La repentina interrupción de la Acción T4

 

 

EL OBISPO GALEN Y EL CASTIGO DIVINO

 

La situación interior y exterior de Alemania cambió en agosto de 1941. Ya no se podía pensar en una victoria fácil ni en el consiguiente alivio generalizado para la población. El 19 de agosto, tras una visita al cuartel de la Guarida del Lobo del Führer, Joseph Goebbels comentó sobre el estado de Hitler que «la excitación y la tensión nerviosa vividas en las últimas cuatro semanas le han afectado profundamente».254 Envuelto una maraña de decisiones de toda índole difíciles de tomar, Hitler cesó abruptamente los asesinatos de enfermos mentales. La orden, que cogió desprevenidos a los actores de la T4, se dictó el 23 de agosto y entró en vigor al día siguiente. Hitler y sus consejeros más cercanos no tomaron la decisión porque la cifra de homicidios prevista en octubre de 1939 ya se hubiera alcanzado —incluso se había multiplicado—, sino que fue más bien una respuesta a la situación política y militar del momento.255 Actuaban por impulsos. Entendían el cese de la Acción T4 como un acto de desahogo temporal y, en la súbita decisión, se dejaron llevar por razones de política real.256
Previamente, el obispo de Münster, Clemens August Graf von Galen, había situado la práctica eutanásica en el punto de mira de tres de sus sermones: «¡Planea en general la sospecha, casi certeza, de que muchas muertes inesperadas de enfermos mentales no son espontáneas, sino causadas intencionadamente; de que detrás está esa teoría que sostiene que se puede exterminar la llamada “vida indigna de ser vivida”, o sea, matar a personas inocentes pensando que sus vidas ya no sirven a la nación y al Estado, una teoría horrible que pretende justificar el asesinato de inocentes, que legaliza la matanza violenta de impedidos que ya no pueden trabajar, lisiados, enfermos incurables y ancianos caducos!».257
En aquellos días acababa de empezar la deportación de pacientes de Westfalia. Podría haberse tratado de una mera coincidencia, pero es posible que los planificadores de la Acción T4 hubieran aplazado hasta el límite los asesinatos de enfermos mentales de esta región para evitar el riesgo de protestas, ya que la resistencia pública había puesto en peligro el programa homicida. Sea como fuere, Galen habló en sus sermones del incipiente asesinato en masa en Westfalia, citó el ejemplo de un campesino mentalmente enfermo («os puedo decir también su nombre») e imaginó lo que podría pasar en breve a los soldados o víctimas de accidentes que sufrieran heridas cerebrales.
Galen no estaba revelando ningún secreto de Estado. Ciertamente, puso en evidencia a los dirigentes nazis, pero también enfrentó a los ciudadanos alemanes con una deriva asesina reprimida por muchos y a menudo completamente ignorada. Y eso era una novedad. Nadie lo había hecho antes. Galen echó luz sobre determinadas conductas y actuaciones que solo eran soportables en la penumbra del secretismo. Precisamente por ello, los dirigentes políticos interrumpieron la acción eutanásica y, después, la transformaron de raíz. Después de las prédicas del obispo, considerado en gran medida un hombre de principios firmes, los familiares de los tutelados —daba igual si eran indiferentes, crueles o si estaban desbordados por la situación— ya no podían seguir convenciéndose a sí mismos de que no sabían nada. Con la fuerza de sus palabras, Galen había hecho tambalear las bases de aquella invitación a la ignorancia, inherente desde el principio a la Acción T4, que se había convertido en una ayuda apenas notada por los familiares. El profesor y periodista Victor Klemperer reproduce en su diario, en la entrada del día 22 de agosto, la reacción de una conocida (cristiana) suya, la señora Paul, en un momento de desesperación causado por la demencia senil de su madre de 98 años: «No puedo llevarla a ningún hospital porque la matan». Lacónico, Klemperer añade: «Ahora todo el mundo habla de que en los establecimientos psiquiátricos se mata a enfermos mentales».258
Galen pronunció el último y más importante de sus tres sermones el 3 de agosto. Dos días después, Goebbels no exigió, por ejemplo, la cabeza del obispo, sino que, en sintonía con Hitler, pidió atemperar, primero, la campaña contra el tabaco y, después, la propaganda contra la Iglesia porque, según él, en aquel momento no era aconsejable «desarrollar problemas que no sean vitales para la existencia de la nación alemana en guerra». No públicamente, sino en su diario, Goebbels maldijo la aparición de Galen diciendo que era «un crimen sobre el que la fiscalía del Estado debe actuar». Sin embargo, añadía, había que esperar, porque tal escarmiento «no sería soportable en este momento». Al día siguiente volvió a ocuparse de las consecuencias psicológicas que los sermones tuvieron sobre las masas y escribió de nuevo acerca de las conclusiones que había que extraer de todo aquello: «Debo preguntar al Führer si desea en este momento un debate público sobre el problema de la eutanasia. (...) Yo, por lo menos en el momento presente, estoy en contra. Este tipo de debates solo encendería los ánimos. Es completamente inadecuado en este periodo crítico de la guerra. Por ahora es necesario mantener alejado de la población cualquier material inflamable. La gente está tan ocupada con los problemas de la guerra que añadir otro más causaría alteración y peleas».259
