a punta de pistola). Dispararon contra los agentes y se dieron a la fuga tras arrebatarles una bolsa de deporte. En el interior había, según “Txeroki”, una máquina de fotos». El jefe etarra también les contó que la policía sabía perfectamente quiénes participaron en el doble crimen de Capbreton porque «se habían tenido que ir a la carrera, dejando numerosas huellas en el lugar».

¿Estuvo de verdad “Txeroki” en Capbreton?, ¿o su relato a los dos etarras es solo una fanfarronada? Lo más probable es que “Ata” le contara a “Txeroki” lo que había sucedido aquella mañana en Capbreton, y que luego “Txeroki” utilizara esa historia, con algunas licencias, para fanfarronear delante de dos etarras novatos y aumentar así su carisma. Es curioso que “Txeroki” mencionara lo de los espejos. Efectivamente el local tenía espejos en las columnas que permitían a los clientes (en función de dónde estuvieran sentados) ver muchos ángulos de la cafetería. La juez Le Vert, que lleva el caso, cree que esta confesión debe ser considerada con la mayor reserva. Además, el testimonio de los dos etarras carece de valor probatorio para el Derecho Penal francés, por tratarse de manifestaciones de testigos indirectos.

Varias huellas de “Txeroki” aparecen en el apartamento de Toulouse: en unos menús escritos en euskera encontrados debajo del fregadero, en dos edredones, un lote de ropa sucia, dos toallas de baño y dos cajas de plástico. Sus huellas también aparecieron en el Renault Clio que Saioa y Asier estrellaron en su frenética huida tras el atentado y en el Peugeot 307 con el que los etarras llegaron a Capbreton, pero ya se sabe que estos dos vehículos robados fueron utilizados por muchos terroristas, como Eider Uruburu, Ibon Gogeaskoetxea e Iratxe Sorzábal.

Las pruebas físicas, en cambio, revelan que “Txeroki” no estuvo en la escena del crimen. “Txeroki” está imputado, pero únicamente en su calidad de dirigente de la organización terrorista, concretamente por el delito de «dirección u organización de una asociación de malhechores para preparar actos terroristas».

El “caníbal” se comió a “Txeroki”

El mediático jefe militar de ETA estuvo siete años en la clandestinidad. Su detención no fue nada fácil. Una investigación que duró muchos años sirvió para establecer sus pautas de comportamiento como máximo dirigente de los comandos. Le gustaba moverse por el sur de Francia para estar en contacto directo con sus células. No dudaba en adiestrar él mismo a nuevos etarras que no conocía y que se presentaban a las citas sin las mínimas medidas de seguridad. La Policía Nacional estuvo a punto de detenerle en una de las reuniones que mantuvo en octubre de 2008 con los dos navarros del comando Hego Haizea, pero se escapó «por minutos». Era muy precavido y cambiaba de coche (robado) cada muy pocos días. Así se protegía de las posibles balizas de seguimiento que le pudieran instalar. Pero tenía un defecto que el CNI supo explotar. Aunque siempre iba acompañado de su ordenador móvil, utilizaba mucho los cibercafés para comunicarse con otros activistas. Él creía que así estaba más seguro, pero se equivocó.

El CNI decidió pedir ayuda a EE. UU. y más concretamente a la agencia NSA (35 000 empleados). No es tan conocida como la CIA, pero es la que maneja más presupuesto. La NSA lo escucha todo, o al menos casi todo. Su joya de la corona es el sistema Echelon, una inmensa y compleja red de espionaje que se sirve de más de 130 satélites y estaciones en tierra para interceptar todo tipo de comunicaciones teléfonicas y por internet. La estación de Morwenstow (en Reino Unido) fue la encargada de cazar a “Txeroki”. El programa, bautizado como “Carnívoro”, es capaz de tragarse y analizar miles de correos electrónicos escritos en casi todos los idiomas existentes. Busca palabras seleccionadas de antemano, como «atentado», «bomba», «cloratita» o, en este caso, «Txeroki». “Carnívoro” revisa todos los mails que pasan por un determinado proveedor y los copia en un disco duro. Luego solo tiene que seleccionar aquellos en los que se han escrito palabras que están bajo sospecha. Este programa (que puede analizar 16 000 palabras en 12 segundos) detectó a mediados de octubre de 2008 dos direcciones de correo que podrían pertenecer al jefe etarra. Esta pista llevó primero a la localidad turística de Biarritz, a 20 kilómetros de la frontera española, y después a Hendaya. Allí su pista se perdió y apareció de nuevo en Cauterets, donde la Guardia Civil localizó un coche sospechoso, un Peugeot 207 robado pocos días antes, prácticamente nuevo, pero al que habían colocado una matrícula falsa de París ya en desuso (tenía solo dos letras cuando debía tener tres). Su balización llevó a un pequeño piso en la calle Richelieu, junto a la estación de esquí. Allí se identificó a “Txeroki” y a su actual novia, la terrorista Leire López Zurutuza, alias “Jare”. Ambos se hacían pasar por una pareja de turistas italianos que querían esquiar. Incluso una agente del GAO llegó a intercambiar con la chica unas palabras en una lavandería, después de que los dos terroristas compraran vino y foie franceses bastante caros. Los dos cayeron mientras dormían. “Txeroki” guardaba, debajo de la almohada, una pistola y cien gramos de hachís.

