1702 Entomología. Una limonera pintada
En su Gazophylacii Naturae & Artis[*], William Petiver ilustró una mariposa, desconocida hasta entonces, de la que el recolector de lepidópteros William Charlton le había enviado un espécimen. Éste se parecía a la limonera común, Gonepteryx rhamni, excepto que sobre las alas presentaba puntos negros y lunares azules. Cuando Cari Linnaeus, Linneo, la examinó en 1763 la declaró una nueva especie, y la denominó Papilio ecclipsis. Linneo se refirió asimismo a un espécimen de una colección de mariposas norteamericanas. No está claro quién se dio cuenta de que P. ecclipsis era en realidad una limonera con manchas negras pintadas en las alas, pero cuando se hizo notar el engaño al doctor Edward Grey, conservador de curiosidades naturales en el Museo Británico, éste aparentemente se enfadó tanto que «indignado, rompió el ejemplar en pedazos». Algunos dicen que fue el entomólogo danés Johan Christian Fabricius quien descubrió el engaño en 1793, mientras que otros atribuyen el descubrimiento a John Curtis, autor e ilustrador de la obra maestra British Entomology (1824-1839). Otro candidato es el lepidopterólogo William Jones, que algunos creen que es el responsable de los dos especímenes que actualmente se conservan en las colecciones linneanas de la Sociedad Linneana de Londres. Ciertamente, la etiqueta escrita a mano de uno de ellos incluye el críptico comentario en latín «Rhamni arte pictus». («Rhamni pintada ladinamente»), seguido del nombre «Jones».
1704 Escatología. Newton predice el fin del mundo
Isaac Newton predijo en una carta que el mundo terminaría en 2060, sobre la base de lo que creía que eran mensajes en clave en la Biblia. El fin llegaría según lo que se indicaba en el apocalíptico Libro de la Revelación, con pestes, incendios, la batalla de Armagedón entre el bien y el mal, «la ruina de las naciones inicuas, el final del llanto y de todas las dificultades». Newton creía que estos acontecimientos irían seguidos de la segunda venida de Cristo y del reinado de los santos durante mil años, entre los que él mismo se contaba. Newton ofreció un cierto consuelo a sus contemporáneos en relación a la fecha del destino del mundo: «Puede que se acabe más tarde», escribió, «pero no veo ninguna razón para que termine más pronto».
Por lo general, Newton era más preciso en asuntos de tiempo, aunque era notorio que era distraído, tal como contaba el poeta irlandés Thomas Moore en la década de 1820: «Insistía en que el huevo de su desayuno debía cocerse exactamente durante cinco minutos; en una ocasión, la sirvienta entró en la cocina y encontró a Newton ante el hornillo, contemplando pensativamente el huevo, que reposaba en su mano, mientras que su reloj se hallaba en el perol de agua hirviente».
1710 Metrología. Nace una unidad
Nacimiento del distinguido científico francés Claude Émile Jean-Baptiste Litre, hijo de un comerciante de vinos. Se le conoce generalmente por proponer la unidad de medida del volumen que lleva su nombre, que se incorporó al Sistema Internacional de Unidades después de su muerte en 1778. Poco se sabe de su vida, pero aparentemente tuvo una hija llamada Millie[*]. Al menos, así lo aseguraba Kenneth Woolner, de la Universidad de Waterloo, Ontario, Canadá, quien en el número de abril de 1978 de la revista Chem 13 News utilizó este personaje ficticio para justificar la práctica de utilizar «L» en lugar de «1» (que en muchas fuentes tipográficas resulta indistinguible del número «1») como símbolo del «litro». Normalmente, el Sistema Internacional de Unidades sólo permite letras mayúsculas como símbolos en los casos en los que la unidad recibe el nombre de una persona histórica real: por ejemplo, N para el newton, W para el watt, J para el Joule.
1717 Inmunología. Reuniones de sarampión
En una carta enviada desde Adrianópolis[*] a su amiga Sarah Chiswell, lady Mary Wortley Montagu, esposa del embajador inglés ante el imperio otomano, describía el método de inmunización parcial contra el sarampión que entonces se practicaba entre los turcos:
Cada otoño, en el mes de septiembre, cuando el gran calor remite, la gente se envían mensajes unos a otros para saber si alguien de su familia está dispuesto a tener el sarampión. Con este fin organizan reuniones, y cuando se encuentran (por lo general 15 o 16), viene la anciana con una cáscara de nuez llena del material de la mejor clase de sarampión y te pregunta qué venas quieres que te abra. Inmediatamente rasga y abre la que le ofreces con una aguja grande (que no te produce más daño que un rasguño común) y pone en la vena tanto veneno como cabe en la cabeza de su aguja, y después venda la pequeña herida con un pedazo vacío de concha, y de esta manera abre cuatro o cinco venas…
Lady Mary se dispuso a introducir la práctica en Inglaterra, si podía encontrar allí algún médico que «tuviera la suficiente virtud para destruir una rama tan considerable de sus ingresos por el bien de la humanidad». En 1721 hizo que el eminente cirujano Charles Maitland inoculara a su hija de tres años de edad contra el sarampión. Esto despertó mucho interés, y la princesa Carolina, futura reina de Jorge II, decidió inocular también a sus propias hijas. Sin embargo, puesto que el procedimiento implicaba la inserción de pus de una víctima del sarampión en un rasguño de la piel, la princesa Carolina insistió en que primero lo probaran con media docena de prisioneros de Newgate destinados a la horca. Al ver que no les ocurría ningún daño, procedió a la inoculación de sus hijas. Los prisioneros se libraron de ser colgados.