En el trasfondo estaban las dificultades de las tropas alemanas en la guerra contra la Unión Soviética. El 1 de agosto, Goebbels había anotado que los bolcheviques ofrecían «mucha más resistencia de la esperada». El 4 de agosto, el Sicherheitsdienst informó de que la prolongada «espera de noticias frescas sobre nuevas grandes victorias en el frente oriental» causaba «un descenso del estado de ánimo ilusionado» de la población, que incluso pensaba que el Ejército Rojo había «conseguido detener ampliamente el avance alemán». El 11 de agosto, el jefe del Estado Mayor del ejército de tierra alemán admitió cabizbajo que había subestimado al enemigo.260 El 18 de agosto, Hitler se mostró «muy disgustado» porque le habían engañado acerca del potencial de los bolcheviques. «Sufrió mucho por ello. Se trataba de una crisis grave», escribió Goebbels para resumir el estado de su Führer.261
La situación militar también cambió en el frente occidental. A partir del 1 de julio, la Royal Air Force llevó a cabo ataques aéreos sistemáticos sobre zonas pobladas para arruinar a los alemanes su antojo bélico. Como los aviones solo tenían autonomía para llegar a las regiones occidentales de Alemania, las bombas afectaron sobre todo a la población —principalmente católica— de Renania y Westfalia, de cuya lealtad la dirección nazi no estaba de todos modos segura. Los ataques aéreos se dirigieron contra ciudades como Colonia, Aquisgrán, Krefeld, Rheydt, Mönchengladbach y, también, Münster. Los bombardeos provocaron enormes «derrotas anímicas», documentadas periódicamente por el Sicherheitsdienst, que cristalizaron en una escasa ayuda médica para los heridos. Como Hitler y sus consejeros acostumbraban a ser receptivos a este tipo de noticias, decidieron habilitar más hospitales auxiliares. Para este fin solamente pensaron en los establecimientos de curación y cuidados. Había, pues, que vaciarlos, pero a riesgo de poner a prueba la resquebrajada confianza de la población.
El 6 de julio de 1941, algo más de dos semanas después del inicio de la guerra contra la Unión Soviética, los obispos católicos procedieron a dar lectura de una carta pastoral conjunta desde todos los púlpitos del Reich. «Nunca, bajo ninguna circunstancia, puede el hombre matar a un inocente fuera del marco de la guerra y de la legítima defensa.» Esta era la frase central del escrito, pero para Galen era demasiado cautelosa y, por ello, explicó alto y claro a su parroquia lo que se quería decir con ella: «Desde hace algunos meses llegan noticias de que a los tutelados que llevan tiempo enfermos y posiblemente sean incurables los apartan a la fuerza de los establecimientos de curación y cuidados para enfermos mentales por mandato de Berlín. Poco después, regularmente, a los familiares se les informa de que el enfermo ha fallecido, que el cadáver ha sido incinerado y que pueden pasar a recoger las cenizas». Indirectamente, Galen estaba apelando a la conciencia de los familiares.
Pocos días después, los bombarderos británicos lanzaron dos grandes ataques aéreos sobre Münster. «Estos continuos ataques sobre una ciudad que, también por su postura clerical, es algo propensa a las agresiones», comentó Goebbels al respecto, «tienen localmente un efecto desagradable. No se puede ignorar que el enemigo, por supuesto, también es consciente de que una ciudad como Münster es más propensa a una derrota en el frente moral.»262 En la misa celebrada el domingo siguiente, Galen volvió a tomar la palabra y se refirió a la «horrible devastación» de la ciudad, pero no habló del —en la jerga propagandística— cobarde terror aéreo, sino que explicó «el sentido» de aquella «prueba divina». Para Galen, era una demostración de «cómo Dios nos busca para llevarnos con Él. Dios quiere llevarse a Münster entera con Él». Cuando Galen pronunció el 3 de agosto su tercer sermón sobre la eutanasia, calificó la desaparición de pacientes de los establecimientos de «rotundo homicidio» e informó detalladamente de las prácticas de la Acción T4, entre ellas, la siguiente: «Sé de fuentes fidedignas que ahora, también en los establecimientos de curación y cuidados de la provincia de Westfalia, se están elaborando listas de aquellos tutelados que, como supuestos camaradas nacionales improductivos, deben ser evacuados y asesinados en breve».
Después, el obispo habló del castigo divino que la ciudad tuvo que sufrir porque en su seno se estaba contraviniendo la ley del Señor de manera indecente. Por ello, según Galen, «el justo Dios» impondría a la ciudad más castigos severos, unos castigos que «debe imponer e impondrá sobre todos aquellos que no quieren lo que Él quiere». Con la visión de la ciudad de Münster prácticamente arrasada por las bombas y el horror de los ataques todavía fresco en la memoria, Galen citó las palabras con las que Jesús lloró el castigo divino que tuvo que sufrir Jerusalén porque nadie había impedido que los comerciantes, idólatras y sacrílegos tomaran posesión del sanctasanctórum, del Templo: «Mira, vendrán días sobre ti en que tus enemigos te pisotearán a ti y a tus hijos, en que no dejarán en ti piedra sobre piedra porque no has reconocido el día de tu prueba divina».
Galen no solo predicó sobre los pérfidos asesinatos dirigidos por el Estado y cometidos sobre seres humanos necesitados de ayuda, sino que también valoró el revés militar, la destrucción de su ciudad episcopal, como una justa respuesta divina a los amos del país abandonados por el temor de Dios. De esta manera, por un momento, puso a los dirigentes del régimen entre la espada y la pared.

