Uno dos. Uno dos.
Grabando.
Grabando ante la aparición física de un auténtico vienés ataviado con pantalones de cuero cortos con peto ornamentado también de cuero y tirantes de cuero cruzados por la espalda además de una plumita de faisán en el sombrero de ala estrecha. Sólo un vienés puede enjaezarse de este modo. Ni siquiera Pansy sabría combinar tan bien los diversos arreos que tanto le gustaban. Pero tampoco en América los gusanos parecen gusanos. En América todo es distinto. Siendo ambos hoteles antiguos el hotel Domgasse de Viena y el hotel Algonquin de Nueva York no tienen nada en común. En el salón del hotel Domgasse hay un inmenso retrato del último rey de Hungría. En cambio que yo recuerde en el hotel Algonquin de Nueva York no hay ningún retrato de estas características. La diferencia es incluso mucho más notable si comparamos un hotel ultramoderno austriaco en los Alpes austriacos con un hotel ultramoderno americano en una playa de Florida. No tienen absolutamente nada que ver.
En un hotel de Miami perteneciente a la cadena de Mickey Rooney el único retrato que Juan recordaba haber visto en el vestíbulo era el retrato del actor Mickey Rooney pintado al óleo y eternamente juvenil.
También había pequeños retratos del director del hotel y del subdirector del hotel y del cocinero del hotel todos ellos enseñando unos dientes muy limpios. ¿Había por casualidad algo parecido a esto en un hotel austriaco ultramoderno alpino? En absoluto. En un hotel ultramoderno alpino de una cadena austriaca abundaban las cornamentas de venado y los cuadros de trineos tirados por perros con medio metro de lengua fuera.
Juan y Pansy pasaron un fin de semana en aquel hotel de Miami naturalmente acompañados por Diu Tsit. El hotel estaba lleno. El conserje les dijo que la primera noche sólo podía ofrecerles una habitación para los tres. Al día siguiente quedaría libre otra habitación aunque no en la misma planta. ¿Se quedaban o se iban? Pansy le preguntó a Diu Tsit si ella tenía algún inconveniente en dormir esa primera noche con ella y con Juan. Diu Tsit dijo que no. A ella no le importaba en absoluto dormir en la misma cama con su amiga y el marido de su amiga siendo una cama king size. Además el hotel era muy agradable. Los hoteles de Mickey Rooney son hoteles simpáticos y familiares como Mickey Rooney. Diu Tsit añadió que después de un día de deporte y sol caerían muertos en la cama y los tres dormirían como los niños de la Ciudad de los Muchachos de Mickey Rooney y Spencer Tracy. Así que se quedaron con aquella habitación que tenía vista al océano y una enorme cama king size con cuatro almohadas.
Juan pensó inmediatamente que Pansy ocuparía el centro de la cama y su amiga Diu Tsit se pondría al otro extremo. Eso era lo lógico. Durante todo el día Juan no podía apartar de su cabeza la idea de la primera noche que tenían que compartir la cama los tres aunque también sabía que esto sucede con frecuencia en los hoteles americanos. Pensó que primero se acostarían ellas sin quitarse las bragas o con un pijama. Y luego él se metería en la cama tal vez con el traje de baño. Se pondrían de lado. La china mirando a la pared de espaldas a Pansy. Pansy de cara a Juan. Y Juan de cara a Pansy o tal vez de espaldas a Pansy. Podrían dejar una pequeña luz de ambiente encendida durante toda la noche. O ninguna luz si les molestaba. Pero sin cerrar las cortinas del todo para que las luces exteriores del hotel iluminaran aunque fuera débilmente la habitación. Y al día siguiente a Diu Tsit le darían su habitación individual y Pansy y él conservarían esta habitación solamente para ellos dos.
De todas formas Juan estuvo preguntándole a lo largo de la tarde al conserje si se había producido la cancelación de alguna reserva y todavía esa primera noche podian disponer de la segunda habitación. Pero el hotel estaba totalmente lleno. La playa del hotel estaba a reventar. Las piscinas del hotel estaban saturadas. Las cafeterías del hotel estaban de bote en bote. Las pistas de tenis igual. Lo único menos congestionado era el jacuzzi.
