El nombre más hermoso y clásico de la manzana lo recibe una fruta con sabor de rosa. Es rara, escasa, aromática. Nadie la cultiva, crece por ahí, en árboles gigantes que dan sombra a otros sembrados. Su corteza es lisa y circular, con dos pepas adentro. Es casi seca, con una leve humedad de pétalo. Aquí se llama poma. Parece un pomo para abrir un cajón repleto de secretos. Parece una bola de perfume, parece una mejilla de doncella tierna.
Si comes pomas al caer la tarde, besarás por la noche en perfecta armonía con la otra boca. Si comes pomas en la madrugada, revivirás los besos perfectos de la noche. Come pomas para aprender a besar, come pomas que te besen.
Y el secreto del beso, ¿cuál será? A veces nos parece que el otro no se entrega. Enuncia una frontera con sus dientes, asoma dudas en sus labios tiesos y la ventosa no funciona, como si el alma, es decir el aliento, se negara a entregarse. En cambio hay otros en que las bocas casan perfectamente, como una ficha de rompecabezas con su correspondiente. Eso es: a veces otras bocas no empatan con las nuestras, no hay empatía, no se encuentran. Hasta no dar un beso profundo y prolongado no sabrás si el que te gusta te gusta hasta la muerte.