En realidad, el procedimiento no era inocuo: 1 de cada 50 de los que eran inoculados con sarampión morían de la enfermedad; los demás eran todos capaces de extenderla a otras personas. Fue necesario que Edward Jenner desarrollara la técnica de la vacuna, mediante la cual las personas podían hacerse inmunes al sarampión al inocularles la viruela bovina, mucho menos peligrosa (véase 1788).
1720 Electricidad. El chico volador que saca chispas por la nariz
El inglés Stephen Gray, tintorero y «filósofo experimental» aficionado, dio con el concepto de conductividad eléctrica, atribuyendo los efectos eléctricos a la «comunicación» de la «virtud» eléctrica. Siempre con medios modestos, este mismo año fue admitido como pensionado en la Charterhouse[*] de Londres, donde siguió realizando demostraciones de fenómenos eléctricos que tenían tanto que ver con el mundo del espectáculo como con el de la ciencia. Su número más notable era «El chico volador», que consistía en suspender a un escolar de la Charterhouse mediante cuerdas de seda y cargarlo eléctricamente frotándolo con una varilla de vidrio hasta que sus manos atraían pedacitos de papel y barcia, y se podían sacar chispas de su nariz. La finalidad de estos «fuegos artificiales filosóficos» era, en palabras de la ayudante de Gray, Anna Williams (hija de otro pensionado de la Charterhouse),
… deshacer el sueño del fuego elemental;
provocar los poderes que accionan el armazón de la naturaleza.
William Stukeley, uno de los primeros biógrafos de Newton, llamó a Gray «el padre, al menos el primer propagador, de la electricidad». La Sociedad Real hizo a Gray miembro en 1733, y le concedió la primera medalla Copley a los logros científicos. Tres años después, Gray murió indigente, y se cree que fue enterrado en una fosa común, junto a otros pensionados pobres de la Charterhouse.
Jean-Antoine Nollet (véase 1746) ejecuta una variante del experimento del «chico volador» de Stephen Gray, demostrando que la electricidad es conducida a través del cuerpo humano.
1737 Salud pública. El aspecto negativo de la hidroterapia
El autor anónimo de «Las enfermedades de Bath: una sátira» describió el estado de las aguas de Bath[*], entonces las instalaciones más a la moda del haut monde[*] inglés. Empieza describiendo lo llenos que estaban los baños de los subproductos asquerosos de los enfermos: inmundicia, lepra, sarna, escamas desprendidas…
Ni es éste el mayor agravio en el diluvio; lo peor apenas deseo que se comprenda: todos (desde el mozo de cuerda a la ninfa cortesana) pagan tributos líquidos a la linfa crecida…
De ahí que furioso y envenenado del baño me despido con todas las escamas y suciedad que cuelgan de mí; después, mirando hacia atrás, maldigo esta perfecta obscenidad, de donde salí sucio aunque entré limpio[1].
1739 Farmacología. Rellenar las fibras quebradizas
El autor de The Ladies’ Physical Directory[*] ofrecía su «Elixir prolífico», un «potente preparado» y «bálsamo estimulante» que, aseguró a sus lectoras,
… fortifica los nervios, aumenta los espíritus animales, restablece una lozanía juvenil y evidentemente rellena las fibras quebradizas de todo el hábito, con generosos calor y humedad.
«Espíritus animales» era la frase clave, pues podía aparecer la impotencia si éstos eran deficientes, o dejaban de «fluir en abundancia a los músculos concretos y a otras partes que atienden a la generación».
1740 Medicina. Una recuperación notable
(24 de noviembre). Un joven llamado William Duell fue colgado en Tyburn por «ocasionar la muerte de Sarah Griffin, en Acton, robarla y maltratarla». Posteriormente, su cuerpo fue llevado a Surgeons Hall[*] para ser disecado por los anatomistas. Lo que ocurrió luego lo cuenta el Newgate Calendar:
… pero después lo desnudaron y lo dejaron sobre el tablero, y cuando uno de los criados lo estaba lavando, con el fin de cortarlo, percibió vida en él, y encontró que su aliento se hacía cada vez más rápido, por lo que un cirujano tomó de él varias onzas de sangre; en dos horas pudo sentarse en su silla, y por la tarde fue de nuevo recluido en Newgate, y su sentencia, que de nuevo podía ejecutarse, se cambió por la de deportación.
1746 Electricidad. Monjes saltadores
Jean-Antoine Nollet, el abad del Gran Convento de los Cartujos de París, y asimismo pionero en el estudio de la electricidad, diseñó un experimento para probar su teoría de que la electricidad se desplaza a gran distancia, y de manera tan rápida que es casi instantánea. Con este fin, alineó a doscientos de sus monjes, uniendo cada pareja con un alambre de tres metros de longitud. Después fijó una botella de Leyden (un dispositivo para almacenar electricidad, al que dio nombre, pero no inventó) al primer monje, y notó con placer cómo cada uno de los monjes aullaba y se retorcía de dolor simultáneamente mientras la corriente fluía a su través. Realizó experimentos similares ante el rey Luis XV utilizando 180 guardas, y el propio rey participó en otra de tales demostraciones. Sin embargo, experimentos posteriores demostraron que a veces la corriente se apagaba después de haber atravesado unas pocas personas. Algunos sugirieron que la electricidad no podía pasar a través de un hombre impotente o castrado, o de una mujer frígida, pero cuando se probó el experimento en un grupo de castrati (hombres cantantes a los que se había extraído los testículos antes de la pubertad), los sujetos reaccionaron violentamente a la descarga. La razón real por la que el experimento no funcionaba a veces se debía casi con toda seguridad a la humedad del suelo sobre el que se encontraban los sujetos: cuanto más húmedo estaba el suelo, más conductor era, lo que permitía que la electricidad tomara tierra a través de las piernas de los sujetos.
