1895 Exploración espacial. Un ascensor al espacio
Konstantin Tsiolkovsky, el pionero ruso de los cohetes, visitó París, y la Torre Eiffel, acabada de construir, le inspiró un medio barato de viaje espacial: una torre tan alta que alcanzara el espacio. Dentro de la torre, propuso Tsiolkovsky, habría un ascensor que haría ascender a los pasajeros hasta una órbita geoestacionaria a una altitud de 35 790 kilómetros sobre la Tierra. Tsiolkovsky era discípulo del místico Nikolai Fyodorov, quien creía que colonizar otros planetas traería la perfección, y la inmortalidad, de la raza humana. En el siglo largo que ha transcurrido desde entonces, ha habido otras varias propuestas de ascensores espaciales, entre ellas algunas recientes que implican tecnología de nanotubos de carbono y que la NASA apoya. Hay diversos grupos que siguen trabajando para superar diversas limitaciones de ingeniería, y en 2008 un conglomerado de compañías y universidades japonesas anunció que un ascensor espacial podría ser una realidad por la módica cantidad de 7500 millones de dólares.
1896 Aeronáutica. ¡Tonterías!, primera parte
Lord Kelvin, el gran hombre de la física victoriana, dictaminó que «las máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles. No tengo la más mínima molécula de fe en la navegación aérea que no sea mediante globos aerostáticos». El primer vuelo tripulado en una máquina voladora más pesada que el aire e impulsada por un motor tuvo lugar en Kitty Hawk sólo siete años más tarde, el 17 de diciembre de 1903, cuando el Flyer I de los hermanos Wright realizó tres cortos vuelos, a unos tres metros sobre el suelo.
1896 Bioquímica. Un niño prodigio
Se dice que a la edad de tres años, J. B. S. Haldane (que más adelante se haría célebre como genetista y biólogo evolutivo) contempló la sangre que salía de un corte que se había hecho en la frente y preguntó: «¿Es oxihemoglobina o carboxihemoglobina?».
1897 Tecnología de la comunicación. La radio no tiene futuro
Lord Kelvin veía poco potencial en los experimentos de Marconi sobre la transmisión sin cables. «La radio no tiene futuro», dijo.
1898 Anestesia. Cocaína y testículos
El cirujano alemán August Bier usó a su ayudante, el doctor Hildebrandt, como cobaya para su nueva técnica de anestesia espinal, que implicaba inyectar cocaína directamente en el líquido espinal. Siete minutos después de inyectarle, Bier pinchó a Hildebrandt en el muslo con una aguja. Éste sólo notó una presión. Después le clavó un escalpelo en el muslo. Hildebrandt no sintió nada. Pasados trece minutos, Bier aplicó la punta de un cigarrillo encendido al muslo de Hildebrandt, sin provocar queja alguna. El efecto entumecedor sólo funcionaba de cintura para abajo: «Tirar de los pelos púbicos se notaba como una elevación de un pliegue de piel; tirar de los pelos del pecho por encima de los pezones causaba un fuerte dolor». Entusiasmado, Bier se dedicó a golpear las espinillas de Hildebrandt con un martillo, oprimió sus testículos y después le clavó el escalpelo en el muslo derecho hasta el hueso. Hildebrandt no notó nada. Cuando el efecto del anestésico se disipo, pasados unos cuarenta y cinco minutos, los dos se fueron a cenar para celebrarlo, y bebieron gran cantidad de vino y fumaron varios cigarros. Posteriormente, Bier fue conocido por su máxima: «Los científicos médicos son gente agradable, pero uno no debe dejar que le traten».
1898 Farmacología. Un nuevo remedio para la tos
La compañía farmacéutica alemana Bayer empezó a comercializar un nuevo medicamento sintético, la diacetilmorfina, que, afirmaba, no tenía las propiedades adictivas de la propia morfina. La diacetilmorfina se promovió sobre todo como un supresor de la tos para el que no hacía falta receta, y asimismo como una cura efectiva para la adicción a la morfina. El nombre con el que se comercializaba derivaba del término alemán heroisch («heroico»): Heroin[*].
Dos años después de su lanzamiento al mercado, en el Boston Medical and Surgical Journal, James R. L. Daly daba un cálido respaldo al nuevo remedio. «Posee varias ventajas sobre la morfina», escribió. «No es hipnótico y no hay peligro de adquirir el hábito».
En 1898, la compañía farmacéutica Bayer, alemana, puso en el mercado un nuevo medicamento contra la tos, que podía adquirirse sin receta y que se consideraba que no era en absoluto adictivo.
1898 Medicina. El tabaco es bueno para usted
En The Doctor at Home, George Black escribió que «El poder del tabaco para sostener el sistema, para fomentar la nutrición, para aumentar y mantener el peso, para vigorizar frente al esfuerzo severo, y para sustituir el alimento ordinario, es un tema que se demuestra cada hora».
1898 Química. Pecblenda y jalea de grosellas
El mismo año en el que descubrió un nuevo elemento radiactivo, el polonio, en una fracción particular del mineral pecblenda, Marie Curie también anotó su receta para la jalea de grosellas:
Tomé cuatro kilos de fruta y el mismo peso de azúcar cristalizado. Después de hervirlo todo durante diez minutos, pasé la mezcla por un cedazo bastante fino. Obtuve catorce frascos de jalea muy buena, no transparente, que «prendió» perfectamente.
Resulta evidente que Marie Curie tenía tanto cuidado con su química culinaria como con su principal trabajo científico. Al final del año, Marie y Pierre, su marido, anunciaron que creían que la pecblenda contenía otro elemento nuevo, el radio. Sin embargo, le llevaría a Marie otros cuatro años aislar una muestra del mismo. No se trataba simplemente de calentar pequeños tubos de ensayo sobre un mechero Bunsen. La pecblenda pura era muy cara, pero el gobierno austríaco había donado con gusto una tonelada de residuos de los montones de escorias de una mina de pecblenda de Bohemia a estos «lunáticos franceses», y Marie iba a pasar años en el patio de su casa «removiendo una masa hirviente, con una vara de hierro casi tan grande como yo». Cada día, al caer la tarde, recordaba, «estaba reventada de cansancio». Finalmente, en 1902, consiguió preparar 0,1 gramos de radio puro. Las lesiones fatales que la radiactividad causaba en su salud no se hicieron aparentes hasta mucho después.