Capítulo 18
Un helicóptero militar tipo Kamov KA-60 de transporte medio con los distintivos colores militares de camuflaje, verde olivo en dos distintos tonos, además del matizado café en forma de manchas, surcaba los cielos rusos a una velocidad crucero cercana a los 300 km/hora. Dentro del aparato, mejor conocido como Kasakta (orca en idioma ruso), viajaban los agentes británicos, acompañados siempre por el fiel Vasili, hombre de máxima confianza de Aleksandra Sokolova, y un par de militares más, el piloto y copiloto quienes en cabina operaban en forma rutinaria y sin novedad alguna el artefacto aéreo, cumpliendo únicamente la orden recibida de recoger a los especiales pasajeros en las afueras de Moscú y llevarlos de forma inmediata al aeropuerto Púlkovo-1 de la ciudad de San Petersburgo en donde ya los esperaba en un hangar especial la intranquila Sasha. Los pocos más de seiscientos kilómetros de distancia que existen entre las dos principales ciudades del gigantesco país serían devorados en tan sólo dos horas con quince minutos por el helicóptero, y si el viento actuaba a su favor quizá el tiempo se recortaría. Poco más de la mitad del recorrido se había cumplido, hasta ese momento los tres pasajeros habían permanecido casi en total silencio; si acaso Vasili les había ordenado abrocharse los cinturones de seguridad, les proporcionó un casco especial, y después únicamente se dedicó a mirarlos con una cara dura y seca. Sin expresar ninguna emoción se había sentado frente a ellos, de repente miraba durante uno o dos minutos fijamente a Jessica, después turnaba la fría mirada a Peter.
Por fin, la agente Sanders miró su reloj y después rompió el silencio dirigiéndose a su compañero:
—Según lo que nos informaron estaremos en menos de una hora en San Petersburgo.
Peter miró su propio reloj y le confirmó —Sí, ya llevamos un poco más de la mitad, ya casi llegamos.
Por la mente del agente cruzaban imágenes a toda prisa, tenía la imagen fresca del coronel Zavarov con el rostro inerte, si bien no había llegado a tener una íntima amistad con el recién fallecido, no dejaba de ser perturbadora la trágica escena de la muerte del coronel. Parpadeó en tres ocasiones como tratando de eliminar ese reciente recuerdo, y de inmediato su mente se llenó con el recuerdo de Sasha. Todo lo sucedido en la últimas horas habían sido, hasta cierto punto, una tregua en su roto corazón, pues la mujer que amaba lo había traicionado. Imaginó por un instante a Aleksandra en brazos de otro hombre y se llenó de celos, de rabia « ¿Será posible que ella me haya traicionado con otro hombre?... No, no puede ser, ella no es así, seguro que no… Pero… pero sí ella misma me lo confesó». —se preguntaba y se contestaba él mismo en una imaginaria conversación—. Aquel amor que había llenado de ilusiones gran parte de su juventud se estaba esfumando, no identificaba en ese momento qué sentía por la mujer rusa, ¿le guardaba rencor?, ¿qué reacción tendrían ambos en tan sólo unos minutos, cuando se reencontraran nuevamente? «Preferiría no verla más, quisiera que este maldito helicóptero llegara hasta Londres de una buena vez…» —pensó con gran nostalgia, acompañada ésta de un toque de rabia, mientras empuñaba su mano derecha—, pero inmediatamente reculó en su visceral recuerdo, cambió la imagen de esa mujer, y recordó lo cálido de sus besos apenas dos días antes, su rostro se iluminó al llenarse con el recuerdo de la mirada tierna y pasional de su novia, o acaso ¿exnovia? Qué importaba eso ahorita, casi podía sentirla en ese mismo momento, podría palpar el aroma mezcla de la piel y el perfume que llevaba ella… «No, noo, quítate ya de mi mente, tú ya escogiste vivir con otro hombre, yo estoy fuera de tu vida para siempre Aleksandra Sokolova.» —nuevamente sus dudas lo invadieron.
