1802 Química/Ciencia agrícola. Guerra por las deyecciones de aves

El explorador y geógrafo alemán Alexander von Humboldt encontró que la sustancia que los peruanos esparcían por sus campos era unas treinta veces más rica como fertilizante que el estiércol de las granjas europeas. Se trataba del guano, término quechua que corresponde a «deyecciones de aves marinas». El guano (en particular el producido por el llamado, de manera prometedora, cormorán guanay)[*] es rico tanto en fósforo como en nitratos, lo que lo convierte en un material importante para la agricultura y en un ingrediente clave de explosivos. La guerra del Pacífico (1879-1883) entre Chile y la alianza de Perú y Bolivia se libró en gran parte por el control de esta valiosa sustancia.

1809 Ciencia evolutiva. Cómo consiguió la jirafa su largo cuello

Jean-Baptiste Lamarck publicó su Philosophie zoologique, en la que esbozó su teoría de la evolución mediante la herencia de caracteres adquiridos. Según Lamarck, las jirafas adquirieron su largo cuello mediante los esfuerzos de sus antepasados para estirarse con el fin de comer las hojas más altas:

… este animal… se sabe que vive en el interior de África, en lugares en los que el suelo es casi siempre árido y yermo, de modo que se ve obligado a ramonear las hojas de los árboles y a hacer esfuerzos constantes para alcanzarlas. A partir de esta costumbre que hace mucho tiempo que se mantiene en toda su raza, ha resultado que las patas anteriores del animal se han hecho más largas que sus patas posteriores, y que su cuerpo se ha alargado en tal medida que la jirafa, sin ponerse de puntillas sobre sus patas traseras, alcanza una altura de seis metros.

Esta mejora de la especie mediante un esfuerzo de la voluntad resultó atractiva para muchos (entre ellos George Bernard Shaw[*]), pero la teoría de Lamarck resultó demolida cuando Darwin demostró que la evolución tiene lugar mediante el proceso ciego y sin propósito determinado de la selección natural.

1812 Tecnología. Una travesura perpetua

En Filadelfia, un hombre llamado Charles Redheffer cobraba al público un dólar por cabeza para dejarle ver lo que describía como una máquina de movimiento perpetuo. Fue un éxito sensacional, y Redheffer pidió financiación a la ciudad para construir una versión mayor. Sin embargo, cuando ocho concejales del ayuntamiento fueron a inspeccionar su máquina en enero de 1813, advirtieron que los dientes de los engranajes mediante los cuales la máquina supuestamente hacía mover otro dispositivo estaban gastados por el lado equivocado, lo que indicaba que era este otro dispositivo el que hacía mover realmente la máquina. Después de que Redheffer fuera denunciado por farsante, se desplazó a la ciudad de Nueva York, donde demostró otra «máquina de movimiento perpetuo». Cuando el ingeniero Robert Fulton (constructor de uno de los primeros buques de vapor funcionales) fue a inspeccionarla, advirtió irregularidades en el sonido y el movimiento de la máquina. Observándola más detenidamente, encontró un cordel escondido que conectaba con el piso de arriba… donde un viejo daba vueltas a una manivela al tiempo que comía una gran rebanada de pan. Redheffer abandonó la ciudad con una cierta precipitación. Véase también 1150.

1816 Diagnosis. La turbación es la madre de la invención

Teniendo que enfrentarse a la necesidad de auscultar el corazón de una joven bien dotada, el médico francés René Théophile Hyacinthe Laénnec se acobardó ante la indelicadeza de colocar su cabeza sobre su pecho. En lugar de ello, enrolló su cuaderno de notas, colocó un extremo del tubo en el seno en cuestión y el otro en su oído. De esta manera pudo oír de manera bastante satisfactoria todos los mecanismos internos de la dama… y así nació el estetoscopio.

1818 Terapéutica. Bañar los testículos en agua fría

Muerte de Samuel Solomon, cuya panacea universal, que él denominaba Bálsamo Cordial de Galaad, resultó ser enormemente popular como cura para «los nervios». También lo recomendaba para el tratamiento de «la impotencia y la debilidad seminal», que era una de las debilidades que él decía que «surgían de la masturbación». Sin embargo, Solomon no afirmaba que el Cordial pudiera funcionar por sí solo, y recomendaba a los pacientes que bañaran sus testículos en agua fría o en una combinación de vinagre y alcohol. Resultó que el ingrediente principal de su Cordial era brandy, con una pizca de cardamomo y cantáridas.

