Uno dos. Uno dos.

Grabando.

Grabando su padre hizo grabar especialmente una cinta con los quince misterios del santo rosario rezados en la Capilla del Santo Cáliz. Por el mundo hay muchos cálices de la Ultima Cena pero el Cáliz que se conserva en la Capilla del Santo Cáliz en la Catedral de Valencia es el auténtico según un documento del obispado. Una de las pruebas de su autenticidad es que el pie del cáliz también llamado Santo Grial es un vaso del siglo X añadido a la copa con rica orfebrería del siglo XIV porque se tenía la absoluta certeza de que la pieza había estado en contacto con las manos y los labios del Señor. Por tanto los otros santos cálices son falsos cálices y del mismo modo que las falsas religiones deben ser ignoradas cuando no combatidas los falsos cálices de la última cena deberían destruirse públicamente en la plaza de San Pedro para evitar la proliferación de falsificaciones. Esto mismo hacen las grandes marcas con las falsificaciones de sus mejores productos. Anualmente la firma Cartier destruye miles de falsos relojes Cartier en una ceremonia pública celebrada en los Campos Elíseos de París. La plana mayor de Cartier asiste al acto en el que una gran apisonadora con el nombre Cartier sobre el poderoso rodillo aplasta todas esas falsificaciones hasta dejarlas como una oblea. Y sin ir más lejos porcelanas Lladró hace otro tanto con las figuritas Lladró falsificadas. En presencia de los fotógrafos de prensa y de las cámaras de televisión una apisonadora con el nombre Lladró sobre el gigantesco rodillo apisona las falsas figuritas Lladró y la imagen de este apisonamiento público da la vuelta al mundo para solaz y alivio de los coleccionistas de auténticas figuritas Lladró. Algo parecido tendría que hacer la autoridad eclesiástica con los santos cálices falsificados. Una gran apisonadora católica debería apisonar las falsificaciones de los santos cálices repartidos por el orbe católico que ofenden y desprestigian al auténtico Santo Cáliz de la Capilla del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia.

El padre de Juan enchufaba el casete del rosario y al mismo tiempo que hacía sus ejercicios espirituales realizaba sus ejercicios físicos en la bicicleta estática mientras su esposa permanecía sentada en una butaca anatómica que habían comprado en el concesionario oficial de Citroën. Aquella butaca de automóvil Citroën modelo ZX era la que resultaba más cómoda a doña Dolores y en la que doña Dolores tenía menos dolores. Por eso habían decidido entronizarla en el salón de la casa porque la butaca Citroën ZX era la más confortable de cuantas había probado. Y un ebanista del manicomio le hizo las patas a medida.

Virgo potens.

Virgo clemens.

Virgo fidelis.

La pareja desgranaba las letanías sin dejar de pedalear en la bicicleta estática y sin dejar de tricotar en el sillón delantero de Citroën ZX.

Santa María madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte amén.

Sin embargo las largas sesiones diarias del rosario con todos sus misterios gloriosos, dolorosos y gozosos no garantizaban la paz del hogar. El éxtasis beato daba paso otra vez al infernal estallido de insultos y golpes. El cielo se oscurecía súbitamente. Se desgarraba por la mitad. Caían rayos y truenos.

María ya no estaba llena de gracia. Era más bien una desgraciada.

El Señor no estaba con ella ni con su esposo. Había desaparecido.

En su vientre bendito no quedaba más que un amasijo de tripas hasta la hora de la muerte. Y no moría.

A pesar de todo aseguraban que la voz de Cristo permanecía intacta en las ondas. Un día sería posible grabar la voz del Supremo Locutor en la cara A de la cinta tres. Porque esa voz sigue ahí. No se ha perdido. Todas las voces flotan en el espacio. Las voces de cuantos han dicho en voz alta algo audible a lo largo de sus vidas está ahí. La voz vive oculta en las ondas que flotan en el espacio. Dos mil años después podremos escuchar la voz auténtica del Nazareno grabada con la máxima fidelidad. Podremos escucharla en cualquier sitio. A cualquier hora. Tantas veces cuantas queramos. En los ascensores. En los aeropuertos. En las oficinas. En las discotecas. En los grandes almacenes. En las plazas de toros. En los estadios de fútbol. En los transportes públicos. Y naturalmente en las iglesias. Incluso podremos llevar con nosotros la voz del Todopoderoso en el bolsillo en un microcasete Olympus como éste. La voz de la segunda persona de la Santísima Trinidad. Padre no me abandones. La bronca con los mercaderes del templo. La conversación con María Magdalena. Y también los llantos en el pesebre y el gorgoteo del Niño Dios succionando leche cuando mamaba abrazado a los pechos de su madre la Virgen Santísima concebida sin pecado original.

¿Y los derechos de autor? ¿Quién los explotará? ¿El sucesor de Pedro? ¿La OLP? ¿El Estado de Israel? ¿O se creará un consorcio internacional con participación mayoritaria de Sony?

