5

 

 

mariquita.jpg

 

 

Estoy muy enfadada y es que, si tuviera a Jorge delante, le partiría la cara por chulo e imbécil. Si ya es chungo que te quiten el novio, que te lo robe Sara Ramírez es para morirse. Es pija hasta decir basta, y además no pegan nada. Me quedé de piedra cuando los vi el otro día morreándose en la ruta de los vinos. Fue Maravillas quien me dio un codazo para avisarme porque yo ni lo había visto, y Lucía, que no sabe disimular, empezó: «¡Hala, si es Jorge…! ¿Has visto? ¡Es Jorge…!». Un poco más y se entera toda la calle.

Cuando pasamos a su lado, me suelta la muy imbécil de Sara:

—Adiós, Vicky. ¿Ya no saludas?

Maravillas le sacó la lengua y yo ni la miré.

—Yo que tú le cogtagía los huevos —dijo.

Intenté sonreír, pero tenía los ojos llenos de lágrimas.

Lucía la miró y dijo:

—Mira que eres sádica y violenta. Por cierto, ¿cómo te has pintado los ojos así? Parece que te han dado dos puñetazos.

Miré a Maravillas y vi que Luci tenía razón. Parecía un zombi. En otro momento me hubiera echado a reír, pero después de haber visto a Jorge con Sara me apetecía más ponerme a llorar.

—Vamos, Vicky. Pasando… ¡Menudo capullo! —dijo Lucía.

Y es que Lucía nunca lo ha tragado, sobre todo desde aquella vez, al poco de conocerlo, cuando Jorge le demostró que tenía algo de eso llamado «delicadeza», claro que, en la punta del dedo del pie.

Por lo general, a Lucía le gusta maquillarse, y hubo una época en que se pintaba muchísimo todos los días. Fue cuando conocimos a Jorge. Él estaba acostumbrado a verla siempre con maquillaje y un buen día que apareció sin nada, va él y le suelta: «Tía, no me extraña que te maquilles tanto porque eres toda granos».

Lógicamente, a Lucía se le atragantó y le puso cara de asco. Y es que ese día sí tenía varias espinillas y se le notaban un montón. Pero de los tíos ya se sabe…, no les da la cabeza para otra cosa que el fútbol y poco más… Cuando se lo reproché a Jorge después, me dijo: «No hay quien os entienda, después vais diciendo que los tíos no somos sinceros».

Así que Lucía creo que se alegró de verlo comiéndose los morros con Sara Ramírez.

—Siempre te dije que era un capullo y no sé por qué has perdido tanto tiempo con él. Ni siquiera está bueno —dijo, no sé si para consolarme o para insultarlo.

Empezaron a comerme el tarro diciendo que si me había dejado es porque ya estaba con ella, que si me había puesto los cuernos y que era un cabrón como todos los tíos. Acabamos en un bar tomando esta vez una cerveza.

—¿Por qué no llamas a Israel? —pregunté a Lucía.

—¿Para qué? —respondió con cara de sueño.

—Pues para ver dónde están… ¿Para qué va a ser? Podemos quedar con ellos.

—¡Eso, eso! —dijo Maravillas—. A ver si hoy me ligo a Caglos.

—Con esos ojos lo dudo mucho —exclamó Lucía.

—¡Qué pesada te pones! —protestó Maravillas—. ¿Qué les pasa a mis ojos?

—Pero tía, vete al baño y mírate en el espejo.

Obedeció y se fue al baño.

—¡No puedo, no puedo con ella…! ¿Por qué tiene que salir con nosotras? ¿No tenía otras amigas en el verano? ¡Me pone de los nervios! —dijo mirándome con gesto de desesperación.

—Pues relájate, guapa, que solo son las diez y media —respondí mirando el reloj.

Maravillas volvió sonriendo.

—No sé qué le ves a mis ojos —dijo—. Están muy bien así. Parezco un muegto viviente, como la canción de Alaska, y me mola… —añadió al tiempo que empezaba a reírse como una loca.

—¿Estás borracha o qué? —preguntó ahora Lucía.

La verdad es que no habíamos cenado aún y puede que la cerveza nos estuviera haciendo efecto porque a mí también me dio un ataque de risa.

—¡Me muero de hambre! —exclamó Luci—. ¿Por qué no vamos a comer una hamburguesa o una pizza.

—Vale, pero llama —insistí.

Conseguimos quedar con ellos cerca de las dos y yo tenía que estar en casa a las tres y media. Al final lo pasé bien. Hablé mucho con Diego y solo quería encontrar a Jorge para que viera que no me hacía falta su compañía para nada, pero no tuve esa suerte. Llegué a casa a las cuatro, imaginándome que mamá me iba a reñir, pero no había llegado aún, y mi abuela y mis hermanos estaban durmiendo. Me puse a ver la tele porque quería esperarla despierta para preguntarle qué tal había ido su cita. Cuando me vio tirada en el sofá sin que me hubiera puesto el pijama, me preguntó mosqueada a qué hora había regresado. Le dije que a las tres y media. No sé si se lo creyó, y de su cita solo me dijo que lo había pasado bien. Me intriga mucho ese Sergio. Quiero conocerlo.

Cada vez que pienso que ha sido Sara quien me ha quitado a Jorge, me da una rabia que me muero.

Le dije a Lucía que iba a intentarlo con Diego. Estábamos en el puesto de golosinas comprando barras de regaliz rojo, que nos encanta a las dos.

—Pero si hasta ayer te gustaba Jorge… —exclamó mirándome.

—¿Pero no sabes eso de «A rey muerto, rey puesto»?… Creo que es el mejor remedio. Además, Diego no está mal —respondí mientras buscaba el monedero en el bolso.