1820 Farmacología. Mejorando el arte del cóctel

Johann Gottlieb Benjamin Siegert, cirujano general en el ejército de liberación de Simón Bolívar en Venezuela, desarrolló una medicina a partir de la angostura, un arbusto, para mejorar el apetito y ayudar a la digestión de la tropa. Así inventó, sin proponérselo, los amargos[a] de angostura, que son ingrediente crucial en las ginebras rosadas, los Manhattan y otros varios cócteles.

1821 Patología. El misterio del pene de Napoleón

(6 de mayo). El día siguiente a la muerte de Napoleón en Santa Elena, su cuerpo fue sometido a una autopsia, en presencia de 17 testigos, entre ellos un sacerdote llamado Vignali. El médico del emperador, Francesco Antommarchi, extrajo el corazón de Napoleón, que el gran hombre había pedido que se enviara a su distanciada esposa, la emperatriz María Luisa, aunque ésta nunca lo recibió. No está claro qué otras cosas se extrajeron, pero en 1916, descendientes de la familia Vignali vendieron su colección de recuerdos de Napoleón, entre los que figuraba «el tendón momificado tomado del cuerpo de Napoleón durante el post mortem». Posteriormente se consideró que esto correspondía al pene de Napoleón, aunque quienes lo han visto lo comparan a una anguila arrugada o a una pasa de un par de centímetros de longitud. La colección cambió varias veces de manos durante el siglo XX, y ahora se cree que el supuesto pene se halla en manos de un urólogo americano.

1821 Medicina. Lo que perdió la medicina lo ganó la música

El joven Héctor Berlioz, siguiendo los deseos de su padre, empezó sus estudios de medicina en París. Nada lo había preparado para su primera visita a la sala de disección del Hospicio de la Piedad:

A la vista de aquel terrible osario (los fragmentos de extremidades, las muecas de las caras y los cráneos abiertos, el lodazal sangriento a los pies y el hedor atroz que exhalaba, las bandadas de gorriones disputándose fragmentos de pulmón, las ratas en su rincón mordisqueando vértebras sanguinolentas) me asaltó tal sensación de revulsión que salté por la ventana de la sala de disección y huí a casa como si llevara a mis talones la Muerte y todo su espantoso séquito.

Aunque pronto se insensibilizó ante lo que veía y olía en la sala de disección (e incluso les daba de comer a los gorriones pedacitos de pulmón mientras lanzaba un omóplato «a una gran rata que me miraba con ojos hambrientos»), no pasó mucho tiempo antes de que abandonara la medicina para concentrarse en su primer amor: la composición musical.

1822 Química. Se evitó el desastre

Charles Daubeny fue nombrado profesor de la Cátedra Aldriquiana de química en la Universidad de Oxford. Durante una clase, levantó dos frascos y declaró que si los líquidos del interior de éstos se mezclaran, toda la sala de conferencias quedaría destruida en una enorme explosión. A continuación giró en redondo y tropezó, dejando caer las dos botellas al suelo. Los estudiantes quedaron boquiabiertos, se acurrucaron y después exhalaron un suspiro de alivio. Un técnico concienzudo había tenido a bien llenar los frascos con sustancias inocuas antes de la lección.