Estas posibilidades comerciales traían a la memoria de Juan las aficiones radiofónicas de Joe. El padre de Pansy. Joe había emigrado de Alemania en su juventud. Se había instalado en Nuevo México donde había amasado una aceptable fortuna con una empresa de apisonadoras. Apisonaba todo lo imaginable. Para él no había nada que no pudiera ser totalmente apisonado. ¿Una colina con arbustos? Allá iba Joe con su flota de apisonadoras y apisonaba de un lado a otro la colina hasta dejarla completamente apisonada. Ya no era una colina. Nadie hubiera creído que allí existió una colina. Ahora era una superficie totalmente lisa. Sin una sola ondulación. Joe había apisonado grandes extensiones de tierra quebrada y peligrosa en Nuevo México. Barrancos y hasta pequeños cañones de escaso interés turístico. Cuando sus máquinas apisonadoras entraban en un poblado eran recibidas con vítores y aplausos. Los vecinos salían a la calle principal con banderitas americanas y agitaban las banderitas al paso de la flota de apisonadoras capitaneada por Joe. Aquello le gustaba mucho a Joe. Le emocionaba. Por unos momentos debía sentirse como un general encabezando la columna de tanques. Joe era un hombre corpulento y muy trabajador y se había casado con una diminuta libanesa que hacía llamarse Mom y se pasaba la vida cocinando. Moni era muy baja. Tenía un ojo de cristal. Había perdido el ojo izquierdo de una manera estúpida. Batiendo enérgicamente huevos para hacer una tortilla libanesa de tamaño familiar. El tenedor saltó por los aires. Se le clavó como un dardo en el ojo. Desde el accidente en casa de Joe no hubo más tenedores. Se comía con cuchara o con los dedos. Jamás volvió a utilizarse un tenedor en casa de Joe. Nunca se mencionaba la palabra tenedor ni en inglés ni en alemán ni en árabe. Desde aquel terrible día la única persona responsable de batir huevos era Joe. Y no los batía de cualquier forma. Los batía con una paleta especial en el porche de la casa y apuntando hacia la calle. Oír el ruido de cualquier utensilio batiendo huevos sacaba de quicio a Mom como es lógico. Mom rara vez se quitaba su ojo de cristal ligeramente aceitunado. Sólo lo hacía cuando pelaba cebollas y le venía el lagrimeo. Entonces se ponía un parche de color marrón.

Su marido tuvo un accidente todavía peor. Una de las apisonadoras se desmandó en uno de aquellos paseos triunfales por los poblados de Nuevo México y aplastó a tres vecinos entusiastas del apisonamiento. Aquello enloqueció a Joe. Cayó en una desquiciada agitación que le duró varios meses. Cuando salió de ella ya no era el mismo Joe de antes sino un hombre con ideas extrañas y belicosas. Le dio por la política. Especialmente por la política internacional que era algo que había odiado toda su vida. Escribía informes delirantes que le enviaba a la CÍA y al Departamento de Estado para alertarles de sabotajes y golpes de estado imaginarios. También escribía cartas serviles y aduladoras a los dictadores que aplastaban el comunismo. En esas cartas les daba consejos para lograr un total apisonamiento de sus opositores. A algunos de estos dictadores les ofrecía la colaboración de sus mecánicos de apisonadoras como asesores en la lucha contra el comunismo internacional. Aun después de muerto Franco le enviaba telegramas y remitía copias de esos telegramas a Salazar, Trujillo, Pinochet, Marcos y otros personajes de esta calaña. Pero no contento con esto y puesto que toda su vida había sido un hombre luchador adquirió un sinfín de aparatos de radiofonía. Pasaba horas y horas sentado frente a unos micrófonos totalmente inservibles leyendo discursos políticos. Recitando sus propias cartas a líderes anticomunistas. Y pronunciando arengas patrióticas dirigidas unas veces a las tropas americanas en Corea y otras a las tropas americanas en Vietnam.

Los padres de Pansy vivían en las afueras de Truth or Consequences al otro lado del río Grande. No muy lejos de San Acacia. Se habían instalado en aquella absurda ciudad del estado de Nuevo México desde el accidente de Joe. Su casa de dos plantas era grande y destartalada. En la planta baja y en el sótano Joe había instalado sus aparatos radiofónicos. Se había hecho montar un estudio de grabación con una docena de magnetófonos que tenía repletos de marchas militares y mensajes de exterminio masivo acompañados de bombardeos y cañonazos.

Cuando Pansy y Juan estuvieron en Truth or Consequences con motivo del Día de Acción de Gracias Joe acababa de inaugurar su emisora My Voice in America por la que incitaba al levantamiento en los países del Este. En aquellas fechas ya no era posible hablar con él. No atendía a nadie. Se dedicaba en cuerpo y alma a su emisora sin antenas ni frecuencias. Sólo se comunicaba con sus imaginarios oyentes de My Voice in America a quienes repetía cada cinco minutos This is My Voice in America dando puñetazos en la mesa de control. Mom le interrumpía únicamente para entrarle la comida dos veces al día. Se sentaba a su lado y le embutía a cucharadas pero lo hacía tan deprisa que Joe se atragantaba y entonces escupía a Mom y la echaba violentamente de la emisora.

Unas veces Mom salía de allí lloriqueando y otras carcajeándose porque en el universo enloquecido de Joe siempre descubría delirios que le hacían gracia.

Aquel día My Voice in America anunció que Líbano había sido invadido por su poderoso ejército de apisonadoras y la ciudad de Beirut iba a ser convertida en una gigantesca base de superbombarderos de la Air Force desde la que sería arrasado definitivamente el mundo comunista.