VI. LA CITA

Evaristo Poot Cruz, campesino de oficio, lo hallará tirado en la carretera a Chetumal, en el kilómetro 101, el 19 de febrero a las cuatro de la tarde. Lo encontrará con las manos atadas a la espalda, semidesnudo. La cara destrozada a golpes, la cabeza fracturada y la dentadura deshecha. Una venda le cubrirá los ojos y la boca. Su cuerpo mostrará piquetes con armas punzantes por todas partes y varias quemaduras de cigarro. Tendrá las uñas de los pies rotas y los testículos mutilados.

Martes 12 de febrero, 1974

A partir de la junta que organizó su cuñado, Charras se hace acompañar por Pedro Quijano Uc y por Miguel Ángel González Sulub, miembros del sindicato de CUSESA. Supuestamente le deberían servir como guardaespaldas pero los trata más como acompañante y secretario que como guaruras. En Hopelchén alguien le consiguió un revólver, una Colt 38, que nunca aprendió a usar, y que ahora trae en la cajuela de guantes del coche más como talismán que como arma propiamente dicha. El coronel Gamboa lo ha citado en su oficina a las siete de la noche. Como sabe que la situación es delicada y que pueden inculparlo de portar armas sin permiso decide dejar la pistola en su casa. Charras llega al edificio de la Dirección de Seguridad Pública vestido de chamarra azul cazadora y pantalón de mezclilla. Pide hablar con el Coronel que lo recibe de inmediato.

19:05 —Qué gusto verte —suena la voz atiplada del Coronel—, ya nada más sé de ti a través de los periódicos. Ven, pasa, siéntate.

—Gracias, en qué puedo servirle.

—Qué hay.

—No me diga que me llamó nada más para conversar.

—No, tengo algo que decirte pero no corre ninguna prisa. Dime cómo estás.

—Usted lo sabe, con el problema de CUSESA encima.

—Oí que te vas a casar, ¿es cierto?

—Así es Coronel.

—Bendito sea Dios. Te prometo que pediré por el bien de tu futuro matrimonio; ¿y tu hermano José, cómo está?

—Estudiando…

—¿Sigue siendo presidente de la asociación de alumnos?

—Le queda todavía un año, creo…

—Entremos en materia, pues. La razón por la que te mandé llamar es muy sencilla. Tú sabes que en el Tecnológico, cerca de la obra de CUSESA, hay un depósito de dinamita…

—No, no lo sabía.

—Pues lo hay. La usan mucho en terrenos rocosos como el nuestro, sobre todo cuando se trata de construcciones mayores. Quería prevenirte entonces, por tu bien y por la paz pública que, por el amor de Dios, prive en ti la cordura y no se te vaya a ocurrir tocar esos explosivos.

—¿De qué me está hablando, Coronel?

—No, no te estoy diciendo que vayas a hacer nada pero tú sabes que cuando se caldean los ánimos pueden ocurrir muchas cosas que uno no tenía previstas.

—Usted conoce mi posición Coronel. Cuando lo de MITZA evité el enfrentamiento de los del Jacinto Canek y los del 16 de Septiembre contra los trabajadores del rastro que mandó usted a rodear la fábrica.

—Lo hice a solicitud de la opinión pública. Había temor de que hubiera violencia.

—Pues ya ve que no. Hubo provocación pero yo fui el que evitó la violencia. Le costó la titularidad a mi sindicato, pero ni modo. Ya veremos para el próximo recuento.

—Le ruego a la Divina Providencia que no vaya a haber ningún incidente que lamentar.

—Esperemos que no —dice Charras—. ¿Me puedo ir? Tengo mucho qué hacer.

—¿Qué sucede? —le pregunta Gamboa a uno de sus subalternos que viene acompañado de otros hombres.

—¿Podemos pasar a buscar unos datos en los archivos?

—Sí, claro, Charras y yo ya casi terminamos.

—Adiós Coronel, y no se preocupe —dice Charras poniéndose de pie y dirigiéndose a la puerta.

El coronel Gamboa lo detiene en el pasillo.

—Espera, ¿cuándo me dijiste que te casabas?

—Todavía no tengo fecha…

—Pero para cuándo calculas…

—Tal vez a mediados de año…

Charras siente varios pares de ojos clavados en él. Reconoce a Chan, que fue carnicero allá en Santiago. Pero la mirada más penetrante es la de un hombre un poco mayor que él, delgado, que lo mira fijamente y sin pudor. Le llaman la atención sus cejas arqueadas y lo perverso de su mirada. Es tu mirada.

—¿Y a dónde piensas ir de luna de miel?

—¿Sabe qué, Coronel? Tengo mucho trabajo, le suplico me disculpe.

—Muy bien, pero que no se te olvide avisarme de tu boda.

—No, Coronel.

—Y dile a tu novia que la felicito… y que Dios te acompañe.