 

El siguiente documento se refiere al 24 de agosto, día de la interrupción de la acción eutanásica. Fue enviado en forma de circular interna del NSDAP a los altos dirigentes del partido y lleva la firma de Karl Brandt, autorizado por Hitler en 1939 para ejecutar los asesinatos en masa: «A causa de la necesidad surgida, el Führer ha ordenado el 24 de agosto de 1941 que, para determinadas ciudades amenazadas de ataques aéreos, se deberán crear o equipar edificios destinados a sustituir los hospitales dañados. (...) Estas instalaciones adicionales deberán, por lo tanto, estar unidas a establecimientos de curación y cuidados y similares que estén ubicados en un emplazamiento topográficamente propicio y alejados de determinadas ciudades amenazadas de ataques aéreos. (...) Así, el objetivo de estas medidas es, por ahora, mantener hospitales en situación de seguridad antiaérea para determinadas ciudades, pero también utilizar establecimientos ya existentes como base para las ampliaciones en forma de barracones destinadas a ahorrar instalaciones sanitarias y técnicas difíciles de conseguir ahora. Los nuevos hospitales servirán para la convalecencia principalmente de niños, además de la población enferma usual, y ofrecerán a mujeres embarazadas una estancia tranquila durante el parto».
Me temo que las «ampliaciones en forma de barracones» no estaban originalmente previstas. Lo que sí estaba planeado tres semanas antes de la interrupción del 24 de agosto era el traslado rápido a las cámaras de gas de miles de pacientes enfermos mentales que vivían en los establecimientos requeridos entonces como hospitales auxiliares. Solo la impresión causada por los sermones de Galen pudo obligar a Hitler, a sus consejeros y Gauleiter a buscar otra solución. Y la construcción de barracones tampoco podía realizarse de la noche a la mañana. Así, había que trasladar provisionalmente a los pacientes enfermos mentales. Debido a ello, la circular de Brandt proseguía así: «La facilitación de esta clase de establecimientos se lleva a cabo de acuerdo con el comisario especial del Ministerio de Interior del Reich (Dr. Linden). Los costes de traslado de pacientes para la desocupación de dichos establecimientos correrán a cargo del Reich, hasta su posterior abono, a través de la Sociedad de Utilidad Pública Transport GmbH Berlin (Gekrat)». En lo sucesivo, le correspondería a Herbert Linden determinar qué establecimientos había que vaciar para las víctimas de la guerra aérea, para lo cual utilizaría la experimentada Gekrat, es decir, la sección de transportes de la Acción T4.
Sin embargo, por deseo de Hitler, los tutelados ya no debían ser evacuados a las cámaras de gas, sino que el traslado tenía que consistir realmente en un cambio de ubicación. Como no tenían claro que la decisión fuera creíble, los señores del cuartel general del Führer —como mínimo Hitler, Brandt, Bormann y Todt, según los documentos— acordaron el siguiente procedimiento, redactado en un tono insólitamente moderado, casi arrepentido:
«A causa del traslado de pacientes de establecimientos de curación y cuidados a otros sanatorios, esta medida adecuada despertará una cierta intranquilidad en determinados círculos de la población. Pero como los pacientes solo cambian de ubicación mientras dure la guerra, sus familiares también serán previamente informados de su paradero. También se permitirá que los pacientes puedan seguir recibiendo un número conveniente de visitas. En estos casos, los gastos de desplazamiento correspondientes correrán a cargo del Reich.» De esta manera, Hitler, Brandt, Goebbels y los Gauleiter de las regiones del noroeste de Alemania esperaban «rebajar la ya existente intranquilidad y acallar rumores, ya que la opinión pública podrá participar en el control de las medidas citadas anteriormente».263 Ahora también había que hacer participar a los dirigentes del NSDAP responsables en las regiones: «Se sobreentiende que las medidas», citaba Brandt en un resumen, «se toman de acuerdo y en continuo contacto con los Gauleiter».264 Esta frase contenía una clara crítica al tozudo procedimiento de economía planificada de la Acción T4. Hitler y sus consejeros más próximos exigieron flexibilidad a la hora de tener en cuenta las demandas y estados de ánimo locales.
Los dos escritos de Brandt demuestran que el obispo Galen había impedido que los dirigentes políticos utilizaran los asesinatos en masa para organizar la ayuda médica súbitamente necesaria para las víctimas de los bombardeos. Lo mismo se deduce del diario de Goebbels. Ambas fuentes permiten esbozar los motivos que llevaron a Hitler a prohibir, el 23 y 24 de agosto de 1941, el asesinato en masa de pacientes alemanes.
Alfred Meyer, Gauleiter de Westfalia, intervino seis días antes del 24 de agosto ante el consejero de Hitler Martin Bormann y planteó «si hay que seguir llevando a cabo la acción (T4), o bien, en vista de la actual situación en Münster y Westfalia, no es mejor interrumpirla». Políticamente, Meyer solo veía dos alternativas: «Como he oído del camarada de partido B. (probablemente, Brandt o Bouhler), lo mejor es seguir ejecutando la acción (T4). Y también lo consideraría adecuado si el obispo de Münster estuviera detenido; de lo contrario, es de temer que vuelva a agitar los ánimos en el futuro en lo referente a la acción (T4). Solicito tomar una decisión también a este respecto».265 Por lo visto, esta decisión ya se había puesto sobre la mesa, ya que el 13 de agosto Bormann había comentado cuál habría sido la presumible respuesta de Hitler al caso Galen: «Seguramente aplicaría la pena de muerte, pero teniendo en cuenta las circunstancias de la guerra, el Führer probablemente no ordenará esta medida».266
El 22 de agosto, Meyer habló en Berlín con Goebbels, quien se mostró a favor de manejar el problema de la Iglesia provisionalmente con cautela, pero «resolverlo de un plumazo cuando acabe la guerra». Al día siguiente, Goebbels dictó un párrafo sobre la conversación con Meyer para su diario político, donde reflejó un pensamiento acerca de la Acción T4, o sea, sobre la causa del problema con Galen: «Quizás no se puede valorar de momento si ha sido acertado o no retomar la cuestión de la eutanasia en la dimensión con que se ha hecho en los últimos meses». El autor del diario defendía los asesinatos como un planteamiento acertado, pero consideraba que era momento de «evitar el conflicto», porque faltaban «el tiempo y el nervio necesarios» para aguantarlo hasta el final. Goebbels concluye: «En cualquier caso, podemos estar todos contentos si la acción (eutanásica) relacionada con este conflicto llega a su fin». Es decir, el 23 de agosto Goebbels ya veía el cese de la eutanasia como un hecho. Poco antes, el 19 de agosto, Hitler le había pedido que fuera a verlo a la Guarida del Lobo para discutir con él «una serie de cuestiones políticas y propagandísticas». Poco se sabe del contenido de esta conversación, solo que ambos estuvieron hablando de muy buen humor hasta las 2 de la madrugada. A la mañana siguiente, Goebbels resumió que Hitler quería «mantener la calma en el interior» y limitar «a un mínimo los lastres de la guerra, también los de índole psicológica, para la amplia masa de la población».267

