AMY ELLIOTT DUNNE
La noche del regreso
Todavía tengo el semen de Desi en mi interior, de la última vez que me violó, así que el examen médico sale bien. Mis muñecas laceradas, la vagina maltratada, los cardenales: el cuerpo que les he presentado es de manual. Un doctor anciano de aliento húmedo y dedos anchos realiza el examen pélvico —raspando y resollando al compás— mientras la inspectora Rhonda Boney me sostiene una mano. Es como ser sujetada por la fría garra de un pájaro. Nada reconfortante. En una ocasión se le escapa una sonrisa cuando cree que no estoy mirando. Está absolutamente encantada de que Nick haya resultado ser inocente después de todo. Sí, las mujeres de Norteamérica han lanzado un suspiro colectivo.
La policía ha enviado agentes a la casa de Desi, donde lo hallarán desnudo y desangrado, con una expresión de asombro en el rostro, un par de mechones de mi cabello entre las manos, la cama empapada en sangre. El cuchillo que usé con él y con mis ligaduras estará tirado en el suelo, cerca, allí donde lo dejé caer, desorientada, antes de salir descalza sin llevarme absolutamente nada de la casa salvo las llaves de Desi —las del coche, las de la puerta— para montarme, todavía escurridiza con su sangre, en su Jaguar de colección y regresar como una mascota fiel y perdida directamente a casa junto a mi marido. Me había visto reducida a un estado animal; no había podido pensar en nada salvo en regresar junto a Nick.
El anciano médico me da la buena nueva; no he sufrido daños permanentes y no voy a necesitar dilatación y legrado: aborté demasiado pronto. Boney sigue agarrándome la mano y murmurando: «Dios mío, no puedo imaginar por lo que debe de haber pasado, ¿cree que se encuentra preparada para responder a un par de preguntas?». Así de rápido, de las condolencias al puño americano. En mi experiencia las mujeres poco agraciadas son por lo general exageradamente deferentes o increíblemente groseras.
Eres la Asombrosa Amy y has sobrevivido a un brutal rapto acompañado de repetidas agresiones. Has matado a tu captor y has regresado junto a un marido que, según has descubierto, te estaba siendo infiel. ¿Qué haces a continuación?
a) Antepones tus intereses a todo lo demás y exiges algún tiempo a solas para poder recuperarte.
b) Haces de tripas corazón una vez más para ayudar a la policía.
c) Decides qué entrevista conceder primero. Ya que estás, bien podrías sacarle algún beneficio a tu tormento, como un contrato para un libro.
Respuesta: B. La Asombrosa Amy siempre piensa en los demás antes que en sí misma.
Permiten que me asee en una habitación privada del hospital y me pongo un conjunto que Nick ha preparado para mí en casa: vaqueros con marcas de llevar demasiado tiempo doblados, una bonita blusa que huele a polvo. Boney y yo conducimos desde el hospital hasta la comisaría prácticamente en silencio. Le pregunto débilmente por mis padres.
—La están esperando en comisaría —dice Boney—. Han llorado cuando se lo he dicho. De alegría. Alegría y alivio absolutos. Les dejaremos que se den unos buenos abrazos antes de comenzar el interrogatorio, no se preocupe.
Las cámaras ya están en comisaría. El aparcamiento tiene el aspecto esperanzado y sobreiluminado de un pabellón deportivo. No hay aparcamiento subterráneo, de modo que tenemos que parar justo frente a la puerta principal mientras la multitud enfervorizada se cierne sobre nosotras: veo labios húmedos y saliva mientras todo el mundo pregunta a voces, el estallido de los flashes y los focos de las cámaras. La muchedumbre empuja y tira en masa, desplazándose unos pocos centímetros a la derecha, después hacia la izquierda, mientras todo el mundo intenta llegar a mí.
—No puedo hacer esto —le digo a Boney. La carnosa palma de un hombre se estampa contra la ventanilla del coche mientras un fotógrafo intenta conservar el equilibrio. Agarro la fría mano de Boney—. Es demasiado.
Ella me da una palmadita y dice: «Espere». La puerta de la comisaría se abre y hasta el último agente del edificio sale para formar dos líneas paralelas sobre las escaleras, conteniendo a la prensa, creando una guardia de honor para mí. Rhonda y yo subimos corriendo cogidas de la mano, como recién casados pero a la inversa, dirigiéndonos a toda prisa hacia mis padres que aguardan justo al otro lado de la puerta, y todo el mundo consigue las instantáneas de nuestro abrazo mientras mi madre susurra «Dulceniñadulceniñadulceniña» y mi padre solloza tan estruendosamente que casi se ahoga.