Jessica, quien iba sentada a la izquierda de él, lo miró de reojo, parecía adivinar los pensamientos de su compañero, podía percibir las dudas que tenía, una vez más, recurriendo a su instinto femenino, percibió que entre Peter y Sasha había algún tipo de desencuentro. Lo notó desde la noche anterior en su viaje a Moscú por tren, Peter ya no fue el mismo, algo había ocurrido entre ellos en su último encuentro, «¿Qué sucedió?» —pensó con gran curiosidad mórbida—. De repente, como si hubiese querido alimentar ese ambiente de dudas en la mente de Peter, sin más, deslizó su propia mano derecha hasta encontrarse con la de él, la tomó, la acarició firmemente en un par de ocasiones, y finalmente la entrelazó, de inmediato buscó la mirada masculina, con la intención de recordarle «Aquí estoy yo también, aquí está esta mujer quien te ama, quien no te fallará, quien te amará toda la vida». El pensativo hombre percibió la insinuadora mirada, y como si pudiera ver a través de esos ojos brillantes y chispeantes, devolvió el gesto con una cómplice mueca, parecía que había captado el mensaje, ambos, sin decir una sola palabra estaban intercambiando señales, el lenguaje corporal estaba hablando por los dos. El corazón de ella latía a gran velocidad, sintió una ola de escalofríos que recorrió todo su cuerpo al advertir la mirada penetrante, una ola que se estrelló contra las rocas apenas escuchó a Vasili, quien interrumpió de manera inoportuna:
—Aleksandra Sokolova debe estar ya muy ansiosa esperándonos en el aeropuerto, en especial a usted… agente Peter Murray —aseguró mientras atestiguó cómo de inmediato las manos de los británicos se separaron. Parecía como si el propio Vasili le estuviera recordando que Sasha era su pareja sentimental, finalmente agregó—, en cinco minutos estaremos avistando ya el aeropuerto, su avión deberá estar siendo ya preparado para su inmediato regreso a Londres.
—Sí, sólo que antes debo… o debemos intercambiar algunas impresiones con Sasha —respondió Peter con firmeza—, así que el avión deberá esperar el tiempo que sea necesario.
—Eso lo decidirá mi superior… —Vasili respondió alzando la voz al mismo tiempo que endurecía su rostro y apretaba la quijada.
—Entonces dejemos que ella lo decida pues… —intervino Jessica con sarcasmo, ante la mirada evasiva de Vasili, quien giró la cabeza al vacío, pareciendo indiferente al comentario de la dama.
Apenas unos minutos después, el helicóptero estaba tocando tierra. Provocando un gran ruido, el rotor principal estaba levantando una gran polvareda y algo de papeles que estaban en el sitio. Si bien, el frío era mucho menor que en Moscú, el aire que estaba removiendo el aparato hizo que Sasha se entumiera por un instante. Ella, quien desde tierra atestiguaba el descenso del artilugio militar, se acercó prudentemente a éste mientras su rubia cabellera le revoloteaba sin orden alguno, mientras entrecerraba los ojos y agachaba parcialmente su cuerpo como acto reflejo ¿Cómo debía recibir a Peter? Su corazón por un lado le decía que debía correr apenas lo viera, para abrazarlo y explicarle lo sucedido, debía aclararle que lo que le confesó un día antes había sido una gran mentira, que tuvo que hacerlo por un chantaje de Dimitri, que se sentía entre la espada y la pared, que la vida de su padre y del mismo Peter estaban en peligro si no decía tal mentira. Por otro lado y en algún otro lugar de su mismo corazón estaba la figura de su padre «¿Dónde lo tienen esos desgraciados?» —pensó con angustia.