1748 Matemáticas. La bruja de Agnesi
La matemática italiana Maria Agnesi (1718-1799), de la Universidad de Bolonia, describió la curva plana:
x2y = 4a6 (2a - y)
La llamó la versiera, nombre italiano de la escota, el cabo usado para controlar una vela (del latín vertere, girar). Sin embargo, cuando se tradujo su descripción al inglés, el traductor confundió la versiera con l’avversiera, que significa «la mujer contraria a Dios», y de esta manera se ha acabado conociendo como «la bruja de Agnesi». Después de la muerte de su padre en 1752, Agnesi abandonó las matemáticas y dedicó sus energías al auxilio de los pobres de Milán.
1750 Medicina. Un peligro hasta entonces desconocido de la fiebre amarilla
Dos médicos de Kingston, Jamaica, discrepaban de manera tan violenta acerca del origen de la fiebre amarilla que se batieron en duelo y ambos murieron.
1750 Ciencia de la reproducción. Restituir el honor de ciertas mujeres
La Sociedad Real de Londres recibió una larga carta de un tal Abraham Johnson, titulada «Lucina Sine Concubita» (en latín, «Embarazo sin sexo»). En ella, Johnson declaraba que había usado «una maravillosa máquina cilíndrica, catóptrica, rotundo-cóncavo-convexa» para capturar «animálculos» que flotan en el aire y que, cuando se observan bajo un microscopio, tenían la forma de hombres y mujeres en miniatura. Era a estos animálculos flotadores a los que Johnson culpaba de aquellos casos nada infrecuentes de embarazo en los que la mujer jura haber permanecido casta y virgen. La carta era una tomadura de pelo perpetrada por sir John Hill, pero quería ser una sátira seria de la teoría del espermismo, según la cual se propugnaba que cada individuo de la Tierra había existido originalmente como un homúnculo en el interior de los testículos de Adán, un homúnculo que se había transmitido de generación en generación a través de la línea masculina. Incluso la detección de los espermatozoides por parte de Antón van Leeuwenhoek al usar su microscopio no erradicó la teoría, y en 1694 Nicolaas Hartsoeker, en su Essai de dioptrique, publicó una imagen de un humano en miniatura acurrucado dentro de un espermatozoide. Entonces se planteó la cuestión de por qué la Divina Providencia habría de permitir que tantos de estos homúnculos se malograran en el curso de cada eyaculación. En respuesta a esta dificultad, el filósofo y matemático Gottfried Leibniz propuso la teoría de la panspermia, según la cual los espermatozoides no se desperdician, sino que son llevados por el viento hasta que encuentran algo adecuado para fecundar. De ahí los animálculos ambulantes y omnipresentes de sir John Hill, que suponían un peligro generalizado para la castidad virginal. Como una manera de comprobar su hipótesis, Hill/Johnson sugería a la Sociedad Real que se promulgara un edicto que prohibiera la copulación durante todo un año en Gran Bretaña. Si se producían embarazos, esto sería la prueba de que la panspermia era una realidad.
1752 Anatomía. Un nuevo terror de la muerte
Con la intención de «mejor evitar el horrendo crimen del asesinato», la Ley del Asesinato de 1752 decretaba que «se añadieran al castigo algún terror y una marca peculiar de infamia adicionales», a saber, no se enterraría el cuerpo de ningún asesino ejecutado, sino que se le dejaría colgar en cadenas, o bien se le sometería a una disección pública. Esta nueva disposición aumentó el suministro de cadáveres a las facultades de medicina, pero la oferta no podía cubrir la demanda, de manera que agentes poco escrupulosos, que recibían el nombre de «resucitadores» o «ladrones de cadáveres», exhumaban los cuerpos de personas recientemente enterradas y los vendían a los anatomistas. Uno de tales cuerpos fue el del novelista Laurence Sterne, autor de Tristram Shandy, que murió en 1768. Pero cuando se transportó su cadáver al teatro anatómico de la Universidad de Cambridge, los estudiantes reconocieron a Sterne (su retrato, hecho por sir Joshua Reynolds se había reproducido mucho), y se negaron a seguir con la disección.
Algunos eran demasiado impacientes para esperar la muerte por causas naturales de sus sujetos: se sabe que en una casa de huéspedes de mala muerte de Edimburgo, en 1827-1828, William Burke y William Hare aceleraron el fin de 17 personas al emborracharlas y después asfixiarlas. A continuación vendían los cadáveres al doctor Robert Knox, de la Facultad de Medicina de Edimburgo, lo que dio origen al siguiente verso:
Arriba en el desván y bajo la escalera, antecámara y cámara con Burke y Hare. Burke es el carnicero, Hare es el ladrón, Knox el chico que compra el filete[2].
El alboroto subsiguiente llevó a promulgar la Ley de Anatomía de 1832, por la que se permitía a médicos, cirujanos y estudiantes de medicina disecar cualquier cadáver no reclamado después de la muerte, como los cuerpos de los que morían en prisión o en el hospicio. Además, si una persona aceptaba donar el cadáver de un pariente cercano, la institución que recibía el cuerpo se hacía cargo de los gastos de su propio entierro. Véase también 1846.