1822 Fisiología. Jugos gástricos y heridas de bala

Un soldado llamado Alexis St. Martin, destinado al Fuerte Mackinae, en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, entre los lagos Michigan y Hurón, fue malherido en el estómago por el disparo accidental de un fusil de caza. Llamaron a un cirujano militar americano llamado William Beaumont, que no albergaba muchas esperanzas de salvar al hombre herido. Sin embargo, y basándose en toda su experiencia de tratar heridas de bala, Beaumont extrajo fragmentos de hueso, perdigones y ropa de la herida, y aplicó un emplasto. A pesar de tener fiebre alta, St. Martin salió adelante; pero la herida no se curó completamente, y le quedó un agujero del tamaño de un puño humano (una fístula) que conectaba directamente el exterior con su estómago. Advirtiendo una maravillosa oportunidad para la investigación científica, Beaumont mantuvo a St. Martin a su cuidado durante algunos años, y el 1 de agosto de 1825 insertó pedazos de carne, pan y repollo, atados mediante un hilo de seda, en el estómago de St. Martin a través de la fístula. A intervalos diversos, Beaumont extraía los pedazos de comida para observar los progresos de la digestión. En otros experimentos, extrajo algo de los jugos gástricos de St. Martin y puso fragmentos de comida en ellos para ver qué ocurría. A partir de todo esto hizo el descubrimiento importante de que la digestión es sobre todo un proceso químico y no mecánico. A lo largo de los años siguientes, Beaumont realizó más experimentos en su sujeto, que no siempre estuvo bien dispuesto a ello, y publicó sus hallazgos en 1833. St. Martin vivió mucho más tiempo que Beaumont: éste murió en 1853, mientras que el hombre con el agujero en el estómago vivió hasta 1880.

1825 Fisiología. Sobre los efectos amorosos de rodaballos y trufas

El escritor y gastrónomo francés Anthelme Brillat-Savarin, en su Physiologie du goüt («Fisiología del gusto»), afirmó:

Es unánime la opinión de que el pescado es fuertemente sexual y despierta en ambos sexos el deseo de reproducirse… Estas verdades físicas eran sin duda desconocidas por los legisladores eclesiásticos que impusieron una dieta cuaresmal a varias órdenes clericales… porque es imposible creer que pudieran haber querido de forma deliberada hacer todavía más difícil aquel voto de castidad cuya observancia ya es tan antisocial.

Brillat-Savarin estaba asimismo seguro de los efectos afrodisíacos de las trufas:

Quienquiera que pronuncia la palabra trufa… despierta sueños eróticos y gastronómicos tanto en el sexo que lleva faldas como al que le sale barba.

Un antiguo proverbio francés dice que «Los que desean seguir una senda virtuosa han de dejar completamente de lado las trufas». Puede haber una cierta verdad en ello. Las trufas contienen la hormona androstenol, y científicos alemanes han descubierto que si se rocía con una solución diluida de esta hormona a hombres y mujeres, éstos se excitan sexualmente.

Anthelme Brillat-Samrin demuestra su método para cocer el rodaballo. El consumo de cualquier pescado, declaró, «despierta en ambos sexos el deseo de reproducirse».

1828 Etiología. Comer vómito negro en nombre de la ciencia

El doctor Nicholas Chervin, de Gibraltar, decidió comprobar su teoría tic que la fiebre amarilla no era transmisible de un paciente a otro. A tal fin, se vistió con la ropa interior sucia de hombres que habían muerto de la enfermedad, durmió en su cama, e incluso comió el «vómito negro y sangriento» que las víctimas producen en cantidades espectaculares. Aunque Chervin sobrevivió al experimento, no fue hasta muchas décadas después cuando finalmente se demostró que la fiebre amarilla no se transmitía mediante el contacto humano, sino a través de los mosquitos.

1830 Nutrición. Sobre el valor nutritivo del serrín y del fango

En su Preliminary Discourse on the Study of Natural Phylosophy, el matemático y astrónomo sir John Herschel escribió:

El serrín… es susceptible de conversión a una sustancia que no tiene ninguna analogía remota con el pan; y aunque ciertamente es menos apetitoso que el pan de harina, no es en cambio desagradable, y resulta a la vez saludable y digerible, así como muy nutritivo… Este descubrimiento, que hace que el hambre sea casi imposible, merece un mayor grado de publicidad que el que ha conseguido.

En realidad, la madera, que aproximadamente en un 50 por 100 es celulosa, es imposible de digerir por los seres humanos. Sólo animales tales como los termes pueden obtener energía de ella, con ayuda de microbios simbiontes especiales de su tubo digestivo.