 

Hitler, Goebbels, Bormann y Meyer, el Gauleiter responsable de la ciudad de Münster, reaccionaron políticamente a un delicado descenso del estado de ánimo general. Una serie de estudios que realicé con alumnos de la Universidad de Frankfurt en 2005 y 2006 demuestran lo perjudicada que se vio la fe en la sabiduría del Führer. Según estas investigaciones, las cifras de popularidad de Hitler se hundieron en el tercer trimestre de 1941, o sea, al comienzo de la guerra contra la Unión Soviética. Uno de los indicadores que utilizamos fueron las esquelas de los soldados caídos. Hicimos un recuento de las veces que los familiares de los difuntos empleaban la fórmula tradicional de «Caído por el Pueblo y la Patria» o bien la tríada en sintonía con el nazismo «Caído por el Führer, el Pueblo y la Patria». De junio a septiembre de 1941, en el diario del NSDAP Frankfurter Volksblatt solo un 50 por 100 de los familiares rindieron honor a Hitler en las esquelas, mientras que antes había sido el 90 por 100. En el Frankfurter Zeitung, periódico independiente del partido nazi, la cuota del Führer en los obituarios había sido al principio del 40 por 100, pero en el cuarto trimestre de 1941 cayó al 20 por 100.268
Es erróneo pensar, como se hace en ocasiones, que los alemanes no percibieron ningún cambio de rumbo en la guerra hasta la derrota de Stalingrado.269 Ya antes, al comenzar la campaña rusa, casi todos sabían que les habían metido en una empresa sangrienta de alto riesgo. Su lealtad se desvaneció y los dirigentes políticos reaccionaron de muchas maneras. En el contexto de este libro nos importa solo un aspecto, a saber, que Hitler prohibió las deportaciones masivas de enfermos mentales alemanes a las cámaras de gas para mantener la calma interior. El motivo de la prohibición lo había generado Clemens August Graf von Galen, y lo pudo hacer porque intervino en una situación doblemente precaria desde el punto de vista militar. Durante diecinueve meses, el «pueblo soberano» había tolerado el procedimiento de la Acción T4 «amparado en el secreto profesional» y preferido en el dictamen de Theo Morell por motivos psicológicos. Las protestas fueron aisladas, individuales y no llegaron a la opinión pública. Y los rumores que la gente podía considerar habladurías horribles o medias verdades y no tenía por qué creer, fueron transformados por el obispo Galen en hechos indudables que no había que ignorar.
EL COMISARIO DEL REICH PARA LOS ESTABLECIMIENTOS DE CURACIÓN Y CUIDADOS

 