1752 Calendario. ¡Devolvednos nuestros once días!
Gran Bretaña y su imperio adoptaron el calendario gregoriano. Éste había sido introducido por el papa Gregorio XIII en el siglo XVI, pero fue rechazado como una innovación de la Iglesia Católica por varios países protestantes de Europa. La mayoría de ellos adoptaron gradualmente el calendario gregoriano, pero no fue hasta 1752 cuando Gran Bretaña (que ahora se encontraba once días por detrás del resto de Europa) abandonó el viejo calendario juliano, con la consecuencia de que los días 3 al 13 de septiembre de 1752 nunca tuvieron lugar. El relato de que en Londres hubo manifestantes que se opusieron al cambio, mientras cantaban «¡Devolvednos nuestros once días!», pudo haberse originado en un anuncio que aparecía en An Election Entertainment, un grabado satírico de William Hogarth de una elección parlamentaria en Oxfordshire, durante la cual los tories atacaron a los whigs en todos los frentes posibles, entre ellos la reforma del calendario introducida por éstos. No parece haber ninguna prueba de que tuviera lugar realmente ningún «disturbio por el calendario».
1754 Matemáticas. Predecir la fecha de la propia muerte
(27 de noviembre). Muerte en el exilio, en Londres, del matemático hugonote francés Abraham de Moivre, miembro de la Sociedad Real, amigo de Isaac Newton y autor de The Doctrine of Chances, un libro de gran interés para los jugadores. Habiendo advertido ya anciano que cada día dormía un cuarto de hora más, hizo una extrapolación y predijo que el 27 de noviembre de 1754 dormiría 24 horas seguidas… y moriría. Y así ocurrió.
1754 Matemáticas. Un prodigio aritmético sin instrucción
Jedediah Buxton, un peón agrícola que había recibido tan poca educación que era incapaz de escribir, se fue caminando desde su casa en Elmton, Derbyshire, hasta Londres, donde la Sociedad Real estaba ansiosa por comprobar su reputación como calculador mental. Se decía que Buxton había medido el señorío de Elmton al contar sus pasos mientras andaba a través del mismo, y había calculado su área en acres, varas cuadradas, pulgadas cuadradas e incluso «anchos de pelo» cuadrados, habiendo definido él mismo un ancho de pelo como 1/48 pulgada. También calculó cuánto acabaría uno poseyendo si doblaba 139 veces un cuarto de penique; el resultado en libras daba una cifra con 39 dígitos, número que después procedió a multiplicar por sí mismo.
A lo que parece, Buxton era incapaz de concentrarse en otra cosa que no fueran números. Mientras estuvo en Londres lo llevaron a Drury Lañe, a ver a David Garrick interpretando el papel protagonista de Ricardo III, de Shakespeare; su atención se dirigió por entero a contar el número de palabras que dijo el actor. Declaró que «los innumerables sonidos producidos por los instrumentos musicales lo habían dejado perplejo fuera de toda medida». Los miembros de la Sociedad Real quedaron lo bastante impresionados para conceder a Buxton «una hermosa gratificación». Murió en 1772, y puede verse un retrato suyo en la iglesia de Elmton.
1756 Demografía. La población humana es constante
La gran Encyclopédie francesa afirmaba que «La población es constante en tamaño, y así permanecerá hasta el fin de la humanidad».
1759 Electricidad. Medias eléctricas y el filósofo descalzo
Robert Symmer presentó sus hallazgos sobre la electricidad estática a la Sociedad Real. «Hace algún tiempo que he observado», dijo, «que al quitarme las medias por la noche con frecuencia emiten un sonido crepitante o como de resorte», y señalaba que nadie había investigado antes este fenómeno. A continuación, Symmer realizó una serie de experimentos utilizando medias de diferentes colores y materiales, pero abandonó el cansado ejercicio de ponerse y quitarse las medias de las piernas, y los hacía con las manos. Se dio cuenta de que otros no acababan de tomarse en serio su trabajo:
Puede asimismo que os desagrade la mención frecuente de ponerme y quitarme las medias; una circunstancia, lo confieso, tan poco filosófica, y tan proclive a excitar ideas ridículas, que no me sorprendió encontrar que ello daba pie a más de una broma, entre un conjunto sarcástico de insignificantes filósofos, a los que no les gusta que se les presente nada nuevo.
Los franceses, moderadamente impresionados, le pusieron a Symmer el apodo de «le philosophe déchaussé»: el filósofo descalzo.
1759 Toxicología. ¿Muerto por vino adulterado?
(14 de abril). Muerte del compositor Georg Friedrich Händel. A lo largo de varios años había padecido ceguera, andadura desigual, cambios de humor, habla inconexa y varios ataques apopléticos menores, así como ataques de parálisis. En 2009, David Hunter, un historiador de la música americano, sugirió que todas estas aflicciones podrían haber sido el resultado de envenenamiento por plomo. Es notorio que Händel bebía grandes cantidades de vino con sus comidas pantagruélicas, y desde la época de los romanos se había utilizado rutinariamente el plomo para dulcificar el vino agrio.
Más de dos siglos después de la muerte de Händel, el dulce sabor del plomo casi le costó la vida a un obrero de la construcción australiano. En 1996 este hombre fue ingresado en el hospital con dolores de estómago. Resultó que había estado masticando cables eléctricos para apagar sus ansias de fumar cigarrillos. El «sabor dulce y agradable» que tanto le atraía se debía al plomo de los cables, que se añade para proporcionarles una mayor flexibilidad. El hombre había masticado del orden de un metro diario a lo largo de un período de diez años, y el nivel de plomo en su sangre era tres veces el límite de seguridad. Un tratamiento apropiado le restableció la buena salud… aunque nunca consiguió eliminar el hábito de la nicotina.
