AMY ELLIOTT DUNNE

Ocho semanas tras el regreso

Nadie me ha arrestado. La policía ha dejado de hacer preguntas. Me siento a salvo. Y muy pronto me sentiré más a salvo aún.

Así es como me siento de bien: ayer bajé a desayunar y encontré sobre la encimera de la cocina el frasco en el que había guardado mis vómitos, vacío. Nick —el muy rastrero— se ha deshecho de ese pequeño ascendiente. Parpadeé un momento y después tiré el tarro a la basura.

Llegado este punto apenas tiene importancia.

Están pasando cosas buenas.

He firmado el contrato para escribir un libro: estoy oficialmente al mando de nuestra historia. A mi parecer, la idea tiene un simbolismo maravilloso. ¿Acaso no son eso todos los matrimonios, al fin y al cabo? ¿Simplemente un prolongado juego de «él dijo/ella dijo»? Bien, pues ella va a hablar y el mundo va a escuchar y Nick tendrá que sonreír y mostrarse de acuerdo. Lo describiré tal como quiero que sea: romántico, detallista y muy, muy arrepentido por lo de las tarjetas de crédito y las compras ocultas en el cobertizo. Si no puedo hacer que lo diga en voz alta, lo dirá en mi libro. Después saldrá de gira conmigo y sonreirá y sonreirá.

Voy a titular el libro simplemente Asombrosa. Que causa asombro o sorpresa; gran admiración. Eso resume mi historia, creo yo.