De una guisa similar, en 1957 Robert Beauchamp, director de la Organización de las Pesquerías de África Oriental, con base en Jinja, Uganda, propuso que el fango tomado del fondo del lago Victoria, si se secaba y se pulverizaba, podría utilizarse como pienso para cerdos y aves de granja. El análisis del fango había mostrado que era rico en nutrientes, pues debido a los bajos niveles de azufre del lago[*], los animales y plantas muertos se descomponían a una tasa reducida y liberaban lentamente sus nutrientes de nuevo al agua. El propio Beauchamp declaró que el fango era perfectamente agradable de comer, y se lo hizo comer a sus amigos y familia.

1835 Llegar e irse con el cometa. Llegar e irse con el cometa

(30 de noviembre). Nacimiento de Mark Twain, dos semanas después del perihelio del cometa Halley. En su Autobiography, Twain escribió:

Llegué con el cometa Halley en 1835. Vuelve otra vez el año que viene [1910], y espero irme con él. No hay duda de que el Todopoderoso ha dicho: «He aquí a estos dos excéntricos inexplicables; llegaron juntos, deben irse juntos».

El siguiente perihelio del cometa tuvo lugar el 20 de abril de 1910. Mark Twain murió al día siguiente.

1835 Astronomía. Nunca digas nunca

El filósofo francés Auguste Comte, fundador del positivismo, llegó a la conclusión de que hay límites a lo que la ciencia puede descubrir. Por ejemplo, nunca llegaremos a establecer la composición química de las estrellas, dijo, pues están demasiado alejadas para que podamos siquiera recolectar muestras. Menos de un cuarto de siglo después, los físicos alemanes Robert Bunsen y Gustav Kirchoff usaron el espectroscopio que habían construido para demostrar que una de las longitudes de onda de la luz emitida por el Sol coincidía con la longitud de onda de la luz emitida al quemar sodio. Después de este hallazgo, se fueron descubriendo gradualmente los otros elementos en el espectro del Sol. Mediante el análisis espectral de la luz solar se descubrió por primera vez el elemento helio (que es la razón por la que se llama así, del término griego helios, que significa «Sol»). El helio no se descubrió en la Tierra hasta 1895, una refutación bastante irónica de la sombría predicción de Comte.

1835 Astronomía. Animales en la Luna claramente enzarzados en conversación

(Agosto). Apareció en el New York Times una serie de informes, aparentemente enviada por la expedición astronómica de sir John Herschel al cabo de Buena Esperanza. A lo que parecía, Herschel había hecho varios descubrimientos emocionantes en relación con la vida en la Luna. No sólo había clasificado «treinta y ocho especies de árboles de bosque y casi el doble de este número de plantas», sino también «nueve especies de mamíferos y cinco de ovíparos». Lo que era más excitante eran las «bandadas de grandes animales voladores» que se parecían algo a los seres humanos. «Era evidente que estas criaturas estaban enzarzadas en conversación… Por lo tanto deducimos que eran seres racionales». Resultó que los «informes» eran invenciones perpetradas por uno de los mismos periodistas del diario.

1836 Electricidad. La formula perdida

(10 de junio). Muerte de André-Marie Ampère, el físico francés al que se considera uno de los pioneros del nuevo campo del electromagnetismo. Tenía la costumbre, cuando lo acometía una inspiración, de anotar sus cálculos en cualquier superficie a mano con el fragmento de tiza que siempre llevaba consigo. En una ocasión, mientras caminaba por las calles de París, tuvo una idea y empezó a garabatear una secuencia de ecuaciones en la parte posterior de un coche de alquiler tirado por caballos… pero su pizarra se alejó a toda velocidad, llevándose para siempre con ella la solución que había buscado durante tanto tiempo.

1836 Cirugía. Campos libres de conquista

Sir John Eric Erichsen, que posteriormente fue cirujano extraordinario de la reina Victoria, declaró que «no puede haber siempre campos libres de conquista por el bisturí; tiene que haber partes del cuerpo humano que para siempre permanezcan sagradas frente a sus intrusiones, al menos por parte de las manos del cirujano. Poca duda cabe de que ya hemos alcanzado, prácticamente, estos límites finales. El abdomen, el tórax y el cerebro permanecerán para siempre cerrados a la intrusión del cirujano sensato y compasivo».