Varios agentes que habían conocido personalmente a Trapero y Centeno participaron en su arresto. “Txeroki”, esposado y encañonado, sufrió el desprecio de los guardias civiles. «Solo por la memoria de Raúl y Fernando no le pegamos un tiro allí mismo», relatan algunos de los agentes.

En un reportaje emitido por TVE días después de su arresto, un teniente general del servicio de información de la Guardia Civil dijo estas palabras que suenan a epitafio: «en una organización que ya no tiene ideología es un poco como la prehistoria. El más fuerte, el más salvaje, se hace jefe».

Casi cuatro años después de su detención, el entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, explicó a los autores de este libro que aún conserva el SMS del general de la Guardia Civil anunciando la detención de “Txeroki”. «Merece la pena guardarlo. Es el único que conservo relacionado con la lucha antiterrorista».

Siete procesados. Tras cuatro años de investigación (el sumario se cerró en noviembre de 2011), los jueces Laurence Le Vert, Yves Jannier y Edmond Brunaud han procesado a siete terroristas: Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe alias “Ata” (39 años); Garikoitz Aspiazu Rubina, alias “Txeroki” (38 años); Iratxe Sorzabal Díaz, alias “Ezpela”; “Flores” y “Begoña” (40 años); Ibon Gogeascoechea Arronategui, alias “Emile” (46 años); Saioa Sánchez Iturregui, alias “Hintza” (30 años), Asier Bengoa López Armentia, alias “Pagadi” (35 años) y Eider Uruburu Zabaleta (33 años). De todos ellos, solo Iratxe Sorzabal sigue en libertad en el momento en el que se escriben estas líneas. Es considerada como una de las máximas responsables de ETA, sobre todo después de la reciente detención, el 29 de ocutbre de 2012, de Izaskun Lesaka.

Durante toda la investigación, la Policía gala tomó declaración a 70 testigos y halló 569 huellas, obtenidas tanto en el lugar del crimen, como en los coches utilizados por los terroristas en su huida, el piso de Toulouse y el hotel donde se alojaron Saioa y Asier la noche antes de su detención.

Cadena perpetua. Los tres terroristas acusados del crimen de Capbreton serán juzgados en abril de 2013 y se exponen a ser condenados a una cadena perpetua revisable, la pena más alta del código penal francés, la que reciben los culpables del cargo de asesinato de personas depositarias de la autoridad pública con el agravante de terrorismo. Esta sanción impide al condenado el disfrute durante 30 años de redenciones de pena, permisos de salida, tercer grado o libertad condicional. Una vez cumplido íntegramente el tope mínimo, se puede presentar una demanda de excarcelación que falla una jurisdicción colegial en función de criterios como la peligrosidad, el arrepentimiento, la reinserción o la indemnización a las víctimas. A día de hoy, de los 140 presos de ETA en Francia, solo tres tienen cadenas perpetuas. Se trata de los ciudadanos franceses Joan Parot (Argel, 1951), Jakes Esnal (San Juan de Luz, 1950) y Frédéric Haranburu (Biarritz, 1954). Los tres están encarcelados desde 1990.

Siempre Capbreton. Desde la década de los años 70, Capbreton siempre ha sido escenario de las actividades de ETA. Su proximidad a España y su condición de enclave turístico lo convierten en el punto ideal para refugiarse y mantener citas. En 2007 varios dirigentes etarras, entre ellos “Thierry”, eligieron esta localidad para reunirse con otros activistas. A 800 metros de la cafetería en donde fueron asesinados Raúl y Fernando, ETA poseía un piso franco con un verdadero arsenal. La Policía francesa lo halló en febrero de 2011, cuando el nuevo dueño empezaba a hacer reformas y, al derribar una pared, se encontró con 50 subfusiles de la marca MAT-49, de origen francés; y 40 metralletas Ingram Mac, conocidas como “Mariettas”, de fabricación estadounidense. Además de mil cartuchos. En el escondite había periódicos de 1975. El inmueble perteneció a una familia de refugiados de la Guerra Civil simpatizante con la causa vasca. La casa se puso en venta en marzo de 2010, y fue el nuevo inquilino quien descubrió todas las armas. Los fusiles se encontraban en buen estado, ya que estaban embalados en plástico y con grasa. Las siglas MAT designan la Manufactura de Armas de Tulle y el número 49 se refiere a 1949, año de fabricación. Los comandos de ETA los solían emplear para los ametrallamientos en los “años de plomo”, en la década de los 70 y 80.