1766 Química. Una aversión al contacto humano
El honorable Henry Cavendish, en su artículo «Aires artificiales», anunció su descubrimiento de «aire inflamable», que posteriormente Antoine Lavoisier bautizó como «hidrógeno». Cavendish, que realizó experimentos pioneros en muchos campos de la ciencia, fue un hombre deplorablemente tímido, con una voz chillona (cuando se animaba a hablar) y un andar pesado. Lord Brougham dijo que «probablemente emitió menos palabras en el curso de su vida que ningún hombre que haya vivido hasta los ochenta años de edad, sin exceptuar siquiera a los monjes de la Trapa». Las sirvientas femeninas de Cavendish recibían todas sus instrucciones en forma escrita, y se decía que había hecho construir una escalera adicional en su casa para no tener que encontrarse con su casera. Su vida social se limitaba a reuniones de la Sociedad Real, de la que era miembro, pero quienes querían preguntarle acerca de su trabajo se encontraban hablando «como si lo hicieran al vacío». A pesar de su considerable fortuna personal, Cavendish siempre vestía modestamente, y el único retrato que se le conoce se dibujó subrepticiamente mientras cenaba en el club de la Sociedad Real. Cavendish murió en 1810, después de publicar muy poco, y no fue hasta la década de 1870 cuando el gran físico James Clerk Maxwell pudo examinar sus documentos y encontró que había anticipado muchos descubrimientos posteriores, como la ley de Ohm y la ley de Charles de los gases.
1767 Aeronáutica. ¿Prestidigitación?
Después del descubrimiento del hidrógeno por parte de Cavendish el año anterior, el químico escocés Joseph Black asombró a su audiencia al bombear el gas en un saco, que después subió flotando hasta el techo. Los escépticos le acusaron de montar un fraude complejo que implicaba hilos invisibles. El primer vuelo tripulado en un globo lleno de hidrógeno tuvo lugar el 1 de diciembre de 1783.
1767 Medicina. El morbo francés y las purgaciones son una misma cosa, afirma un cirujano
Durante siglos había existido confusión entre los médicos acerca de las diferencias y semejanzas de dos enfermedades de transmisión sexual comunes, la sífilis y la gonorrea (conocidas vulgar y respectivamente como «morbo o mal francés» y «purgaciones»). Con el deseo de esclarecer el asunto, el distinguido cirujano escocés John Hunter se inoculó a sí mismo con «materia venérea» tomada de un paciente que padecía gonorrea, y durante los meses sucesivos observó que desarrollaba síntomas tanto de la gonorrea como de la sífilis. Esto le llevó a la conclusión (errónea) que las dos eran una misma enfermedad; en realidad, era más que probable que el paciente del que tomó la «materia venérea» padeciera ambas enfermedades. No se identificó el gonococo, el microbio que causa la gonorrea, hasta 1879, mientras que la bacteria que causa la sífilis se identificó en 1905.
1769 Robótica. El turco que jugaba al ajedrez
El barón Wolfgang von Kempelen, un noble húngaro, empezó a hacer circular su autómata jugador de ajedrez por las capitales de Europa, entre ellas París, Viena y Londres. Consistía en una gran caja con un tablero de ajedrez en su parte superior, y una figura de madera, vestida con ropajes turcos, que se sentaba con las piernas cruzadas en una silla fijada a la caja. Dicha figura era animada mediante engranajes y cables aparentemente accionados por un mecanismo de relojería situado dentro de la caja de madera, y casi siempre ganaba a quien le retara a una partida de ajedrez… incluso a Benjamin Franklin. En 1805, después de la muerte del barón, la máquina fue adquirida por Johann Nepomuk Maelzel, quien continuó viajando por Europa, y también la llevó a América, donde la vio Edgar Allan Poe, quien la describió en detalle en 1836 en el Southern Literary Messenger:
A medida que el juego se desarrolla, la figura entorna de vez en cuando los ojos, como si estuviera estudiando el tablero, mueve la cabeza y pronuncia la palabra echec [jaque] cuando es necesario. Si su antagonista realiza un movimiento en falso, golpea enérgicamente la caja con los dedos de su mano derecha, sacude toscamente la cabeza y, sustituyendo la pieza que fue movida falsamente a su anterior posición, realiza el siguiente movimiento. Una vez ha ganado la partida, ondea la cabeza con un aire de triunfo, mira en derredor de forma complacida a los espectadores…
Poe pensaba que tenía que haber un enano escondido dentro del tronco del turco. En realidad, era la caja la que escondía al operador secreto, un hombre adulto, quien utilizaba palancas y mecanismos para mover el brazo del turco, que a su vez movía las piezas de ajedrez. Y la razón por la cual el hirco siempre ganaba (que se reveló al año siguiente de que Poe publicara su artículo) era que el barón, y Maelzel después de éste, siempre empleaban a maestros del ajedrez como operadores secretos del interior de la caja.
1771 Electricidad/Fisiología vegetal. Estimulación eléctrica de los nabos
Publicación de A Six Month’s Tour through the Nortb of England, de Arthur Young, en la que discute la investigación agrícola de un tal mister Clarke, de Belford:
Un experimento que probó sobre el efecto de la electricidad en la vegetación merece atención. Plantó dos nabos en dos cajas, cada una de las cuales contenía once kilogramos de tierra; los mantuvo en la misma exposición y con todas las circunstancias iguales para ambos, salvo que uno fue electrificado dos veces al día, durante dos meses; al final de dicho período había alcanzado un crecimiento completo, con la piel a reventar, y pesaba 4,1 kilogramos. El otro, al final de cuatro meses, no alcanzaba en absoluto dicho peso: una prueba fehaciente de que el fuego eléctrico tuvo un poder notable a la hora de promover y acelerar la vegetación.
