X. DÉBILES Y PODEROSOS
A LA OPINIÓN PÚBLICA LOCAL Y
NACIONAL
A TODAS LAS PERSONAS QUE PUEDAN
INTERESARSE
Somos familiares del joven pasante de Leyes Efraín Calderón Lara, quien, como es sabido, fue víctima de una salvaje agresión la noche del miércoles 13 del presente mes, al ser arrebatado del seno de su hogar en las condiciones que oportunamente dio a conocer la prensa, y por causas que hasta el momento no han podido dilucidarse, así como su paradero, no obstante los días transcurridos.
Pretendemos, con esta manifestación pública, externar la natural zozobra que nos embarga ante el suceso, fácilmente comprensible para quienes saben de lo profundos que son los lazos que unen al hombre con sus consanguíneos y del dolor que ocasiona en el núcleo familiar todo aquello que en alguna forma afecta a sus miembros.
Pero fundamentalmente, queremos que nuestras palabras lleguen a la opinión pública y despierten en ella un sentimiento de cooperación que habrá de ser útil en este trance, dados la confusión y el misterio que rodean el acontecimiento.
Creemos que el momento no es propicio para permitir que las presuntas repercusiones políticas que se ha querido dar al suceso, velen la significación humana que debe ser preponderante en el juicio imparcial y sensato de los hombres de bien. Hay un delito de por medio y hay una víctima que debe ser defendida contra la maldad anónima y los más bajos intereses.
Y desde este punto de vista es que pedimos humildemente ser oídos y atendidos por esa opinión a la que respetamos. Tenemos la seguridad de que con la buena voluntad de todos, con el concurso de quienes están en aptitud de cooperar, especialmente las autoridades, podría llegarse a la indispensable aclaración de lo ocurrido, para satisfacción de la sociedad y de quienes estamos resintiendo personalmente los efectos de esta desgracia.
Patentizamos nuestra gratitud incondicional a quienes deseen y puedan contribuir con sus luces a encauzar el camino que está siguiendo la investigación iniciada y declaramos que responderemos con una actitud invariable de discreción, a efecto de no causar ni el mínimo perjuicio a los espontáneos y cordiales colaboradores, que puedan dar una pista que conduzca a la localización de nuestro hermano o a la aclaración de los hechos.
Con nuestro dolor y nuestra angustia, demandamos comprensión y ayuda humana en estos tristes momentos.
Mérida, Yuc., Méx., 18 de febrero de 1974. Calle 53 Núm. 549. Familia Calderón Lara, Beatriz C. de Nicolín. (Diario de Yucatán, martes 19 de febrero, 1974.)
Viernes 15 de febrero, 1974
Gracias a los buenos oficios del hermano de Juan Nicolín, la madre de Charras pudo viajar de Los Ángeles a la ciudad de México en la madrugada de ese día. Dado que aún se desconocía el paradero de Charras y que no se veía mucho interés por parte del gobierno del estado para resolver el asunto del secuestro, la familia decidió que la madre permaneciera en México durante el tiempo que fuera necesario y que solicitara la ayuda y el apoyo del líder de la Cámara de Diputados, Carlos Sansores Pérez, que había sido amigo del padre de Charras, para que los ayudara al esclarecimiento del caso. El asunto no fue sencillo. Después de una serie de llamadas y de recomendaciones con el único propósito de que le permitieran hablar personalmente con Sansores logró, luego de muchos intentos fallidos, que el Negro se pusiera al teléfono. En efecto, identificó a Ada como la esposa de su finado amigo Efraín, de Hopelchén. Ella explicó, de manera breve, las circunstancias del secuestro, los posibles móviles e incluso le hizo saber quiénes, sospechaban en la familia, podrían ser los autores intelectuales del rapto.