1839 Anestesia. La abolición del dolor, una quimera

El profesor Alfred Velpeau, de la Facultad de Medicina de la Universidad de París, declaró que «La abolición del dolor en cirugía es una quimera. Es absurdo seguir buscándola… Bisturí y dolor son dos palabras en la cirugía que irán por siempre asociadas en la conciencia del paciente. Tendremos que ajustarnos a esta combinación obligada». La década siguiente, la de 1840, fue la de la introducción del éter, el cloroformo y el óxido nitroso como anestésicos generales en cirugía (véase 1844).

1840 Ciencia de la alimentación. Nacimiento del cubo de caldo

Justus von Liebig, uno de los mayores químicos del siglo XIX, desarrolló un negocio adicional que fue remunerador desde el punto de vista financiero cuando produjo un extracto de buey concentrado. Fundó la Liebig Extract of Meat Company[*], y su invento se conoció posteriormente con una marca familiar: Oxo[*].

1844 Anestesia. No es cosa de reírse

Fue Horace Wells, un dentista americano, el que tuvo por primera vez la idea de utilizar óxido nitroso (gas de la risa; véase 1799) como anestésico. En 1844 había asistido a un «jolgorio de gas de la risa» (una fiesta en la que los invitados aspiraban óxido nitroso como diversión), y presenció cómo un joven se cayó contra un banco y se rompió ambas piernas. Pero el hombre no sintió dolor. Wells empezó a utilizar óxido nitroso en su propia práctica, pero cuando organizó una demostración de «extracción dental indolora» ante estudiantes de medicina en el Hospital General de Massachusetts en 1845 no utilizó suficiente gas y el paciente aulló de dolor. Los estudiantes lo abuchearon y abandonaron la sala de conferencias gritando «¡Embaucador!». Amargado y caído en desgracia, Wells abandonó la profesión de dentista y se convirtió en viajante de comercio. Pero su interés por la anestesia nunca lo abandonó, y se embarcó en numerosos experimentos en sí mismo, no sólo con óxido nitroso, sino también con éter y cloroformo (aunque las «sensaciones de alborozo» que registró formaban parte del encanto). Los efectos acumulativos tuvieron un efecto dañino en su personalidad, y en enero de 1848 fue arrestado después de salir corriendo a la calle y lanzar ácido sulfúrico a dos mujeres. Fue recluido en la prisión de Tombs, de Nueva York, donde, volviendo a sus cabales y lleno de remordimientos, se cortó con una navaja la arteria femoral de su muslo izquierdo, inhaló algo de cloroformo y se desangró hasta morir. En una nota angustiada a su familia expresaba temores por su cordura, diciendo: «Si vivo, me convertiré en un maníaco». Su suicidio coincidió con su aclamación por la Sociedad Médica de París como descubridor de los gases anestésicos. Pero incluso este honor le habría de ser arrebatado: en 1921, el Colegio Americano de Cirujanos declaró que el primero en usar anestesia en la cirugía no fue Wells, sino el médico americano Crawford Long, quien en 1842 había usado éter mientras extirpaba tumores del cuello de un paciente y amputaba el dedo gordo del pie de un muchacho.

La cirugía antes de la aparición de la anestesia era una actividad brutal, incluso si el paciente era parcialmente insensible gracias a la administración de coñac.

1844 Matemáticas. Una máquina de calcular humana

Johann Martin Zacharias Dase, un prodigio alemán del cálculo mental, dedujo mentalmente pi (véase 1900 a. C.) hasta el lugar decimal número 200. Dase, quien padecía epilepsia, empezó una carrera en el negocio del espectáculo a la edad de quince años, y viajó incluso hasta Inglaterra para demostrar sus habilidades (entre las que figuraban multiplicar 79 532 853 × 93 758 479 en 54 segundos). Podía multiplicar dos números de cuarenta dígitos en cuarenta minutos, pero le tomó 8 horas y 45 minutos multiplicar dos números de cien dígitos. Dase atribuía su sorprendente habilidad a haber pasado gran parte de su juventud jugando al dómino.