1772 Dietética. Sobre las iniquidades del té
Publicación de The natural history of the tea tree with observations on its medical qualities, and effects of tea-drinking, en la que el doctor John Lettsom, un médico londinense de buen tono, conocido como «Dr. Culebreo», debido a sus ambiciones sociales, aducía que beber té tenía consecuencias perniciosas para la sociedad, porque era a la vez debilitante y feminizante. Thomas Erskine (1750-1823), lord canciller[*], escribió el siguiente epitafio para el doctor Lettsom:
Siempre que los pacientes acuden a mí, los purgo, los sangro y los hago sudar; si después de esto prefieren morir, ¡qué me importa!, los dejo hacer[3].
1774 Geodesia. Tocando el violín en la colina de las hadas
El astrónomo real, el reverendo doctor Nevil Maskelyne, viajó a Escocia por cuenta de la Sociedad Real, con el fin de realizar experimentos en la montaña de Pertshire llamada Schiehallion (nombre que significa «colina de las hadas de los caledonios»). El objetivo era «pesar el mundo»; en otras palabras, determinar la densidad de la Tierra. Se escogió Schiehallion debido a su forma cónica y a su simetría, y durante cuatro meses Maskelyne y sus ayudantes, que vivieron en una cabaña en la ladera de la montaña, realizaron experimentos que implicaban observaciones de la desviación de hilos de plomada, y de estrellas cerca de su cénit en los lados septentrional y meridional de la montaña. A partir de las observaciones de Maskelyne, Charles Button calculó que la densidad de la Tierra era 4,5 veces la del agua (el valor que se acepta en la actualidad es de 5,515). Aunque la expedición constituyó un éxito, parece que Maskelyne no obtuvo demasiado deleite de la experiencia:
Mi viaje a Escocia no fue cosa de elección, sino de necesidad. La Sociedad Real… insistió en que yo asumiera la dirección del experimento, cosa que hice, pero a regañadientes, y no por ningún deseo de apartarme de mi propio observatorio para vivir en una montaña árida, sino simplemente para servir a la Sociedad y al público, por lo que no recibí ninguna gratificación, y sólo se me pagaron los gastos.
Sin embargo, la Sociedad Real no cubrió los gastos de la fiesta de despedida, organizada por el cocinero de la expedición, Duncan Robertson, que sirvió whisky y tocó el violín. Fue tal la exuberancia de la ocasión que la cabaña se incendió totalmente, y el violín de Robertson también cayó víctima de las llamas. En recompensa, cuando volvió a Londres, Maskelyne envió a Robertson un nuevo violín: un Stradivarius.
1774 Psicología Terapéutica. El magnetismo animal y el nacimiento de la hipnosis
El médico austríaco Antón Mesmer realizó su primer experimento de «magnetismo animal». Mesmer sostenía que, de la misma manera que el Sol y la Luna afectan las mareas[*], también afectan el libre flujo del «proceso de la vida» a través del cuerpo humano. Para imitar este efecto, intentó crear una «marea artificial» en una paciente haciéndola beber primero una pócima que contenía hierro, y después fijando imanes a varias partes de su cuerpo. La paciente informó que sus síntomas desaparecieron durante algunas horas, mientras notaba que la «marea artificial» se movía dentro de ella. El mismo Mesmer creía que su propio «magnetismo animal» desempeñó un papel mayor en su «cura» que los imanes, y en tratamientos posteriores no los implantó. Posteriormente se estableció con éxito en París, donde, en 1784, Luis XVI nombró una comisión para estudiar sus métodos. La comisión, que contaba entre sus miembros con el químico Antoine Lavoisier y el embajador americano Benjamín Franklin, llegó a la conclusión de que no había ningún líquido misterioso implicado en las curas de Mesmer, que atribuyeron totalmente a la «imaginación». La técnica de Mesmer, que a lo que parece era muy efectiva en casos que ahora llamaríamos psicosomáticos o histéricos, terminó por conocerse como «mesmerismo».
En 1841, el médico escocés James Braid, después de presenciar la demostración de un mesmerista, quiso basar el método terapéutico de Mesmer sobre un fundamento más racional. Lo rebautizó como «neurohipnotismo», y afirmó que «los fenómenos son atribuibles únicamente a un estado peculiar del cerebro y de la médula espinal» inducido al «hacer que el paciente fije sus pensamientos y su vista en un objeto, y suprimir su respiración».
A pesar de estas racionalizaciones, el público siguió encontrando el mesmerismo/hipnotismo (con su capacidad de dominar la voluntad individual) a la vez misterioso y alarmante. Edgar Allan Poe, ni su relato de 1845 «La verdad sobre el caso[*] del señor Valdemar», llevó las cosas más allá, porque si el mesmerismo podía suprimir la voluntad individual, quizá también podría afectar el destino último de un individuo. Así, en el cuento de Poe, un mesmerista describe cómo consigue retrasar la muerte de un paciente enfermo terminal, monsieur Ernest Valdemar. Cuando sólo le quedan algunas horas de vida (según sus médicos), Valdemar es puesto en trance, y sólo se moverá siguiendo las instrucciones del mesmerista. Pasa un día, y al final, la respiración de Valdemar cesa y su corazón se detiene… pero su cerebro, controlado todavía por el hipnotizador, continúa incitándolo a graznar respuestas a las preguntas que se le plantean. Pasan siete meses hasta que el mesmerista saca a Valdemar de su trance:
Mientras ejecutaba rápidamente los pases hipnóticos, entre los clamores de «¡Muerto! ¡Muerto!», que literalmente explotaban desde la lengua y no desde los labios del sufriente, bruscamente todo su cuerpo, en el espacio de un minuto, o aún menos, se encogió, se deshizo… se pudrió entre mis manos. Sobre el lecho, ante todos los presentes, no quedó más que una masa casi líquida de repugnante, de abominable putrefacción.