El primero en descender fue Vasili. El hangar especial para el ejército y fuerzas especiales lucía casi vacío, excepto por la presencia de Sasha y un par de guardias que a prudente distancia contemplaban la escena. Apenas un instante después descendió Jessica y por último el varón; el cruce de miradas de todos los involucrados fue breve, aunque pareció eterno para todos, menos para Vasili. Sasha dudó en abrazar a Peter, casi corrió al verlo, sin embargo se detuvo, conservó la postura de parecer fría. Jessica se mantuvo al margen, evadió por un instante la situación agachando la cabeza con el pretexto de proteger su rostro del viento arremolinado que ya disminuía de a poco, pues el rotor del helicóptero estaba reduciendo su accionar, las aspas giraban con menor velocidad. El agente, al mirar a Sasha experimentó sentimientos encontrados, al igual que la mujer rusa, tenía ganas de abrazarla. Deseaba por un instante que aquella confesión que había escuchado hubiese sido tan sólo un mal sueño, sin embargo, el recuerdo de aquel diálogo que tuvieron apenas el día anterior retumbó en su cabeza en ese instante, no pudo evitar recordarlo, y en ese momento su ira pudo más, fue dominado por ese sentimiento de frustración al recordar:
« —Peter desde hace un mes vivo con otro hombre.
— ¿Qué estás diciendo?, ¿me estás bromeando verdad?
—No Peter, es la verdad.»
Él, recurriendo más a un acto de despecho, que a una situación consiente, de inmediato tomó de la mano a la sorprendida Jessica, al mismo tiempo que parecía estar desafiando a la misma Sasha. La incómoda escena fue interrumpida por la voz de Vasili, quien se dirigió a Sasha:
—El vuelo transcurrió sin novedad.
—Está bien Vasili, hiciste un buen trabajo.
El subordinado no agregó palabra y simplemente se hizo a un lado, desmarcándose de lo que seguía, y con mirada disimulada percibió que el rostro de Sasha se perturbó por completo al contemplar que los británicos entrelazaban sus manos, Y en efecto, la dama rusa sintió un balde de agua fría en su pecho, las piernas casi se le doblaban. Experimentó en carne propia, por primera vez en su vida, eso que parecía ajeno a ella, los celos. Aquella seguridad en su persona estaba poniéndose a prueba, «¿Apenas pasan una horas y ya me cambiaste por otra mujer, mi zar Peter? ¿Acaso ya dejé de ser tu zarina?» —pensó desde el fondo de su alma—. Sin embargo, el orgullo la hizo mantenerse de pie, y fingiendo no importarle el detalle, se concentró más en la pequeña herida en la pierna de Peter y preguntó:
—¿Qué te sucedió? ¿Te hirieron?
—No te preocupes, tan sólo fue un pequeño roce de una bala, pero estoy bien, por fortuna no es nada grave. Vasili me ayudó a hacerme este torniquete.
—¡Qué suerte!, en el avión que abordarán hay un botiquín de primeros auxilios… Pero, vayamos al grano Peter. No hay mucho tiempo para formalismos, como ya debes saber, tengo órdenes de sacarlos de inmediato de Rusia.
—Es verdad, tienes razón, vayamos al grano. Como ya te informaron, el coronel Zavarov está muerto, y de milagro tanto Jessica como yo no lo estamos también.
Por un instante, el cerebro de Sasha concibió la imagen de su rival en amores muerta. El pensamiento, aunque quiso rechazarlo, le hizo sentir cierto placer, ¿acaso no estaba deseándolo en ese mismo momento?, pero de ser así, bien pudo haberle dado la orden a Vasili de que dejaran que la asesinaran y que únicamente cuidara la vida de Peter; sin embargo, la indicación fue contundente, debía traer a ambos con vida.
—La vimos muy cerca —intervino Jessica, instante que aprovechó para soltar la mano de Peter, pues lejos de percibirlo sincero, intuyó que solamente la usó para provocar los celos en Sasha, situación que la fastidió. Además, se sintió agradecida hasta cierto punto, estaba consciente de que la mujer que tenía frente a ella, por alguna razón también cuidó de su vida. Momento que aprovechó para reconocérselo—. Agradezco que hayas mandado a Vasili a cuidar de nuestras vidas.
—No me agradezcas nada, simplemente hice lo que tenía que hacer, a mi país no le conviene desde ninguna perspectiva el caso de una agente muerta dentro de nuestro territorio —respondió Sasha con mirada altiva, al mismo tiempo que cambió el rumbo de la plática—. Pero, como dije hace un momento, vayamos al grano. Sé quiénes están detrás de todo esto Peter, los rebeldes chechenos fueron los que planearon y perpetraron la tragedia del huracán Katrina en Nueva Orleans. Y ahora mismo sé que mi padre los ayudó.