Contexto político. A finales de 2007 se esperaba la sentencia del sumario 18/98, que tenía como objetivo desmantelar el entramado propagandístico, societario y financiero del que se servía ETA. Lo que los jueces calificaron como «el corazón y las entrañas de ETA». Aquel 1 de diciembre estaba a punto de emitirse la sentencia, que se esperaba condenatoria para la mayoría de los imputados. Quizás “Ata” también tenía en mente esa mañana la esperada sentencia, tras dos años de juicio.

El proceso permitió desmantelar un entramado de empresas vinculadas a ETA, que daba cobertura a los terroristas huidos a países de Iberoamérica y que prestaba financiación a la organización. Firmas que desarrollaban actividades tan dispares como la producción de contenidos audiovisuales, la importación de bacalao o la contabilidad financiera de las herriko tabernas. También había una veintena de organizaciones del tejido sociopolítico abertzale. Cuatro días después de la ejecución de los agentes Trapero y Centeno, Ángela Murillo, jueza de la Audiencia Nacional, decretó el ingreso en prisión para 35 de los detenidos. Entre los encarcelados figuraban históricos dirigentes abertzales: Javier Salutregui y Sabino Ormazabal (director y jefe de opinión respectivamente del diario Egin), Xabier Alegría (responsable de Ekin, el comisariado político de ETA), Elena Beloki (responsable de Kaki, el aparato internacional de ETA) o Teresa Toda (subdirectora de Egin). Finalmente, el 19 de diciembre, la Audiencia mandó a la cárcel a 47 de los 52 acusados.

El asesinato de los dos agentes del GAO tuvo dos versiones contrapuestas, que fueron publicadas ambas por el diario Gara apenas un par de días después del doble crimen. Por una parte, la izquierda abertzale emitió un comunicado en el que apuntaba la necesidad de continuar con el proceso de paz y avanzar en las conversaciones, a la vez que hacía un llamamiento al Gobierno para que cesara el acoso y las detenciones hacia sus militantes. En el editorial del diario, ETA parecía justificar su asesinato bajo esta reflexión: «la muerte de un agente de la guardia civil en un tiroteo ocurrido con presuntos miembro de ETA ocurrido a más de medio centenar de kilómetros de la frontera franco-española y en el que resultó herido de gravedad otro agente del cuerpo militar español [Trapero aún estaba en coma en el hospital] no puede ser explicada como una persecución en caliente, pues supera con creces el radio de 10 kilómetros que rige para tal inclusión territorial. La titular de interior del Gobierno francés habla de operación rutinaria sin apenas argumentar que el origen de la misma fuera la persecución de un delito ocurrido poco antes en otro Estado». ETA se hacía la inocente y se preguntaba a través de Gara qué hacían agentes españoles operando en suelo extranjero, dejando entrever que eso era un delito.

El atentado de Capbreton provocó que el Gobierno socialista realizara una convocatoria unitaria de partidos políticos, organizaciones empresariales, sindicatos y asociaciones en busca de una declaración contundente, unánime y unitaria, que quedó patente en las manifestaciones de condena llevadas a cabo en diferentes puntos del país. Por otro lado, el presidente Zapatero renunció a la convocatoria del pacto por las libertades y contra el terrorismo como demandaban algunas fuerzas políticas y ciñó su guión a lo manifestado por el ministro del Interior al diario New York Times: «este Gobierno jamás volverá a creer en ninguna tregua de ETA». Días después de Capbreton, el Parlamento vasco propuso una resolución de condena que fue rechazada por las parlamentarias de EAHK (Partido Comunista de las Tierras Vascas). Su portavoz, Nekane Erauskin, declaró que la condena aprobada solo buscaba «criminalizar a la izquierda abertzale» y censuró al resto de organizaciones por haber participado en su elaboración y posterior aprobación. Todo en un contexto en el que la crisis económica empezaba a mostrar sus primeros síntomas. Sin embargo, en las encuestas del CIS, el terrorismo seguía siendo todavía la primera preocupación de los españoles.