Miércoles 13 de febrero, 1974

Querida mamá:

Al escribirte esta breve carta no quiero, por ningún motivo, alarmarte o asustarte. Después de la junta que tuvimos entre toda la familia en casa de Beti me he puesto a pensar mucho en ti, en la memoria de papá y en lo importante que ustedes dos fueron en nuestra formación. Mientras papá vivió podríamos decir que llevamos una vida regalada. Él era muy trabajador y tenía talento para los negocios. Pero siempre nos hizo comportarnos con sencillez y consideración para con todos los del pueblo sin que le importaran ni apellidos ni situación económica.

¿Te acuerdas que cuando niño yo llegué a vender cacahuates y a trabajar de limpiabotas para sacar unos centavos ante la abierta complacencia de papá? Ahí andaba yo con todos los mocosos de Hopelchén ofreciendo mis cacahuates a los camiones que iban a Mérida o a Campeche. El trabajo nunca puede ser indigno de ningún hombre, nos enseñó papá, salvo que se haga con desgano o negligencia. Los que ponemos el corazón en lo que hacemos y hacemos lo que tenemos que hacer de la mejor manera posible no esperamos ninguna otra recompensa. Después de que papá murió tú nos educaste modestamente pero con una gran dignidad. Si antes éramos chicos para valorar tu esfuerzo hoy quiero que sepas que lo aprecio en todo lo que vale y te doy las gracias por mí y por mis hermanos.

He dedicado lo que he aprendido en mi carrera a la defensa de aquellos que trabajan con dignidad pero sin justicia. Esto me ha acarreado muchos problemas porque si te he de ser franco ni yo mismo me imaginaba que en Yucatán hiciera tanta falta alguien que se atreviera a defender los derechos de los más desprotegidos. ¿Quién soy yo? Apenas un pasante que hace sus pininos en su carrera y que, según dicen, ya ha puesto de cabeza a los patrones del estado. ¿Crees que sea eso justo? ¿No ha habido otro abogado que haya tenido la iniciativa para dedicarse a defender profesionalmente a los que lo necesitan? Soy el primero en asombrarme de todo lo que he podido hacer en tan corto tiempo pero, la verdad sea dicha, yo llevaba todas las de ganar. Casi todos los empresarios yucatecos trabajan al margen de la ley y sin más interés que su propio beneficio. Son contados aquellos que cumplen con lo que exige la legalidad. Todo esto te lo comento porque cada vez estoy más seguro de que, efectivamente, existe un proyecto para detener mi influencia entre los trabajadores. Ayer recibí un citatorio para presentarme en la oficina del coronel Gamboa a las siete de la noche. Acudí puntualmente pues en este momento no puedo darme el lujo ni siquiera de cometer una incorrección en contra de las autoridades. Así que ahí estuve a las siete. Se portó amable y ceremonioso pero es evidente que está tramando algo. Qué exactamente, no lo sé. Me habló de explosivos, de la calma y la cordura que debo mantener, delante de varios policías que servían de testigos y me miraban todo el tiempo.

En el caso dado de que me ocurriera algo, lo que fuera, y estate segura de que pueden llegar a lo peor, lleva esta carta a las autoridades federales para que ellos puedan intervenir.

El Gobernador ha intentado convencerme de que abandone mi causa, primero mediante puestos oficiales y después mediante cohechos. Como he rechazado unos y otros ha recurrido a las presiones y las amenazas. Creo que ahora el Gobernador se dispone a atacarme directamente. Él es periodista, no político. Sus puestos los ha logrado mediante su pluma a veces obsequiosa, a veces venenosa, según sea el caso y su conveniencia personal. Todos saben que cambia sin ningún escrúpulo de camiseta y que no tiene más convicción que la de sus intereses. Ahora lo presionan por varios frentes y no sabe qué rumbo tomar. Es temeroso, es inseguro. Eso me alarma más pues nunca sabes cómo va a reaccionar ese tipo de gente.

Lo que nos ocurrió con MITZA no fue sino un aviso de que el gobierno del estado no va a permitir un sindicato independiente más. Por ello quiero que sepas que estoy consciente de que en la huelga de CUSESA me estoy jugando mi futuro. Si algo me llegara a pasar es obvio quién resultaría responsable pues nada de lo que aquí sucede se hace sin la máxima autorización.

No te asustes ni te alarmes que esta carta te la escribo sobre todo para protegernos. Piensa en papá que siempre se portó con valor. ¿Te acuerdas cuando el Negro Sansores aún no era nadie y se ganó la enemistad de Trueba Urbina? ¿Te acuerdas cómo papá lo ayudó dándole alojamiento en nuestra casa de Hopelchén a pesar de que Sansores estaba amenazado de muerte? Piensa entonces que papá tendría que sentirse orgulloso de saber que yo también sé enfrentar los problemas con valor. Nada ni nadie tiene el derecho de amarrarle a uno el corazón. No me mueve más interés que ayudar a la gente que trabaja en términos desventajosos. Sé que muchos consideran que no soy más que un tipo ingenuo que se quiere poner a las patadas con Sansón. Si ser ingenuo consiste en proceder según mis convicciones, entonces seguramente lo soy. Esperemos que todo salga bien y quédate tranquila. Recibe un abrazo de tu hijo que te quiere,

Charras