Ah, el café, el café. Nuestro país ha sobrevivido por siglos gracias a esta planta y bebida de los árabes. Es una droga dócil, atenuada, de efecto maravilloso pues aviva la conciencia sin desbocarla ni desesperarla. Brebaje ideal para la somnolencia y la pereza, para el desánimo y la apatía, para la ataraxia y el exceso de resignación. Voltaire, que era despierto y divertido, un filósofo risueño que nunca tuvo úlcera, se tomaba más de diez tazas diarias de café, para avivar su ingenio y su sabiduría. En Voltaire el café hizo el mejor efecto, descrito por un conocido volteriano de España: «Voltaire es el hombre de letras al que menos opiniones desastrosas pueden reprochársele, aquél en cuyo nombre o con la inspiración de cuyas doctrinas es más difícil cometer crímenes». Fue gracias al café que logró esto, yo lo sé.

En momentos que el ánimo está bajo, o cuando la comida ha sido demasiada, o cuando los vacíos de silencio empiezan a ganarle al intercambio de palabra, o cuando el mal humor roba el espacio de los buenos o cuando es necesario pasar la noche en vela, no hay liquido más ameno y confortante que el café.

¿De toda la modorra de la madrugada, del delicioso abrazo de las sábanas, no te levanta la exquisita esperanza de un calé con leche? Desconozco una manera mejor de empezar la mañana, salvo cuando con tiempo, además del café, gozas también de amores con tu amado. Esta combinación es la ideal, más no siempre posible, con las prisas que corren hoy en día.

Para hacer el café lo mejor es molerlo en el momento y que sea un café de granos sanos, enteros, muchos de ellos cogidos en sombrío de montaña, y ojalá que el sombrío haya sido de cacao, de guamos y madroños. Te digo lo ideal y no lo indispensable. Lo indispensable sí es molerlo poco antes, y usar alguna máquina que haga pasar el agua casi hirviendo, y lenta, por el café pulverizado. Los italianos han hallado buenos métodos para hacer esto bien, aunque también los turcos con su jarrito de boca puntiaguda y los nórdicos con su jarra que filtra con un émbolo. Todos son buenos métodos para hacer el café.

Tómatelo despacio, abre los ojos, aviva los sentidos. Con el café la vida se hace transparente. Ni bebas ni examines el poso del café. Si lo miras te da cáncer de cerebro, si lo tomas, tumores al estómago.