20:16 —Por supuesto que haré todo lo que esté en mis manos para ayudarte Ada, los favores de los amigos no pueden olvidarse. Pero vamos a hacer una cosa, primero déjame averiguar si acaso Charras se encuentra detenido en alguno de los separos que utiliza la policía para sustraer a las personas non gratas al medio y a ver qué otra cosa te puedo investigar. Vente a verme a mi despacho el lunes a primera hora y seguramente ya te tendré algo.
Lunes 18 de febrero, 1974
9:02 Tan pronto la madre de Charras, en compañía de su hermano Emiliano, llega a la oficina del Negro Sansores, es recibida por el secretario particular quien los pasa a una pequeña sala adjunta al despacho donde el licenciado atiende sus asuntos oficiales. El secretario les ofrece café. Una diligente secretaria se los trae y ellos se sientan a esperar en los sillones de cuero de la atildada sala. Casi no hablan entre sí. Los nervios de Ada la traicionan a cada momento y ella se oprime las manos continuamente y cada vez que escucha ruidos se sobresalta pensando que ahora sí, ahí viene.
9:41 Carlos Sansores Pérez abre la puerta de la sala. Viste de traje bien cortado, que disimula admirablemente su gordura, y de corbata de seda. Ada no lo ve desde su estancia en Hopelchén, donde siempre vestía de guayabera. Sigue igual de gordo pero ha adquirido una gran seguridad, incluso presencia. Hasta se ve elegante pese a su baja estatura, a su piel tan morena y a su voluminosa figura. Tan pronto ve a Ada la abraza, saluda a Emiliano y les pide que se sienten.
—Lástima que tengamos que vernos en una situación tan penosa. Me hubiera gustado encontrarnos en mejores circunstancias, en otro ambiente, tal vez en Hopelchén, pero a lo nuestro.
Ada se encuentra a la expectativa. Sabe que el hombre que tiene frente a ella goza de un gran poder en los círculos políticos y que si su hijo se halla todavía vivo él, tal vez él, sea el único que pueda realmente ayudarla. Lo escucha atenta.
—Charras no está en la ciudad de México, eso se los aseguro. Mis hombres ya recorrieron todos los lugares posibles y no hay ni huella de él. Probablemente se encuentra en algún lugar de la península de Yucatán; ¿dónde? Eso sí quién sabe. Lo poco que pude averiguar es que se trata de un problema serio, pero es a nivel estatal.
—¿Crees que le hayan hecho algo?
—Confío en que nada más lo querrán asustar.
—¿Qué podemos hacer mientras tanto?
—Por el momento nada. ¿Qué te sugiero? Que regreses a Mérida y tal vez para cuando llegues ya hayan encontrado a tu hijo. Por mi parte me comprometo a ayudarte con una investigación federal que enviaré yo mismo a la península. Las personas que se harán cargo de ella llevarán la orden de ponerse en contacto con ustedes en Mérida y de ayudarlos en todo lo que se pueda. Eso es todo. Me ha dado mucho gusto saludarte y ojalá todo salga bien.
12:05 Ada recoge su equipaje en la casa de su hermano y se dirige al ado donde aborda un autobús que la lleva de regreso a Mérida. El viaje dura más de veinticuatro horas. En el trayecto, sin embargo, se imagina que todo es una especie de pesadilla de la que, tan pronto llegue a Mérida, se va a despertar. Pobre Charras, a lo mejor lo habían dejado sin comer y seguramente le habían propinado una buena golpiza. Su angustia siente un poco de alivio pues la conversación con Sansores le ha dado un aliento de esperanza. confía en que al llegar a su ciudad se encontrará con la noticia de que su hijo se halla tal vez lastimado pero, si Dios quiere, finalmente vivo.
Viernes 15 de febrero, 1974
José está en plena conciencia de que nadie ha movido un dedo para aclarar la desaparición de su hermano. A pesar de que levantó un acta casi inmediatamente después del secuestro, los periódicos han mantenido un silencio absoluto y no se ha hecho la menor alusión a la desaparición de Charras aunque desde el jueves 14 se han organizado una serie de eventos públicos para presionar a las autoridades. Así que el día 15 los del FEU, los de la FEY y los de la SET forman un comité de huelga y declaran un paro general que no levantarán hasta que se esclarezcan los hechos.