Grabado satírico que muestra al elegante médico austríaco Antón Mesmer tratando a sus pacientes con lo que afirmaba que era «magnetismo animal».
1774 Matemáticas. ¿Una prueba matemática de la existencia de Dios?
En sus Souvenirs de vingt ans de séjour à Berlin (1804), un tal monsieur Thiébault cuenta la historia de la visita de Denis Diderot en 1774 a la corte de Catalina la Grande en Rusia. Diderot, ateo declarado, se vio confrontado por un matemático y filósofo ruso del que no se facilitaba el nombre, que se dirigió al philosophe francés de esta guisa: «Monsieur, a + bn/n = x.
Por lo tanto, Dios existe. ¡Su respuesta, por favor!». Diderot, dándose cuenta de que lo estaban poniendo en ridículo, volvió poco después a Francia. En algunas versiones del relato, la némesis de Diderot es Leonhard Euler, un hombre de fe sencilla, pero de una gran capacidad intelectual, quien en 1766 había sido invitado por Catalina la Grande a vivir en Rusia.
1774 Fisiología. Las personas no se cuecen mientras un bistec chisporrotea
El médico inglés Charles Blagden realizó una serie de experimentos (de los que informó a la Sociedad Real al año siguiente) sobre los efectos de las temperaturas elevadas en los seres humanos. A tal fin construyó lo que ahora llamaríamos una sauna, e invitó a varias personas a participar, entre ellas el eminente botánico Joseph Banks, quien cuatro años después se habría de convertir en presidente de la Sociedad Real. Al principio, los hombres se sentaban en dicha sauna completamente vestidos, pero cuando Blagden hizo aumentar el calor a 100 ℃, y después a 127 ℃, las vestimentas fueron abandonadas. A tales temperaturas, Blagden encontró que un bistec se cocía totalmente en trece minutos, mientras que los hombres salían de la habitación sin padecer efectos adversos. Blagden, sorprendido de que la carne muerta reaccionara de manera distinta a la carne viva, llegó a la conclusión de que la naturaleza había proporcionado a los organismos vivos alguna manera única de «destruir el calor». En aquella época, no se sabía que la evaporación tiene un efecto refrigerante (tal es el papel de la sudoración), ni que a temperaturas elevadas los vasos sanguíneos superficiales se expanden, lo que los convierte en radiadores térmicos más efectivos.
1775 Química/Fisiología. Sobre los peligros de vivir demasiado deprisa
Joseph Priestley publicó Experiments and Observations on Different Kinds of Air, donde describía los gases que se producen al calentar diversas sustancias, y el efecto de estos diferentes «aires» en ratones. Estaba inquieto por que sus animales experimentales no sufrieran más de lo necesario: «Será adecuado», escribió, «sostenerlos por la cola, para que puedan ser retirados tan pronto como empiecen a mostrar señales de desasosiego». Al calentar óxido rojo de mercurio encontró que el gas producido hacía que una bujía ardiera «con más esplendor y calor», y que un ratón podía vivir el doble de tiempo en un contenedor hermético lleno de este gas que en uno lleno de aire ordinario. Denominó al gas «aire deflogisticado», y consideró cuál podría ser su efecto en los humanos:
… aunque el aire deflogisticado puro podría ser muy útil como medicamento, no lo sería para nosotros en el estado saludable usual del cuerpo; porque al igual que una bujía arde mucho más rápidamente en aire deflogisticado que en aire común, también nosotros, como podría decirse, viviríamos demasiado rápidamente, y las capacidades animales se agotarían demasiado pronto en este tipo de aire puro. Un moralista podría decir, a lo menos, que el aire que la naturaleza nos ha proporcionado es tan bueno como merecemos.
El «aire deflogisticado» de Priestley era, naturalmente, el oxígeno, pero fue necesario que Antoine Lavoisier se desembarazara de la teoría del flogisto y diera al oxígeno su nombre (véase 1789).
1779 Ciencia de los cohetes. El abuelo de Darwin diseña un motor de cohete
Erasmus Darwin, abuelo del más famoso Charles, diseñó un motor de cohete sencillo propulsado por combustible líquido. En su esbozo presentaba depósitos separados para el oxígeno y el hidrógeno, conectados mediante bombas y tubos a una cámara de combustión alargada con un boquerel de expansión. Sin embargo, el primer cohete con combustible líquido, construido por el físico americano Robert Goddard y accionado por petróleo y oxígeno líquido, no se lanzó hasta 1926. El lugar de este acontecimiento histórico fue la granja de Effie, una tía de Goddard, en Auburn, Massachusetts, y el cohete, bautizado como Nell, se elevó 12,5 metros en el aire. Después de un vuelo que duró 2,5 segundos, Nell aterrizó en un campo de repollos.