Vuelven a llevárseme prácticamente en volandas, como si no me hubieran llevado de aquí para allá más que de sobra. Me dejan en un cuarto que más bien parece un armario con sillas de oficina, cómodas pero baratas, de esas que siempre parecen tener pedazos de comida reseca pegados a la tela. Una cámara parpadea desde un rincón y no hay ventanas. No es lo que había imaginado. No está diseñado para hacerme sentir a salvo.
Me rodean Boney, su compañero, Gilpin, y dos agentes del FBI venidos de Saint Louis que apenas abren la boca. Me dan un poco de agua y después Boney empieza.
B: Bueno, Amy, lo primero, agradecerle sinceramente que haya querido hablar con nosotros después de todo lo que ha sufrido. En un caso como este, resulta sumamente importante dejarlo todo registrado mientras el recuerdo aún permanece fresco. No puede imaginarse lo fundamental que es. Por eso es bueno que hable ahora. Si podemos dejar registrados todos los detalles, podremos cerrar el caso y Nick y usted podrán retomar su vida.
A: Desde luego me gustaría.
B: Se lo merece. Así pues, si está lista para comenzar, podemos empezar por establecer el horario. ¿A qué hora llamó Desi a su puerta? ¿Lo recuerda?
A: A eso de las diez de la mañana. Un poco más tarde, porque recuerdo haber oído a los Teverer hablando mientras se dirigían al coche para ir a la iglesia.
B: ¿Qué sucedió cuando abrió usted la puerta?
A: Noté que algo iba mal de inmediato. Para empezar, Desi lleva toda la vida escribiéndome cartas. Pero su obsesión parecía haber ido menguando en intensidad con el paso de los años. Parecía considerarse únicamente un viejo amigo, y como la policía no podía hacer nada al respecto, me acostumbré a dejarlo estar. Nunca pensé que pretendiera hacerme algún daño, pero lo cierto es que no me gustaba estar tan cerca de él. Geográficamente. Creo que eso debió de ser lo que le desequilibró. Saber que estaba tan cerca de él. Entró en mi casa con… Estaba sudando y parecía un poco nervioso, pero también muy decidido. Yo estaba arriba, a punto de plancharme el vestido, cuando vi el mango de madera de la marioneta de Judy en el suelo. Supongo que debía de haberse desprendido. Un fastidio, porque ya había escondido las marionetas en el cobertizo. Así que cogí el mango y lo llevaba en la mano cuando abrí la puerta.
B: Tiene usted muy buena memoria.
A: Gracias.
B: ¿Qué sucedió a continuación?
A: Desi irrumpió en la casa y se puso a recorrer la sala de estar, frenético y como ido. Y dijo: «¿Cómo vas a celebrar tu aniversario?». Me asustó que supiera qué día era nuestro aniversario. El hecho en sí parecía ponerle furioso. Después extendió bruscamente los brazos, me agarró de la muñeca y me la retorció tras la espalda. Forcejeamos. Me resistí todo lo que pude.
B: ¿Y luego?
A: Le di una patada y conseguí zafarme un segundo. Corrí hasta la cocina y allí volvimos a forcejear hasta que me golpeó con el mango de madera de Judy. Caí redonda al suelo y él me golpeó otras dos o tres veces. Recuerdo haber perdido por un segundo la visión, a causa del mareo. Me palpitaba la cabeza. Intenté quitarle el mango y él me cortó en el brazo con una navaja de bolsillo que llevaba. Todavía tengo la cicatriz. ¿Ve?
B: Sí, quedó notificada en su examen médico. Tuvo suerte de que únicamente fuese una herida superficial.
A: No duele como si fuese superficial, créame.
B: Entonces, ¿la acuchilló? El ángulo es…
A: No estoy segura de si lo hizo a propósito o de si choqué yo con la hoja accidentalmente. Estaba tan atontada… Pero sí recuerdo que el mango cayó al suelo y que bajé la mirada y vi la sangre que manaba de mi herida salpicando la madera. Creo que fue entonces cuando me desmayé.
B: ¿Dónde recuperó el sentido?