9:00 Estudiantes y choferes del sindicato Jacinto Canek bloquean el tránsito en las calles 60 y 57, frente a la Universidad. Bloquean también el cruce de las calles 61 y 66. Durante todo el día se queman llantas de camiones en señal de protesta.
11:07 —A pesar de que tu hermano le ha dado muchos problemas al gobierno —le dice Loret de Mola a José en tono enérgico en el Palacio de Gobierno—, te voy a ayudar.
—¿Cómo?
—Vamos a redoblar esfuerzos. No te preocupes mucho. Seguro no lo van a matar. Sólo lo estropearán.
Al escuchar estas palabras José tiene casi la certeza de que el Gobernador está enterado de la situación de su hermano.
12:30 El coronel Gamboa se entrevista con José y con los demás líderes a quienes invita a “deponer su actitud”. Los estudiantes exigen que para ello aparezca Charras. Un camión de bomberos intenta abrirse camino para apagar las llantas que se queman frente a la Universidad pero se le impide el paso.
13:00 A media noche del 14 me telefonea a mi domicilio, desde Valladolid, el coronel Gamboa.
—La situación es nebulosa —me dice con voz enronquecida—, pero no se preocupe usted. Mañana a primera hora le informaré.
—No me informe; devuelva a Charras inmediatamente. Creo que usted lo tiene, ¿no?
—Le ruego me perdone, señor Gobernador, unas horas. Estaré con usted en la mañana. Buenas noches, señor.
No acude a primera hora. Llega al palacio a la una de la tarde, muy pálido, y me pide un aparte. Al concluir la audiencia que sostenía en aquel momento, penetro al saloncito donde me aguarda Gamboa, me siento sin decir palabra, le señalo un asiento, y me quedo mirándolo:
—Señor Gobernador —dice—: Dios quiere que usted gobierne en paz.
—Pues, por favor, que lo demuestre, porque están bloqueadas las calles. ¿Dónde está Charras, Coronel? ¿Por qué no lo devuelve usted inmediatamente? ¿Por qué me deja usted sin comunicación tantas horas? ¿Qué pasa?
—El pobre muchacho se les ahogó en la cajuela del carro que llevaban.
—¿Quiénes Coronel?¿Dónde están? ¿De qué se trata? ¿No le dije a usted…?
15:00 Dos horas después, en el avioncito de que disponemos, partimos al aeropuerto municipal, muy discreto, el capitán Alberto Solís Oinelo, mi secretario Régulo Castañeda y yo. A México. No digo una palabra a nadie. Dejo Mérida en ascuas, bajo una protesta estudiantil en ascenso. Propóngame regresar, tan discretamente como he partido, después de hablar en Gobernación. Siempre hallaba a Moya. Esta vez no está. Me dirijo al capitán Fernando Gutiérrez Barrios, subsecretario. Le relato los hechos tan escueta y exactamente como yo los conozco, y le ruego que me dé orientaciones, en tanto vemos al Ministro.
Gutiérrez Barrios no se altera. Inmutable, me dice:
—Desde luego, hay que proceder dentro de la ley. ¿El Coronel está en sitio seguro, no desaparecerá?
—No creo; sigue al frente de su responsabilidad —respondo.
—Bien, no hay que levantar polvo antes de resolver. ¿Qué cree usted que deba hacerse? —me pregunta.
—Estimo que debo renunciar para defenderme fuera del poder, de todo lo que me digan. Sólo así creo factible convencer a la gente de mi absoluta inocencia en el asunto.
—Valerosa actitud. No me parece conveniente. Es preciso que se quede esta noche en México, y que venga a primera hora de la mañana para que hable con el Ministro, a quien yo informaré lo antes posible. No se angustie tanto, señor Gobernador. No tiene usted estructura mental para mandar matar a nadie. Usted no haría eso jamás.