— ¿Y nunca sospechaste que tu padre estaba metido en algo turbio? —cuestionó Jessica con jiribilla.
—No es el momento de ese tipo de preguntas — intercedió Peter, como saliendo al paso para evitar la confrontación con la otra mujer, quien en su mirada dejó notar su malestar—. Bueno, ¿y cómo los ayudó?
—Junto con un grupo de científicos construyeron unas instalaciones similares a las del HAARP y el SURA.
— ¿Dónde lo hicieron? ¿Dónde? —presuroso pregunto Peter.
—No lo sé, no lo sé…, si lo supiera ya estaría buscando a mi padre, sucedieron tantas cosas mientras ustedes estaban en Moscú… Mi padre está secuestrado por esos malnacidos en algún lugar del mundo, pero no sé dónde… no sé dónde Peter…
— ¿Secuestrado?, ¿cómo?, se supone que es parte de ellos, ¿no es así?
—Sí, pero por lo que percibí, él ya no quería cooperar con ellos, así que como una manera de presión hacia él y hacia mí misma amenazaron con matarlo si no cumplía ciertas exigencias de su parte.
― ¿Exigencias?, ¿qué tipo de exigencias?
―Es todo lo que puedo mencionarles, lo último que les diré es que este grupo de rebeldes quería contrapuntear a los Estados Unidos y a mi país. Ustedes ya pueden regresar a Inglaterra, podrán informar a sus superiores que saben de buena fuente que Rusia no estuvo detrás del huracán Katrina, ya saben quiénes fueron, a eso venían ¿no es así?
— ¿Así de fácil?, ¿porque lo dices tú? —Jessica intervino.
—No es porque lo diga yo… agente Sanders, es porque así es, y punto. Si pudiera saber dónde se esconden esos malditos…
—El coronel Zavarov justo antes de morir intentó decir algo sobre el paradero de tu padre, ¿recuerdas Jessy? —dijo Peter con cierto entusiasmo.
—Es verdad, dijo algo así como… “el padre de Sasha y el arma geofísica se encuentra en 46 grados, 27 minutos…”
— ¿Qué más?, 46 grados, 27 minutos… ¿Qué más? —insistió Sasha angustiada—, díganme por favor.
—Con la misma duda nos quedamos nosotros —dijo Peter bajando la mirada—. En ese instante el coronel Zavarov dejó este mundo… ya no habló más.
—46 grados, 27 minutos… 46, 27… 46… 27… —repitió Sasha una y otra vez mientras caminaba en círculos, levantaba la mirada al cielo, la bajaba inmediatamente, se tocaba la frente mientras intentaba recordar—. Esos números me dicen algo… ¿Dónde? ¿Dónde?...
—Me informan por radio que el avión está listo —anunció Vasili dirigiéndose a Sasha.
—Que espere Vasili, que espere unos diez minutos más.
—Como diga usted, informaré al piloto.
— ¡Ya sé!, lo tengo —gritó Jessica.
— ¿Qué tienes? —con agitación cuestionó Sasha.
—En tu cubículo, ¡los posters de los equipos favoritos de tu padre!... Según te dijo «si algún día me pasa algo quiero que me recuerdes con estas imágenes, son mis dos equipos favoritos de hockey, al NORTE los Canadiens de Montreal y los del ESTE los Jets de Winnipeg».
— ¡Es verdad!... sí, pero…
Jessica escudriñó de manera inmediata dentro de su bolso y extrajo del mismo su teléfono celular, buscó el par de imágenes que había fotografiado ella misma en el encuentro que tuvieron dentro del cubículo de Sasha en la universidad estatal de San Petersburgo, apenas dos días antes.
—Aquí las tengo —dijo mostrándoselas a la otra mujer.
— ¿Les tomaste fotografías? —dijo la rusa mientras casi le arrebató el aparato telefónico.
—Pensé que en algún momento podría ser relevante.
Peter se colocó a un lado de Sasha, para también mirar el par de imágenes.