A: Desperté maniatada en mi sala de estar.
B: ¿Gritó? ¿Intentó llamar la atención de los vecinos?
A: Por supuesto que grité. O sea, ¿me ha estado escuchando? Acababa de ser golpeada, apuñalada y maniatada por un individuo que llevaba décadas obsesionado conmigo y que una vez intentó suicidarse en mi cuarto de la residencia estudiantil.
B: De acuerdo, de acuerdo, Amy, disculpe, la pregunta no pretendía sonar en lo más mínimo como si estuviéramos culpándola de nada; solo necesitamos hacernos una imagen lo más detallada posible para que podamos cerrar la investigación y usted pueda seguir con su vida. ¿Quiere otra botella de agua o un café o algo?
A: Algo caliente sería agradable. Tengo mucho frío.
B: No hay problema. ¿Pueden traerle un café? Mientras tanto, ¿qué pasó luego?
A: Creo que el plan original era reducirme y raptarme y que pareciese que me había fugado, porque cuando me despierto él ha terminado de limpiar la sangre de la cocina y ha levantado la mesa de adornos antiguos que había derribado yo al intentar huir. Se ha deshecho del mango, pero se le está acabando el tiempo y creo que lo que debió de suceder fue: ve el desbarajuste del salón y piensa: «Déjalo así. Que se note que aquí ha pasado algo». Así que abre la puerta principal y tira un par de cosas más al suelo. Le da la vuelta a la otomana. Por eso todo tenía ese aspecto tan raro: era mitad genuino, mitad falso.
B: ¿Fue dejando Desi objetos acusadores en cada uno de los destinos de la caza del tesoro? El despacho de Nick, Hannibal, la casa de su padre, el cobertizo de Go.
A: No entiendo a qué se refiere.
B: Encontramos unas bragas de mujer en el despacho de Nick. No eran de su talla.
A: Supongo que serían de la muchacha con la que estaba… saliendo.
B: Tampoco eran de ella.
A: Entonces no sé qué decirle. A lo mejor se estaba viendo con más de una chica.
B: Hallamos el diario en casa de su padre. Parcialmente quemado en la caldera.
A: ¿Han leído el diario? Es terrible. Estoy segura de que Nick quiso deshacerse de él. Y no le culpo, teniendo en cuenta lo rápido que se obsesionaron ustedes con él.
B: Me pregunto por qué acudir a casa de su padre para quemarlo.
A: Eso debería preguntárselo a él. (Pausa). Nick iba allí a menudo, para estar solo. Le gusta la intimidad. Así que estoy segura de que a él no le parecería tan raro. Después de todo tampoco podía hacerlo en nuestra casa, porque era la escena del crimen. ¿Quién sabe? A lo mejor volvían ustedes y encontraban algo entre las cenizas. En casa de su padre dispondría de privacidad. A mí me parece una solución inteligente, teniendo en cuenta que ustedes lo estaban básicamente crucificando.
B: El diario resulta bastante perturbador. Alude a maltratos y refleja su temor de que Nick no deseaba el bebé, de que podría incluso querer matarla.
A: Sinceramente, desearía que el diario hubiera ardido. (Pausa). Permítanme que sea sincera: el diario incluye algunos de los conflictos que hemos tenido Nick y yo durante el último par de años. No pinta el mejor retrato de nuestro matrimonio ni de Nick, pero debo reconocer una cosa: nunca escribía en mi diario a menos que estuviera supercontenta o me sintiera muy, pero que muy infeliz y necesitara desahogarme, en cuyo caso… puedo pasarme un poco de melodramática. Vamos a ver, gran parte de lo que cuento es la desagradable verdad: me empujó en una ocasión y no deseaba un hijo y tenía problemas monetarios. Pero ¿que me diera miedo? Debo reconocer, por mucho que me duela, que ahí es donde sale mi vena melodramática. Creo que el problema es: me han acosado varias veces. Durante toda mi vida ha sido un problema eso de que haya gente obsesionada conmigo, así que a veces me vuelvo un poco paranoica.
B: Intentó comprar una pistola.
A: Me vuelvo muy paranoica, ¿de acuerdo? Lo siento. Si tuviera mis antecedentes, lo comprendería.
B: Hay una entrada en la que narra que una noche sufrió lo que parece ser, punto por punto, un envenenamiento con anticongelante.
A: (Largo silencio). Eso es rarísimo. Sí, es verdad que me puse mala.