1780 Ciencia de la atmósfera. Un día oscuro en Nueva Inglaterra
(19 de mayo). Durante la mañana, el cielo en toda Nueva Inglaterra y partes de Canadá se oscureció tanto que las aves empezaron a posarse en sus perchas y otros animales estaban aterrados. Los miembros del cuerpo legislativo de Connecticut, temiendo que se acercaba el fin del mundo, votaron un aplazamiento de la sesión. Pero un miembro, Abraham Davenport, estaba hecho de un material más firme, y declaró: «El día del juicio se está acercando, o quizá no. Si es que no, no hay motivo para un aplazamiento. Si es que sí, prefiero que me encuentre cumpliendo con mi deber. Por lo tanto, quiero que se traigan velas». Hacia medianoche, los cielos se habían aclarado y de nuevo podían verse las estrellas. Davenport y el «Día oscuro» se convirtieron en el tema de un poema de John Greenleaf Whittier de 1866:
Fue en un día de mayo del antiquísimo año
mil setecientos ochenta, cuando cayó
sobre la lozanía y la dulce vida de la primavera,
sobre la tierra fresca y el cielo de mediodía,
un horror de gran oscuridad, como la noche
en pleno día que cuentan las sagas del país del Norte,
el crepúsculo de los dioses. El cielo bajo
era negro con siniestras nubes, salvo allí donde su borde
estaba ribeteado de un resplandor opaco, como el que trepa
por los lados del cráter procedente del rojo infierno de abajo.
Los pájaros dejaron de cantar, y todas las aves de corral
se apercharon; el ganado en los pastizales
mugía, y miraba en dirección a casa; murciélagos de alas coriáceas
revoloteaban por todas partes; los sonidos del trabajo se
apagaron; los hombres rezaban y las mujeres lloraban; todos los oídos
se aguzaron para oír el estruendo de muerte de la trompeta hacer añicos
el negro cielo, y que la faz terrible de Cristo pudiera mirar desde las nubes desgarradas, no con el aspecto
que Él tenía de invitado afectuoso en Betania, sino severo como la Justicia y la inexorable Ley[4].
Se cree que el oscurecimiento (que empezó en momentos diferentes en distintos lugares) fue causado por el humo de incendios forestales combinado con niebla y una espesa nubosidad. Durante varios días antes del Día oscuro, el Sol había aparecido rojo y el cielo amarillo, y una vez hubo pasado la oscuridad y llegó la noche verdadera, la Luna era roja como la sangre.
1781 Fisiología. Que las ventosidades sean tan agradables como perfumes
En su carta «A la Real Academia de los Pedos[*]», Benjamin Franklin, preocupado por la molestia de aguantarse las ventosidades (necesaria si uno no quiere ofender a los invitados), sugirió un tema de investigación remunerado para científicos en ciernes:
Descubrir alguna sustancia saludable y no desagradable, para mezclar con nuestros alimentos comunes, o salsas, que haga que las descargas naturales de ventosidades de nuestro cuerpo sea no sólo inofensiva, sino agradable como los perfumes.
1781 Fisiología. Sobre los efectos de los espárragos
En la misma carta, Franklin hacía notar:
Comer unos pocos espárragos conferirá a nuestra orina un olor desagradable; y una píldora de trementina de tamaño no superior a un guisante, le conferirá el agradable aroma de las violetas.
El olor en la orina atribuible al consumo de espárragos (y que experimenta alrededor de la mitad de la población) es el resultado de la descomposición en el cuerpo de una sustancia química que hay en los espárragos (que se cree que es el ácido asparagúsico), lo que produce metil mercaptano y otros compuestos que contienen azufre. La capacidad de producir el olor está determinada genéticamente.
Otra hortaliza que puede tener un interesante efecto en la orina es la remolacha (que los Victorianos llamaban «nabo de sangre»): después de comerla, aproximadamente una de cada diez personas descubre que su orina se torna roja. Esta condición, conocida como betacianinuria, ha producido muchas visitas innecesarias al médico. Las moras, que como la remolacha poseen el pigmento antrocianina, pueden tener el mismo efecto.
1782 Aeronáutica. Una oveja llamada «Subealcielo»
(18 de mayo). El astrónomo francés Jéróme de Lalande escribió en el Journal de Parts que «Es completamente imposible que el hombre se eleve en el aire y flote allí. Para ello serían necesarias alas de dimensiones enormes y tendrían que moverse a un metro por segundo. Sólo un loco esperaría que una tal cosa se realizara». Lalande no había tenido en cuenta el ingenio de dos de sus compatriotas, los hermanos Joseph-Mi-chel y Jacques-Étienne Montgolfier. Seis meses después de que apareciera el artículo de Lalande, Joseph Montgolfier, que había advertido que la ropa lavada que se secaba sobre un fuego era llevada hacia arriba por el aire, construyó una cámara en forma de caja, con un delgado armazón de madera, y lo cubrió con tela de tafetán. Bajo el estrado en el que ésta desean saba encendió un pequeño fuego, y observó con satisfacción que la caja ascendía hasta el techo. Pronto se desarrollaron planes para un vuelo tripulado en un artefacto mucho mayor, pero había una cierta preocupación de que los humanos pudieran encontrar la alta atmósfera perjudicial para su salud. El rey, Luis XVI, sugirió mandar arriba a dos criminales, pero los primeros seres vivos que emprendieron el vuelo en el nuevo globo de aire caliente de los Montgolfier, el 19 de septiembre de 1783, fueron un pato, un pollo y una oveja llamada Montauciel («Subealcielo»), que subieron hasta una altura de 460 metros, se desplazaron tres kilómetros y aterrizaron sanos y salvos después de un vuelo que duró ocho minutos. El primer vuelo tripulado humano tuvo lugar el 15 de octubre, cuando un joven médico, Pilátre de Rozier, se elevó en el aire en un globo cautivo, de 23 metros de alto y 14 metros de diámetro.