—Observa, aquí están los números que nos dijo el coronel Zavarov, en el pecho de los jugadores de los Jets de Winnipeg, 46 y 27 —dijo al mismo tiempo que señaló con su dedo índice la pantalla del teléfono.
— ¡Ya está! —gritó Jessica—, son coordenadas geográficas, sin duda.
—Los tres jugadores de los Jets de Winnipeg forman las coordenadas este, 46, 27 y 33, es decir, 46 grados, 27 minutos y 33 segundos longitud este. —dijo Sasha.
—Y los jugadores del norte, los Canadiens de Montreal tienen los números 43, 04 y 59, o sea, 43 grados, 04 minutos 59 segundos latitud norte —concluyó la británica.
—Tu padre había dejado desde siempre estos datos a tu disposición —aseveró Peter.
—Sí, pero nunca supuse algo así, ahora lo importante es saber a qué lugar de la tierra pertenece este punto geográfico. Esperen un momento… Vasili, habla a la agencia y que nos den de inmediato el dato.
Vasili, raudo realizó la llamada, se identificó y casi al instante proporcionó los datos indicados por Sasha, esperó alrededor de un minuto y le informaron, terminó la llamada y se dirigió a Sasha:
—Las coordenadas geográficas pertenecen a un lugar en las montañas del Cáucaso, concretamente en la frontera entre Chechenia y Daguestán. Era de suponerse, ahí es donde siempre se esconden los rebeldes, en las montañas casi impenetrables. Aunque con las coordenadas…
— ¡Bingo! —interrumpió la rusa, dio un paso hacia adelante y abrazó a Jessica— Sabemos dónde están… ojalá aún pueda salvar a mi padre, haré una llamada… esperen.
Sasha se retiró unos pasos, esperó unos momentos, y en idioma ruso comenzó a hablar. Sabía perfectamente que Peter conocía con quién estaba conferenciando, a quién le estaba informando. La conversación fue muy breve, quizá únicamente tres minutos.
Al terminar la llamada, regresó con el rostro desencajado…
— ¿Qué sucede? —dijo Peter.
—Las órdenes ya fueron dadas Peter… un avión de reconocimiento saldrá de inmediato al lugar, y si encuentran algo, saldrá un escuadrón de aviones caza de la base de Sebastopol, su misión sería destruir todo lo que encuentren en la zona.
—Pero… ¿y tu padre?
—Las órdenes ya fueron dadas… te repito. Sólo espero que mi padre no se encuentre en ese momento ahí… si es que… si es que aún vive… —los ojos de Sasha comenzaron a enrojecerse y humedecerse.
— ¿Sasha?, tal vez podríamos hacer algo, el gobierno británico podría intervenir…
—No Peter, es un asunto interno, sabes que no se puede hacer nada, conoces de quien viene la orden y ahí sí que no puedo contradecir. Ahora ya tienen todas las respuestas que querían, es mi deber ahora ponerlos en el avión y sacarlos de este país en este mismo momento.
—Pero…
—Pero nada… en nombre del gobierno ruso, les invito a que abandonen el país —dijo Sasha con voz firme y muy segura de lo que estaba diciendo.
Vasili se acercó a ambos agentes británicos, y ante la mirada atónita de Peter, los exhortó con una seña a que caminaran rumbo al avión del gobierno ruso que ya estaba listo a pocos metros de distancia, los motores ya estaban encendidos, la escalerilla al pie de la puerta de acceso esperaba a los británicos. Sasha, giró la cabeza para evitar encontrar la mirada del inglés, y sin despedirse caminó unos metros hacia el hangar. A los ingleses no les quedó más remedio que caminar hacia la pista, hasta cierto punto contrariados por la repentina conducta de Sasha. Jessica no miró más hacia atrás. Peter, al subir la escalerilla y antes de cerrarse la puerta volteó para encontrarse con la fría mirada de Sasha. Sólo levantó la mano a manera de despedida.
Instantes después, el avión tomó pista, y dada la orden por la torre de control, los poderosos motores rugieron con furia, el piloto aceleró a gran velocidad hasta levantar el vuelo, Londres los esperaba de regreso.