—Pero imagínate que Jorge lo deje con Sara y luego quiera volver —dijo Lucía.

—Pues lo tiene claro. A mí ningún tío me pone los cuernos, Lucía —dije después de darle las monedas a la chica que nos miraba de arriba abajo.

—De todos modos, Diego no es tu tipo, Vicky. Siempre te han gustado tíos más cachas.

—¡Hum!…, tal vez ahora me apetezca probar con un flacucho.

—Solo porque sabes que le gustas y por vengarte de Jorge. ¿Crees que merece la pena? —preguntó.

—No seas plasta, Lucía. Pareces mi madre… Además, ¿a ti no te gusta Israel?

—Sí —dijo lanzando un suspiro—. Pero yo solo te aconsejo porque sé que Diego no tiene nada que ver con Jorge, por ejemplo.

—Pues viendo el resultado, mejor que no se parezca nada a Jorge, ¿no crees?

—Puede, no lo sé —dijo ya en la acera.

—Oye, ¿por qué nos miraba esa tía con esa cara tan rara? —pregunté.

—Porque se ha muerto de envidia al ver lo guapas y buenas que estamos… —contestó riéndose—. ¿No has visto lo fea que es ella? ¡Menudo cardo de tía!

No es que fuera la reina de la belleza, pero tampoco era para tanto.

—Pero qué mala eres, Luci. ¡Pobre!

 

*   *   *

 

Vale, ya se han enterado en casa que lo he dejado con Jorge. Mi abuela me preguntó por él. «Ya no salimos», dije. Mamá pensó que estaba bromeando, pero le confirmé que no, que era en serio.

Quería hablar conmigo para saber qué había pasado y cómo estaba. Solo le dije que Jorge me importaba una mierda y que yo estaba bien. Luego, se quejó porque dice que ya no tengo tanta confianza con ella como antes y no le cuento mis cosas. Lo que pasa es que a las madres no se les puede contar todo. Seguro que ella hacía lo mismo con mi abuela.

Mi abuela se llama Irene, es rubia y de ojos claros. Fue muy guapa cuando era joven. Ahora también lo es, y ya hace años que es viuda. Mi otra abuela se llama Virginia; es muy distinta. No se parecen en nada, ni físicamente. También el trato que tuvimos con ella antes del divorcio era muy diferente. La veíamos solo algún fin de semana que nos invitaba a comer a su casa. Creo que nunca se quedó con nosotros cuando éramos pequeños, o yo no lo recuerdo. Y es que tenía más nietos que cuidar porque mi padre es el mayor de cinco hermanos. También parece que mamá no le caía muy bien, o eso escuché alguna vez. Si antes no la veíamos, ahora tampoco. Por navidad aparece por casa en una visita de diez minutos como mucho. Nos da dinero como regalo de Reyes y luego se despide prometiendo que nos llamará, pero nunca lo hace.

Desde que mis padres se divorciaron, casi no tenemos trato con la familia de papá, y yo creo que él no nos lleva nunca a verlos porque no soportan a su nueva novia. Mamá tampoco los ve ni queda con ellos, aunque en mayo, cuando Alejandro hizo la comunión, sí los invitó a casi todos. Papá fue solo y después de comer se fue.

A veces lo echo mucho de menos. Más de lo que nadie se imagina. Y sigo sin poder entender que haya dejado a mamá por irse con una tía como esa Sonia. Al principio, cuando me enteré de que vivía con ella, le prometí a mamá que no quería volver a verlo ni estar con él, pero cuando vino a buscarnos una semana después para llevarnos a comer, lo abracé en cuanto apareció por la puerta. Así que mi promesa no sirvió de nada. Tenía tantas ganas de verlo… Ahora ya no me importa tanto. Supongo que te acostumbras a todo. Eso dice siempre mi abuela.

He quitado las fotos de Jorge que tenía puestas en el tablero de corcho de la pared. En una estamos los dos en la playa. ¡Qué guapo y qué moreno estaba! Y en la otra foto que está solo también se le ve guapísimo… ¡Qué rabia me dio! Las he roto y tirado a la basura. No quiero tener nada suyo. Encima, cuando abrí el Messenger, me encontré que había cambiado la foto de su perfil y ahora aparece con Sara, los dos sonrientes. ¡Qué asquerosos! No han perdido el tiempo. Anda y que les den… Me fastidia que sea con Sara Ramírez porque, aparte de pija, es guapa, y mucho. Con esa melenaza de color caoba, de la que tanto presume, y esas dos tetazas que vuelven locos a los tíos… Porque vale, yo sí soy alta, pero delgada, y de pecho, la verdad, poco…, como mamá. Podía haberme parecido más a la abuela en ese aspecto, porque Lucía tiene más que yo también. Menos mal que me consuelo con Maravillas, que está como una tabla.

Creo que lo voy a intentar con Diego. No es que esté loca por él ni nada parecido, pero no me disgusta. Y ¿cómo es eso que dicen de un clavo?… Ah, sí, «un clavo saca otro clavo», ¿no? Pues eso…, y a Jorge que le den. Menudo gilipollas.

La suerte de encontrarte
titlepage.xhtml
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_000.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_001.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_002.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_003.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_004.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_005.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_006.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_007.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_008.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_009.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_010.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_011.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_012.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_013.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_014.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_015.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_016.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_017.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_018.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_019.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_020.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_021.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_022.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_023.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_024.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_025.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_026.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_027.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_028.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_029.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_030.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_031.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_032.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_033.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_034.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_035.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_036.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_037.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_038.html
CR!45PE8XMH1N23DC4AN0XJ7EXH39YV_split_039.html