Pansy y Diu Tsit se metieron en el jacuzzi mientras que Juan se tumbó en una hamaca a leer el periódico cerca de1 jacuzzi. Desde la hamaca observó a su mujer y a la amiga china de su mujer. Diu Tsit apenas tenía pechos. Tenía buena figura. Pero su cuerpo era muy parecido al de un muchacho deportista y musculoso. Con el pelo corto y mojado tal como la veía ahora en el jacuzzi Diu Tsit era un hombrecito ligeramente afeminado que podría tener éxito entre la mayoría de las mujeres. Sus facciones orientales y sus movimientos lánguidos resultaban atractivos. Al lado de todas aquellas americanas obesas y vulgares parecidas a Pansy Diu Tsit era una discreta modelo. Pocas mujeres de su edad conservaban aquellas piernas sin celulitis y bien torneadas. Aquel culito proporcionado y duro. Aquellos brazos fuertes y largos. Y aquel cuello exótico y sensual que en realidad era lo mejor de Diu Tsit. Se fijó en sus labios típicamente orientales y en la nariz muy pequeña. Trató de imaginar qué impresión le habría producido esa china sin saber que era Diu Tsit en el supuesto de que la hubiera visto ahora por primera vez en este mismo hotel. Trató de imaginar que su mujer tampoco estaba allí. Que estaban solos Diu Tsit y él exactamente como estaban ahora. Ella metida en el jacuzzi hasta la cintura con las piernas estiradas dentro del agua y los codos en el bordillo y él hojeando el periódico en la hamaca. ¿La habría deseado? ¿Habría continuado quieto o se habría metido en el jacuzzi para hablar con ella? ¿Qué le habría dicho? Le habría preguntado las cuatro cosas que se preguntan en estas ocasiones. Cuántos días iba a pasar en Miami. A qué se dedicaba. En qué ciudad vivía. Si vivía en Nueva York podrían verse una tarde y tomar una copa. Le daría su teléfono. Pero ¿qué pasaba luego? De pronto ya no acertaba a seguir. De nuevo Diu Tsit era otra vez la china amiga inseparable de Pansy que jugaba al pimpón con Pansy y era como la sombra de Pansy. Si una se metía en el jacuzzi la otra se metía en el jacuzzi. Si una movía los pies la otra también movía los pies. Si una se acercaba al chorro de agua a presión la otra la seguiría hasta allí. Las dos estaban ahora sometidas a las descargas de agua a presión. ¿En la espalda? No. Esas fuertes acometidas de agua que estaban recibiendo agarradas por los hombros no golpeaban sus espaldas sino más abajo. Las dos habían abierto ligeramente las piernas sumergidas en las burbujas del jacuzzi. Sus rostros delataban una ansiedad convulsa. Juan se alarmó. ¿Por qué Pansy se pasaba la lengua por los labios tan deprisa? ¿Por qué se hundía poco a poco como si perdiera fuerzas aunque intentaba no sumergirse? Diu Tsit cambió entonces de posición. Se colocó de espaldas. La chinita recogía directamente en su vientre la embestida del agua. No se andaba con rodeos. Juan sintió pánico. ¿Qué iba a hacer Pansy? Pansy continuaba igual pero su expresión ya era beatífica. De infinito agradecimiento.
Juan barrió con la mirada la fachada entera del hotel de Mickey Rooney. ¿Habrá alguien observándolas? Dejó caer el periódico sobre su cuerpo y sintió que ese periódico era la losa de su sepultura. Juan estaba muerto. Juan era un cadáver abandonado en una hamaca de un absurdo hotel de Miami junto a un jacuzzi donde su viuda y la amante china de su viuda lo estaban pasando extraordinariamente bien. Juan estaba fuera de juego. Había dejado de existir. Lo habían apartado entre las dos. Ellas sabían perfectamente cómo hacerlo. En qué momento. De qué manera. Delante de él o detrás de él. Les daba igual. Estaban preparadas para cualquier eventualidad. Podrían decirle lo sentimos mucho Juan estas cosas pasan. Lo mejor es no hacer un drama Juan. Si haces un drama tienes todas las de perder. No te olvides Juan. Estamos en Miami Juan. Miami es Miami Juan. No te desesperes Juan. En América nadie se desespera por algo así Juan. Lo nuestro es el pan nuestro de cada día Juan. Nuestro pan no es tu pan Juan. Déjanos en paz.
