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El domingo pasado fue el cumpleaños de mamá. Nos invitó el viernes a cenar a todos, con Sergio también, y luego el sábado lo celebraron los dos juntos. Pero mi hermano Dani, para no variar, le arruinó la fiesta. Yo decidí quedarme en casa a estudiar, y Álvaro iba a hacer lo mismo, ya que había suspendido el último examen y estaba bastante agobiado porque jamás había cateado ninguna. Cuando lo comentó en su casa, parece ser que Lidia me culpó a mí, según me dijo, aunque Álvaro le aseguró que yo no tenía nada que ver.
Mi abuela empezó a angustiarse porque pasaba el tiempo y Dani no aparecía. Me dijo que llamara a los amigos de mi hermano a ver si estaba con alguno. Así lo hice, pero ninguno lo había visto en toda la tarde. Traté de calmarla porque estaba muy nerviosa, y cerca de las doce de la noche decidí avisar a mamá de lo que sucedía.
Llegó con Sergio tan alterada o más que mi abuela, preocupadísima, asegurando que le había pasado algo. Yo no sabía qué decir, pero la verdad es que me habían contagiado su nerviosismo. Cuando sonó el teléfono, creo que las tres pensamos lo peor: que había tenido un accidente o algo parecido, pero no. Era mi padre informando de que Dani estaba con él. Todos nos quedamos aliviados y yo me fui a la cama porque estaba muy cansada. Sé que mamá les reprochó que no hubieran tenido el detalle de avisar que estaban juntos.
Me fastidió ver a mamá tan triste precisamente el día de su cumple. No solo por lo del día anterior, también porque a mi hermano se le ocurrió la idea de querer ir a vivir con mi padre. Preparó una bolsa con ropa y se fue por la mañana temprano cuando todos estábamos durmiendo.
Fue papá quien llamó para avisar de que se había presentado en su casa, dispuesto a quedarse allí, y como ninguno estaba de acuerdo con aceptar esa situación, mi hermano tuvo que resignarse a volver por la tarde. Yo no estaba porque había salido con Álvaro, pero viendo la cara de mi madre cuando regresé por la noche, noté que había sido un día horrible para ella.
—Vaya día de cumpleaños —afirmó.
Intenté hablar con mi hermano al día siguiente, pero no quiso escucharme. Según él, salir con Álvaro condiciona mi posición frente a Sergio. Le reproché que fuera tan idiota.
—A ver si te enteras, Dani. Mamá y papá no van a volver nunca a estar juntos. Acéptalo de una vez. Y deja a mamá tranquila. No haces más que disgustarla. A ver si creces un poco.
Me miró con rabia.
—¡Déjame en paz! —exclamó empujándome para echarme de su habitación—. Tú desde que sales con Álvaro estás gilipollas y no tienes ni idea de nada.
—¡Qué tendrá que ver eso, Dani!
Dio un portazo y no me respondió nada. Está de un mal humor que no hay quien lo aguante. Vaya cuadro: mamá disgustada, mi abuela lo mismo y Dani enfadado. Solo se salva Álex. ¡Y luego Álvaro envidia no tener hermanos! A veces para lo que valen…