La «ley de muerte asistida para enfermos incurables», proyectada en 1940 pero no publicada, también contemplaba la gestión centralizada del sistema de establecimientos psiquiátricos formado por entidades caritativas, locales, privadas y provinciales. La institución prevista para este fin fue bautizada como Comisario del Reich para los Establecimientos de Curación y Cuidados. En el artículo tercero, los autores del texto legal establecieron los fundamentos jurídicos, asignaron el organismo de nueva creación al Ministerio de Interior del Reich y lo dotaron de amplias competencias.
El comisario del Reich debía nombrar a los médicos ejecutores —denominados así en el proyecto de ley—, es decir, aquellos facultativos que debían dirigir la actividad mortífera en las cámaras de gas. Max de Crinis, que participó en la redacción del esbozo legal, propuso que los enfermos mentales solo pudieran ser dados de alta «en general» con el consentimiento del comisario del Reich. El «médico ejecutor» ya en activo Irmfried Eberl sugirió que todos los tutelados que se hallaran en un establecimiento «durante más de tres años» fueran notificados automáticamente al comisario del Reich. Seguidamente, el comisario debía nombrar un experto y —siempre que este recomendara un «acortamiento de la vida» del enfermo inscrito— remitir el caso a otros tres expertos, quienes a su vez debían determinar por separado «si se aplica o no la ley al enfermo en cuestión». A continuación, el comisario del Reich debía tomar «la decisión definitiva» y, en caso de respuesta afirmativa, ingresar al paciente en uno de los establecimientos a su cargo, «donde tiene lugar la extinción de la vida de la persona a la que se aplica la ley».270
La ley de muerte asistida y la creación del Comisario del Reich para los Establecimientos de Curación y Cuidados fueron discutidas como elementos de un mismo proyecto. En la literatura especializada se dice en ocasiones que la ley nunca entró en vigor, pero esto solo es cierto para la parte del contenido.271 De hecho, el comisario del Reich fue oficialmente entronizado el 23 de octubre de 1941 y el decreto correspondiente se publicó en el Boletín Oficial del Reich cuatro días después.272 De esta manera, dos meses después del cese de los asesinatos en masa no regulados legalmente, el gobierno alemán publicaba la parte organizativa de la ley de eutanasia. Es decir, por un lado, los asesinatos en masa se interrumpieron, pero, al mismo tiempo, se legalizaba formalmente el aparato creado para el homicidio. Tras una introducción general, el decreto decía lo siguiente: el ministro de Interior de Reich nombra al Comisario del Reich, responsable de todos los establecimientos dedicados «al internamiento y asistencia, aunque solo sea parcialmente, de enfermos mentales, dementes, epilépticos y psicópatas». El artículo segundo contenía un concepto importante, ya corriente para muchos desde hacía tiempo, tras el cual se había escondido la actividad de la Acción T4 desde hacía casi dos años: las tareas «de economía planificada». Además, el decreto presentaba públicamente como institución legal el organismo que hasta entonces había actuado camufladamente: el Grupo de Trabajo del Reich para Establecimientos de Curación y Cuidados, es decir, la Acción T4. Otro artículo regulaba la relación entre el Comisario del Reich y el Grupo de Trabajo de Reich (Acción T4), según el cual en lo sucesivo se aplicaba lo siguiente: «El Comisario del Reich para los Establecimientos de Curación y Cuidados debe desempeñar tareas de economía planificada en el ámbito de los establecimientos de curación y cuidados. Actúa a las órdenes del ministro de Interior del Reich y está autorizado para tomar las decisiones necesarias de acuerdo con el director del Grupo de Trabajo del Reich para los Establecimientos de Curación y Cuidados».
A partir de este momento, el Ministerio de Interior del Reich llevó las riendas. Si hasta entonces había actuado como autoridad auxiliar de la Acción T4 y de la Cancillería del Reich, ahora las funciones y los pesos específicos se desplazaban claramente. Al poco tiempo, la hoja oficial de la administración interior publicaba como titular del cargo un nombre que desde hacía tiempo había estado estrechamente vinculado a la práctica asesina: Su Excelencia el ministro de Interior nombraba «al consejero ministerial del Ministerio de Interior del Reich, Dr. Med. Herbert Linden, Comisario del Reich para los Establecimientos de Curación y Cuidados.273
Al poco tiempo, mientras el poder de Linden aumentaba, 92 avezados homicidas empleados en la Acción T4 fueron destinados a las nuevas tareas de construcción y puesta en marcha de los campos de exterminio de Belzec, Sobibor y Treblinka.274 Poco a poco, Linden fue transformando los restantes organismos especiales de la calle Tiergarten 4 en un apéndice burocrático y ejecutivo del comisario del Reich. Así, por ejemplo, el encargado de personal de la Acción T4 Arnold Oels declaró posteriormente: «No teníamos la impresión de pertenecer a un departamento del partido, sino más bien a una subsección del Ministerio de Interior del Reich». En lo sucesivo, un hombre como Nitsche, que tras la dimisión de Heyde en noviembre de 1941 se había convertido en el único director médico de la Acción T4 (Grupo de Trabajo del Reich), debería dirigirse a Linden en los casos difíciles y esperar su decisión.