Diu Tsit apareció ante los ojos de Juan ostentando un poder omnímodo. Ella era el amo. El único amo. Ahora sería ridículo insinuar nada. Pansy montaría en cólera. Diu Tsit subiría corriendo a la habitación y se encerraría allí hasta que Pansy acudiera a consolarla. Pero antes se enfrentaría con él.
¿Cómo se te ocurre pensar una cosa así?
¿Qué mente tan sucia tienes para imaginar que los demás hacen lo que seguramente tú harías?
¿Te das cuenta del daño que me estás haciendo?
¿Cómo puedes ofendernos de ese modo?
Se quedaría petrificado. Como cuando su madre rompía una a una las tazas de porcelana del juego de café. La que no quedaba bien rota la volvía a estampar contra la pared.
Todo hecho añicos. Nada se podría recuperar. Si se encerraban en la habitación perdía el tiempo porque no le iban a abrir la puerta. Tampoco su madre le abría la puerta cuando se encerraba en su dormitorio y subía la persiana y gritaba que se iba a tirar por la ventana. Era exactamente igual. Pansy y su madre eran la misma persona. Por eso a veces en los sueños Pansy tenía el rostro de su madre. Lo entendía ahora. Su madre vaciaba botellas de Lacrima Christi. La botella de Pansy era Diu Tsit. Cuando abran la puerta será para verlas salir juntas con sus bolsas de viaje y sus raquetas de pimpón y sus caras de grandes jugadoras ofendidas y ultrajadas. No le dirán ni adiós. Le abandonarán delante de la cama king size con las cuatro almohadas y las toallas por el suelo y el sol pegando en los muebles horrorosos y la CNN dando asquerosas noticias de catástrofes pero ninguna comparable con la asquerosidad de su catástrofe personal.
Juan sintió un inmenso alivio al comprobar que nada de esto había sucedido. ¿Por qué se anticipaba siempre a las desgracias? Además ¿era esto una desgracia?
Se habían acercado a su hamaca donde él simulaba estar dormido. Entonces Diu Tsit le brindó una sonrisa absolutamente encantadora. La misma sonrisa de la foto del pasaporte. Le preguntó si le apetecía una cocacola. Pansy se secaba con la toalla de Mickey Rooney. Dijo que sí. Se bebería muy a gusto una cocacola. Y cuando Diu Tsit se la trajo a la hamaca Juan le acarició la pierna, después Pansy y Diu Tsit subieron a la habitación para cambiarse de ropa. Entonces sospechó Juan que el granuja del conserje pudo haberse puesto de acuerdo con ellas para darles una sola habitación esa primera noche. ¿Por qué no? Los conserjes y los mozos de equipajes y los camareros son todos igual en todas partes. Granujas. Por unos billetes hacen cualquier cosa.
Bajaron con sus raquetas de pimpón en la mano y sus pantaloncitos cortos y sus camisetas blancas a juego con el calzado. Juan las vio alejarse hacia una de las mesas de pimpón. Vio cómo Diu Tsit tensaba la red y la ponía a la altura reglamentaria. Se levantó y fue al bar de la pérgola a beber algo. Juan tenía apoyada su espalda contra la barra y desde allí se entretuvo mirando a las dos jugadoras imaginando que eran unas desconocidas. Gracias al vodka no resultó difícil.
¿Quién podía ser Pansy? ¿Una divorciada de Sacramento? ¿La madre de una criatura con algún defecto físico?
Madre de un niño con una pierna más corta que la otra. ¿Divorciada y casada por segunda vez?
Divorciada pero con una amiga china desde hacía un año.
¿Un año y medio?
Divorciada desde hacía dos años y con la china desde hacía un año y medio.
¿Cómo se llamaba Pansy?
Se llamaba Pam.
¿Edad de Pam?
Unos 45 años.
¿Y el hijo con una pierna más larga que la otra? ¿Qué edad tiene ese hijo? ¿Dónde está?
Puede tener 10 o 12 años. Aquí no está ese niño porque este fin de semana le toca al padre. El niño se llama Rupert.
Juan trató de imaginar otros nombres. David. Philip. James. Charles.
A ninguno le encajaba tan bien el defecto de la pierna como a Rupert.
Philip podría tener un problema de ojos. James podía tener una lesión de corazón. David era un nombre de hemofílico. Charles no podía ser más que un diabético. Mientras que Rupert el hijo de 10 años de la divorciada Pam de 45 años que ahora juega al pimpón con su amante china a menos de cincuenta metros de esta barra tiene una pierna mucho más larga que la otra. Lleva una bota especial en el pie de la pierna más corta provista de un alza enorme para igualar la longitud con la otra pierna.
