16

Nunca me imaginé que mi hermano Dani fuera el causante de que todo el mundo se enterara de que Álvaro y yo estábamos saliendo. Y para colmo, también estaba Sergio en casa. Todos cenando cuando Dani soltó que tenía un nuevo novio, pues me había visto dos días antes. Empezó a hacer el idiota preguntando a mamá si quería saber cuál era mi nueva pareja, y aunque ella le dijo varias veces que se callara porque quería tener una cena tranquila sin discusiones, él siguió dando la tabarra mientras yo le miraba cabreada pensando que no se iba a atrever a soltarlo. Pero sí se atrevió, lo soltó bien alto para que se enteraran todos cuando salió del salón después de que mamá le ordenara que fuera a la cocina a por el postre. Al llegar a la puerta dio media vuelta y dijo: «Pues el nuevo novio de Vicky es Álvaro, el sobrino de Sergio»… Sentí que me subían los colores, y sin mirar a nadie salí detrás de mi hermano dispuesta a lanzarme a él y atizarle. Inútil, porque me puede, así que me dediqué a llamarlo de todo mientras él se burlaba y se reía. Luego también empezó a gritarme que era una histérica y no sé qué más hasta que llegó mamá a poner orden. Me fui a la habitación a arreglarme un poco, ya que había quedado con Álvaro para salir, y antes de que mamá me interrogara me largué a toda prisa.
Cuando se lo conté a Álvaro, no se lo tomó mal, aunque yo seguía tan enfadada que no hice más que despotricar contra mi hermano.
—No pasa nada, Vicky. Tarde o temprano se iban a enterar.
—Es que también lo sabrá tu familia. Se lo dirá Sergio.
Me miró sonriendo.
—Lo diré yo antes que Sergio, te lo aseguro. Además, mi tío es muy discreto. No creo para nada que se vaya a meter en nuestra vida. Tú tranquila.
—Vale.
Estaba segura de que todos iban a querer inmiscuirse en nuestra relación. Además, seríamos el cotilleo de toda la familia, tanto de la suya como de la mía. Podía imaginarme las miles de preguntas que me haría mamá en cuanto llegara a casa. Seguro que lo vería como una complicación.
No me equivoqué. Me advirtió que tuviera mucho cuidado porque no quería tener ni el más mínimo problema con la familia de Sergio. Y luego me recriminó que si no había más chicos en el mundo… También podría decirle yo lo mismo. ¿Acaso no había más hombres que Sergio? Me imagino cuál sería su respuesta: yo lo conocí primero.
Aunque le insistí para que castigara a Dani por cotilla, no me hizo ningún caso. Según ella, no es para tanto. Claro, a mí me monta un pollo por cualquier cosa y a mis hermanos les pasa todo.
—Ya verás el día que tú tengas una chica —dije cabreada a mi hermano—. Te vas a enterar…
Soltó una risotada.
—Yo no pienso enamorarme nunca —exclamó convencido.
—¡Ja! Eso lo veremos —respondí—. Los que primero hablan son los que primero caen, para que lo sepas…
Mi abuela me dio la razón. Basta que quisieras una cosa para que el destino te llevara a hacer lo contrario.
Mi hermano Dani tampoco se cortó un pelo el sábado que salimos con mi padre a comer y no tardó ni medio segundo en soltarle que el sobrino de Sergio era ahora mi novio. Papá se quedó asombrado y me preguntó cómo había sido. Lejos de dar detalles, le comenté que habíamos conocido a la familia de Sergio.
—Y ya se enrollaron el primer día —dijo mi hermano haciéndose el listo.
—Tú qué sabrás —repliqué enfadada—. Bocazas, eso es lo que eres. ¿Es que tienes que decírselo a todo el mundo?
—Vaya… ¿Y qué opina tu madre? —interrumpió mi padre.
—Nada —respondí encogiéndome de hombros—. ¿Qué va a opinar?
—A mamá no le gusta nada que estén juntos —afirmó Dani.
Le miré con cara de asco.
—Eso no es verdad, y además, ¿por qué no cierras la boca? No tienes ni idea.
—Ya, por eso ahora te cae muy bien Sergio, ¿verdad? Y antes no lo podías ni ver.
—Pero ¿qué dices?… —protesté.
—Bueno, bueno…, no discutáis, chicos —sugirió mi padre—. ¿Es un buen chico, Vicky?
—Sí, papá. Lo es. Es estupendo. Estudia Medicina.
Luego, me miró y sonrió.
—¿Mamá está contenta con ese Sergio?
—Sí —afirmé—. Muy contenta. ¿Por qué lo preguntas?
—Por curiosidad —sonrió—. Me alegro por ella —añadió sin perder la sonrisa.
No sé cuál fue el motivo, pero no me lo creí. Me dio la impresión de que no se alegraba en absoluto. Iba a decírselo, pero rápidamente cambió de conversación. Estaba claro que no deseaba hablar más del tema.
Hicimos lo mismo que todos los sábados que quedábamos con él. Nos llevó a comer a un italiano y, como siempre, estuvo más atento al móvil que pendiente de nosotros. Yo me fui en cuanto pude porque me había citado con Álvaro. A mis hermanos se encargó de acompañarlos a casa, seguro que después de haberles dado dinero o comprarles algún capricho. A mí también me había dado dinero, así que convencí a Álvaro para que fuera de rebajas conmigo, algo que, como a casi todos los chicos, no le gusta mucho, pero por complacerme accedió. No solo adquirí un pantalón nuevo y una cazadora, también conseguí que él se comprara unas cuantas cosas. Por supuesto, se las elegí yo. A él le encanta la ropa de marca, y me parece estupendo, pero al menos que no se vista como un tío de sesenta años. Siempre con colores oscuros que no le favorecen nada.
—Estás guapísimo —exclamé cuando salió del probador—. Ni se te ocurra volver a comprar nada marrón o beis. ¿Vale? Ni gris…, ni esos colores tan horribles que usas. ¿Está claro?
Sonrió.
—Clarísimo.
Cuando me acompañó a casa por la noche, nos estuvimos besando en el portal para despedirnos. Dio la casualidad de que Sergio y mamá llegaron minutos después. Nos pillaron besándonos a tope y, si no llega a ser porque Sergio tosió, ni nos hubiéramos enterado de que estaban a nuestro lado.
Álvaro se quedó cortado cuando vio a mamá, que por cierto le echó una mirada de esas que conozco muy bien y significan que no le hacía ninguna gracia, mientras Sergio sonreía.
—Sube enseguida, Vicky —dijo sin mirarme al tiempo que abría con la llave.
—¡Vaya corte! —exclamó Álvaro cuando los perdió de vista.
—No seas tonto. No pasa nada —respondí acercándome a él—. Sigue besándome, porfa…
Siguió besándome, pero cuando apareció Sergio de nuevo, se separó de mí y se despidió. Se fueron juntos y me hizo gracia pensar que el «novio de mamá» y el mío se parecían mucho, y no solo físicamente. Y pensar que, si no hubiera sido por ella, tal vez nunca habría conocido a Álvaro…
Mamá, por supuesto, me reprochó que estuviera en el portal de aquella manera. No sé a qué se refería porque no creo que besarse sea nada del otro mundo, aunque reconozco que estábamos tan pegados que podía notar lo emocionado que estaba Álvaro en esos momentos.
Como le dije a Lucía al día siguiente, iba perdiendo la timidez a pasos agigantados. Y eso me gustaba cada día más.