Herbert Linden fue un protagonista relevante de los asesinatos por eutanasia, pero su figura apenas ha sido descrita y explicada hasta hoy. Dietrich Allers, al cargo de la gerencia de la Acción T4 desde 1941, lo definió como «un hombre muy cerrado». Según una madre vienesa que fue a pedirle explicaciones a su despacho en la calle Schadow de Berlín, Linden era «bajo y poco llamativo, pero enormemente amable». Hans-Joachim Becker, de la Oficina de Compensación Central de la Acción T4 y primo de Hanna, la esposa de Linden, explicó que, durante una visita vespertina a casa de su prima, encontró al marido de esta revisando pliegos de inscripción. «Le pregunté por qué estaba trabajando todavía a esas horas y me respondió: “Tengo que hacerlo también para vuestra asociación.”» Según Becker, Linden repasaba los pliegos «con soltura, uno tras otro», y realizaba anotaciones en ellos. A la pregunta de Becker sobre por qué él, que era un funcionario del Ministerio de Interior del Reich, tenía algo que ver con aquellos cuestionarios, Linden respondió: «Mi nombre también debe constar por escrito».275 Esto demuestra que Linden, tal como preveía la ley de muerte asistida, ejerció de experto jefe para determinados grupos de pacientes al menos durante un tiempo.
Cuando Linden asumió en otoño de 1941 su nueva función, todavía no estaba clara la medida en la que se debía seguir practicando el asesinato de enfermos mentales y personas discapacitadas. Al fin y al cabo, Hitler no tenía la intención de cesar definitivamente la acción cuando promulgó la orden de interrupción del 23/24 de agosto. Así, en la cámara de gas de Hartheim todavía fueron asesinados hasta el final de la guerra muchos miles de presos, procedentes sobre todo del campo de concentración vecino de Mauthausen. Este episodio se desarrolló en parte bajo la abreviatura burocrática de «Acción 14f13». Crímenes similares, aunque en una medida mucho menor, también tuvieron lugar en Bernburg y Pirna. En cualquier caso, la orden de Hitler no afectó al homicidio de niños discapacitados organizado por el Comité del Reich. Al contrario: los responsables del Comité fundaron entonces en más de veinte localidades las llamadas Unidades Especializadas de Pediatría y elevaron el límite de edad de las víctimas a ocho años, después a catorce y, finalmente, a diecisiete. Dicho límite llegó en ocasiones a superarse en virtud del flexible concepto de «edad de crecimiento».276
Además, salta a la vista que la Acción T4 no se disolvió, sino que su figura jurídica fue incluso legalmente legitimada (Grupo de Trabajo del Reich para los Establecimientos de Curación y Cuidados). Sin duda, muchos médicos, altos funcionarios de Salud Pública y partidarios oficiales de la eutanasia lo entendieron como una indicación de que los asesinatos centralmente organizados se retomarían en breve. Numerosos comentarios en los informes de las comisiones de planificación demuestran hasta qué punto más de uno apostó porque así fuera. A partir del otoño de 1941, estas comisiones se dedicaron a recorrer y evaluar las clínicas psiquiátricas de Alemania por orden del comisario del Reich y la Acción T4.
En varios de estos informes, sus autores contaron con el asesinato de muchos miles más de enfermos para conseguir una asistencia psiquiátrica reformada y terapéuticamente más eficaz. En Baviera, los miembros de una comisión tasaron en 30.000 la cifra de enfermos mentales residentes en establecimientos psiquiátricos tras los asesinatos en masa, cuando la cantidad prevista había sido de 14.000. La conclusión que de ello extrajo el experto Robert Müller fue que el problema «solo se puede solucionar con la ayuda de la acción (T4) o de una ley de eutanasia», ya que los requisitos de partida se habían fijado el año anterior «bajo la hipótesis de una continuidad de la acción». En consecuencia, el uso de los establecimientos para otros fines presuponía que «la acción continúa». En el resumen de un viaje de inspección por el Gau de Gdansk-Prusia occidental, el mismo planificador se quejó en el sentido inverso. La cifra de camas necesarias había descendido allí un 60 por 100 en 1943: «Aquí, como en otras regiones, el nivel mínimo de enfermos después de la acción nunca puede servir de base para una planificación futura». De forma similar, pero otra vez con referencia a la necesidad de futuros asesinatos, argumentó Müller lo siguiente en el caso de Pomerania: «Desgraciadamente, el cierre de establecimientos causado por el provisional mínimo en el número de enfermos (acción [T4]) no permite disminuir la morbilidad de la población». Según Müller, si antes de la guerra había en Pomerania 7.000 camas, pero según las nuevas previsiones se necesitaban solamente 4.800, la cifra era «demasiado baja y solo se puede mantener con la esperanza puesta en ciertas repercusiones legales».277 Se estaba refiriendo a la parte práctica de la ley de eutanasia que seguía descansando en un cajón.
Linden concentró primero su trabajo en los edificios de los establecimientos todavía disponibles para fines médicos y en la futura estructura de la psiquiatría alemana. Para ello se sirvió de un departamento de planificación que se había fundado en la primavera de 1941 bajo la dirección de la Acción T4. Herbert Becker, un hombre que se había dedicado a la medicina escolar y deportiva en Leipzig y había pertenecido al «círculo del profesor Nitsche» en dicha ciudad, dirigió la planificación hasta la suspensión de la misma en el invierno de 1943 a 1944.278 Desde octubre de 1941, este departamento dependió del comisario del Reich y Linden acordó lo siguiente con los señores de la Acción T4 que ahora le asistían: «Desde el punto de vista puramente técnico, el trabajo se desarrollará de tal manera que las comisiones de planificación permanecerán en la sede de la calle Tiergarten y solamente se trasladará al Ministerio de Interior un hombre, que todavía está por determinar, y una secretaria».279