¿Pam es maestra?
Enseña Ciencias Naturales en una escuela de Sacramento. Pero está harta de Sacramento y quiere vivir definitivamente con su amiga en Annapolis.
¿Y la china? La china se llama Type. O quizá se llama Yalu. Aunque es mucho más probable que se llame Chutzu. Efectivamente se llama Chutzu. ¿Chutzu Zit o solamente Chutzu? Chutzu a secas.
Es muy deportista. Eso salta a la vista. Entrenadora de pimpón. Y profesora de aerobic. Su padre ya era jugador de pimpón. Era campeón de pimpón. Pero su padre nos trae sin cuidado. Eso tampoco quiere decir que hasta este momento siempre se haya dedicado a lo mismo. A entrenar a jugar al pimpón y a dar clases de aerobic. ¿Qué hizo antes de meterse en el pimpón profesional?
Dejémoslo.
Pam conoció a Chutzu en un campeonato de pimpón. Pam la seguía a los campeonatos. La invitaba a pasar con ella fines de semana en la nieve y en la playa. Le pagaba el teléfono y la luz del apartamento de Annapolis. Y Chutzu correspondía a la generosidad de su amiga con amor.
En realidad la historia de Pam y Chutzu vista desde la pérgola del hotel de Mickey Rooney era una vulgar historia de amor entre mujeres. Una de las muchas historias de amor entre mujeres maduras desengañadas del amor de los hombres. O simplemente desengañadas de los hombres. ¿Para qué necesitaban a los hombres? Para nada. Sólo creaban dificultades. Entorpecían su relación. Eran un estorbo. Si ahora mismo le preguntara Juan al barman qué opinaba de aquella pareja de jugadoras de pimpón el barman haría un gesto inconfundible. ¿Seguro?
Seguro. Si me equivoco le invito a un vodka doble.
¿Tenía él la misma convicción que el barman y probablemente que cualquier otra persona que las viera juntas en Miami? Juan dijo que sí. Lo dijo en voz muy baja.
Sí.
Luego lo repitió en voz alta.
Yes.
No sabía por qué se le había escapado un sí en voz alta en el bar de la pérgola del hotel de Mickey Rooney.
Como es lógico el barman aprovechó la oportunidad para servirle otro vodka.
Durante la cena se puso chistoso. Seguía imaginando que Pansy era Pam y que Diu Tsit era Chutzu. Tampoco Juan era Juan sino un gilipollas que acababa de conocerlas en el hotel de Mickey Rooney y las invitaba a tomarse el bufé de 45 dólares para no estar solo.
Juan se imaginaba igualmente divorciado de su primera insoportable mujer española.
Ahora vivía solo en Nueva York. Trabajaba para una emisora de radio. Afortunadamente no tenía hijos. Cuando se hartaba de Nueva York tomaba el avión de Miami y pasaba un fin de semana tranquilo en un hotel de la playa. Pedía siempre una habitación con cama king size. Estaba atento a lo que le rodeaba. Como en esta ocasión. Como ahora mismo.
Ahora mismo estaba acompañado de una china y de una americana jugadoras de pimpón y él les preguntaba estupideces a las que ellas respondían como era de esperar estúpidamente. A continuación pidió una botella de vino blanco y al final de la cena pidió otro vodka que se bebió muy despacio.
No quería emborracharse. No necesitaba emborracharse. Prefería chispearse un poco y pasárselo lo mejor posible con estas dos mujeres que parecían dispuestas a la juerga. Una juerga tranquila.
Así que ahora brindaban y decían tonterías y Juan llamaba Chutzu a Diu Tsit y Pam a Pansy que naturalmente había dejado de ser Pansy al tiempo que él había dejado de ser Juan.
Los tres eran tres perfectos desconocidos que no deseaban conocerse en absoluto.
Les bastaba compartir la cena y la bebida que llegado el momento pagó Juan con mucho gusto y entonces propuso subir a su habitación. Ellas se miraron como si eso mismo ya hubiera sido decidido desde hacía rato.
Se metieron en el ascensor. Pam pulsó el botón del séptimo piso sin preguntar qué piso era el de la habitación de Juan. Estaban callados en el ascensor aunque se miraban de reojo. Al salir del ascensor él dobló a la derecha y ellas le siguieron.