B: Vale, volvamos a la caza del tesoro. ¿Ocultó usted los muñecos de Punch y Judy en el cobertizo?
A: Así es.
B: Gran parte de nuestro caso se ha centrado en las deudas de Nick, en gran número de compras realizadas con tarjetas de crédito y en el hallazgo de dichas compras ocultas en el cobertizo. ¿Qué pensó usted cuando abrió la puerta y vio todo aquello?
A: Estaba en casa de Go y ella y yo no somos particularmente íntimas, así que, sobre todo, sentí que estaba metiendo las narices en algo que no me incumbía. Recuerdo haber pensado en aquel momento que debían de ser cosas suyas de Nueva York. Y después vi en las noticias —Desi me obligaba a verlo todo— que en realidad eran compras de Nick, y… Sabía que Nick tenía problemas de dinero, le gusta malgastar. Creo que probablemente se sentía avergonzado. Compraba dejándose llevar por el impulso y luego ocultaba sus compras para que yo no las viera hasta que pudiera volver a venderlas en internet.
B: Las marionetas de Punch y Judy parecen un poco ominosas como regalo de aniversario.
A: ¡Lo sé! Ahora lo sé. En el momento de comprarlas desconocía la historia de Punch y Judy. Solo vi un marido, una esposa y un bebé, hechos los tres de madera, estando yo embarazada. Busqué por internet y encontré la frase recurrente de Punch: «¡Así se hace!». Y me pareció muy linda. No sabía a qué se refería.
B: Así que estaba maniatada. ¿Cómo la llevó Desi hasta el coche?
A: Metió el coche en nuestro garaje y bajó la puerta, me arrastró hasta allí, me metió en el maletero y se marchó.
B: ¿Y gritó usted entonces?
A: Sí, claro que grité, joder. Y si hubiera sabido que Desi se iba a pasar todas las noches del mes siguiente violándome para luego acurrucarse a mi lado con un martini y un somnífero para que no le despertasen mis sollozos, y que la policía iba a entrevistarle y que ni aun así iban a sospechar de él en lo más mínimo, aun así iban a seguir sentados con el pulgar metido en el culo, puede que hubiera gritado con más fuerza. Sí, puede que lo hubiera hecho.
B: Nuevamente, mis disculpas. ¿Puede alguien traerle unos pañuelos a la señora Dunne, por favor? ¿Y dónde está su ca…? Gracias. De acuerdo. ¿Adónde fueron entonces, Amy?
A: Condujimos hacia Saint Louis y recuerdo que de camino se detuvo en Hannibal. Oí el silbido del vapor. Supongo que fue entonces cuando arrojó mi bolso. Fue la otra cosa que hizo para asegurarse de que pareciera un ataque.
B: Eso es muy interesante. Al parecer tenemos muchas extrañas coincidencias en este caso. Como que a Desi se le ocurriera arrojar el bolso justo en Hannibal, lugar al que Nick acudió impulsado por su pista, provocando que nosotros creyéramos que había sido él quien había arrojado allí el bolso. O que decidiera usted ocultar un regalo precisamente en el mismo lugar en el que Nick había escondido sus compras realizadas con tarjetas de crédito secretas.
A: ¿En serio? Porque debo decirle que a mí no me parecen coincidencias en absoluto. Me suena más bien a que un grupo de polis se empeñó en culpar a mi marido y que, ahora que estoy viva y resulta evidente que él no era culpable, han quedado como gigantescos idiotas y no saben qué hacer para cubrirse el culo. En vez de aceptar la responsabilidad del hecho de que si este caso hubiera quedado en sus jodidas y extremadamente ineptas manos, Nick estaría ahora en el pasillo de la muerte y yo seguiría encadenada a una cama, siendo violada hasta el día de mi muerte.
B: Lo siento, es…
A: Me salvé sola, lo cual ha salvado a Nick, lo cual ha salvado sus putos y lamentables traseros.
B: Tiene usted toda la razón, Amy. Lo siento si le hemos parecido… Hemos dedicado tanto tiempo a este caso que queremos aclarar hasta el último detalle que se nos pasó por alto para no volver a caer en los mismos errores. Pero tiene usted toda la razón, estamos perdiendo de vista el fondo de la cuestión, que es: es usted una heroína. Una verdadera heroína.
A: Gracias. Le agradezco que diga eso.