 

Para esta parte de sus tareas, Linden nombró al experimentado funcionario administrativo Ludwig Trieb, quien antes y después de la guerra ejerció de director administrativo del establecimiento de curación y cuidados de Günzburg, considerado una institución modélica por la elevada racionalización de su estructura administrativa.280 Las previsiones anunciadas por el comisario del Reich para la futura asistencia psiquiátrica fueron al principio de 1.500 camas por millón de habitantes. Ello significaba, en comparación con 1939, un retroceso del 60 por 100. Pero como solo se había asesinado al 25 por 100 de los tutelados en establecimientos psiquiátricos, los planificadores, pensando en una eventual implementación de su programa, tuvieron que acortar considerablemente la duración de las estancias de los pacientes en los establecimientos y, al mismo tiempo, incluir en sus cálculos más asesinatos en masa. Como solución provisional, Linden aumentó la previsión en enero de 1942 a 2.000 plazas por millón de habitantes.281
Una estadística de las camas de establecimientos psiquiátricos que se destinaron «a otros usos» hasta el verano de 1943 demuestra cómo las personas consideradas inferiores tuvieron que hacer sitio a las consideradas superiores: más de 6.300 plazas de sanatorio correspondientes a pacientes asesinados redundaron hasta el verano de 1942 en beneficio de la organización Madre e Hijo (Mutter und Kind) de ayuda a embarazadas y madres jóvenes arias; unas escasas 5.000 camas fueron puestas a disposición de enfermos o heridos corporales en el noroeste de Alemania; 4.600 camas estaban destinadas al asilamiento de «tuberculosos abiertos asociales», una cifra que, según el informe, «no cubre, ni con mucho, las necesidades». Ochocientas camas estaban adjudicadas a las instituciones de educación correccional, también esto solo al principio. En lo sucesivo, otros edificios se debían destinar, «mediante la evacuación de enfermos mentales jóvenes y de mediana edad», a los siguientes usos: los políticos locales querían crear «plazas destinadas a gente mayor» y, así, «tener libres para matrimonios jóvenes las viviendas ocupadas» hasta entonces por ancianos. No pocos establecimientos psiquiátricos y residencias fueron transformados en centros educativos, especialmente en Escuelas Adolf Hitler e Institutos Nacional-Políticos de Educación, o en los cada vez más necesarios alojamientos para niños alemanes reubicados a consecuencia de la guerra aérea.282
Todo esto formaba parte de las tareas de Ludwig Trieb, quien posteriormente afirmó que nunca había tenido nada que ver con la faceta criminal de la Acción T4. Sin embargo, no sin motivo, Nitsche escribió a Blankenburg en la cancillería del Führer para decirle que debía incluir a los señores Allers y Trieb en una reunión sobre la cuestión de la eutanasia.283 Muy al estilo de la Acción T4, Trieb opinaba en su primer dictamen que en la casa de trabajo de Rummelsburg, en Berlín, había que «reducir adecuadamente» el grupo de discapacitados laborales y «preparar a los que queden para la realización de trabajos más elevados».284 Cuando, posteriormente, Trieb evaluó la Institución Von Bodelschwingh Bethel, comprobó satisfecho que, allí, a los enfermos que no trabajaban se los alimentaba claramente peor que a los que trabajaban, y a las mujeres peor que a los hombres: «Es decir, en Bethel se lleva a cabo desde hace mucho una práctica que en los establecimientos públicos todavía se discute intensamente».285
Los expertos que, por encargo de Trieb y Linden, pasaron pronto a inspeccionar también residencias más pequeñas, no escatimaron en indicaciones prácticas a la hora de redactar sus informes. En uno sobre la residencia de educación especial y cuidados de Mittweida, en Sajonia, se dice lo siguiente: «El jefe es el director (Carl) Wending, quien tiene una actitud muy positiva (ante la eutanasia). Los casos de demencia grave entre pacientes jóvenes son notificados desde allí regularmente o trasladados a los establecimientos cercanos». Sobre la residencia Schottenberg en Buchholz (Sajonia), el mismo experto comunicó lo siguiente: «La residencia causa una impresión realmente buena. Llama la atención la gran cantidad de residentes con patologías y deficiencias mentales (45 por 100). El jefe médico y el director habían propuesto el traslado de una cantidad de residentes enfermos mentales molestos a un establecimiento de curación y cuidados. Ambos han demostrado una total comprensión al respecto y próximamente solicitarán el traslado de 20 residentes a un establecimiento.» Sobre la residencia de ancianos del distrito de Auerbach en el Vogtland se informó de lo siguiente al Comisario del Reich: «Actualmente la dirige el inspector Kirchhoff. El jefe del distrito de Auerbach, Dr. Becker, ha limpiado previamente el centro de la mayoría de residentes con patologías y deficiencias mentales, y en el futuro solo se admitirán casos exclusivamente de edad avanzada.» Para la casa de cuidados municipal de Döbeln (Sajonia), el informante instó a que se enviara a la muerte a dos pacientes, una de ellas una «vieja abuelita de 74 años»: «He sugerido, a través del oficial médico de Döbeln, el Dr. (Erich) Brendel, el traslado de esta anciana y de un idiota particularmente molesto a un establecimiento de salud».286