Sasha atestiguó con gran nostalgia el despegue, miraba la cola del aeronave mientras tomaba altura, los trenes de aterrizaje se ocultaron, el parpadeo de las luces rojas de las alas se distinguían cada vez más lejos. Ella de pie pronunció una sola frase, Vasili la alcanzó a escuchar.
—Ahora sí… Adiós para siempre mi Zar Peter, adiós… amor mío —en ese instante no pudo más con su orgullo, y haciendo un gran esfuerzo por mantenerse de pie, dejó que sus lágrimas cayeran al suelo, pero en ese momento juró nunca volver a llorar por ningún hombre.
El ferviente Vasili la dejó lloriquear unos segundos, hasta que se atrevió a indagarla:
—Con todo respeto… perdón por entrometerme en su vida privada, pero… ¿por qué lo dejó ir?, es decir, ¿por qué no le dijo la verdad de que usted nunca le fue infiel, que todo fue debido a un chantaje de Dimitri?, ¿por qué no luchó por ese amor?, ¿por qué no le explicó con detalle todo lo que ocurrió el día de ayer?
—No Vasili, es mejor así —dijo ella ya más serena y con la mirada aún fija en el avión que seguía alejándose, apenas si se alcanzaba a distinguir como un puntito en el horizonte—. En estos últimos días reflexioné y creo que tenemos distintos destinos… tanto él como yo…
— ¿Cuál es el destino de él? — inquirió.
—La mujer con la que viaja en ese mismo avión es su destino, así como el servicio a su país.
— ¿Y el destino de usted?
—No lo sé aún Vasili, pero te aseguro que no es estar junto a él, quizá amo tanto a Rusia que mi destino sea el servir hasta el último día de mi vida a esta gran nación, incluso a costa de mi propia vida sentimental y mi vida misma en sí. Los abandonos me han perseguido durante toda mi existencia, primero muy joven mi padre se alejó, mi hermano mayor igual, después la muerte de mi madre… quizá ese sea mi destino…
—Es su decisión agente Aleksandra Sokolova.
— ¿Te confieso un secreto Vasili?, algo me dice muy en el interior de mi alma que de alguna manera siempre estaré ligada a ese hombre —concluyó lanzando un gran suspiro mientras frotaba con ambas manos su vientre con delicadeza e inusual ternura…
Dentro del avión…
El agente Murray recién acababa de informar todos los pormenores a su superior, el capitán Sellers. Éste, ya al tanto de todo, se congratuló y le indicó que se presentara en su oficina dos días después; le sugirió descansara un par de días apenas llegara a Londres.
El agente Murray deseaba dormitar, sin embargo su homóloga le cuestionó:
—Peter… ¿Quién es Sasha?, ¿quién es realmente Sasha?
—Pertenece a la agencia de inteligencia rusa, la FSB, en particular a un grupo de élite; el hombre con el que habló por teléfono era su jefe inmediato.
— ¿Quién era?
—Al ella pertenecer a un comando de elite su jefe directo es nada menos que el presidente de Rusia.
— ¿Quieres decir que el mismísimo Vladimir Putin estaba hablando con ella?
—Sí, él dio la orden del ataque a las instalaciones rebeldes en las montañas del Cáucaso, así como de nuestra pronta partida, por eso Sasha reaccionó así; seguramente el presidente siempre estuvo al tanto de todo lo sucedido durante estos tres días.
— ¿Y entre tú y ella?... es decir…
—Sé lo que quieres saber… Te puedo decir que la Sasha que encontré en esto días es otra, muy diferente a la que conocí años atrás en el crucero en el Báltico, perdió aquel brillo en sus ojos, sus ilusiones son otras, ahora es dura, fría, ya no sonríe, ya no me mira igual, tiene otras prioridades… Y yo siempre he buscado en una mujer todo lo contrario —le respondió mientras estiró su brazo izquierdo para rodear a su compañera, abrazándola y emitiéndole una sonrisa pícara, ella respondió con un tímido gesto, pero a la vez complaciente, se recargó en su hombro y dio un largo suspiro.