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No puedo creerlo: Jorge me ha dicho que quiere dejarlo. Dice que desde que empecé la facultad no hago nada por verlo y que estoy cambiada. Me pareció fatal y le respondí que no era verdad. Discutimos mucho y al final me dijo: «Es mejor que cortemos». Le llamé de todo y estoy supercabreada. Lucía dice que seguro que ya le gusta otra. Me echa a mí la culpa como excusa, opina Maravillas. Las dos tienen razón. Estamos enfadados, pero espero que lo arreglemos. Y ya llevo cinco días sin verlo ni saber nada de él, y muy al contrario de lo que pensaba, no me afecta demasiado. Puede que no esté enamorada como yo creía. Y eso que les había dicho a mamá y a mi abuela que Jorge era el hombre de mi vida. ¡Menudo capullo!
Hoy voy a salir con Lucía, y cómo no, Maravillas también viene. Lucía dice que no tiene valor para decirle que no, y yo tampoco porque, como nos vemos todos los días, me da mucho palo. Más que molestar, nos espanta a los tíos. Entre las pintas que lleva y que para hacerse la interesante empieza a decir gilipolleces o a no pronunciar la r, es un desastre. No bebemos mucho, pasamos bastante del alcohol, aunque alguna vez sí hemos tomado cerveza y alguna que otra cosa, pero sin pasarnos. Cuando probé el vodka me pareció asqueroso. No sé cómo puede gustar tanto con lo mal que sabe.
Hoy mamá tiene una cita, ¡por fin! Me hizo mucha ilusión cuando me lo dijo. Lo ha conocido por el trabajo. Es un nuevo cliente de la asesoría. Es un tío que se llama Sergio y la ha invitado a un concierto. ¡Qué aburrido! Mejor sería que la llevara a cenar y luego a bailar por ahí. Como mi abuela ya está en casa, ya no tengo que hacer de canguro de esos dos. Le pregunté a mamá si ese Sergio era guapo y me dijo que sí, muy guapo, pero ya me advirtió que solo era un amigo y que no empezara a pensar como Sandra.
Sandra es su mejor amiga. Son socias en la asesoría y se llevan muy bien. También se conocen desde la facultad, y para todos es como parte de la familia. Me mola que mamá tenga una cita. Seguramente es la primera vez, desde que se fue papá, que sale con un tío. Me pidió consejo porque no sabía qué pendientes ponerse, y yo se los elegí. Estaba muy guapa. Cuando era pequeña, pensaba que era la madre más guapa de todas las de mis amigas, y sigo pensándolo. Yo no me parezco mucho a ella, aunque también soy muy guapa. Ella tiene los ojos verdes y un color de pelo que siempre lo he querido para mí, castaño rojizo. El que más se le parece es Álex. También tiene el mismo color de pelo y de ojos. Dani, en cambio, es igual que papá, rubio y de ojos azules.
Todavía no le he dicho que estoy enfadada con Jorge. Seguro que mamá se alegrará, y por si acaso volvemos, esperaré.
Hoy, Maravillas nos ha dicho a Lucía y a mí que la llamemos Mara. Según ella, es más elegante, impresiona más y le da más personalidad. Pero a nosotras no nos sale. Hasta se había esforzado por pronunciar correctamente la r.
—¿Mara?… —preguntó Lucía mirándola—. ¿No crees que sería mejor que te llamaras Miércoles, como la niña de La familia Addams…? —añadió riéndose.
—¡Ja, qué idiota! —respondió Maravillas ofendida.
—No, no…, mejor Morticia, como la madre…, te pega más… —dijo tronchándose—, hasta te pareces.
Yo me partía de risa. Pensaba que Lucía tenía razón y había acertado con la propuesta.
—¡Vaya! ¡Qué simpáticas sois!…
—Vamos a ver, Maravillas —dije yo—. No nos sale llamarte Mara…, es como muy pijo. No pega contigo. No nos pidas eso. Prefiero Maravillas. O como dice Luci…
—¿Miégcoles, sí?, o ¿Mogticia?… —preguntó toda seria.
—Eso solo era una broma. No te lo tomes a mal —aclaré.
Pero Lucía detrás de ella estaba haciéndome gestos de que de broma nada.
—Además, tú ¿qué dirías? ¿Maga?… —interrogó Luci—. Déjame decirte que queda fatal. Mejor sigue con Maravillas del Bosque, es como más exótico. Hazme caso.
Creo que quiere ligar con uno de esos nuevos amigos de Lucía, uno que se llama Carlos, que es muy feo y raro como él solo. Además, lleva también un piercing en la nariz, así que harían una pareja perfecta. Por eso se había comprado un vestido nuevo, tipo gótico, por supuesto, pero muy bonito. Era de algodón negro con un escote cruzado y decorado con ojales laterales también cruzados.
—Me gusta tu vestido —dije.
Sonrió.
—¿A que sí? ¿A que es flipante? —dijo mientras daba un giro para que lo viéramos bien.
—Tanto como eso… —afirmó Lucía, que, como siempre, disfrutaba metiéndose con ella.
—¿Y lo dices tú? Si no tienes ni pizca de gusto… Y me voy. He quedado —afirmó haciéndose la interesante.
Por supuesto, Luci y yo pensamos que había quedado con un tío.
—Ah, ¿sí?… ¡Cuenta!… —exclamé—. ¿Quién es el afortunado? ¿El conde Drácula? —bromeé.
—Con Black, guapa.
Black es su perro. Lo llamó así porque adora lo negro, aunque, curiosamente, su mascota, un Bull Terrier de esos tan feos, o a mí me lo parece, es completamente blanco.
—Hasta luego, chicas. Os dejo —dijo moviendo la mano en el aire a modo de adiós.
Después de que la perdiéramos de vista, Lucía exclamó:
—Esta tía está de psiquiatra. No sé cómo la aguantamos. Debemos de ser masocas…
Me reí.
—¿Sabes que me gusta Israel? —dijo cambiando de tema.
—Me lo imaginé. Siempre te han gustado los de nombres bíblicos —aclaré sonriendo.
—Pues Diego no está mal tampoco.
—No, no está mal. Nada mal…
Diego tiene el pelo oscuro y los ojos color castaño. No es que sea guapo. Está muy delgado y no es nada musculitos, pero tiene algo. Una «sonrisa sexy», había dicho Lucía el primer día que habló con él. No sé a lo que llama «sonrisa sexy». Sí, tiene los dientes bastante perfectos (sin duda, ha usado aparato), pero «sonrisa sexy»… Cuando le pregunté qué quería decir con eso de «sexy», no supo responderme.
—Y yo qué sé, Vicky. La tiene y punto.
Lo del pendiente en la oreja y el piercing en la ceja no me mola mucho. A mí me gustan los tíos normales, ni pasotas ni pijos, como Jorge. Y no sé por qué me tengo que acordar de ese idiota. Espero no encontrarlo por ahí.