Abrió la puerta. Las luces estaban encendidas y la televisión estaba funcionando así que no tuvo prácticamente nada que hacer y se dejó caer en el sofá con el mando a distancia de la televisión entre las manos. Entonces la jugadora china le preguntó quién pasaba antes al cuarto de baño. Era una buena pregunta. Una pregunta muy oportuna porque él sentía la necesidad de ir el primero.
Cuando salió del cuarto de baño para decirle a la china que ya podía entrar las pilló jugueteando en el sofá.
La jugadora china se metió riéndose en el cuarto de baño y él se sirvió un vodka del minibar sin ofrecerle nada a la otra jugadora que dijo algo que a él no le importó. Había tomado la decisión de no escucharse más que a sí mismo.
Luego anunció que él se acostaría a este lado de la cama king size porque era el lado derecho y sólo duerme bien en ese lado mientras que las jugadoras se podían acostar como quisieran.
Si preferían vestidas de jugadoras podían acostarse vestidas de jugadoras. Si preferían acostarse desnudas podían acostarse desnudas. A él le daba exactamente igual.
Vio salir a la china sólo con bragas sin cubrirse las diminutas tetas. Sus caderas le parecieron demasiado estrechas. Luego salió Pansy completamente desnuda.
Por fin estaban los tres en la cama king size.
Hacía calor. Estaban a oscuras. Con la única luz parpadeante del televisor. Apartó la sábana por su lado. Al poco rato la jugadora china también hizo lo mismo por el otro lado.
Ahora él veía aparecer y desaparecer el cuerpo de la jugadora china cuyo nombre hizo un esfuerzo por recordar. Se llamaba Chutzu.
Chutzu se ocultó detrás del cuerpo de Pam que se movía un poco para tocar a la china por debajo de la sábana. Esto no debía de inquietarle a él. Las jugadoras de pimpón son jugadoras de pimpón y pueden jugar a todo lo que quieran además del pimpón. Les gustaba ese juego y por una vez él iba a participar en ese mismo juego porque para eso las había invitado a subir a su habitación y había pagado 150 dólares de cena sin contar el vino. Aunque él había bebido más vino que las jugadoras. Las jugadoras beben relativamente poco.
Coló sus piernas entre las piernas de Pam para alcanzar de algún modo las piernas de Chutzu. En seguida se percató de que eran absolutamente inconfundibles al tacto.
La jugadora Pam parecía incapaz de depilarse como Dios manda. La piel de la jugadora china era seda china y la otra jugadora no impedía de momento que él acariciara a Chutzu.
La acarició al principio entre las piernas de la jugadora Pam pero luego lo hizo por encima del cuerpo de Pam que ahora empezaba a ser aplastado por los dos cuerpos. Sin embargo no protestó.
Cuando la luz del televisor se hacía algo más intensa él trataba de mirar por dónde iban las manos de la jugadora china que todavía no se habían cruzado con sus manos.
Al fin vio que las manos de Chutzu acariciaban los genitales de la jugadora Pam aunque él besaba en el cuello a Chutzu y alguna vez en la boca y en una oreja.
La jugadora china ya se había quitado las bragas y se dedicaba al masaje de los pechos de la otra jugadora. La jugadora china hacía ruidos de serpiente que a él le pareció que tan pronto salían de la boca como del vientre de la misma jugadora china que sin duda estaba muy caliente al estar siendo acariciada por la otra jugadora y también por él.
En un momento determinado él quiso apropiarse de una mano de la jugadora china para llevársela directamente a la polla pero entonces Chutzu se deslizó encima de Pam apartándole a él con una energía que nunca hubiera imaginado.
No dijo nada. Solamente lo apartó con fuerza. De una manera que no dejaba lugar a las dudas. Era tanto como decirle aquí ya no tienes nada que hacer porque a partir de aquí la única persona que tiene que hacer algo soy yo y como verás ya lo estoy haciendo.
Sin embargo él seguía besando a la jugadora china en el cuello casi de rodillas siempre desde el mismo lado de la cama. La besaba en el cuello y acercaba su polla al cuerpo escurridizo de la jugadora china rozándole por ese lado nada más. Pensó que la forma de resolver este asunto era por el culo ya que la jugadora china flotaba como una nadadora en una balsa de aceite sobre la otra jugadora que permanecía inmóvil y callada como una muerta en las profundidades de la cama king size.