1844 Aeronáutica. Un falso globo que revienta

(13 de abril). El New York Sun presentaba la historia de un logro humano extraordinario. «El aire, así como la tierra y el océano, ha sido sometido por la ciencia», se entusiasmaba, «y se convertirá en una carretera común y conveniente para la humanidad». ¿La razón de esta efusión? «¡El Atlántico acaba de ser atravesado en globo… y en el tiempo inconcebiblemente breve de 75 horas de costa a costa!». Dos días después, el periódico se vio obligado a imprimir una clarificación: «Al no haber aportado el pasado sábado los correos procedentes del sur una confirmación de la llegada del globo de Inglaterra… nos sentimos inclinados a creer que la información es errónea». En realidad, todo el asunto era un engaño urdido por Edgar Allan Poe[*], quien se inventó los diarios de los supuestos aeronautas, «Mr. Monck Masón y Mr. Harrison Ainsworth», en los que describe el uso de una hélice para conseguir velocidades de «no menos, ciertamente, de 80-96 kilómetros por hora». En el engaño había la verdad suficiente para que el periódico picara: Thomas Monck Masón (1803-1889) era realmente un aeronauta célebre (y también flautista y teólogo), que en 1836 había publicado un relato de un vuelo en globo aerostático desde Londres a Weilburg, en Alemania, una distancia de ochocientos kilómetros, que duró 18 horas. Harrison Ainsworth (1805-1882) era el autor de Rookwood, Jack Sheppard, The Tower of London, Oíd St. Paul’s y otras muchas novelas históricas. La primera travesía de este a oeste del Atlántico por un vehículo aéreo la realizó la aeronave inglesa R-34 en un vuelo de 108 horas en julio de 1919.

No fue éste el último de los camelos de Poe. En el número del 14 de abril de 1849 de Flag of Our Union, un periódico semanal popular de Boston, publicó «Von Kempelen y su descubrimiento», un texto que aparentemente era un reportaje en el que afirmaba que Von Kempelen, un científico de origen alemán nacido en Utica, Nueva York, había seguido una línea de investigación que había iniciado sir Humphry Davy (según decía Poe), y que Davy había registrado en su diario, que había querido que se quemara después de su muerte. Von Kempelen, cuya familia, escribía Poe, «está conectada, de alguna manera, con Maelzel» (véase 1769), había encontrado al parecer un método que los alquimistas buscaban desde hacía tiempo: había conseguido transmutar metales viles en oro. Poe seguía sugiriendo que aquellos que pensaran incorporarse a la fiebre del oro en California, que entonces se hallaba en pleno auge, podrían reconsiderarlo, dado que una vez que el secreto de Von Kempelen se descubriera, el oro no sería más valioso que el plomo, cuyo precio ya había aumentado «un doscientos por cien» en Europa.

1845 Acústica. Un experimento musical

El científico holandés Christophorus Henricus Diedericus Buys Ballot (más conocido por su trabajo en meteorología) quiso comprobar el efecto Doppler colocando toda una orquesta en un vagón de ferrocarril de plataforma, abierto, en la línea entre Utrecht y Amsterdam. Había instruido a la orquesta para que tocara una única nota mientras pasaba traqueteando por su lado, para ver si parecía cambiar de tono. Así ocurrió.

1846 Anatomía. Crucificar un cadáver

(30 de enero). Muerte del cirujano y anatomista inglés Joseph Constantine Carpue, famoso por su cirugía reconstructora de la nariz. A principios de su carrera había adquirido una cierta notoriedad al crucificar en una cruz a un asesino al que acababan de ejecutar, para comprobar cómo colgaría el cuerpo. Hizo un molde del resultado, y publicó sus hallazgos en Lancet. Muchos creían que estaba asociado con los ladrones de cadáveres (véase 1752), y fue satirizado en el poema «Mary’s Ghost», de Thomas Hood, en el que Mary, que ha sido desenterrada, se lamenta:

No puedo decir adonde ha ido mi cabeza, pero el Dr. Carpue sí; en cuanto a mi tronco, está todo empaquetado, para que lo transporte un furgón de Pickford[*].