 

Los informes citados sobre establecimientos sajones fueron elaborados por los expertos que se desplazaron en el otoño de 1942. Por lo visto, los entonces implicados en Sajonia ya partían del hecho de que los «idiotas particularmente molestos» dejarían de estorbar en los establecimientos de salud públicos. De hecho, Herbert Linden ya había propiciado el lento comienzo de la forma descentralizada de los asesinatos por eutanasia. Resulta reveladora para los antecedentes la carta con la que Linden se dirigió a principios de abril de 1942 a los altos funcionarios encargados de los manicomios y les instó a colocar en puestos de dirección a psiquiatras meritorios de la central y del círculo de expertos de la Acción T4. Como motivo de su petición, Linden adujo que «las medidas de economía planificada» —o sea, los asesinatos en masa con la ayuda de cámaras de gas— «no podían continuar debido a decisiones tomadas en instancias superiores».
Al colocar a médicos de confianza en puestos directivos de establecimientos psiquiátricos regionales, Linden tenía la intención de garantizar que la práctica homicida se desarrollara en el futuro de forma descentralizada. En su carta esbozó el camino a seguir: «Estoy seguro de que las medidas implementadas por el Grupo de Trabajo del Reich (Acción T4) se reavivarán en su debido momento y, entonces, quizás el tipo de implementación sea otro y, sobre todo, quizás sea necesario incluir un mayor número de establecimientos públicos de curación y cuidados en la ejecución de las medidas. Pero, precisamente por ello, la existencia de directores que aprueben incondicionalmente estas medidas será de extraordinaria importancia».287
Probablemente, las posibilidades que Linden barajaba se correspondían con intenciones ya concretadas e incipientes planes de medicina de catástrofes. Lo que todavía no se sabía con seguridad era cuándo y cómo se retomaría el homicidio. Con ello se corresponden perfectamente unas palabras escritas poco después por el director administrativo del establecimiento mortífero de Hadamar. En una carta redactada por dicho director el día 2 de mayo, es decir, más de cuatro semanas después de la circular de Linden, se dice que una pequeña cuestión técnica se podría decidir «en cuanto sepamos si tenemos que ceder próximamente a nuestro personal hasta la reanudación de la acción o concederle vacaciones por más tiempo».288 La decisión se tomó pronto —sin orden central para el procedimiento descentralizado— para transformar lentamente muchos establecimientos públicos de curación y cuidados en centros de muerte acelerada. Durante la segunda mitad de la guerra, alrededor de 100.000 personas cayeron víctimas de esta clase de homicidio en establecimientos de curación y cuidados alemanes y austriacos.289 En los capítulos «Ayuda para los heridos, muerte para los locos» y «Noticias desde los edificios de la muerte» hablo de estos asesinatos.
A pesar de todo, muchos psiquiatras que en los dos años y medio siguientes colaboraron en los asesinatos, siguieron fieles a las ideas reformistas y mantuvieron la esperanza en las útiles terapias modernas. Ejemplo de ello fueron los médicos del Comité del Reich. Nitsche insistía en que los manicomios ya no podían seguir siendo establecimientos de cuidados, sino que debían convertirse en «institutos de curación e investigación» destinados a liberar a la humanidad de la enfermedad mental que la tenía secuestrada.290 Uno de los asesinos médicos activos de la Acción T4, Gerhard Wischer, evaluó residencias municipales desde finales de 1942 a principios de 1943 y propuso una y otra vez el traslado de pacientes individuales a un establecimiento regional donde les esperaba la muerte segura. Pero, al mismo tiempo, también le exasperaban las condiciones inhumanas existentes en pequeñas residencias, centros de custodia y asilos de beneficencia, y lo decía en serio: «Pero es completamente insoportable que en residencias o establecimientos de cuidados sin ninguna dirección médica o especializada se haga entrar en “razón” a base de castigos disciplinarios y “métodos violentos” a enfermos mentales o dementes por sus desvaríos de origen psíquico».291
Un dictamen redactado en julio de 1942 por el Dr. Robert Müller, íntimo colaborador de Nitsche, da una idea de la visión que compartían estos médicos acerca de lo que debía ser una psiquiatría reformista nacionalsocialista moderna: «En el marco de una futura ley de eutanasia, ya no se podrán tener establecimientos que adquieran rápidamente la fama de centros mortíferos, es decir, lugares donde a los trasladados les espera la muerte. Uno de los requisitos fundamentales será que la eutanasia se lleve a cabo de la forma más discreta posible. (...) Estas instalaciones, así como, en general, las condiciones situacionales de los casos de eutanasia, no se pueden diferenciar de las instalaciones de asistencia médica actuales. Los decretos de eutanasia y su implementación se deben ejecutar completamente en el marco del resto de actividades habituales de una unidad. Así, la muerte del receptor de la eutanasia apenas se diferenciará, salvo contadas excepciones, de la muerte natural. Este es el objetivo al que debemos aspirar. (...) Así, en un futuro no debe haber ningún establecimiento de cuidados para casos de nivel inferior, sino solamente establecimientos de curación con las terapias más activas y trabajo científico —con posibilidad de eutanasia».292