Por un instante pensó que la otra jugadora habría muerto estrangulada por este reptil venenoso que la oprimía y sacudía de una manera cada vez más frenética.
Sin embargo no había muerto la otra jugadora de pimpón. Ambas jugadoras permanecían pegadas como ventosas. Los pechos de la china en los pechos de la otra y el vientre de la china en el vientre de la otra y una mano de la china cambiando lentamente de lugar como la cabecita de la serpiente encantada.
Se hizo a un lado porque prefería quedarse a un lado viéndolas devorarse. Oyéndolas gemir.
Después la jugadora china regresó a su sitio.
Por primera vez lo miró a él con los mismos ojos con los que estuvo mirando a la otra jugadora.
Le apretó la polla con ambas manos esperando que él le indicara cuál era el movimiento que tenía que hacer. Se lo aprendió enseguida. Era lista.
Entretanto la jugadora china dejó que él le acariciara los pechos y la cintura. Nada más.
Cuando él intentaba acariciarle cualquier otra parte del cuerpo la jugadora china retrocedía inmediatamente.
Sin saber por qué razón él le dijo un par de veces I love you pero ella le contestó I hate you con voz de odio.
Después oyó a la otra jugadora la única frase que dijo en toda la noche.
¡Apaga ese televisor que ya es hora de dormir!
A la mañana siguiente le despertaron las risas de Pansy y Diu Tsit.
Abrió los ojos. Las dos estaban sentadas en el suelo desnudas sobre sus toallas viendo la televisión.
Se reían porque el telepredicador Swaggart lloraba a moco tendido implorando el perdón de Dios.
¡He pecado! ¡He pecado! ¡He pecado!
Se daba fuertes golpes de pecho. Tan fuertes que las lágrimas y las gotas de sudor saltaban de su rostro como del rostro de un boxeador vapuleado con saña.
¿Qué le pasa a ese imbécil?
Entonces ellas le contaron que otro telepredicador había conseguido un vídeo en el que se veía a Swaggart en la habitación de un motel donde una prostituta acudía para masturbarse en presencia del telepredicador. El telepredicador la miraba y también se masturbaba sin acercarse a ella.
¡He ofendido a Dios!
¡Perdóname por haberte ofendido!
¡Hazme pagar mi culpa!
¡Castígame!
¡Déjame ciego!
¡Mudo!
¡Castígame Señor!
Pansy y Diu Tsit se revolcaban de risa. Algo así no se veía todos los domingos. Esto era divertidísimo. Mucho más que los dibujos animados. Más que una película de Woody Alien.
La puta entraba en el motel.
El telepredicador la esperaba tumbado en la cama.
La puta se quedaba rápidamente en cueros delante del pecador telepredicador en espera de recibir órdenes.
El telepredicador pecador le decía ¡mueve el culo!
La puta empezaba a mover el culo.
El telepredicador sacaba la lengua. Los ojos se le salían de las órbitas.
La puta daba saltos.
¡Hazte una paja!
La puta empezaba a hacerse una paja de pie en el centro de la habitación.
Y el telepecador empezaba a hacerse él mismo una paja tumbado en la cama con los ojos fijos en la puta que daba grandes saltos.
Luego pagaba.
La puta se vestía. La puta se largaba. Fin.
Diu Tsit tituló este porno duro Los amores secretos del telepredicador. Pansy prefería Sacromotel. Juan no dijo nada. En ese momento deseaba hacerse él mismo una paja delante de las dos jugadoras de pimpón y largarse de allí cuanto antes.
La mañana era muy húmeda y calurosa. Una mañana típica en Miami. Millones de americanos seguidores del telepredicador Swaggart estarían compungidos. Decepcionados. Asombrados. Millones de americanos seguidores del otro telepredicador se frotarían las manos satisfechos. El motel de Swaggart se haría famoso. Aparecería en la guía de moteles con encanto y pondrían una placa en la puerta.
Pero a Juan todo eso le traía sin cuidado.
Otra noche en el hotel de Mickey Rooney no la podría soportar.
Se levantó. Se vistió. Hizo a toda prisa su maleta sin cruzar una palabra con las jugadoras.
Ellas tampoco dijeron nada cuando le vieron marchar.