17:00 Más de setecientos trabajadores organizan una manifestación que parte de la Escuela de Economía y se dirige al edificio central de la Universidad, donde se les unen los estudiantes. Se realiza un mitin de más de dos mil personas en la plaza principal de la ciudad, conocida como la Plaza Grande. Se exige la liberación de Charras y se responsabiliza al Gobernador, a la CTM y a CUSESA.
Sábado 16 de febrero, 1974
9:20 A la mañana siguiente hablo con Moya. Me dice:
—Ni el señor Presidente, a quien ya informé por teléfono de este problema a las Bermudas, ni yo aceptaremos que usted renuncie. Nada remediaríamos; y, además, lo harían polvo a usted. Ya sé que no tiene la culpa. Tampoco el señor Presidente la tuvo de la jornada de los Halcones. Estas cosas son así. Usted debe encabezar la investigación y esclarecer el caso y consignar a los responsables. Saldrá fortalecido. Asuma inmediatamente la responsabilidad.
10:00 Más de cien policías encabezados por el coronel Gamboa intentan destruir las barricadas frente a la Universidad. Son rechazados por los estudiantes.
10:30 La policía ametralla el edificio central y cerca toda la zona con destacamentos armados. Los estudiantes responden secuestrando más de treinta camiones.
10:40 La policía asalta el despacho del Frente Estudiantil Popular y se posesiona del local.
15:33 El propio sábado 16 regreso a Mérida, cuya población agradece al coronel Gamboa que haya despejado, por fin, la calle 60 con 57, retirando a la fuerza a los muchachos que se empeñaban en obstruirla con perjuicios estériles para los ciudadanos. No resultan heridos ni lesionados, pero sí detonan ociosos disparos contra la fachada de la casa de estudios, lo que da nuevo pretexto para radicalizar la huelga y continuar gritando con altoparlantes. Hay el propósito de aprovechar la desaparición del joven asesor sindical para crear una agitación en Yucatán, a donde no han llegado en otras ocasiones las de carácter nacional.
17:00 La policía se retira de las calles del centro y se reemplaza por soldados que patrullan la ciudad con fusiles y ametralladoras.
Mientras, los estudiantes organizan pintas en paredes y camiones y reparten volantes. Organizan mítines en camiones y mercados informando de la balacera en la Universidad. Hay grandes concentraciones frente al edificio de la Universidad. El ejército se mantiene a la expectativa.
Domingo 17 de febrero, 1974
Desde hace varios días existe una inquietud en algún sector estudiantil y entre algunos obreros y una interrogante en la opinión pública por la desaparición del C. Efraín Calderón Lara asunto que hace presumir la existencia de delitos y por el cual, inmediatamente que tuve conocimiento, me preocupé y dicté especiales disposiciones a las dependencias respectivas para que hicieran la investigación.
Ahora considero prudente asumir personalmente la responsabilidad de esa investigación dentro de las direcciones respectivas e invito al Sr. director de la facultad de Jurisprudencia Lic. José Alfonso López Manzano, y al Br. Carlos España, presidente de la Sociedad de Alumnos a fin de que pueda yo atender a todas las denuncias, indicios, pistas, etc. que se presenten en este problema lo más rápidamente posible, y nombraré a cuantas personas más yo vaya considerando necesarias para la urgente resolución del caso. Espero de este modo dar cumplidas satisfacciones al natural deseo de justicia.
—Olvídense del Charras —les comenta abatido Humberto Lara a sus sobrinos que han recurrido a él para que intervenga con el Gobernador. Lara fue director durante años del Diario del Sureste y consejero político de muchos de los gobernadores de Yucatán y sus sobrinos abrigan la esperanza de que pueda ayudarlos—. Más vale que se olviden de él de una vez por todas.