1846 Química. Si no puedes soportar el calor…

Un día, el químico germano-suizo Christian Friedrich Schónbein experimentaba en la cocina de su casa, pues el laboratorio de la Universidad de Basilea había cerrado para el almuerzo. Mientras trabajaba, vertió algo de ácido nítrico concentrado sobre la mesa de la cocina. Agarrando el paño que tenía más a mano, limpió el ácido derramado con un delantal de algodón, que después colgó sobre la cocina para que se secara. Al poco hubo un destello, y el delantal desapareció. Así se descubrió un nuevo explosivo, sin humo: el algodón pólvora, o nitrocelulosa.

1846 Astronomía. El planeta Océano

En Berlín, el astrónomo alemán Johann Galle observó un nuevo planeta, siguiendo las predicciones con respecto a su localización que le había enviado Urbain Le Verrier, de la Escuela Politécnica de París. (En Inglaterra, John Couch Adams había predicho independientemente su existencia). Galle quería llamar Jano al planeta, el dios romano de dos caras de los comienzos, mientras que Le Verrier promovía que se le llamara por su nombre, una costumbre que era popular en Francia, pero no en otros países. En Inglaterra, el astrónomo real, sir George Airy, y el director del Observatorio de Cambridge, James Challis, insistían en que se le llamara Océano, para ser consecuente con Urano, su planeta vecino, descubierto en 1781: en la mitología griega, el titán Océano, la personificación del océano mundial, es el lujo de lira no y Gaia. Sin embargo, al final el nuevo planeta recibió el nombre de Neptuno, el dios romano del mar.

1846 Entomología. Repugnancia y dolor indecibles al servicio de la ciencia

(17 de octubre). En una carta a Leonard Jenyns, Charles Darwin recordaba sus días de recolección de insectos mientras estaba en Cambridge (1828-1831), y en particular un dilema que se le planteó con el descubrimiento de tres raros coleópteros:

Debo deciros lo que me ocurrió en las riberas del Cam en mis primeros días entomológicos; bajo un fragmento de corteza encontré dos carábidos (he olvidado cuáles) y cogí uno en cada mano, cuando ¡mira por dónde!, vi un sagrado Panagaeus crux-major; no podía soportar dejar ninguno de mis dos carábidos, y por descontado que no podía perder a Panagaeus, de modo que, desesperado, sujeté suavemente uno de los carábidos entre mis dientes, cuando para mi repugnancia y dolor indecibles, la pequeña y desconsiderada bestia disparó su ácido en mi garganta, ¡y perdí ambos carábidos y Panagaeus!

Se creía que la causa indirecta de la molestia de Darwin, el escarabajo del crucifijo (Panagaeus cruxmajor), había estado ausente de Cambridgeshire durante más de cincuenta años, hasta que en 2008 se redescubrió un ejemplar en Wicken Fen.

1846 Física. La metamorfosis de clases en chicas y en ASNOS

El famoso físico William Thomson, que más tarde fue nombrado lord Kelvin, fue designado para ocupar la cátedra de filosofía natural de la Universidad de Glasgow cuando sólo tenía veintidós años. Un día dejó una nota a la puerta de la sala de conferencias que rezaba así: «El profesor Thomson no asistirá hoy a sus clases». Algún bromista borró la «c» de «clases», con lo que dio un ligero cambio al asunto. Thomson no era lento a la hora de desquitarse. Al día siguiente, cuando sus estudiantes entraron en la sala de conferencias, encontraron que el profesor había eliminado otra letra de la nota, la «1» de «clases», con lo que el texto adoptó todavía otro significado[*].

1847 Cirugía. Remedios desesperados

Muerte del cirujano escocés Robert Listón. En la época anterior a la anestesia, su rapidez con el escalpelo y la sierra de huesos se apreciaban mucho, y animaba a sus estudiantes que lo observaban a cronometrarlo con sus relojes de bolsillo. En una ocasión, amputó la pierna de un hombre en dos minutos y medio, aunque sin darse cuenta extirpó los testículos al mismo tiempo. El paciente murió posteriormente de gangrena hospitalaria, al igual que el ayudante de Listón, que perdió sus dedos ante la sierra de Listón en la misma operación frenética. Para rematar la historia, Listón, en su precipitación, rebanó la chaqueta de un colega cirujano que estaba observando la operación y que, convencido de haber sido acuchillado, murió de inmediato de miedo.